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domingo, 26 de abril de 2020

Crónica Madrid sin nosotros. 26 de abril

“Estuvo fenomenal, además, ¡no había nadie!”. Hace 43 días, una frase así era habitual en mi ciudad. Madrid es una ciudad ajetreada y bulliciosa. Basta que pienses que has tenido una idea genial -por ejemplo, que como es 1 de agosto, no habrá nadie en tu restaurante favorito o que como todos se han ido de puente es un buen momento para pasear por el centro- para que compruebes que montones de personas han tenido,  curiosamente, idéntica ocurrencia. Resultado, vuelves a casa, cierras la puerta tras de ti y te juras que nunca más te pillarán en otra encerrona multitudinaria. Como te ha pasado cientos de veces (en Navidad, saliendo de fin de semana, en centros comerciales, en museos…) valoras extraordinariamente cuando, sin planificar, consigues cenar, sin reserva,  en un restaurante que casi nadie conoce todavía, o cuando logras esquivar la operación salida huyendo por casualidad en un momento diferente. Nada como saborear un teatro en un martes de Euroleague, cuando a la salida te tomas unas cañas junto a los actores… porque “no había casi nadie”.
Pensaba en todo esto contemplando un bellísimo video con imágenes del Parque de El Retiro en primavera y sin nadie, es decir, ahora. Veía los rincones de césped que tanto desgasté en mi juventud riendo con los amigos y corriendo cuando el malhumorado guarda -todavía con un uniforme de los tiempos de Carlos III- llegaba para  echarnos. En aquellos primeros años de la Transición, una sentada juvenil en el césped del Retiro era una conquista social, por cierto.
Después salí a hacer una compra. Elegí un super un poco alejado para estirar las piernas y disfrutar de una tarde primaveral espectacular. Me encontré admirando las calles sin nosotros, aplastando sentimientos contradictorios como las ganas de llorar frente al colegio y los bares cerrados o el regocijo de patear una acera en exclusividad. Vi unos contenedores de basura que brillaban de tan limpios y flores silvestres que ocupaban el lugar de las pisadas. Respiré el aire limpio y levanté la mirada al cielo azul. Me pregunté si la ciudad está mejor, o no, sin nosotros.
Hoy algo ha cambiado, se ha permitido salir a los niños - media hora y en un radio de un kilómetro de sus casas- y han llegado ruidos nuevos hasta mi ventana. Con los niños, padres y otros espontáneos han salido a la calle y se han parado en las aceras para, a metro y medio de distancia, gritarse algunos saludos o preguntarse sobre esta pesadilla: “¿Cómo estáis?” “Yo ya no puedo más”, “Yo lo he pasado, he estado fatal”, “Yo, como tengo perro,  salgo cada día”   “Hoy piso la calle por primera vez desde que empezó esto”: “A ver qué pasa”.

No  puedo evitar cierta pereza respecto a volver a la “normalidad”. Como es algo que me pasa cuatro veces al año con los cambios de estaciones,  pienso que quiera o no, al final lo llevaré bien. En cualquier caso, sé que seguiré  disfrutando los escasos momentos en que Madrid respira y se queda  “sin nosotros”. 
Hoy en España: 223.759 contagiados, 23.190 muertos, 98.132 curados














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