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viernes, 4 de agosto de 2023

Encuentros en la GR-11. Transpirenaica de Este a Oeste.

Dediqué otra entrada del blog al desafío de afrontar varios días de caminata por los Pirineos; hablaba entonces de la calma física y espiritual que llega tras el esfuerzo y la superación de los obstáculos que imponen las cuestas, la sed, el roce de las botas o la irritación de los hombros bajo la mochila. Por eso, esta vez, tras ocho jornadas siguiendo la ruta pirenaica GR 11 de Este a Oeste, desde el Mediterráneo (Cap de Creus) hasta Setcases en La Garrotxa,  se me antoja contar de nuestros encuentros y hospedajes, que han sido curiosos, divertidos y sugerentes.

No era fácil encontrar alojamientos a lo largo de esta ruta, más pensada para la acampada y los refugios que para ofrecer comodidades,  pero se podía hacer;  con flexibilidad, ganas y un poco de gracia. Así lo concibieron y diseñaron, para todo el grupo, Rosalía y Fermín. Podría haber sorpresas, nos dijeron. Las hubo. Y aquí quedan, como entrañables episodios cuyo recuerdo nos acompañará, seguro, en los próximos tramos de esta GR 11 que planeamos recorrer hasta llegar al Cantábrico. 

Porque recorriendo sendas por el monte tropezamos con otros caminantes con los que, a veces, se cruzan breves palabras o apenas unas miradas y, luego, no se sabe bien por qué, permanecen en nuestras retinas muchos años, llegando a convertirse en comunes recuerdos fetiche. Como aquella dulce Amanda de la Senda Camille, que pasará a la historia de estos trekking como la muchacha más aguerrida y despistada de los Pirineos, o aquella otra chica alemana que viajaba con su madre y una noche, en un refugio de Córcega, tuvo un ataque de pánico pensando que nos habían dejado encerrados; o aquel paisano que ascendía el pico Bisaurín con un coche teledirigido ocupado por muñecos, o el guarda del Refugio Garabito, con fama de ser el más antipático del universo que va y nos prepara una paella magistral. Y como no recordar a Jorge, ese mozo leonés que en Picos de Europa, tras una noche de farra, no atinaba ni a hablar mientras derramaba el café intentando apañar los desayunos en su acogedor hotelito de Soto de Valdeón.

Durante estos días de travesía  también se han sucedido anécdotas que apetece relatar, o al menos bosquejar, para que no caigan en el olvido, para relamerlas a la sombra, para evocar buenos ratos, todos en bellos escenarios. Alla vamos:

-Día 1. Cap de Creus-Port de la Selva.

No nos bañamos, como mandan los cánones, al iniciar el camino; una lástima, pero es que nos pasamos de cala en nuestra impaciencia por empezar a avanzar, por asumir la mochila, las botas y el calor. No es sencillo el primer día, hay que “hacerse” a la tarea y aprender a disfrutarla, porque aceptar que sólo cuentas con tus fuerzas, las que tengas, y tu mochila, para afrontar el reto es, cuando menos, inquietante.

Pero se aguantan los primeros kilómetros, se aspira el olor del Mediterráneo y de los matorrales, se admiran las flores de las chumberas y se gestiona el sudor y la sed. Llegar a Port de la Selva como fin de la primera etapa es un regalo ¡un puerto de mar en una etapa pirenaica! ¡vaya lujo! Esa noche la pasamos en el Hostal Germán, acompañados de unos moteros con aspecto de ángeles del infierno, que resultaron educados y apacibles.  Magnífico baño
en la playa y cena de pescaditos y fideuás… también luna y frescor marino. Nada mal como principio. 

Día 2. Port de la Selva- Vilamañiscle.

Dejamos la costa para subir, ¡menudo cuestorro!, hasta el Monasterio de San Pere de Rodes. No defraudan estos monasterios. Por la ubicación, por la sorpresa que siempre provocan su arquitectura y su recogimiento y, en este caso, por facilitar un buen refresco en mitad del camino. Esta etapa nos mata de calor cuando bajamos  de nuevo a la costa, hasta Llansá, donde la sombra encontrada es un minúsculo parque con una fuente donde refrescamos cabeza y pies ¡Clochards-mochileros-montañeros!

La jornada pasa de los 25 km (a Rosa ya le ha cobrado su precio con un desafortunado tropezón ¡qué mala pata!).  Recorriéndola abandonamos definitivamente la costa para adentrarnos en el bosque mediterráneo. Aparecen los pinos y los alcornoques, el frescor marino desaparece y el camino se hará largo hasta llegar a Vilamañiscle -menos mal que Rober nos anima sintonizando canciones evocadoras ¡ese Benvinguts de Sisa!  

Por fin, el hostal El Penell nos acoge con su peculiar patio colonial y una gran terraza desde la que divisar, a lo lejos, el Golfo de Roses y la Sierra de Rodes. Una lástima que todavía no se haya inventado la mochila-guitarra, pero nos apañamos escuchando grabadas canciones que Carlos ha compuesto e interpretado. Un lujo.

La historia del lugar -Paz conseguirá aclararla- tiene su miga: la ilusión de los iniciales dueños, truncada por trámites municipales y desgracias personales; la iniciativa de unos alemanes, que se desencantan con la pandemia y, finalmente, la llegada de una joven pareja que maneja con gracia unos cómodos apartamentos. Cenamos en la piscina municipal del pueblo, donde recibimos un trato muy amable. El grupo se completa ¡ahora somos once!

Día 3. Vilamañiscle-Finca de Requesens

Esta tercera etapa tiene más de 30km de sube y baja. Nos encontraremos con ermitas y monasterios, ya más humildes que el de San Pere de Rodes, pero quizá por eso más encantadores, como Sant Quirze de Cólera. Encontramos algún tramo de carretera que se hace pesado y, de paso,  se encarga de dejar ciertas ampollas en nuestros delicados pies. Qué maravilla encontrarse, de pronto, en una sombreado rincón del camino, con una mesa y dos garrafas de agua fresca que algún paisano/a rellena cada día para los caminantes y adorna con una simple nota “Free water”. ¡Muchas gracias, amigo/a!

El momentazo llegará al  avistar el castillo de Requesens, grandioso en pleno bosque de alcornoques y señal de que estamos ya muy cerca de la meta. La idea de que Requesens era un pueblo no sabemos bien de donde salió. En realidad, Requesens es el castillo y este castillo tiene una misteriosa dueña que habita cerca, en un reducido y destartalado conjunto de edificaciones rurales. Ocuparíamos, este grupo de once, una de ellas. También la habitaban mosquitos, gatos, algún perro que se colaba. Un lugar destartalado con vistas insuperables. Lo que viene a llamarse un “lugar con encanto”.

Nada más llegar nos recibe Norma, sin duda el primer personaje “de carácter” que llega a esta crónica. Norma ha inventado una profesión: es avitualladora de la ruta pirenaica GR 11. Conecta con los senderistas y les facilita alojamiento y manutención. Para nosotros preparará cena y desayuno; los hace muy ricos y con cariño, el que también transmite cuando explica que, a veces, los caminantes llegan exhaustos y mal preparados, que ella les asiste, les da cobijo y consejo. Habla sin parar. Sus reparos, velados y con cierto aire conspirativo, los reserva para otro tipo de visitantes, como los cazadores; también para algunos habitantes de esta bella comarca…

Día 4. Requesens-La Vajol.

Otra vez más de 25 km por delante. Etapa extraña. Porque raro es pasar por una ciudad o atravesar túneles bajo la autopista y la vía del tren cuando recorres una senda pirenaica. Hemos llegado rápido a La Junquera, conversando sin parar, porque los caminos inspiran y da gusto. Y hemos fotografiado un viejo avión antiincendios estrellado en el bosque en los años 80. La Junquera resulta agradable, al menos su núcleo original apartado de la autovía. Avituallamiento..

El segundo tramo es áspero, otro cuestarrón, que atraviesa un tupido alcornocal sin sotobosque, lleno de ramas caídas que provocan cierta desazón. No es un bosque acogedor. Le sigue otro largo tramo de carretera que recorremos ansiosos por llegar a La Vajol, un pequeño pueblo que homenajea a quienes desde allí marcharon hacia Francia huyendo de las consecuencias de la Guerra Civil del 36.

Y en La Vajol conocemos a Conxita. Esta mujer deja huella en el grupo. Por su simpatía, por su alegre y cantarina voz, por su cocina y sus bocadillos. ¡Y tanto! responde a cada una de nuestras peticiones, y al momento ahí tenemos la cerveza, las aceitunas, el pan, el rollito, el tomate,  lo que haga falta. Conxita regenta con su marido la pensión donde dormimos de maravilla y el bar restaurante Ca La Conxita. Trabajan duro los dos, pero ella es, ¡y tanto!, el alma de la fiesta.

Día 5. La Vajol-Albanya.

Otra vez más de 25 km (me repito, pero es el mantra, y la tarea, que sobrevuela nuestras cabezas al inicio de estas etapas). Salir de La Vajol, cuesta arriba, despidiendo a los tres amigos que, pena penita pena, nos dejan (y también a Conxita) … desanima un poco, pero como siempre, el paisaje gana y ¡a por ello!. 

Esta ruta pasa por la mina Canta, donde se escondió el famoso oro de la II República; también por Maçanet de Cabrenys, pueblo impecable para adentrarse en el Alt Empurdá, comarca que contemplamos desde el collado de La Trilla. Desde aquí, en sube y baja por bosques de rebollos, coscojas y hasta hayas, pero aún acompañados de alcornoques, alcanzamos Albanya. Antes tuvimos que rechazar, como Ulises a las sirenas, la tentación del Molí de Rober, un bello rincón con piscina y con perfume de chuletillas al sarmiento… pero es que la ruta es muy, muy larga, no caben las distracciones.

Albanya es otra joyita, que ofrece la antigua Rectoría, junto a la iglesia de St. Pere, como albergue. El alojamiento, donde compartimos habitaciones de cuatro, está muy bien rehabilitado y tomar una cerveza en su terraza, aunque amenace lluvia, es el premio soñado. 

Cuando las muchachas que regentan el lugar empiezan a poner algunas pegas y restricciones, a explicar que aquí esto es “así” o “así”, que el desayuno es un bocata que hacen por la noche, que no piensan levantarse para hacer café… nos quedamos algo aplanados. ¡Echamos de menos a Conxita! Y aún más cuando las muchachas emplean más de media hora en una tosca discusión en plena calle con una pareja; resultará incómodo. Cuando malamente se recuperan, las posaderas continúan con la cantinela: como lo vuestro es media pensión … solo os toca de postre un helado, pero no todos los de la carta, eh, solo los baratitos… El desayuno, tal como prometieron, fue bien pobretón. Pero, inasequibles al desaliento, salimos tan contentos como siempre, dispuestos a comernos otra etapa. ¡Hasta la próxima, Rectoría de L’Albanya!

-Día 6. Albanya-Easy Day

Había expectación respecto de esta jornada, y no precisamente por la ruta, que por supuesto sería, como todas, bella y esforzada: con sus espesos bosques, las vistas desde el refugio de Bassegoda, algunos baños en el río, también algunos dólmenes y ermitas (que en realidad solo intuimos o avistamos de lejos, por
que a ver quién es el valiente que se desvía unos metros para tocar unas piedrecitas…, es lo que tiene ir justito de fuerzas y sobrado de paisaje).

Al grano, nuestro gran objetivo en la sexta jornada era llegar a Easy Day, un lugar que se prometía especial, siendo una ligera desviación de la ruta GR, una libre interpretación que nos permitiría unas distancias razonables y un descanso merecido.

Easy Day, se ubica en Montagut i Oix, una  masía a orillas de la Riera de Sant Aniol, ya en la comarca de La Garrotxa. Se anuncia como un lugar “en medio del paraíso, dedicado a los retiros, la educación y las artes”. Uhmmm, Ohmmm.

El lugar nos recibe con una fresca limonada y unas sabrosas tartas de manzana y albaricoque;  para reconfortar, sin prisa, el cuerpo y la mente. "Vamos a estar bien aquí", comentamos, porque el entorno es especial y también lo parecen nuestros anfitriones, que nos cuentan satisfechos algunas de sus actividades, como un concierto musical, que acaban de celebrar con 200 asistentes "¿Cómo lo habrán organizado en un lugar tan remoto como este?" nos preguntamos.

Easy Day es una estancia “alternativa” que nos divierte:  duchas “a cubos”, wáteres secos, un gran domo o tienda donde dormir, todos juntos, sobre unos futones con estampados africanos, gallinas felices y en libertad,  banderines tibetanos, unas piedras que señalan a los hombres donde han de apuntar cuando mean,  (para las mujeres: ancha es Castilla…) No hay quejas, aunque pasemos algo de frío a la noche y los mosquitos amenacen nuestro flujo sanguíneo. 

Y es que la cena y el desayuno (vegetarianos) fueron sencillamente insuperables: parmegiana, ensaladas, tzatziki, zumos naturales, buen vino, frutas, tiramisú, falafel, tostadas, tartas, yogurt…  Estupendo Easy Day. Nos llevamos de recuerdo a los anfitriones con su rubio querubín, sus velas, su fuego nocturno, las flores, y, sobre todo, a su estupenda y creativa cocinera.

-Día 7. Easy Day- Can Planas

Con mucho calor desde muy temprano, recuperamos la senda GR-11. Será a la altura  del refugio de Talaixá, uno de esos lugares que corroboran que los sudores bajo las mochilas merecen la pena ¡Menuda vista sobre la frondosidad del bosque de La Garrotxa!. 

Es curioso, hasta hoy apenas nos hemos encontrado con gente en la ruta; solo algún caminante silencioso y solitario, una pareja y su perrito con alforjas, alguna muchacha cansada y sonriente, pero ni en los alojamientos ni el camino hemos intercambiado  una palabra entre “caminantes”.  Solo hoy nos toparemos y conversaremos con un excursionista, es un joven inglés que se detiene al vernos descansar bajo la sombra. El camina hacia el mar Mediterráneo, está haciendo la GR de un tirón y ya le queda muy poco. Nos cuenta que le ha llovido mucho y que ha visto más vacas que en toda su vida… Esto último nos extraña, viniendo del Reino Unido, pero no hay tiempo de indagar mucho más… una pena, parecía bien majete el inglés.

Esta jornada pasa por Beget, uno de esos pueblos que salen en las revistas de viajes entre los 10 pueblos más bonitos de la península. Y lo es, quizá demasiado, de tan arregladito que está. Imposible comprar el avituallamiento que nos ha ido apañando durante la ruta (frutas y embutidos locales). Acalorados y sudorosos terminamos celebrando el día de San Fermín en un restaurante del lugar… con su sabrosa oferta de producto local …o quizá no.

En Beget nuestro grupo llama la atención entre los turistas y conversamos agradablemente con algunos, contentos de informarnos sobre las maravillas del románico de la zona. Con otros no fue posible, a falta de catalán por nuestra parte, nos hablaron en francés… igual no se dieron cuenta que podíamos entendernos en castellano.

El camino desde Beget a Can Planas recorre la Riera de Beget; una delicia botánica para Tati y Jose, que nos van ilustrando con su sabiduría.

Can Planas, nuestra meta,  puede presumir de su aromático jardín y su fresca piscina. Es otro lugar original, una masía que ha acogido colonias de niños y que dispone de un enorme dormitorio con camitas para muchos enanitos. Goza de unas vistas 360º que celebramos con unas cervezas. Jorge, el anfitrión, nos trata muy bien, aunque echamos de menos a la cocinera de Easy Day y, por supuesto, a Conxita…

8-Can Planas-Setcases.

Un tramo más y lo tenemos. Las ampollas, o están casi curadas o ya da igual como estén,  así que dejaremos, por fin, que Elena descanse (sus cuidados han sido cruciales y un auténtico lujo).

Como es la última jornada hay cierta tentación de aflojar, por eso Jesús nos tienta con unas magdalenas, que compra en el pueblo de Molló y, francamente, sientan de maravilla. Breve inciso para comentar que algo hemos cambiado estos años de marchas montañeras:  cada vez menos chocolate, menos golosinas, menos bebidas alcohólicas… a cambio, más cabeza, más filosofía, más aguante y mejor planificación.

Hoy caminaremos a pleno sol y subiremos más de 1.200 metros hasta alcanzar el punto donde se inicia el descenso hasta Setcases. Habrá que contar historietas como las que evoca con detalle Rosalía, que parecen guiones de película pero que son auténticos “sucedidos”. Contar y escuchar entretiene y alivia la fatiga. Comprobado.

El paisaje de esta jordana anuncia lo que será el siguiente episodio de la GR-11: bosques de robles, pinos, ya sin alcornoques, que alternan con cumbres airadas y peladas, luciendo, magníficas, las huellas de la erosión; desniveles marcados, caminos más agrestes, mayores soledades… pero eso será ya en la próxima salida.

Ahora el anhelo es Setcases. Por fin llegamos y lo encontramos en plena alegría del verano. En el Hostal La Cabanya, donde nos alojamos, todo nos parece lujo y comodidad. El cansancio se evapora.

Menciones para: los sabrosos melocotones, las butifarras locales, las frambuesas silvestres, la zarzaparrilla, las chumberas, los robles, las jaras, las ermitas, los refugios, los riachuelos que se pasan descalzos, las gorras que se pierden, los tobillos que se doblan, las tiritas y los compeed, las canciones que acompañan, las bromas y las confidencias… Para que repitamos, para que cada vez que  amanezca … apetezca.

Datos:

188,49km recorridos - 9.180m subida - 7.958 m bajada - 67 horas caminando

Los alojamientos:

https://hotelscheck-in.com/hostal-german-catalonia/en/

https://www.elpenell.com/es/home/

https://www.fincaderequesens.cat/

https://www.airbnb.es/rooms/11908261?_set_bev_on_new_domain=1690958564_NjU0YTdhNTBiN2Q3&source_impression_id=p3_1690958565_U6VoIVYsuMuS6FzS

http://calaconxita.com/

https://www.rectoriadalbanya.com/

https://www.easy-day.com/es

https://www.gasoveres.com/

https://lacabanya.net/es/

Las etapas: 

https://fatmap.com/routeid/3232332/dia-1?fmid=cp

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https://fatmap.com/routeid/3232369/dia-3?fmid=cp

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https://fatmap.com/routeid/3245780/dia-8?fmid=cp