Hace unos meses terminé de leer Sapiens. De animales a
dioses: Una breve historia de la humanidad, el Best
Seller de Yuval Noah Harari.
No comparto todas sus conclusiones pero reconozco mi admiración respecto al
modo en que cuestiona cada uno de los
conceptos básicos de la evolución humana,
esos que la mayoría damos por sentado porque así nos lo enseñaron de pequeños y,
la verdad, no se nos ha ocurrido refutarlos. Por ejemplo, suele haber consenso general
al considerar que el paso del nomadismo al sedentarismo, del hombre depredador
al hombre recolector, fue una evolución positiva en todos los sentidos. Harari
expone, con un ritmo trepidante, numerosos argumentos que te hacen reconsiderar
suposiciones como esta, y, sobre todo, te hace DUDAR.
Estos días de confinamiento he pensado en las
dudas de Harari y recordado algunos de
sus planteamientos, como cuando aborda sin
pudor el espinoso tema de la felicidad. Me atrevo a resumir (de memoria) algunos
de sus interrogantes: ¿Y todo esto, es
decir la evolución o mejor dicho, el progreso de la humanidad, para qué? ¿Somos
más felices los hombres del siglo XXI que los neandertales? ¿Nos ayudan la
tecnología y la ciencia a conseguir una sociedad igualitaria o más bien acrecientan
la segmentación entre ricos y pobres? ¿Somos mejores ahora que tenemos
herramientas para dominar la naturaleza y en consecuencia más tiempo para cultivar
nuestro intelecto? Gracias a Harari descubro que el progreso no siempre suma en
positivo.
Volvamos a la felicidad. Sapiens recuerda
que aún cuando una buena parte de la
humanidad ha resuelto problemas de salud, dieta y riqueza, la felicidad no ha
llegado como consecuencia ¿Por qué? No me atrevo a responder, pero sí a
detenerme en alguna de sus conclusiones, como por ejemplo, la que destaca que a
partir de un cierto nivel de riqueza el aumento de ésta no aporta nada al nivel
de felicidad; o la que explica que muchas de las frustraciones del ser humano
están determinadas por un mal cálculo en sus expectativas. Otro enfoque
es el de la “Felicidad Química”, que explica
como el nivel de felicidad que cada
individuo puede llegar a disfrutrar -independientemente de su entorno- estará condicionado
por su código genético. Vamos, la clásica diferencia entre pesimistas y
optimistas, “por naturaleza”.
En el contexto de incertidumbres que Sapiens plantea
a sus lectores, se enmarca mi inquietud respecto al momento actual. Porque la humanidad
afronta uno de esos instantes cruciales que nos desviarán del camino trazado
para llevarnos aún no sabemos dónde. La crisis sanitaria, social, política y económica en la que nos hemos visto inmersos, sin
botella de oxígeno, nos podría hacer
mejores, ojala. Pero también podríamos
ir a peor. Lamentablemente, la historia
así nos lo demuestra y Harari lo ha resumido en su magnifico libro. En recientes declaraciones, hablando concretamente
sobre el Covid, apuntala su teoría. Dice “Creo que
el mayor peligro no es el virus en sí. La humanidad tiene todo el conocimiento
científico y las herramientas tecnológicas para superar el virus. El problema
realmente grande son nuestros propios demonios internos, nuestro propio odio,
codicia e ignorancia. Da temor ver que la gente no está reaccionando con
solidaridad mundial ante esta crisis, sino con odio.” (https://www.dw.com/es/coronavirus-el-mayor-peligro-no-es-el-virus-en-s%C3%AD-sino-los-odios-que-surgen/a-53225736).
Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]
jueves, 14 de mayo de 2020
Crónica Felicidad y evolución. 14 de mayo
Hoy
en España: 229.540 total diagnosticados, 27.321 muertos, 143.374
curados
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