Las peluquerías
-quizá porque se consideran territorio de predominio femenino- han sido objeto
de numerosísimos memes durante estas ¡8 semanas! de confinamiento. En el primer
Estado de Alarma, allá por el 14 de marzo, fueron clasificadas servicio esencial y podían estar abiertas. No parecía sensato y el Gobierno rectificó enseguida,
pero las bromas ya habían invadido las redes. Por aquel entonces, aún estábamos
para bromas. Poco después nos dimos cuenta de que los tintes se apagaban, los
flequillos se desigualaban y las videoconferencias eran crudos testigos de
nuestra desarreglada imagen. Nada podíamos hacer, salvo algunos apaños caseros con resultados digamos que, variados.
Hace 10
días se autorizó -con limitaciones de aforo, obligatoriedad de uso mascarillas,
etc.- la apertura de las pelus. Tras
reservar hora, me he
plantado esta mañana en mi peluquería de siempre, en mi barrio. Lo cierto es
que esperaba una situación tipo película de Almodóvar, con algún absurdo que después pudiera contar aquí. Pero no, todas, tanto peluqueras como clientas
(3 por el aforo) no hemos dejado de hablar de lo mismo, el confinamiento.
Y como no, hemos visitado los mismos lugares comunes y manifestado la resignación ya habitual. Algunas estaban más asustadas, otras menos. Había quien se declaraba estricta cumplidora de las normas y también
la se mostraba un poco más desafiante permitiéndose alguna acción “fuera de
la ley” como salir a correr unos minutos
antes de las ocho o invitar a sus hermanas a cenar a su casa (de tapadillo).
La verdad es
que salvo el tema, que ya cansa un poco, y que no había revistas de
cotilleo, me he sentido igual que siempre y sin sensación de riesgo. También como siempre, estaba deseando acabar y pasar cuanto antes el mal trago de mirarme al espejo con los pelos a medias. Al salir, de
nuevo tenía ganas de refugio en casa, porque la mascarilla es verdaderamente
antipática y de ninguna forma se integra en el paisaje cotidiano.
Y un bravo
para mis peluqueras de siempre, animosas y dispuestas, reinventándose con sus batas,
los guantes, la lejía y demás artilugios. Apenas han recibido instrucciones, pero ahí están, otra vez al pie del cañón, aguantándonos y poniéndonos
guapas.
Hoy
en España: 227.426 total
diagnosticados, 26.744 muertos, 137.139 curados
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