Cuando algunos de nosotros éramos pequeños, las
residencias de ancianos se llamaban asilos y los mayores eran viejos. Los
asilos eran lugares terribles donde acababan sus días quieres no tenían a nadie
o simplemente nadie los quería. Cuidar a los padres ancianos, en España, era una obligación natural de la familia, concretamente
de las hijas. Con el tiempo, las hijas empezaron a trabajar, las casas de las
ciudades encogieron y los asilos devinieron en residencias razonablemente
decentes para acoger a la que pasó a
llamarse tercera edad.
Estos días en los que he escrito de cosas tan
diferentes, he evitado el tema de los mayores.
Lo he hecho conscientemente y por diversas
razones. Una de ellas, porque me sonroja
pensar que en un país que calificamos como desarrollado, se nos hayan muerto a
chorros los abuelos a causa del Covid. Otra, porque no son pocos los casos
dramáticos que conocemos de primera mano: los padres de una amiga cada día más
ajenos a la realidad que no entienden por qué no pueden salir y nadie les visita;
la abuela de un sobrino que muere sola y callada por el alzhéimer en la
residencia; la señora que no puede salir de su habitación, en su propia casa,
para evitar el contagio; los funerales sin duelo; la enfermedad a solas. Ha
habido de todo y para todos.
Dudo que entre los muchos propósitos de enmienda que ahora
nos hacemos se incluya una sincera y rigurosa revisión
del tema mayores. A la generación actual del grupo de riesgo -la que resistió,
esta sí, un convulsivo siglo XX- le debemos al
menos dos cosas: explicaciones y soluciones.
¿Cómo es posible que los empleados de las
residencias se hayan visto solos y sin medios ante una crisis sanitaria global?¿Estarán
los mayores en los programas electorales y en los debates de nuestros
parlamentos?
Los ancianos, los mayores, los viejos, han
aprendido a la fuerza a hablar por videoconferencia con sus hijos y sus nietos.
Y ha sido precioso durante breves
instantes; pero lo virtual no es suficiente. No tiene sentido una vida en casa,
sin visitas, donde desde una televisión te miran y te gritan: ¡COVID, CORONAVIRUS, PELIGRO, CONTAGIO,
UVI, MUERTE, GRUPO DE RIESGO, NO SALGAS!. Los mayores han acatado, pero han
sufrido y se han asustado. Y se nota en sus andares, cada vez más torpes.
Empiezan a salir (con horario, en las ciudades) y,
poco a poco, nos volvemos a aproximar a
ellos. “Mira abuela, yo estoy bien y tú
también, así que me importa un bledo la distancia social y te voy a dar un abrazo”.
Eso es lo que hemos hecho este fin de
semana con nuestra anciana. Y ha sido como regar una planta, creo que ha florecido
un poquito.
Hoy
en España: 224.390 total
diagnosticados, 26.621 muertos, 136.166 curados
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