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jueves, 26 de abril de 2018

El concierto de San Ovidio, Antonio Buero Vallejo, Teatro María Guerrero



El concierto de San Ovidio es una obra cruda, trágica, sin concesión alguna a la galería. Así lo percibí ayer en la magnífica versión de Mario Gas. 
Un montaje de lujo, que sobresale entre los modestos escenarios -escasez de presupuestos obliga- a los que estamos acostumbrados en los pequeños teatros independientes. 
En este caso, qué bien traídas están las dos píldoras de video que nos presentan, primero el concierto de los ciegos en la feria y, al final, el discurso del hombre bueno de la historia. Y que dignos los decorados y el vestuario.
Resumo: El concierto de San Ovidio es la historia de un oportunista que encuentra en una desarrapada banda de ciegos una excelente ocasión para obtener dinero fácil en las ferias. Lo hará con el consentimiento de muchos, entre ellos la madre superiora del convento que acoge a los ciegos y lo hará de la manera más cruel, exponiendo a los pobres diablos, ridiculizados con espantosos disfraces, a la mofa de un público alienado y embrutecido. 
La historia contiene amor, codicia, venganza, injusticia, crítica social e incluso una ligera grieta por la que asoma cierta bondad; es,  en suma una obra universal que nos permite asomarnos a los eternos defectos de una sociedad corrompida por los poderosos y padecida por una mayoría, cegada por la costumbre y conformada con su destino. .... todo muy intenso. 
El elenco está magnífico, aunque a mí el actor que encarnaba al personaje principal, el ciego David, el único que no se conforma y reclama su dignidad aspirando a ser un verdadero músico, no me acabó de gustar. No sé bien por qué, creo que simplemente no me gustaba su voz.  Quizá también porque el personaje no tiene en toda la obra, salvo su beso final a Adriana, ni un asomo de algo parecido a la felicidad, ni siquiera de "bienestar". Y claro, no es fácil empatizar con un protagonista que solo sufre y que, por esa razón no está precisamente de buen humor. 

Retomo un detalle arriba mencionado, la filmación del concierto que se proyecta sobre el telón para agradecer el uso de este recurso al director, Mario Gas. Y explico por qué. La aparición de los ciegos disfrazados mal tocando y cantando mientras provocan la burla es tan, tan, tan incómoda, que este tratamiento en el que se incluye una escena filmada con músicos, público y todo el ruido de la feria, me produjo un cierto alivio. Como espectador,  no es lo mismo padecer el sonrojo con los actores “en vivo”, que ver una filmación. Uff.