Recuperado, por fin, uno de los anhelos del confinamiento: de vuelta a las salas de teatro. Hay ganas y, por qué no decirlo, cierta inquietud ante las cifras de contagiados y víctimas que estos días de septiembre crecen y crecen junto con el estupor de los ciudadanos, los que “ya no sabemos qué hacer, ni tampoco qué va a pasar”. En el entreacto, la mayoría decidimos recuperar, con tiento, algún retazo de aquella “vieja normalidad”, la cual, es curioso, empieza a parecer lejana y extraña.
El sector cultural, o lo que queda de él, se afana en esa
recuperación tras su generosa entrega durante el confinamiento (¡os acordais? nos
regalaron interpretaciones,
lecturas, performances, sesiones de música, grabaciones, videos, etc.). Me da la
sensación de que, a cambio, les estamos devolviendo muy poco. Igual es que estamos agotados. Aun así, sigue sorprendiéndome,
y molestándome, que algunos, que además pueden pagar sin problemas un libro o una
suscripción, se empeñen en atajar y utilizar la vía de las descargas piratas. ¿Qué
pensarían si sus empresas no les pagaran por su trabajo o de que otros se apoderasen
de sus bienes, simplemente porque es
fácil acceder a los mismos y, para qué van a pagar?
Me centro. La obra escogida para la rentrée ha sido La Gaviota, una versión
personal de Àlex Rigola, en el Teatro La Abadía. Y aquí me paro unos segundos porque
admito que no he entendido el mensaje del director/autor de esta libre
interpretación de la pieza de Chejov. Digamos que apenas he entendido nada. Mientras,
he disfrutado, y mucho, de la escena
y de los actores. Todos brillantes. Les he sentido gozar del momento, aunque también disimular, creo, su
incomodidad al actuar en una obra que interpela al público en varias ocasiones y en lugar de respuestas se encuentran con rostros tapados por bozales. Mientras les contemplaba actuar me preguntaba cómo sería hacerlo ante ese público; tan calladito y anónimo tras las multi versiones
de mascarillas que nos amordazan. Me espanta imaginar esa foto. Afortunadamente,
desde la butaca solo ves las nucas del público y, que alivio, ese grupo de
actores, jóvenes y profesionales, ellos sí, sin mascarilla.
Según explica el autor, se trata de
una performance en la que los actores hacen de si mismos al tiempo que
asumen la personalidad, el pasado y el futuro de los protagonistas de La Gaviota.
Confesaré que llegué al teatro sin estudiar, sin haberme preocupado por conocer
un poco antes dichos personajes. El resultado
ha sido de total confusión, aún más cuando los actores mantienen sus propios
nombres y en ningún momento usan los que propuso Chejov. El director les ha
puesto a caminar sobre un filo muy estrecho y, en mi oponión, nada transparente para
el espectador. Resultado: un bello ejercicio teatral del que, sin embargo, no he
sido capaz de extraer mensaje alguno. Me pregunto si esta triste Gaviota merece el esfuerzo del director y aún más de los magníficos
actores, atrapados en un escenario en el que, junto a su profesionalidad, arriesgan
sus íntimas trayectorias vitales. Un complejo trayecto que en mi caso acaba, y ya lo
siento, sin recompensa emocional.
La Gaviota, de Chejov, Teatro La Abadía. 15 de septiembre 2020
Dirección y adaptación: Álex Rigola
Reparto: Nao Albet, Pau Miró, Xavi Sáez, Mónica López, Irene Escolar, Roser Vilajosana
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Yo no quería, pero vuelvo con las cifras Covid (Extraídas de El País).
Diagnosticados | Muertos | |
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Mundo | 29.870.112 | 940.720 |
EE UU | 6.630.892 | 196.802 |
India | 5.118.253 | 83.198 |
Brasil | 4.419.083 | 134.106 |
Rusia | 1.075.485 | 18.853 |
Perú | 738.020 | 30.927 |
Europa | 4.579.781 | 222.056 |
España* | 614.360 | 30.243 |