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viernes, 12 de febrero de 2021

Triunvirato: Flotats, Hipólito y Pou

 

Saliendo la otra noche del teatro La Latina me doy cuenta de que en apenas cuatro meses he sido privilegiada espectadora de tres magníficas obras de teatro, protagonizadas por tres de los mejores actores de nuestra escena. 


Hablo de Josep Mª Flotats, que nos deleitó con El enfermo imaginario, de Calos Hipólito, en su estremecedor Macbeth y   de Josep Mª Pou, magnífico ahora en Viejo amigo Cicerón.

Qué curioso, como todo encaja, allá por los años 90, estos tres actores compartieron cartel en  la inteligente y rompedora comedia Arte.  No soy capaz de situar a ninguno por encima de los otros. Son tan diferentes como extraordinarios en su dominio de la escena, en su manera de hipnotizar al espectador. Si acaso con un denominador común, que no se ve pero se adivina: su oficio.  Apuesto que los tres trabajan muy duro hasta lograr que sus personajes crezcan y nos conquisten.

En Viejo amigo Cicerón Josep Mª Pou se ha encontrado con un magnífico texto de Ernesto Caballero, quien nos presenta al romano  a través de un profesor, que podría ser de Oxford, y sus alumnos. El juego funciona y los personajes de hoy encarnan a los de entonces con una naturalidad absolutamente eficaz. No se echan de menos las togas ni los laureles, no hace falta. El texto es intenso, rico, profundo, trascendente, comprometido, como también así debió ser la vida del escritor, orador y político romano Marco Tulio Cicerón (106 AC-43 AC).

En el patio de butacas no se oía una mosca; todos atentos, intentando no perdernos en la cascada de frases que Cicerón/Pou nos ofrecía. Todas ellas para enmarcar. Intentar memorizar siquiera alguna  fue mi intención en los intensos 70 minutos de función. No lo logré (salvo la famosa ¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?). Pero ¿para que otra cosa sirve internet sino para respaldar nuestra maltrecha memoria?. He buscado y seleccionado éstas:

Las enemistades ocultas y silenciosas son peores que las abiertas y declaradas.

La primera ley de la amistad es pedir a los amigos cosas honradas; y sólo cosas honradas hacer por ellos.

Humano es errar; pero sólo los estúpidos perseveran en el error.

El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes.

Para ser libres hay que ser esclavos de la ley.

Nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro.

Son siempre más sinceras las cosas que decimos cuando el ánimo se siente airado que cuando está tranquilo.

Pensar es como vivir dos veces.

Hay que atender no sólo a lo que cada cual dice, sino a lo que siente y al motivo porque lo siente.

No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños.

Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos.

Las leyes callan cuando las armas hablan.

Difícil es decir cuánto concilia los ánimos humanos la cortesía y la afabilidad al hablar.

¿Qué cosa más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo?

Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros.

El amor es el deseo de obtener la amistad de una persona que nos atrae por su belleza.

No hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volverlo aceptable.

No basta con alcanzar la sabiduría, es necesario saber utilizarla.

Si cerca de la biblioteca tenéis un jardín ya no os faltará de nada.

Recuerdo incluso lo que no quiero. Olvidar no puedo lo que quiero.

Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos.

Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma.

Nada resulta más atractivo en un hombre que su cortesía, su paciencia y su tolerancia.

Algunas se declamaron en el teatro, otras no. La función nos presentó un personaje complejo, rico, contradictorio, formidable,  todavía actual. “Cada uno puede construir su propio Cicerón” concluía el profesor. Y así creo que lo asumimos los espectadores, empujados tras la función -por el mal tiempo y el toque de queda- a recogernos en casa, para allí saborear,  tranquilos,  lo contemplado en las tablas. Delicioso.

Y lo dicho, como todo encaja, los extraordinarios  triunviratos romanos que protagonizaron los Cicerón, Catilina, Marco Antonio, Cesar, Bruto, Pompeyo, Craso y otros .. se me antojan ahora heredados con gloria  por un buen trío. El constituido por  Flotats, Hipólito y Pou. Ellos sin sangre y  sin conspiraciones, triunfando con palabras, sobre las tablas.