Escribo estas “Crónicas
coronavirus” partiendo de algún pensamiento el cual, a su vez, suele inspirarme un título.
Después, voy hilando mis ocurrencias junto
al texto. Me entretiene el itinerario y, a veces, hasta me asombra el destino
al que llego. Mientras escribo, disfruto.
Hoy no tengo título del
que partir pues, pusiera el que pusiera, sería para evitar lo que ocupa
mi cabeza y que, sin rodeos, no es otra
cosa que el hecho de que una persona que se sienta a escasos metros de mi en la
oficina acaba de engrosar el descabellado número de nuevas víctimas del Coronavirus. Y aún me entristece más certificar que esa persona,
se llama A., es un desconocido para mí. Nos hemos deseado muchos ¡buenos días!,
innumerables ¡hasta luego! a lo largo de un par de años en los que hemos
coincidido en ubicación y, sin embargo, no soy capaz de hablar de él. No se qué
le gustaba, ni siquiera podría hablar de su trabajo, de sus aficiones, aún menos sobre su vida privada. Era discreto,
muy educado, es lo único que podría responder si alguien me preguntara. Y me
entristece mucho. Y aún más si imagino, cuando volvamos, su hueco frente a mí.
Hace ya 4 semanas que, no demasiado preocupados, quizá si un poco apesadumbrados, dejabamos la oficina y nos decíamos: “bueno, ¡pues hasta pronto!”. Todos llevábamos las
mismas papeletas en este macabro azar. Le ha tocado a él, y a muchos otros.
Mientras, los que quedamos, podíamos esforzarnos en preguntar un poco más cosas
como ¿Y a ti, qué te gusta? o ¿Y tú, qué piensas?
Hoy no disfruté escribiendo.
Hoy en España: 146.690 contagiados, 14.555 muertos, 48.021
curados
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