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jueves, 14 de mayo de 2020

Crónica Felicidad y evolución. 14 de mayo


Hace unos meses terminé de leer Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad, el Best Seller de Yuval Noah Harari. No comparto todas sus conclusiones pero reconozco mi admiración respecto al modo en  que cuestiona cada uno de los conceptos básicos  de la evolución humana, esos que la mayoría damos por sentado porque así nos lo enseñaron de pequeños y, la verdad, no se nos ha ocurrido refutarlos. Por ejemplo, suele haber consenso general al considerar que el paso del nomadismo al sedentarismo, del hombre depredador al hombre recolector, fue una evolución positiva en todos los sentidos. Harari expone, con un ritmo trepidante, numerosos argumentos que te hacen reconsiderar suposiciones como esta, y, sobre todo, te hace DUDAR.
Estos días de confinamiento he pensado en las dudas de Harari y  recordado algunos de sus planteamientos,  como cuando aborda sin pudor el espinoso tema de la felicidad. Me atrevo a resumir (de memoria) algunos de sus interrogantes: ¿Y todo esto,  es decir la evolución o mejor dicho, el progreso de la humanidad, para qué? ¿Somos más felices los hombres del siglo XXI que los neandertales? ¿Nos ayudan la tecnología y la ciencia a conseguir una sociedad igualitaria o más bien acrecientan la segmentación entre ricos y pobres? ¿Somos mejores ahora que tenemos herramientas para dominar la naturaleza y en consecuencia más tiempo para cultivar nuestro intelecto? Gracias a Harari descubro que el progreso no siempre suma en  positivo.
Volvamos a la felicidad. Sapiens recuerda que aún cuando una buena  parte de la humanidad ha resuelto problemas de salud, dieta y riqueza, la felicidad no ha llegado como consecuencia ¿Por qué? No me atrevo a responder, pero sí a detenerme en alguna de sus conclusiones, como por ejemplo, la que destaca que a partir de un cierto nivel de riqueza el aumento de ésta no aporta nada al nivel de felicidad; o la que explica que muchas de las frustraciones del ser humano están determinadas por un mal cálculo en sus expectativas. Otro enfoque es el de la “Felicidad Química”, que explica como el  nivel de felicidad que cada individuo puede llegar a disfrutrar -independientemente de su entorno- estará condicionado por su código genético. Vamos, la clásica diferencia entre pesimistas y optimistas, “por naturaleza”.
En el contexto de incertidumbres que Sapiens plantea a sus lectores, se enmarca mi inquietud respecto al momento actual. Porque la humanidad afronta uno de esos instantes cruciales que nos desviarán del camino trazado para llevarnos aún no sabemos dónde. La crisis sanitaria, social, política y  económica en la que nos hemos visto inmersos, sin botella de oxígeno,  nos podría hacer mejores, ojala. Pero también podríamos ir a peor.  Lamentablemente, la historia así nos lo demuestra y Harari  lo ha  resumido en su magnifico libro. En recientes declaraciones, hablando concretamente sobre el Covid, apuntala su teoría. Dice “Creo que el mayor peligro no es el virus en sí. La humanidad tiene todo el conocimiento científico y las herramientas tecnológicas para superar el virus. El problema realmente grande son nuestros propios demonios internos, nuestro propio odio, codicia e ignorancia. Da temor ver que la gente no está reaccionando con solidaridad mundial ante esta crisis, sino con odio.(https://www.dw.com/es/coronavirus-el-mayor-peligro-no-es-el-virus-en-s%C3%AD-sino-los-odios-que-surgen/a-53225736).  

Hoy en España: 229.540 total diagnosticados, 27.321 muertos, 143.374 curados

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