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domingo, 10 de mayo de 2020

Crónica Mayores. 10 de mayo


Cuando algunos de nosotros éramos pequeños, las residencias de ancianos se llamaban asilos y los mayores eran viejos. Los asilos eran lugares terribles donde acababan sus días quieres no tenían a nadie o simplemente nadie los quería. Cuidar a los padres ancianos, en España, era una obligación natural de la familia, concretamente de las hijas. Con el tiempo, las hijas empezaron a trabajar, las casas de las ciudades encogieron y los asilos devinieron en residencias razonablemente decentes para  acoger a la que pasó a llamarse tercera edad.
Estos días en los que he escrito de cosas tan diferentes, he evitado el tema de los mayores. Lo he hecho conscientemente y  por diversas razones. Una de ellas, porque me sonroja pensar que en un país que calificamos como desarrollado, se nos hayan muerto a chorros los abuelos a causa del Covid. Otra, porque no son pocos los casos dramáticos que conocemos de primera mano: los padres de una amiga cada día más ajenos a la realidad que no entienden por qué no pueden salir y nadie les visita; la abuela de un sobrino que muere sola y callada por el alzhéimer en la residencia; la señora que no puede salir de su habitación, en su propia casa, para evitar el contagio; los funerales sin duelo; la enfermedad a solas. Ha habido de todo y para todos.
Dudo que  entre los muchos propósitos de enmienda que ahora nos hacemos se incluya  una sincera y rigurosa revisión del tema mayores. A la generación actual del grupo de riesgo -la que resistió, esta sí, un convulsivo siglo XX- le debemos al menos dos cosas: explicaciones y soluciones.
¿Cómo es posible que los empleados de las residencias se hayan visto solos y sin medios ante una crisis sanitaria global?¿Estarán los mayores en los programas electorales y en los debates de nuestros parlamentos?
Los ancianos, los mayores, los viejos, han aprendido a la fuerza a hablar por videoconferencia con sus hijos y sus nietos. Y  ha sido precioso durante breves instantes; pero lo virtual no es suficiente. No tiene sentido una vida en casa, sin visitas, donde desde una televisión  te miran y te  gritan: ¡COVID, CORONAVIRUS, PELIGRO, CONTAGIO, UVI, MUERTE, GRUPO DE RIESGO, NO SALGAS!. Los mayores han acatado, pero han sufrido y se han asustado. Y se nota en sus andares, cada vez más torpes.
Empiezan a salir (con horario, en las ciudades) y,  poco a poco, nos volvemos a aproximar a ellos. “Mira abuela, yo estoy bien y  tú también, así que me importa un bledo la distancia social y te voy a dar un abrazo”.  Eso es lo que hemos hecho este fin de semana con nuestra anciana. Y ha sido como regar una planta, creo que ha florecido un poquito.
Hoy en España: 224.390  total diagnosticados, 26.621 muertos, 136.166 curados

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