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domingo, 17 de mayo de 2020

Crónica Núñez de Balboa. 17 de mayo


Cada día pasan cosas que prefiero ignorar; me malhumoran, me avergüenzan o me desconciertan. Pero en estas crónicas me he propuesto hablar de casi todo, para que más de 60 días en casa no pasen en balde; para que dentro de algún tiempo pueda (si me atrevo) releerlas y recordar, más o menos, los estados de ánimo, las sensaciones y  los hechos que van evolucionando y sucediéndose de forma casi imperceptible -porque todos los días parecen lo mismo- pero al mismo tiempo de forma implacable  -porque estos días no van a volver.
Desde hace ya algunas semanas, mientras  los aplausos a los sanitarios se van apagando, escuchamos elevarse el ruido de las cacerolas. Muchos ciudadanos están enfadados y culpan al Gobierno de Pedro Sánchez de secuestro. Se consideran  arrestados en sus domicilios y claman ¡LIBERTAD!. Un incidente en la Calle Núñez de Balboa, barrio de Salamanca, Madrid (pura zona “nacional”) ha cristalizado las energías de la  extrema derecha para permitirse saltarse “a la torera” la distancia social. Al parecer, la noche del domingo 10 de mayo un grupo de jóvenes del barrio se concentraba en el número 56 de dicha calle con la música a tope. Llegó un furgón policial y procedió a disolverlos. La fiesta coincidía con la cacerolada, creo que impulsada por Vox, que llevaba ya días atronando algunas calles. 
Los vecinos del barrio, siempre tan rebeldes, decidieron que ya estaba bien, que ellos se manifestaban, protestaban y hacían lo que les daba la gana, hasta contagiarse  del Covid, si fuera necesario. Se trataba de ser LIBRES contra el Gobierno “podemita”. Aunque le cueste la vida, a ellos o a sus convecinos. Animan sus protestas con el himno nacional o El novio de la muerte;  las colorean con mascarillas rojigualdas y banderas con el torito y el águila. Y entretienen a la concurrencia destrozando con sus palos de golf las señales urbanas. Entre los mayores, algunos cansados de golpear la cacerola, bajan con el personal de servicio para que mientras ellos comparten momento con sus ilustres vecinos, las mucamas golpeen con buen  ritmo los cacharros.
Estos ciudadanos madrileños me avergüenzan, me obligan a decir bajito que soy de Madrid cuando viajo por España, porque para ellos solo hay una verdad, la suya, una patria y una religión únicas. Son casposos, odian a los “rojos”  y se consideran, curiosamente solo algunos lo son, herederos de los  ganadores. Es para hacérnoslo mirar, que cada vez haya más jóvenes  con gomina, perrito y banderita, que ni siquiera son del barrio pero quieren serlo.
Como muestra, dos frases, recogidas por EL PAIS en una noticia del 14 de mayo Vengo aquí porque estoy hasta las narices. Están haciendo un país de vagos. Y ahora me lo quieren quitar todo”; “Estamos en un sistema dictatorial y sé bien de lo que hablo. Se está aplicando un decreto de alarma que nos prohíbe la libertad”. https://elpais.com/espana/madrid/2020-05-14/la-revolucion-del-1-en-la-calle-nunez-de-balboa-el-gobierno-no-hace-nada-y-pago-mis-impuestos.html
En entornos más moderados también la gente empieza a estar enfadada y quiere salir ¡ya!. Es como si el virus se estuviera desvaneciendo con los aplausos y quisiéramos creer, porque nos interesa, que ya ha pasado el peligro. Hay millones de razones, una por persona, para clamar por el derecho a salir y a  movernos (ese padre, ese hijo que no vemos desde hace dos meses, el negocio parado, la opresión de cuatro paredes…) pero ¿qué tal si aguantamos un poco más?
Mientras, en nombre de la libertad, el respeto por este desgraciado  país, (esa patria que tanto dicen que aman ) ... NI ESTÁ, NI SE LE ESPERA.

Hoy en España: 231.350  total diagnosticados, 27.650 muertos, 149.576 curados

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