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miércoles, 28 de abril de 2021

Me vacuné


Registro vacunas en "el Zendal"









Entre las peculiaridades de este insólito tiempo de pandemia Covid-19 están las palabras y términos que hemos ido incorporando con más o menos naturalidad a nuestra vida cotidiana. Cito de memoria: distancia social, hidroalcohol, toque de queda, estado de alarma, confinamiento, cierre perimetral, respiradores, contagio, inmunidad, anticuerpos, patógeno, test serológico, prueba PCR, antígenos,  mascarillas FFP1, FFP2, y FFP3…

Y en los últimos meses, por si no tuviéramos suficiente,  ha llegado el vocabulario vacunas. Primero los laboratorios: Pfizer-BioNTech, Janssen  (J&J/Janssen),  ModernaTX, Inc., AstraZeneca, Sputnik, Sinovac... Todos, casi a la vez, proclamando al mundo, que por fin llegaba la solución, mejor aún: la salvación.

Recuperados de la gran noticia, los ciudadanos corrientes pasamos a un nuevo estado, el de dominar  los principios activos de esas vacunas, pues  resulta que no todas son iguales, ni funcionan de la misma manera, ni provocan las mismas reacciones en nuestro organismo. Menudo lío. Pero nos aplicamos, menudos somos cuando nos interesa algo. Hoy, los ciudadanos corrientes ya somos capaces de hablar de proteínas, vectores, mensajeros y mucho más, como si fuéramos científicos e  investigadores de primera línea, con criterio y opinión propia.   

Pfizer y Moderna son vacunas de ARN mensajero. Pertenecen a un nuevo tipo de vacunas que enseñan a nuestras células a producir una proteína que desencadena una respuesta inmunitaria dentro de nuestro organismo.

Este modelo nos rompe los esquemas; desde siempre hemos asumido que pasar el sarampión significaba que te inmunizabas porque tu cuerpo desarrollaba defensas y que si te vacunabas de viruela era porque te inoculaban una viruela “chiquitita”, suficiente para desarrollar defensas,  pero no para enfermar. Ahora estamos “asimilando” nuevos enfoques.

Y por otro lado están las vacunas de vectores virales, la de Janssen o AstraZeneca, que contienen una versión modificada de otro virus (el vector) para dar instrucciones importantes a nuestras células que, bien instruidas, desarrollarán respuestas defensivas de nuestro sistema inmunitario. Intuyo que son más parecidas a las de antes.

Ninguna exenta de polémica. Que si no están probadas, que si producen trombos, muertes y riesgos,  que si mejor para los mayores, o no, que si ahora para los de mediana edad, que si peor para las mujeres… y te entran unos miedos y una desconfianza que no conocías ni nunca antes habías sospechado ¿No nos hemos vacunado,  y hemos vacunado a nuestros hijos,  de polio, tosferina, difteria, tifus, cólera, fiebre amarilla, meningitis, hepatitis, papiloma, etc. sin preguntas, sin temores, sin recelos? Ahora la sobreinformación nos abruma y nos manipula. Y encima nos empuja a tomar postura ¿Negacionista? ¿Ingenuo? ¿Obediente? ¿Ciudadano? ¿Conformado? ¿Escéptico? ¿Incrédulo? ¿Y yo, qué soy?

Me hago estas preguntas porque en plena efervescencia de la confusión en torno a la vacunación (a la que los vaivenes de la administración no aportaban precisamente luz) me vi, casi, en la esquina de los berrinches, entre los enfadados, esos que prefieren joder al capitán dejando de cenar. Y pospuse mi cita para vacunarme.  Me he pasado quince días arrepintiéndome y preocupada, hasta que ayer, feliz, convencida y muy agradecida, recibí mi pinchazo de AstraZeneca (no puede una dejar de pensar que, a pesar de todo lo que hoy empaña el devenir de nuestro país, cualquier ciudadano español tiene más suerte que la mayoría de habitantes del planeta). Por fin tengo, ¿inoculado?, ese vector viral (de adenovirus de chimpancé no replicativo ChAdOx1) con el que me defenderé del maldito, o maldita,  Covid-19.

En España se han registrado 3.496134 casos y 77.855 fallecidos por Covid. Se han administrado 14.994.667 

En el mundo se han registrado 147,4 millones de casos y 3,1 millones de fallecidos por Covid. Se han administrado 1.040 millones de vacunas


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lunes, 15 de marzo de 2021

Hace ahora un año

El 16 de marzo, hace ahora un año,  se registraban en España 9.300 contagiados de Covid-19 y  330 fallecidos. Se acababa de decretar el estado de Alarma y todos estábamos en casa, un poco asustados y, por qué no decirlo, algo excitados con la novedosa situación. 

Se apagaban todas las noticias para encender la alarma del Coronavirus, ese que luego pasaría a ser la Covid-19. Se aplazaban todos los deberes porque nos quedábamos en casa. Ni viajes, ni reuniones familiares, ni clases, ni invitaciones, ni quedadas, ni gimnasio, ni espectáculos, ni compras, ni médico, ni peluquería…solo espera y “distancia social”.

Hace ahora un año nos bajamos de los tacones para vestirnos en chándal y calzar zapatillas. Nos lanzamos a la busqueda de mascarillas, convertidas en  tesoro inalcanzable. Lo que aún no sabíamos, hace un año, es que la Covid había llegado para quedarse y arrasar, en diferentes escalas,  las vidas de nuestro planeta.

El año trascurrido  ha demostrado que casi todas las  predicciones de entonces acabarían chocando con una realidad diferente y nueva. Nos equivocamos en casi todo. Sobre todo en las cifras de contagiados y muertos. Pensamos entonces que apenas aguardaríamos en casa unas semanas, las justas para poner en orden nuestros armarios, y resulta que ya son doce meses atrapados por la pandemia. Ahora salimos, pero lo justo: sigilosos, precavidos, hartos… a veces hasta incumpliendo las normas y los toques de queda. Otros ya no salen, se han quedado atrás. 

Creímos, hace un año,  que el confinamiento daría tregua al frenesí de nuestras vidas y que cuando acabara seríamos mejores, capaces de conocernos mejor a nosotros mismos y también de comprender y tolerar lo que nos disgustaba de los demás…   y aquí estamos, asistiendo atónitos a los desacuerdos políticos,  a las medidas sin sentido y a las vacunaciones mal planificadas.

Desde nuestras madrigueras, durante unas semanas, hace un año,  incluso atisbamos una naturaleza agradecida, que nos obsequiaba con flores y aguas cristalinas tra la insólita retirada de los seres humanos. Hasta nos ilusionamos con recuperar el azul de nuestro planeta… pero volvimos. Lo hemos hecho con mascarillas, guantes, lejías, alcoholes desinfectantes, otra vez imponiendo nuestros miedos a la naturaleza, que ahora inundamos  de mascarillas y otros restos contaminantes.

Hace ahora un año volvimos la mirada hacia los sanitarios, los que luchaban en primera fila, apenas  sin protección, contra el virus e intentaban, como podían, salvar vidas. Les aplaudimos con ganas unas semanas. Después, algunos decidieron que mejor que aplaudir era protestar con cacerolas y bocinazos. El aire empezaba a enrarecerse y la palabra LIBERTAD empezaba un dramático proceso de desgaste. En nombre de la “libertad” se protesta, se incumplen las medidas establecidas y se celebran fiestas ilegales, se enmascaran los objetivos de los partidos políticos y se “engatusa” al personal, que se deja, harto como está de ver pasar el tiempo sin soluciones precisas, sin verdades.

Han pasado muchas cosas en un año, han fallecido muchas personas, (y no les tocaba); otras muchas se han empobrecido; unas pocas  han  sacado incluso algún rédito. El balance es intrínsecamente triste,  porque al mismo  tiempo no ha cambiado casi nada, seguimos siendo los mismos torpes seres humanos que éramos.  

A finales de febrero 2021 se habían contabilizado en España 92.000 fallecidos por la pandemia de Covid. Según datos extraídos de EL PAIS, España es el sexto país de la lista de países con el peor exceso de muertes (un 23% más de lo normal en el periodo 2015-2019).

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Terminando y repasando

Fin de año. Hay unanimidad en el deseo de acabar de una vez este 2020 ¡Qué le den!  nos decimos. Y a pesar de las ganas, ¿nos atreveremos a brindar en nochevieja? Siento vértigo al recordar la inocencia con la que en su día recibimos este 2020 que tantos desastres, sinsabores, frustraciones y pérdidas ha traído.

Echar la culpa al año, al número, es, si lo piensas, más bien estúpido. La suerte o, más bien, los hechos, no van a cambiar de rumbo sólo por atravesar la línea ficticia del calendario. Si buscamos responsabilidades, quizá mejor buscar entre nosotros, los habitantes de este planeta.

Lo cierto es que el almanaque siempre manda, de alguna manera nos ajusta y nos ordena. Y ahora llega, ¡por fin!, el fin, real o artificial, del 2020 y nos invita a la recapitulación de este cuatrimestre que a la vuelta del verano iniciábamos asustados y muy disgustados, perezosos de afrontar la segunda ola de esta pandemia que no hay forma de despistar. Porque es ella la que aprovecha nuestros despistes para insistir en golpearnos y, queramos o no, atrincherarnos.

El hecho es que en estos meses los niños han ido al colegio y han pasado más frío que en la posguerra, quietecitos, sin tocarse, con mascarillas, en aulas abiertas, y no precisamente al librepensamiento, sino a los vientos e inclemencias atmosféricas. Y milagrosamente han resistido. No se habla, o al menos no se cuentan demasiados contagios de Covid entre escolares.

Las ventanas abiertas han acaparado titulares este otoño. Han sido protagonistas  en los gimnasios, los restaurantes, las tiendas, los hogares y las oficinas. También en mis clases de yoga y pilates. Si he llegado a diciembre sin resfriarme, estamos ante otro milagro ¡Vaya frío he pasado mientras intentába estirarme y respirar hondo!

Madrid semivacío es otro destacado. Con sentimientos agridulces hemos disfrutado de una ciudad sin aglomeraciones, sin atascos y sin reservas anticipadas. El confinamiento “de aquella manera” articulado en la Comunidad de Madrid nos ha permitido visitas casi privadas a varios museos. Inolvidables aquel maravilloso Reencuentro en El Prado, la visita otoñal a la casa del exuberante Sorolla y una cita en la intimidad con el Guernica en el Reina Sofía. También tuvimos gratas sorpresas al descubrir las pinturas de Anna-Eva Bergman o las fotografías recopiladas en torno a la vida de Pérez Galdós en Madrid la (Academia de San Fernando).

Y hemos ido al teatro. Con mascarilla y con prudencia.  Había muchas ganas de apoyar el arte en directo. Lamentablemente, los espectadores no hemos podido salvar el Teatro Pavón Kamikaze que tuvo que anunciar su cierre. Pero si hemos gozado con El enfermo imaginario gracias al genial Flotats, que nos arrancó sinceras sonrisas haciéndonos entender lo que es “puro teatro”, sin postureo, sin doble sentido, teatro. Nos gustó menos la fría y personal versión de La gaviota de Chejov, que vimos en Teatro La Abadía, pero nos asombramos con la vertiginosa versión de la obra Fariña. También asistimos a Las Criadas, de Jean Genet, una obra compleja, puro drama y reto para Alicia Borrachero y Ana Torrent. Me gustó menos su compañero Jorge Calvo, que haciendo de “la señora” lo tenía difícil. Reconozco que no me acaba de conquistar el juego teatral en el que las mujeres hacen papeles masculinos y hombres se visten de mujeres. Los hombres (de mujeres) resultan poco creíbles y las mujeres (de hombres) tienen que forzar la voz, subirse en zancos o henchir el pecho…

Aunque reconozco un buen libreto y mejor actuación de Alberto San Juan y Guillermo Toledo, poca huella dejó en mi memoria El último de la fila de Juan Mayorga. No me gustó la obra Galdós: sombra y realidad. Dedicada al escritor y “sus mujeres” (reales y literarias) resultó un aburrimiento, y no por los actores, que estaban impecables, sino más bien por un texto construido en fragmentos desvaídos y tristones, apenas entrelazados por la presencia del personaje estereotipado que representaba a Galdós.

Curiosa fue la experiencia en el teatro La Abadía. Durante la función "Los que hablan", magníficamente interpretada por Malena Alterio y Luis Bermejo, dos chicas sentadas detrás no pararon de reir, les bastaba con que los actores entraran en el escenanario para estallar en carcajadas ¿?. Según ellas comentaron al final de la representación "ver a Luis Bermejo y no reirte es como si Chaplin no te hace gracia". La verdad es que a mí me arruinaron la función, que era un texto inteligente, dramático, con su buena dosis de sarcasmo y de gracia, pero creo yo que no para esas risotadas,  "a lo tonto", como dijo otro espectador irritado que les llamó la atención. Igual que es que ya hemos perdido hasta el sentido del humor... Lo  bueno es que algo quedó de la obra, que subraya la estupidez de las conversaciones ligeras y la incapacidad de comunicar los verdaderos sentimientos. Ahora me da por analizar ciertas conversaciones...

Y hemos seguido series en televisión: la inglesa Endeavour, con todos esos crímenes que sucedían en el Oxford de los años 60 (parece mentira, tanto malo entre gente tan bien educada); o la crudísima Secretos de un matrimonio (Bergman), el mano a mano de una pareja que se quiere y se destroza. Y la sorpresa de Antidisturbios, acción, realidad y ficción en nuestras calles, muy buena.

También cine en casa con homenajes a Sean Connery, John Le Carré, más Bergman, algún que otro rollete de arte y ensayo…jajaja.

Y ya metidos casi en Navidad nos regalamos un Mesias de Haendel en el Auditorio Nacional. Es desde hace años la música con la que despertamos el día 25 de diciembre y ha sido un verdadero gustazo escucharla en directo. (Entre paréntesis y por lo bajo añadiré que fue un poco estrambótica la experiencia de escuchar un coro magnífico separado de la orquesta con metacrilatos y todo el tiempo con mascarilla. Los pobres solistas se la quitaban cuando les tocaba su turno. El resto, la orquesta y el director, también enmascarados... ¡vivir para ver!) 

El colofón: MacbethEl último montaje de Gerardo Vera, fallecido por Covid el pasado mes de septiembre y llevado al Teatro María Guerrero por el director Alberto Sanzol.  Ha sido casualidad, pero no podía escoger nada mejor para cerrar este año de crónicas Covid que este gran drama de Shakespeare. Porque lo tiene casi todo, miserias y virtudes sabia y fatalmente entrelazadas: envidia, ambición, traición, celos, muerte, miedo, venganza, mentira, crimen, castigo... pero también nobleza, fidelidad, inocencia, arrepentimiento, ilusión, fuerza y un poco de amor. Un montaje valiente y potente, que hace añorar aún más los espectáculos “no representados” en estos meses de aislamiento. Pero nos quedaremos con la tremenda actuación de Carlos Hipólito, un Macbeth sin fisuras que asume hasta el final su dolorosa metamorfosis hacia el lado oscuro. Muchos, muchos aplausos para ese gran actor.

Y aquí lo dejo, feliz de seguir y con ganas de más. En 2021, sin covid, espero.

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Covid en el mundo.  29 de diciembre 2020. Fuente:  EL PAIS

Datos actualizados a 29 de diciembre (18.30 hora peninsular española)
DiagnosticadosMuertos
Mundo82.127.6931.793.686
EE UU19.520.502338.742
India10.244.852148.439
Brasil7.563.551192.681
Rusia3.100.01855.692
Francia2.631.17564.204
Europa25.547.337556.990
España*1.893.50250.442


miércoles, 26 de agosto de 2020

Alarma ¿Otra vez?

A seis  meses de distancia (¡medio año de vidas!) las primeras semanas del estado de Alarma hoy se antojan hasta románticas. Todos en casa, calentitos, mirándonos estupefactos desde las pantallas de nuestros dispositivos; dispuestos a aguantar a toda costa, a salvarnos, a eludir a la parca; motivados para seguir con nuestro trabajo a distancia, disfrutar de nuestros hogares y nuestros compañeros de viaje, cocinar, ordenar, compartir, ejercitar nuestros cuerpos y nuestras mentes; con tiempo para la lectura, la música o el cine… no estuvo mal,  vale, pero un rato, no toda la vida. Conocimos entonces una ciudad silenciosa, la  que solo usaban los mensajeros, los sanitarios y los policías guardianes del “sitio”, esa ciudad que se alegraba con los aplausos -aquellos que empezaron fuertes y languidecieron por el cansancio de muchos  y el odio de unos pocos. Cuantos días, cuantas cosas. Muchos globos sonda, muchas ilusiones, demasiados adioses, pocos resultados.

Al final, en junio, como si saliéramos del toril, nos desparramamos sin apenas orden ni concierto, cuidando cada uno de sí mismo, con los corazones algo tristes. Pero qué importaban los detalles, las decepciones, las pérdidas o los desengaños, volvíamos a la “normalidad”, ahora llamada “nueva” éramos libres y teníamos muchas deudas que saldar, numerosos reencuentros a los que acudir.

Lo extraordinario fue que al salir, todo parecía estar igual que antes -para quienes no habíamos perdido a nadie, por supuesto. Quedabas con la familia o los amigos y tras los primeros instantes de desconcierto al tener que evitar el abrazo o el beso, las cosas eran “casi” como antes. La comunicación on line nos había mantenido más o menos al día, solo había que “seguir” y celebrar que estábamos vivos.  Quizá me hubiera gustado constatar o compartir algún cambio, nuevas perspectivas en las personas o en las relaciones; pero reconocí escasas ganas de rememorar o reflexionar sobre la pesadilla. En definitiva,  poco interés por el interior. En su lugar, el triunfo de una especie de consigna, del  tipo “corramos un tupido velo”, sobre nuestras vidas de encierro, para así  abalanzarnos con estruendo hacia la vida de antes, la de siempre. Reconozco por mi parte cierta resistencia respecto a esa vuelta, deseando, en su lugar, mantener  un poco más el estado “de reflexión” que  no de “alarma”, que nos brindó el confinamiento. Pero no es fácil oponerse a lo cotidiano: verano, amigos, terrazas, aire, espacio, charlas… han difuminado el horror, o sea, el Covid,  que seguía triunfando durante estas semanas veraniegas. Y hoy, a punto de estrenar septiembre (la vuelta al cole) los rumores y la certeza de que la pandemia continúa sobrevuelan nuestras siestas. ¿Lo vamos  a soportar? ¿Cómo?

Y otra  pregunta: ¿No hubiera sido más eficaz esforzarnos conjuntamente, todos,  para enfrentarnos con nuevas armas a la epidemia  en lugar de empeñarnos en volver a lo de siempre: fiestas, futbol, discos, playas, cervecitas…? Y he aquí más contradicciones,  caigo en la trampa. Otra vez la responsabilidad, la  culpa,  “sobre los ciudadanos” Aún no hemos olvidado que la crisis económica que todavía nos maltrata fue  porque los ciudadanos  habían querido comprar sus viviendas  y solicitado muchos créditos a los bancos, que por cierto,  los daban como churros.  Y ahora hemos querido vacacionar como si nada y la vemos vuelto a cagar. Se me ocurre que a lo mejor los que gobiernan podían haber gestionado un poco más, no digo siguiera mejor, digo más. Ayer retomé  una de mis rutinas confinamiento, clase de fitness en Youtube. Lo hice sin pensar que a lo mejor me estaba preparando ¿Otra vez?

lunes, 22 de junio de 2020

Y Crónica resumen de inquietudes, hechos y distracciones de 14 semanas. 22 de junio 2020

El Estado de Alarma ha durado toda la primavera de este año 2020. Un  año con cifra redonda que ha resultado estar lleno de inimaginables aristas ¡Y estamos sólo a la mitad!

He dedicado parte de mi tiempo en confinamiento a recoger en este blog mis preocupaciones, mis observaciones y algunos de los  hechos que se han ido sucediendo a lo largo de estas 14 intensas semanas.

Si no calculo mal, han sido 100 días “alarmados”. En 77 de ellos he escrito y pensado sobre muchas cosas. Me he obsesionado, repetido, contradicho e incluso sorprendido con la evolución mis reflexiones. También he disfrutado mucho.

Este es un resumen que va desde la entrada más antigua, allá por marzo, hasta el 17 de junio:

1-        Estar en casa “por decreto”. La estupefacción. El teletrabajo y la incontinencia de las bromas y memes en los grupos de WhatsApp.

2-        Los reajustes en casa, en la comunicación con amigos y vecinos. Las primeras salidas (sin mascarilla y con guantes de fregar).

3-   Quedadas en el descansillo. Miedo, excitación, inquietud. Nuevas maneras de relacionarnos. El vocabulario asociado a la  pandemia

4-        La obligada distancia social.

5-        Los aplausos a los sanitarios. Todos, a las 20:00h.

6-        La nueva comunicación virtual y algunas salidas de tono. Ruido en las redes.

7-        Las recetas milagro para curar el Covid. Los bulos.

8-        Asumiendo la situación. Consolidando rutinas

9-        Las bromas que nos unen y las ideas que esconden.

10-      Los estados de ánimo. Los bajones y los destellos.

11-      Noticias que preocupan y algunas que entretienen.

12-      Instantes helados. Malas noticias entre bellos detalles.

13-      Dudas, inquietudes sobre el futuro. ¿Volver para ser otros?

14-      Entrando en otras casas (desde la pantalla).

15-      Las mujeres (Fortunata).

16-      Y las mujeres (Jacinta).

Ya en abril:

17-      Lo que leo, veo, escucho. Sorrentino y algunos más.

18-      Buscando la belleza ante la fealdad que crece.

19-      Compartiendo intimidades desiguales y recordando Blade Runner.

20-      Contradicciones del aislamiento. Autosuficiencia.

21-      Los elegantes. Aute y Bowie.

22-      Los que no aportan, pero estorban.

23-      Ausencia y mala suerte. Le tocó.

24-      Ciertos comentarios envidiosillos.

25-      La Semana Santa sin vacaciones. En casa.

26-      Cada vez más fácil en casa y más difícil fuera.

27-      Apartando malos rollos, en favor de buenas vibraciones.

28-      El virus y el marketing.

29-      La llegada de los que “rompen la baraja”.

30-      Auto subidón. En rojo.

31-      La naturaleza.

32-      Aceptando el encierro, por miedo. Servidumbre voluntaria.

33-      Oficios. Personas en paro.

34-      La trinchera. Ventajas y peros.

35-      Repasando pasado reciente con Michelle Obama.

36-      Cumpliendo una cuarentena “real”.

37-      Necesitamos que nos vean y nos aprecien.

38-      Una ciudad sin ciudadanos. Madrid.

39-      El rencor social. Vocabulario.

40-      Nos vamos preparando para salir.

41-      Lecciones desde Grecia. Resiliencia y más vocabulario.

42-      Más de Sorrentino. Seguimos leyendo, escuchando, mirando.

En mayo:

43-      Día del trabajo. El que se va y el que se convierte en teletrabajo.

44-      Primeras salidas “por turnos”. Cambios en los armarios.

45-      Películas que dejan huella. The Rider.

46-      Momentos de optimismo. Corazonadas.

47-      Más reflexiones sobre el trabajo y lo que aporta.

48-      Los hogares que nos acogen.

49-      Más miradas a mujeres que han dejado huella. Admiración hacia algunas pioneras.

50-      Los viejos, los ancianos, el drama.

51-      Las peluquerías, nuestras canas protagonizan las primeras salidas.

52-      Vernos en digital o en  analógico. Quedadas en zoom.

53-      Mentiras, chorradas  y otros disparates que acaparan las redes.

54-   Lo que esperamos o no de la evolución de los sapiens. ¿Evolucionamos para ser felices?

55-      Un repaso al “pichi” de San Isidro.

56-  Ciudadanos que piden Libertad desde descapotables. Llegó la crispación y el enfrentamiento.

57-      La graduación enlatada de los bailarines de la escuela Juilliard.

58-      El tiempo pasando y cierto aburrimiento.

59-      Y a pesar de todo, la vida sigue y habrá bodas.

60-      Orden en casa. Recuerdos, trastos y melancolía.

61-      Graduación y celebración en diferido. Otra ilusión aplazada.

62-      El paso a la Fase 1. El principio del fin. El descansillo descansa.

63-      Mirando situaciones parecidas en tiempos pasados. Nota de Ramón y Cajal.

64-      Disfrutando la osadía de Mary McCarthy  en su novela The Company She Keeps.

65-      Preguntas y pocas respuestas en la OMS.

66-      Admirando el Sisu finlandés porque aquí seguimos dándonos malos ejemplos todos.

67-      Homenaje a nuestros  entrenadores  on line.

Y por fin, en junio.

68-      Los primeros reencuentros. Lo que echaremos de menos.

69-      Y en medio de la pandemia, el racismo que no cesa.

70-      El vértigo de las listas o lo que estas pueden ordenar.

71-      Y pasamos a Fase 2. Empiezan a aflojar  las normas.

72-      El síndrome de la cabaña que inquieta pero no es grave.

73-      Los que no están ya. Los muertos por el Covid.

74-      De cuando estaba Franco y estaba Nixon.

75-      Reflexiones incómodas tres meses después.

76-      Madrid, madrileños y comportamientos que asustan.

77-      Las teorías conspiratorias que el virus inspira, y Miguel Bosé disemina.

 

Y mientras, cada día,  se han ido  sumando contagiados y fallecidos.

Hoy, 22 de junio:

En España: 246.272  diagnosticados,  28.330 fallecidos y 150.376 curados

En  el  mundo:  8.952.428 diagnosticados,  468.331 fallecidos y 4.434.628 curados


jueves, 18 de junio de 2020

Crónica Teorías conspiratorias y Bosé. 18 de junio

No son pocas las teorías conspiratorias que han recorrido las redes sociales desde que iniciamos el confinamiento y nos entregamos, qué remedio, a la comunicación virtual. Es comprensible, nunca un elemento microscópico había causado más miedo que las bombas o los tanques, ni logrado confinar,  casi al unísono,  a gran parte de la población del planeta. De pronto, el "invencible" género humano  arrinconado por un ente llamado Covid, que mata y, encima, viene de China.

Cuando a los rumores conspiratorios se apuntan algunos “influencers”, estamos perdidos. Porque pasamos del aquel inocente médico que nos proponía hacer vahos a mensajes algo más peligrosos entre los que están, por ejemplo, los que arremeten contra las vacunas. Reconozco que no me apetece ser una de las primeras vacunadas contra el Covid, por aquello de que hay ciertas cosas en las que ser "primer" no es una ventaja. Pero apoyo, sin dudar, las vacunas. En mi generación, en cada colegio, en cada barrio, conocíamos a un niño o niña que usaba una rígida bota de cuero y una aparatosa estructura metálica para sujetar sus delgadas  piernecillas. Nuestras madres nos explicaron entonces que eran así a causa de  “la polio”.  No hacíamos más preguntas, pero  entendíamos que “la polio” no era nada bueno, que esos pequeños habían tenido muy mala suerte y que por eso llevaban muletas y no podían correr.  

Sin darnos cuenta,  poco a poco, el paisaje se fue deshaciendo de botas y estructuras metálicas: la vacuna funcionaba. También, por supuesto, la de la viruela, la difteria y demás. No había polémicas al respecto hasta que hace unos años surgieron grupos de padres, normalmente en países desarrollados, dispuestos a arriesgar la salud de sus hijos aludiendo que las vacunas tenían efectos secundarios muy peligrosos.

Sabemos que las grandes corporaciones farmacéuticas no son ONG`s ni hermanitas de la caridad, pero no hace falta ser un lince para valorar lo que ciertos medicamentos, y por supuesto vacunas,  han logrado en los últimos años en relación con la salud y  longevidad de los humanos.

Y ahora, cuando vivimos temerosos del Covid pero también esperanzados respecto a una próxima vacuna que nos libre del virus, aparecen personajes como Miguel Bosé quién, desde su paranoia personal, expone que esta pandemia es un complot, que los malos son Bill Gates y Pedro Sánchez, que él pasa de vacunas, que todo es culpa del avance del 5G y no sé qué más. Bosé no es el único,  al parecer ya se convocan manifestaciones contra Bill Gates aludiendo que la vacuna que ayuda a desarrollar incluirá un chip para controlarlos.

No tengo ni idea de las razones de Miguel Bosé ni de sus fuentes, pero su mensaje parece más bien disparatado. A mi Bill Gates no me parece un monstruo;  sus herramientas de office me acompañan cada día y  las aprecio en su utilidad; también (sin entrar en las diversas capas de las fundaciones) me parece admirable su labor filantrópica. Ignoro cuánto dinero habrá donado Miguel Bosé a la investigación contra el Covid, pero la fundación de Bill y Melinda Gates ha aportado ya más de 150 millones de dólares.

En España 244.683  total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados. 


miércoles, 17 de junio de 2020

Crónica Madrileñofobia. 17 de junio.


Ser madrileño nunca ha sido fácil. Los nacidos en Madrid no solemos ser bienvenidos en ciertas regiones de España; nos consideran “chulos” por definición y en general, arrogantes. Seguramente no están faltos de razón quienes aprecian esas lindezas en los ciudadanos madrileños. Lo cierto es que la mayoría de los madrileños hoy lo son por adopción más que por su origen. Son escasos los “gatos” genuinos y quizá el carácter madrileño no exista. Podríamos decir que no es más que una amalgama de costumbres, si bien muy contaminadas por las incomodidades de la gran ciudad y aliñadas con el anonimato que brinda el asfalto y la masificación. 

Si tuviera que elegir lo que me gusta de Madrid destacaría el hecho de que cuando en esta ciudad te presentan a alguien no necesitas saber de dónde es ni quien es su familia. Si vive en Madrid, pues ya es de aquí. Lo curioso es que, en general, casi todos los vecinos “importados” que viven, usan, sufren y disfrutan Madrid, no la consideran su ciudad. Quizá por eso está tan mal cuidada y tan sucia. 

El Estado de Alarma ha impregnado al madrileño de inéditas esencias. La primera quizá fue el disfrute del silencio y la soledad de las calles. Desde aquellos ya lejanos tiempos en los que Madrid se vaciaba en agosto no nos habíamos visto en una situación parecida. Como los madrileños somos bulliciosos, el silencio lo empezamos a combatir con calurosos y merecidos aplausos a los sanitarios. Después, al silencio respetuoso se sumaron las impertinentes caceroladas…, empezaban las “madrileñadas” al más rancio estilo capitalino que culminarían con las rojigualdas manifestaciones del barrio de Salamanca en busca de ¿“libertad”?. 
Mientras, la ciudad más vilipendiada, Madrid, ha sufrido y sigue sufriendo, como pocas, la crisis del colapso sanitario, las muertes en residencias, el desplome económico y la incertidumbre de millones de habitantes encerrados en hogares diminutos y poco preparados para acoger a sus huéspedes tan a largo plazo. Porque Madrid puede sentirse orgullosa de sus bares, su vida nocturna o su amalgama de gentes, pero muy poco de sus viviendas. Es como si la siempre atractiva opción de “salir” diluyera el evidente fracaso urbanístico. Porque en Madrid muchos ciudadanos viven en casas pequeñas, oscuras, interiores, ruidosas, sin terraza… que la cruda y larga realidad del confinamiento ha convertido en jaulas, no precisamente doradas. 

A punto de finalizar el Estado de Alarma, el resto de España considera que los madrileños llegaremos como manada en estampida a sus pueblos y pequeñas ciudades. Y encima llenos de virus. No me extraña ese recelo, la recien bautizada madrileñofobia, porque somos muchos y en el saco cabe de todo. Un vistazo por un pueblo de la sierra el pasado fin de semana puede ser ilustrativo: lleno hasta los topes de vehículos aparcados en cunetas y parajes naturales. La mayoría de los excursionistas parecía  no saber muy bien que es lo que tenía o podía hacer una vez que había logrado salir de la ciudad: ¿Comer un chuletón? ¿Dar un paseíto con un bastón de caminante y una mochila? ¿Beber agua de una fuente? ¿Comprar souvenirs? Si me hubieran preguntado, les hubiera dicho algo muy sencillo: respiren y… por favor, respeten. 

En España 244.328  total diagnosticados, 27.136 muertos*, 150.376 curados.

*Continua el estancamiento de los datos de fallecidos por discrepancias de criterios entre Ministerio de Sanidad y CCAA


lunes, 15 de junio de 2020

Crónica pseudo-balance trimestral. 15 de junio

Hace tres meses que nos dijeron “Quédate en casa” y aquí nos quedamos, sin saber muy bien por qué ni hasta cuándo. Pero teníamos miedo, el virus se expandía rápido y sin discriminar; sin hacer ascos a nadie. Tres meses más tarde, y 74 crónicas después, sigue sorprendiéndome la alargada sombra de esta tragedia. Quizá aún es pronto para hacer balance y, un poco cansados de tema, empezamos a desviar las conversaciones hacia planes futuros, aunque sean a corto plazo ¡Hasta en las  vacaciones nos atrevemos ya a pensar! Es un recurso amable, seguro que nos puede ayudar, especialmente a los que aún tenemos trabajo, claro.

Lo que estimo más difícil de afrontar es la reflexión  individual respecto a la impronta que el confinamiento  dejará, o no, en cada persona. Me refiero a un autoexamen que pudiera ilustrar lo diferentes, o no, que somos tres meses después ¿Hemos cambiado, mejorado, empeorado?

Si tuviera que sacar una conclusión general a este respecto diría que no hemos evolucionado mucho. No es fácil aplacar o modificar, en unas semanas (aunque se hayan hecho largas) costumbres, opiniones o manías configuradas a lo largo de los años; algunas incluso heredadas, pues son inercias sociales que apenas  discutimos.

A nivel individual reconozco que no he sido capaz de dedicar ni el tiempo ni el sosiego que requeriría ese examen, aunque no quisiera dejarlo pendiente o inacabado. Lo haré, sabiendo que no voy a ser objetiva ¿Cómo serlo cuando las circunstancias excepcionales nos han provisto de  todo tipo de coartadas para justificar nuestra conducta? Hemos oído muchas “excusas” respecto a, por ejemplo,  no visitar a los ancianos (“y si contagio a mi madre, no me lo perdonaría nunca”); no llamar a los amigos enfermos (“no querría molestar”); no trabajar (“yo no tengo wifi, ni ordenador en casa”); colapsar las ayudas (“tengo un sueldo, pero como  mi marido no tiene nada que hacer,  se pone a la cola del banco de alimentos”) y más. Por otra parte, y aún peor, hemos contemplado estupefactos mil y un pretextos de numerosos políticos responsables,  los que han cometido tantos errores, que ya ni los explican y prefieren echar la culpa a “los otros”. ¡Qué difícil es recapacitar!

En España 243.928  total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados. 


miércoles, 10 de junio de 2020

Crónica Los muertos. 10 de junio


Inicié estas crónicas del Covid reflejando cada día el número de diagnosticados, fallecidos y curados en España. Las primeras semanas fueron aterradoras, los números aumentaban de forma exponencial y apenas los podíamos asimilar, ni siquiera creer ¿De verdad estaba pasando? El 16 de marzo anoté 330 muertos y, apenas 10 días después la cifra pasaba de los 4.000. Hablábamos de más de 800 ó 900 muertos diarios y no veíamos el fin. Los datos eran noticia. El 15 de mayo la cifra (sin contar con las contradicciones y errores) era de 27.459. Hoy, 10 de junio la cifra ha “bajado” y en los datos oficiales aparecen 27.136 fallecidos. Hace días ya, menos mal, que el número de fallecidos no es noticia y lo escuchamos casi como si fueran los cotidianos boletines meteorológicos (un muerto en España, dos fallecidos el fin de semana, etc.). 

No son noticia de primera plana pero si son, los muertos, la nueva arma arrojadiza contra el Gobierno; también entre éste y los gobiernos autonómicos. Todos contra todos. Ahora, los muertos, son pruebas en los juicios, esos que se celebrarán en los juzgados y también los que cada día tienen lugar en las tertulias mediáticas, en los cafés de media mañana y en las reuniones de zoom. 

No se que pensar, vuelvo a sentir esa especie de sinsabor que me acompaña cuando los muertos se convierten en mártires y su “sacrificio” desencadena una reacción global que transforma, o al menos intenta,  transformar el mundo. Y ellos, los muertos, las víctimas, nunca lo ven. Me explico, cuando un muchacho se quema a lo bonzo en Túnez y comienza la llamada Primavera Árabe y pensamos que, por fin, algo va a cambiar a mejor, me gustaría preguntarle qué opina ¿volvería a hacerlo?. O cuando una joven es asaltada y violada y su muerte sirve para desencadenar protestas feministas contra la violencia machista, y entonces me da tanta pena saber que ella no puede contemplar la fuerza que ha desencadenado su desgracia. Por no hablar de las víctimas que están dejando las protestas por el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de una policía descontrolada. Otro más para la lista de “héroes” sin recompensa. 

¿Y las víctimas del Covid-17? ¿Servirán para algo? Confío en que veremos, a su costa, consecuencia positivas tales como mejores cuidados en las residencias de ancianos, apoyos a la sanidad pública, atención a la salud de los trabajadores, o menor huella de carbono al restringirse los viajes. También serán utilizados, los muertos, en connotaciones negativas como crisis de gobiernos, mentiras, enfrentamientos, familias destrozadas … 

Y un día, dejarán de ser noticia, sólo sus allegados se acordarán de sus nombres y la vida seguirá su marcha implacable, como siempre. 

En España 241.966 total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados.

 

 

 

 


lunes, 8 de junio de 2020

Crónica Fase 2. 8 de junio


Como hemos empezado a salir, a reencontrarnos y a sentarnos en las añoradas e idolatradas terrazas, pareciera que casi estamos alcanzando la normalidad y que solo quedan las incómodas mascarillas como ”cerros testigo” de la anormalidad vivida. Pero no es así, en Madrid estamos apenas estrenando Fase 2. Al revisar lo que ahora podremos hacer, nos damos cuenta de la cantidad de cosas que no estábamos haciendo; de las numerosas actividades paralizadas. Muchas no nos afectan directamente pero no significa que no haya muchas personas perjudicadas. 

Recapitulando, en Fase 2 podremos; 

- Movernos por la provincia de Madrid, podremos salir, por fin, de la ciudad. Seguimos sin poder viajar a otras provincias. (La "Sierra", abarrotada de madrileños

-Pasear o hacer deporte fuera de las franjas horarias establecidas (excepto los tramos reservados para mayores (10.00 a 12.00 y de 19.00 a 20.00 horas). (Puede que se aplaquen las aglomeradas procesiones de paseantes y deportistas en horas tempranas y vespertinas

-Reunirnos hasta 15 personas (10 en Fase 1). Podremos reunirnos en casas, bares, lugares abiertos… (Para muchos era una medida urgente, dado el alto número de fiestas clandestinas que se han venido celebrando estos días

-Visitar a los ancianos en las residencias. (Esto sí que será un antes y un después, todavía hay ancianos encerrados en su habitación desde marzo

-Sentarnos en el interior de bares y restaurantes, aunque con aforo limitado (40%). Sigue prohibido atender en la barra y están prohibidas  las cartas de los menús así como servilleteros, aceites y vinagres ... Las terrazas mantienen el aforo del 50%. (El protagonismo del tema bares parece reflejar la idiosincrasia de este país donde una buena mayoría ha considerado su primera caña con tapa en una terraza el símbolo de la vuelta a la normalidad …). 

-Usar las playas. Se pueden visitar hasta en grupos de 15. Los chiringuitos (¡ay!) siguen las normas de los bares (vamos, que las mesas van a llegar hasta la orilla). Los temidos turnos, parcelaciones y aforos quedan en manos de los ayuntamientos. (Igual se trata de usar toallas muy grandes este año …). 

-Bañarnos en las piscinas con cita previa y aforo del 30%. Mucha limpieza y sin vestuario. (Un poco complicado, la piscina y el verano son más bien sinónimo de relajación; los turnos no sé si encajan…). 

-Comprar en tiendas y centros comerciales. Con aforos limitados del 40% y sin uso de zonas comunes (¿baños? ¿pasillos?). Deben garantizarse los 2 metros de distancia entre clientes. (No apetece ir de compras. Lo de los 2 metros, bueno,  hay establecimientos que no los tienen, por ejemplo, el super de mi barrio, abierto todos los días y visitado por jóvenes y ancianos desde el minuto cero del confinamiento.) 

-Dormir en hoteles. De momento en la provincia, con las restricciones vistas para zonas comunes, bares y restaurantes, piscinas… etc. Cada establecimiento establecerá condiciones de uso para piscinas y spas… 

-Practicar actividades de naturaleza. Pueden reunirse hasta 20 personas. Aforos de hasta el 20% en parques naturales. (Igual ahora en lugar de quedar con 2 o 3 amigos para ir de excursión, la gente se agrupa de 20 en 20… Espero que sigan sin subir muy alto y haya respeto

-Ir al cine, al teatro o a visitar museos y monumentos. Con un tercio del aforo y butacas preasignadas. (Que raro puede ser que el teatro no esté lleno, y el público con mascarillas… y ¿aplaudir? Igual movemos  demasiado el aire). 

-Casarse con invitados. Tendrán que ser 50 en espacios cerrados y 100 en espacios abiertos. (Curiosamente, empieza época de bodas… que sean para bien). 

-Ir a misa en aforos al 50%. (Amén

-Asistir a velatorios, entierros y cremaciones. Se amplía el límite a 25 personas espacios abiertos y 15 cerrados. (Una de las restricciones más necesarias y al mismo tiempo una de las más duras de cumplir estos días de tantas pérdidas). 

-Ir al colegio. Reanudan las clases presenciales los centros educativos no universitarios. (Va a ser duro para los niños mantener las nuevas formas; para los maestros, hacerlas cumplir. Para los padres, alivio

-Seguir con la formación extraescolar. Abren centros educativos y de formación extraescolar como academias o autoescuelas. Con condiciones de distanciamiento. 

-Ir al gimnasio con cita previa y aforo al 30%. (Pereza ...) 

-Asistir a congresos, encuentros, reuniones de negocio y conferencias con un máximo de 50 personas. Reapertura de pabellones de congresos, salas conferencias o multiusos. (Más pereza ...) 

Y, por fin, ¡La LIGA de futbol! . (Quizá, tras las terrazas, el segundo “baluarte” de la normalidad española).

Hoy en España 241.550 total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados.