Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]



martes, 8 de septiembre de 2020

Duato, el bello

Los premios Max de las Artes Escénicas no tienen la repercusión de los premios Goya de la Academía de Cine. Ayer, a las 8 de la tarde, en La 2, su entrega se retrasmitía casi a escondidas,  como si, adrede, se intentara ocultar que el Teatro aún vive y merece ser premiado y destacado. Me pareció una Gala sobria y digna, donde los presentadores sabían su papel, como buenos actores. Me gustó y me hizo añorar aún más las salas de teatro que tanto me gustan; los ratos post-teatro, siempre tan nutritivos.

El premio de Honor lo recibió ayer Nacho Duato por su trayectoria profesional como bailarín y como coreógrafo. Duato evoca lo bello, por el arte al que se dedica, la danza, y también por su físico: ha sido y es guapo sin peros. Quizá por eso me gustó tanto el final de su breve discurso de agradecimiento. Sin duda estaba emocionado, satisfecho y contento de recibirlo; expresó su deseo de seguir activo muchos años más; recordó a sus maestros y a sus bailarines; dedicó un cariñoso y emotivo recuerdo a su maestra recién fallecida, admirado de que mantuviera su postura de bailarina y la expresión de sus ojos azules cuando apenas ya le quedaba vida. Y después, y eso es lo que me invita hoy a escribir estas letras, Nacho Duato se concentró para hablar de “la belleza”. Se dirigió a los jóvenes instagramers que llenan las redes de fotos huecas. Les dijo, más o menos,  “la belleza es mucho más que una imagen superficial, es algo profundo que hay que trabajar”.  Pues eso, sigamos trabajando, que no desaparezca, que crezca. La belleza.

Coplas

Husmeando en una plataforma de TV descubro,  muy bien valorada, una película de Basilio Martín Patino. Se llama Ojos verdes y resulta ser un pseudo documental protagonizado por el Marqués de Almodóvar, un viejo y noble diplomático, vividor  y apasionado por la copla. La película empieza con su esquela en el periódico y  narra su curiosa vida a través de sus allegados (todo inventado).

Atraída por el director, más que por el tema, contemplo de un tirón esta película que junto a vida del  marqués va recorriendo la historia de la canción española, bueno, de “esa” canción española: la copla. Martín Patino mezcla sin reparos ficción  -el marqués y sus conocidos (hermano, ama de llaves, ex amantes, diplomáticos)- y  hemeroteca -documentos, fotos y películas de los verdaderos protagonistas-. Aparece Imperio Argentina, incluida su aventura en la Alemania nazi (la que nos contaría Trueba en “La niña de mis ojos”) y  Manuel Molina, fantástico en una entrevista en la que rememora, con una gracia admirable, las penurias y humillaciones sufridas a manos de los falangistas. Están también Estrellita Castro, Mari Fe de Triana, Carmen Sevilla, Lola Flores y muchos más.

Maravillosa la ironía de Martín Patino, cuando a través de sus personajes inventados nos cuenta con tono inocente el gusto del Caudillo y su esposa por ciertas tonadillas que  ensalzaban los valores patrios. Divertida la aparición de Antón Reixa en un falso programa coloquio donde defiende la música de vanguardia, la movida,  y ridiculiza la copla. Aún más ocurrente la erudita réplica del marqués, ensalzando un género artístico a sus ojos universal. Tiernas resultan las intervenciones de un diplomático amigo del marqués quien recapitula y explica la pasión del personaje por el “artisteo”; su habilidad para emparejar artistas con intelectuales, políticos con empresarios de la noche o diplomacia con copas de Jerez y rasgueo de guitarras. Y emocionante la definición que hace uno de los personajes cuando afirma que cada  copla es  una historia completa y compleja, un drama casi siempre, interpretado valientemente por una sola persona, quien, sin escenografía, sin adornos ni efectos especiales, derrocha poderío vocal y expresión corporal para transmitir emociones a muchos grados de temperatura.

En la España de los años 40, 50 y hasta 60, cerrada a cal y canto a la cultura exterior, las coplas inundaban las ondas y acompañaban la sombría cotidianidad en blanco y negro. Los oyentes las cantaban también, porque las letras y las músicas de las coplas son pegadizas aún sin quererlo. Otra cosa es el contenido, especialmente rancio respecto a los géneros.  Los hombres eran casi siempre guapos, toreros, machos, marineros y dominantes, aunque también sufridores. Las mujeres eran situadas  en dos extremos; o eras beata o eras puta, hija, no había otra opción.  Y entre tanto, mucho dolor, mucho amor  y mucha traición.  En una sociedad censurada, dice el marqués de la película, la copla insinuaba y permitía soñar con lo prohibido. Puede que tenga razón, aunque  la interpretación literal de la mayoría de las letras no pasaría hoy ni un solo test para la igualdad de género.

El documental está lleno de populares canciones, muchas de cuyas letras  conozco, aún sin saberlo, de memoria. Mi madre cantaba mucho en casa; eso sí, metía sus morcillas y con ellas las he guardado en el fondo de mi memoria. Es curioso, me sé las letras pero pocas veces, o más bien ninguna, me he preocupado por entender las historias que narran. La copla me parecía del periodo carpetovetónico.  Ahora, a través de estos “Ojos verdes” he recordado a mi madre, la he escuchado cantando y al mismo tiempo he descubierto,  no sin sorpresa, otro significado de la canción española. Una experiencia inesperada y nutritiva.

Ojos verdes (1996) pertenece a una serie hecha para televisión de siete películas sobre Andalucía llamada "Andalucía, un siglo de fascinación".

jueves, 27 de agosto de 2020

Sin mascarilla y sin condón ¡con UN PAR!

Ante la inquietud y la incertidumbre de los recientes días, la mayoría de los ciudadanos nos hemos aferrado a las mascarillas. Son de uso obligatorio si bien para la mayoría también es una opción voluntaria. Al fin y al cabo, usarlas y frotarnos las manos con el gel hidroalcohólico son casi las únicas opciones, indoloras, que tenemos para protegernos de “los otros”. Lo de las reuniones masivas, el negacionismo, los botellones y el ocio nocturno, ni comentarlo.

El caso es que pasear por lugares despejados se ha convertido en un cansino quita y pon de mascarilla; con el calor y las cuestas acabas hiperventilando y con las gafas empañadas. Ayer observé más cuidado que otras veces entre los paseantes, más  esfuerzo por evitar pasar cerca  y, sobre todo, por llevar la mascarilla bien puesta cuando había cruces entre varios. Sorprendentemente ya no nos inquietan los rostros tapados. Recuerdo ¡apenas hace unos meses! la sensación de rechazo experimentada ante los orientales con mascarilla en los aeropuertos. Lo que da un poco de pena es ver a los mayores con el “disfraz” de enmascarados, perplejos,  sintiéndose vulnerables y extraños. Y casi aún más triste resultan las familias con bebes y pequeños que estrenan su vacilante caminar; ahora sus  adultos de referencia son unos gigantes sin rostro ¿les quedarán secuelas?

En este contexto, me siento con cierta aprensión en una mesa apartada de un quiosco veraniego a las afueras del pueblo. Un grupo de paisanos alborota en una esquina. Mediana edad, rurales, van por el tercer “cubata” y sus comentarios suben de tono. Mi cerebro se cortocircuita al escuchar cosas como “Y esa sobrina tuya ¿está libre? porque yo me la echaba…”; “¿para qué te la vas a echar, si tienes mujer?” Se ve que “echarse a una”  es algo que se elige por derecho, sin consultar, porque,  ¡mira tú!,  una mujer es una cosa que ni siente ni padece. Al rato llega una chica preguntando por un coche mal aparcado que molestaba la salida del suyo, y resulta que el coche era de uno de estos prendas quien, encima, era su primo. Mas bromas repugnantes del tipo “lo meto”, “te la meto” “estos meten, yo no meto” agggghhhh.

El final fue de traca, digo el final pues me largue escandalizada, allí se quedaron los mozos dándose la razón y riendo sus asquerosas gracias: el que llevaba la voz cantante, pues pagaba las rondas, exclama bien alto: “se lo he dicho a la María muy clarito, yo ni me pongo mascarilla, ni me pongo condón”. Se le olvidó decir que él cerebro tampoco se pone. A este tipo sí le quedaron secuelas, no sabemos de qué, pero ¡qué asco!

miércoles, 26 de agosto de 2020

Alarma ¿Otra vez?

A seis  meses de distancia (¡medio año de vidas!) las primeras semanas del estado de Alarma hoy se antojan hasta románticas. Todos en casa, calentitos, mirándonos estupefactos desde las pantallas de nuestros dispositivos; dispuestos a aguantar a toda costa, a salvarnos, a eludir a la parca; motivados para seguir con nuestro trabajo a distancia, disfrutar de nuestros hogares y nuestros compañeros de viaje, cocinar, ordenar, compartir, ejercitar nuestros cuerpos y nuestras mentes; con tiempo para la lectura, la música o el cine… no estuvo mal,  vale, pero un rato, no toda la vida. Conocimos entonces una ciudad silenciosa, la  que solo usaban los mensajeros, los sanitarios y los policías guardianes del “sitio”, esa ciudad que se alegraba con los aplausos -aquellos que empezaron fuertes y languidecieron por el cansancio de muchos  y el odio de unos pocos. Cuantos días, cuantas cosas. Muchos globos sonda, muchas ilusiones, demasiados adioses, pocos resultados.

Al final, en junio, como si saliéramos del toril, nos desparramamos sin apenas orden ni concierto, cuidando cada uno de sí mismo, con los corazones algo tristes. Pero qué importaban los detalles, las decepciones, las pérdidas o los desengaños, volvíamos a la “normalidad”, ahora llamada “nueva” éramos libres y teníamos muchas deudas que saldar, numerosos reencuentros a los que acudir.

Lo extraordinario fue que al salir, todo parecía estar igual que antes -para quienes no habíamos perdido a nadie, por supuesto. Quedabas con la familia o los amigos y tras los primeros instantes de desconcierto al tener que evitar el abrazo o el beso, las cosas eran “casi” como antes. La comunicación on line nos había mantenido más o menos al día, solo había que “seguir” y celebrar que estábamos vivos.  Quizá me hubiera gustado constatar o compartir algún cambio, nuevas perspectivas en las personas o en las relaciones; pero reconocí escasas ganas de rememorar o reflexionar sobre la pesadilla. En definitiva,  poco interés por el interior. En su lugar, el triunfo de una especie de consigna, del  tipo “corramos un tupido velo”, sobre nuestras vidas de encierro, para así  abalanzarnos con estruendo hacia la vida de antes, la de siempre. Reconozco por mi parte cierta resistencia respecto a esa vuelta, deseando, en su lugar, mantener  un poco más el estado “de reflexión” que  no de “alarma”, que nos brindó el confinamiento. Pero no es fácil oponerse a lo cotidiano: verano, amigos, terrazas, aire, espacio, charlas… han difuminado el horror, o sea, el Covid,  que seguía triunfando durante estas semanas veraniegas. Y hoy, a punto de estrenar septiembre (la vuelta al cole) los rumores y la certeza de que la pandemia continúa sobrevuelan nuestras siestas. ¿Lo vamos  a soportar? ¿Cómo?

Y otra  pregunta: ¿No hubiera sido más eficaz esforzarnos conjuntamente, todos,  para enfrentarnos con nuevas armas a la epidemia  en lugar de empeñarnos en volver a lo de siempre: fiestas, futbol, discos, playas, cervecitas…? Y he aquí más contradicciones,  caigo en la trampa. Otra vez la responsabilidad, la  culpa,  “sobre los ciudadanos” Aún no hemos olvidado que la crisis económica que todavía nos maltrata fue  porque los ciudadanos  habían querido comprar sus viviendas  y solicitado muchos créditos a los bancos, que por cierto,  los daban como churros.  Y ahora hemos querido vacacionar como si nada y la vemos vuelto a cagar. Se me ocurre que a lo mejor los que gobiernan podían haber gestionado un poco más, no digo siguiera mejor, digo más. Ayer retomé  una de mis rutinas confinamiento, clase de fitness en Youtube. Lo hice sin pensar que a lo mejor me estaba preparando ¿Otra vez?

miércoles, 29 de julio de 2020

Ejercicios ¿espirituales? en Pirineos

La semana pasada cumplí uno de los deseos más deseados durante las semanas de confinamiento: trekking por los Pirineos. Días de esfuerzo, cansancio, retos, risas, sustos, regocijo, satisfacción, alivio, amigos, superación, conformidad, admiración… y sobre todo belleza y naturaleza.

Vignemale
Vignemale  Refugio Oulettes de Gaube

Se trata de caminar, acompañada por el grupo, pero a solas con tu cuerpo y tu mente. El primero a veces responde, otras veces se queja, disfruta a ratitos y de tanto doler,  se auto cura. Sana él solito. La mente es, como sabemos, más compleja, y ahí está omnipresente, acompañando nuestros “penosos” pasos, mientras nos lleva y nos trae a situaciones y lugares diversos: nuestro pasado, nuestros planes, nuestros deberes por hacer. También revisa recuerdos de personas, seres queridos que ya no están, otros que aún llenan nuestro corazón. La mente, en pleno esfuerzo, nos dice “sigue, sigue, tú puedes”, “cuidado”, “ya casi estás”, “relájate”, “respira”, “goza”..

No hay duda de que es nuestra cabeza la que marca nuestra capacidad de seguir, de disfrutar, de, finalmente, sentirnos satisfechos por el camino amaestrado, el logro alcanzado.

Caminando estos días pensaba, qué curioso, no somos creyentes o al menos la mayoría del grupo no lo es, pero todos nos sometemos gustosos a esta especie de ejercicios espirituales, que ponen en blanco nuestras cabezas como si de un mantra se tratara. En definitiva:  un reseteado, una puesta a punto, una depuración del cuerpo y el alma, que nos ayudará después, en los momentos ajetreados que sin duda llegarán más adelante.

La montaña inspira y nos reta. Pero sobre todo, nos regala paisajes, flores, lagos, montes inexpugnables, pedreras, praderas, vistas de 360 grados que nos dejan extasiados. Este año la montaña nos lo ha dado todo y mucho más, pero la he encontrado frágil, con muchos de nosotros dejando huellas de plásticos, pisadas, restos… Solo puedo pensar en lo importante que sigue siendo el respeto y la humildad. Para conservarla, para disfrutarla.


viernes, 17 de julio de 2020

Ceremonia civil homenaje a las victimas del Covid

Mi madre solía decir “Dios nos libre del día de las alabanzas” cuando veía en televisión homenajes y obituarios de algún personaje famoso. Siempre me pareció uno de esos dichos de la sabiduría popular imposibles de mejorar, por su concisión y por su “profundidad de carga”.

Hace apenas un mes recapacitaba, en unas esas crónicas con las que he ido aderezando el confinamiento, respecto a la inquietud que con frecuencia experimento cuando contemplo la conversión de los muertos en símbolos o hitos sociales. A menudo pienso ¿con qué  opción se quedarían esas víctimas si pudieran elegir entre “marcharse y significar” o “quedarse y pasar desapercibido”? Yo, que sin duda no he nacido para heroína, apuesto a que me quedaría.

Ayer se homenajeó a las víctimas de la pandemia de coronavirus: 28.416 fallecidos en España, de momento, porque esto no acaba. No puedo sino aplaudir que el homenaje a las víctimas haya sido una ceremonia civil. Cuesta creer que haya sido ésta la primera vez que en nuestro país las misas no protagonizan los sentimientos de toda la sociedad. Me gustó también que, al menos por un ratito, hubiera cierta unidad y (salvo los de siempre) la mayoría de los partidos y estamentos fueran capaces de participar sin partirse la cara unos a otros. Un instante, pero algo es algo.

Lo que no es evidente es si los familiares de las víctimas, los sanitarios y demás grandes protagonistas de esta tragedia encontraron algún consuelo en los pebeteros y los discursos. Aún queda mucho para cerrar estas heridas y aplacar el dolor. Aún queda mucho para que esto pase a la historia en pasado.

Hoy, 27 de julio

En España 258.855  diagnosticados,  28.416 fallecidos y 150.376 curados

En  el  mundo  13.810.534 diagnosticados,  590.005 fallecidos y 7.718.606 curados


martes, 14 de julio de 2020

Sobrepasadas por el paso del tiempo. 13 de julio

Ayer comí sola en el restaurante del gimnasio.  Había poca gente y como  tenía cercana una mesa con tres señoras (entre 70 y 80 años) no pude evitar escucharlas.

Me gustó su tono afable. Se notaba que se conocían hacía mucho tiempo y había confianza. Seguramente eran viudas. Hablaban de comer sano, de sus hijos, nietos y maridos; de recuerdos comunes y también de su infancia y juventud. Les parecía que su generación había sobrevivido a cambios increíbles en la sociedad, más que ninguna otra o desde luego más que cualquiera de los jóvenes de hoy en día. En sus tiempos,  llevar pantalones era una osadía, igual que mostrar cualquier signo de cariño en pareja. Recordaba una de ellas la regañina de un amigo del opus cuando una tarde se encontraron y  su marido le había pasado el brazo por encima del hombro. O aquella vez, cuando apenas tenía ocho años y su madre le plantó un lazo y un brazalete negros como luto por un tío que ni siquiera conocía. “Hoy ya nadie se pone de luto”.

Sin lamentarse, reconocían que entonces eran muy inocentes. Destacaban  que solo se tenía un poco de cada cosa pero que, quizá por eso, todo se apreciaba más. Para otra de las señoras era sorprendente que dos de sus nietos, adoptados por su hijo en Etiopía, rechazaran comidas exquisitas refugiándose en las pizzas y las hamburguesas “¡Llegaron muertecitos de hambre y  ahora, ya acostumbrados al bienestar, ni siquiera  aprecian que tienen piscina en casa!

Nuestros hijos son muy diferentes a nosotras, son todos ateos”, comentaba la tercera. “Mis nietos no han hecho la comunión, ni les interesa nada de la religión. Fijaos que la mayor me dijo el otro día qué vaya tontería  tener una imagen de la virgen en casa”. La mujer se sentía un poco ofendida y pensaba que la niña estaba muy mal educada. Ella, en su casa,  tenía lo que quería y no ofendía a nadie. Su compañera de mesa explicaba que su hijo y su nuera también eran ateos, y además, de izquierdas, pero que tenían una desahogada economía. “¡Ya verás cuando venga el coletas y les quite la casa!” exclamaba divertida, recurriendo a esa máxima de la clase media acomodada que entiende como contradicción tener dinero y ser, a la vez, respetable y de izquierdas. Lo decía sin acritud, era su punto de vista, a pesar de que sus hijos le intentaban demostrar que tal contradicción no es un “decreto ley”.

Al final llegaron los postres y el arroz con leche adquirió todo el protagonismo. “Yo es que si no tomo el postre dulce, ¿para qué salgo a comer fuera?”


martes, 30 de junio de 2020

Reencuentro con El Prado. Empacho de belleza. 29 de junio.


Qué gran iniciativa la del Museo del Prado al reunir lo mejor de la casa en las salas principales  e invitarnos a visitarla. Sin prisas, sin aglomeraciones, conscientes de que esta excepcionalidad es consecuencia de un hecho sin precedentes: la alarma y el encierro provocados por el virus Corona.

Ayer fue  mi reencuentro con este Museo que amo y que conozco menos de lo que me gustaría pero con el que, poco a poco, sin pausa, voy estrechando afectos. Cada vez son más mis cuadros favoritos. En concreto, cada vez son más mis pequeños detalles favoritos, esos que no ves a primera vista porque estás fascinado por una pose regia, un milagro o un desnudo y que, sin embargo, suelen encarnar los guiños de los autores, dueños y señores de sus lienzos, que se divierten cumpliendo con sus mecenas a la vez que, de rondón, les cuelan un auto retrato o una  crítica sutil.


De la vista de ayer, que sin duda repetiré, me quedo con esa búsqueda de los detalles que compartí con P y E. La primera, entusiasta del museo, como yo. La segunda, en fase iniciática de este edificio albergador de tanta belleza y tanta historia. Creo que el detonante fue que antes de iniciar el recorrido, nos detuvimos ante el cartel de la exposición en el que se habían recortado, sobre la fachada del edificio de  El Prado, unos cuantos detalles de los cuadros más famosos. No era difícil reconocer la alusión a las Meninas o a Carlos V a caballo, pero había también limones, flores, querubines y otros enfoques que despertaron nuestra curiosidad.

Después, fue extraordinario irlos encontrando, tan campantes, en esquinas y fondos de grandes obras. Destacaré el perro de “El Lavatorio” de Tintoretto, porque nos descubrió un suelo que pondríamos en casa, si viviéramos en Venecia, claro; también al bello y frío Cardenal de Rafael, que a punto estuvo de salir a convertirnos; o al bello Durero en su autorretrato, a quien seguramente aplica la canción de Carly Simon “Eres tan creído” (You are So Vain); los diferentes tonos de negro en los trajes de algunos personajes de  Velázquez, que igual son los precedentes de la “España negra” que tanto nos gustaría olvidar; los fondos de El Greco, cuya dramática religiosidad casi nos espanta, porque es tormentosa, y sin embargo, imanta con colores verdes, rojos y azules que se rebelan casi alegres entre los grises del drama y el pecado.

Y esa composición barroca,  donde todo es movimiento y pasión, con Hipómenes y Atalanta, de Guido Reni,  compitiendo. Y los infinitos azules, desde el de El Paso de la Laguna Estigia, de Patinir, a los del manto de la virgen en los cuadros Tiziano y  en la Anunciación de Fray Angélico. También los limones en los bodegones de Juan Sánchez Cotán o las delicadas y hermosas  flores de Clara Peeters.

Una verdadera delicia (aunque sin el Jardín de las Delicias; vimos otros cuadros de El Bosco, pero yo no vi el Jardín)  que pienso regalarme, de nuevo, en breve, pues me faltó disfrutar de Goya y muchos más.


viernes, 26 de junio de 2020

Tras la alarma ¿la calma?. Escribir

Me he dado vacaciones esta semana. Pero resulta que esto de escribir crea cierta adicción. Lo intuía, pero nunca pensé que fuera tan evidente, que se pudiera necesitar. Ahora, leo un artículo de opinión y se me ocurre (¡qué creída!) que podría escribir algo parecido, que no es tan complicado encontrar palabras para adornar y ordenar nuestras ocurrencias. Parecería,  más bien,  cuestión de compromiso con el papel en blanco. Yo lo he tenido conmigo misma y con este blog durante el Estado de Alarma, buscando, casi cada día, un motivo o una excusa para sentarme, concentrarme y esforzarme en escribir. Y esta tarea  ha resultado ser mucho más gratificante que muchas de las efímeras actividades que obligada y voluntariamente ejercemos cada día.

Cuando allá por el mes de marzo recuperé este blog -inaugurado  a escondidas hacía diez años-  me sorprendió el “extrañamiento” hacia las palabras escritas. Me refiero a la sorpresa de leer un párrafo que expresa un sentimiento o rememora un hecho que ya ni recuerdas, y que apenas es tuyo porque tu cabeza ya no lo tiene registrado. Releídas un tiempo después, solo son palabras que te gustan, o no, pero que las podría haber escrito “otra”.

Otra sensación curiosa, derivada de estos escritos está relacionada con el pudor. No es lo mismo escribir un diario íntimo que dejar abierto el cuaderno. Como este blog es público, me siendo de alguna forma comprometida con ciertas reglas autoimpuestas: discreción (no se trata de exhibir);  moderación (no me gustaría ofender); excelencia (aspiración y empeño en escribir bien, sin erratas al menos); interés (en busca de algo que aportar) y cierto humor (no soy de chistes, pero me gusta jugar). Apetece seguir.


lunes, 22 de junio de 2020

Y Crónica resumen de inquietudes, hechos y distracciones de 14 semanas. 22 de junio 2020

El Estado de Alarma ha durado toda la primavera de este año 2020. Un  año con cifra redonda que ha resultado estar lleno de inimaginables aristas ¡Y estamos sólo a la mitad!

He dedicado parte de mi tiempo en confinamiento a recoger en este blog mis preocupaciones, mis observaciones y algunos de los  hechos que se han ido sucediendo a lo largo de estas 14 intensas semanas.

Si no calculo mal, han sido 100 días “alarmados”. En 77 de ellos he escrito y pensado sobre muchas cosas. Me he obsesionado, repetido, contradicho e incluso sorprendido con la evolución mis reflexiones. También he disfrutado mucho.

Este es un resumen que va desde la entrada más antigua, allá por marzo, hasta el 17 de junio:

1-        Estar en casa “por decreto”. La estupefacción. El teletrabajo y la incontinencia de las bromas y memes en los grupos de WhatsApp.

2-        Los reajustes en casa, en la comunicación con amigos y vecinos. Las primeras salidas (sin mascarilla y con guantes de fregar).

3-   Quedadas en el descansillo. Miedo, excitación, inquietud. Nuevas maneras de relacionarnos. El vocabulario asociado a la  pandemia

4-        La obligada distancia social.

5-        Los aplausos a los sanitarios. Todos, a las 20:00h.

6-        La nueva comunicación virtual y algunas salidas de tono. Ruido en las redes.

7-        Las recetas milagro para curar el Covid. Los bulos.

8-        Asumiendo la situación. Consolidando rutinas

9-        Las bromas que nos unen y las ideas que esconden.

10-      Los estados de ánimo. Los bajones y los destellos.

11-      Noticias que preocupan y algunas que entretienen.

12-      Instantes helados. Malas noticias entre bellos detalles.

13-      Dudas, inquietudes sobre el futuro. ¿Volver para ser otros?

14-      Entrando en otras casas (desde la pantalla).

15-      Las mujeres (Fortunata).

16-      Y las mujeres (Jacinta).

Ya en abril:

17-      Lo que leo, veo, escucho. Sorrentino y algunos más.

18-      Buscando la belleza ante la fealdad que crece.

19-      Compartiendo intimidades desiguales y recordando Blade Runner.

20-      Contradicciones del aislamiento. Autosuficiencia.

21-      Los elegantes. Aute y Bowie.

22-      Los que no aportan, pero estorban.

23-      Ausencia y mala suerte. Le tocó.

24-      Ciertos comentarios envidiosillos.

25-      La Semana Santa sin vacaciones. En casa.

26-      Cada vez más fácil en casa y más difícil fuera.

27-      Apartando malos rollos, en favor de buenas vibraciones.

28-      El virus y el marketing.

29-      La llegada de los que “rompen la baraja”.

30-      Auto subidón. En rojo.

31-      La naturaleza.

32-      Aceptando el encierro, por miedo. Servidumbre voluntaria.

33-      Oficios. Personas en paro.

34-      La trinchera. Ventajas y peros.

35-      Repasando pasado reciente con Michelle Obama.

36-      Cumpliendo una cuarentena “real”.

37-      Necesitamos que nos vean y nos aprecien.

38-      Una ciudad sin ciudadanos. Madrid.

39-      El rencor social. Vocabulario.

40-      Nos vamos preparando para salir.

41-      Lecciones desde Grecia. Resiliencia y más vocabulario.

42-      Más de Sorrentino. Seguimos leyendo, escuchando, mirando.

En mayo:

43-      Día del trabajo. El que se va y el que se convierte en teletrabajo.

44-      Primeras salidas “por turnos”. Cambios en los armarios.

45-      Películas que dejan huella. The Rider.

46-      Momentos de optimismo. Corazonadas.

47-      Más reflexiones sobre el trabajo y lo que aporta.

48-      Los hogares que nos acogen.

49-      Más miradas a mujeres que han dejado huella. Admiración hacia algunas pioneras.

50-      Los viejos, los ancianos, el drama.

51-      Las peluquerías, nuestras canas protagonizan las primeras salidas.

52-      Vernos en digital o en  analógico. Quedadas en zoom.

53-      Mentiras, chorradas  y otros disparates que acaparan las redes.

54-   Lo que esperamos o no de la evolución de los sapiens. ¿Evolucionamos para ser felices?

55-      Un repaso al “pichi” de San Isidro.

56-  Ciudadanos que piden Libertad desde descapotables. Llegó la crispación y el enfrentamiento.

57-      La graduación enlatada de los bailarines de la escuela Juilliard.

58-      El tiempo pasando y cierto aburrimiento.

59-      Y a pesar de todo, la vida sigue y habrá bodas.

60-      Orden en casa. Recuerdos, trastos y melancolía.

61-      Graduación y celebración en diferido. Otra ilusión aplazada.

62-      El paso a la Fase 1. El principio del fin. El descansillo descansa.

63-      Mirando situaciones parecidas en tiempos pasados. Nota de Ramón y Cajal.

64-      Disfrutando la osadía de Mary McCarthy  en su novela The Company She Keeps.

65-      Preguntas y pocas respuestas en la OMS.

66-      Admirando el Sisu finlandés porque aquí seguimos dándonos malos ejemplos todos.

67-      Homenaje a nuestros  entrenadores  on line.

Y por fin, en junio.

68-      Los primeros reencuentros. Lo que echaremos de menos.

69-      Y en medio de la pandemia, el racismo que no cesa.

70-      El vértigo de las listas o lo que estas pueden ordenar.

71-      Y pasamos a Fase 2. Empiezan a aflojar  las normas.

72-      El síndrome de la cabaña que inquieta pero no es grave.

73-      Los que no están ya. Los muertos por el Covid.

74-      De cuando estaba Franco y estaba Nixon.

75-      Reflexiones incómodas tres meses después.

76-      Madrid, madrileños y comportamientos que asustan.

77-      Las teorías conspiratorias que el virus inspira, y Miguel Bosé disemina.

 

Y mientras, cada día,  se han ido  sumando contagiados y fallecidos.

Hoy, 22 de junio:

En España: 246.272  diagnosticados,  28.330 fallecidos y 150.376 curados

En  el  mundo:  8.952.428 diagnosticados,  468.331 fallecidos y 4.434.628 curados


jueves, 18 de junio de 2020

Crónica Teorías conspiratorias y Bosé. 18 de junio

No son pocas las teorías conspiratorias que han recorrido las redes sociales desde que iniciamos el confinamiento y nos entregamos, qué remedio, a la comunicación virtual. Es comprensible, nunca un elemento microscópico había causado más miedo que las bombas o los tanques, ni logrado confinar,  casi al unísono,  a gran parte de la población del planeta. De pronto, el "invencible" género humano  arrinconado por un ente llamado Covid, que mata y, encima, viene de China.

Cuando a los rumores conspiratorios se apuntan algunos “influencers”, estamos perdidos. Porque pasamos del aquel inocente médico que nos proponía hacer vahos a mensajes algo más peligrosos entre los que están, por ejemplo, los que arremeten contra las vacunas. Reconozco que no me apetece ser una de las primeras vacunadas contra el Covid, por aquello de que hay ciertas cosas en las que ser "primer" no es una ventaja. Pero apoyo, sin dudar, las vacunas. En mi generación, en cada colegio, en cada barrio, conocíamos a un niño o niña que usaba una rígida bota de cuero y una aparatosa estructura metálica para sujetar sus delgadas  piernecillas. Nuestras madres nos explicaron entonces que eran así a causa de  “la polio”.  No hacíamos más preguntas, pero  entendíamos que “la polio” no era nada bueno, que esos pequeños habían tenido muy mala suerte y que por eso llevaban muletas y no podían correr.  

Sin darnos cuenta,  poco a poco, el paisaje se fue deshaciendo de botas y estructuras metálicas: la vacuna funcionaba. También, por supuesto, la de la viruela, la difteria y demás. No había polémicas al respecto hasta que hace unos años surgieron grupos de padres, normalmente en países desarrollados, dispuestos a arriesgar la salud de sus hijos aludiendo que las vacunas tenían efectos secundarios muy peligrosos.

Sabemos que las grandes corporaciones farmacéuticas no son ONG`s ni hermanitas de la caridad, pero no hace falta ser un lince para valorar lo que ciertos medicamentos, y por supuesto vacunas,  han logrado en los últimos años en relación con la salud y  longevidad de los humanos.

Y ahora, cuando vivimos temerosos del Covid pero también esperanzados respecto a una próxima vacuna que nos libre del virus, aparecen personajes como Miguel Bosé quién, desde su paranoia personal, expone que esta pandemia es un complot, que los malos son Bill Gates y Pedro Sánchez, que él pasa de vacunas, que todo es culpa del avance del 5G y no sé qué más. Bosé no es el único,  al parecer ya se convocan manifestaciones contra Bill Gates aludiendo que la vacuna que ayuda a desarrollar incluirá un chip para controlarlos.

No tengo ni idea de las razones de Miguel Bosé ni de sus fuentes, pero su mensaje parece más bien disparatado. A mi Bill Gates no me parece un monstruo;  sus herramientas de office me acompañan cada día y  las aprecio en su utilidad; también (sin entrar en las diversas capas de las fundaciones) me parece admirable su labor filantrópica. Ignoro cuánto dinero habrá donado Miguel Bosé a la investigación contra el Covid, pero la fundación de Bill y Melinda Gates ha aportado ya más de 150 millones de dólares.

En España 244.683  total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados. 


miércoles, 17 de junio de 2020

Crónica Madrileñofobia. 17 de junio.


Ser madrileño nunca ha sido fácil. Los nacidos en Madrid no solemos ser bienvenidos en ciertas regiones de España; nos consideran “chulos” por definición y en general, arrogantes. Seguramente no están faltos de razón quienes aprecian esas lindezas en los ciudadanos madrileños. Lo cierto es que la mayoría de los madrileños hoy lo son por adopción más que por su origen. Son escasos los “gatos” genuinos y quizá el carácter madrileño no exista. Podríamos decir que no es más que una amalgama de costumbres, si bien muy contaminadas por las incomodidades de la gran ciudad y aliñadas con el anonimato que brinda el asfalto y la masificación. 

Si tuviera que elegir lo que me gusta de Madrid destacaría el hecho de que cuando en esta ciudad te presentan a alguien no necesitas saber de dónde es ni quien es su familia. Si vive en Madrid, pues ya es de aquí. Lo curioso es que, en general, casi todos los vecinos “importados” que viven, usan, sufren y disfrutan Madrid, no la consideran su ciudad. Quizá por eso está tan mal cuidada y tan sucia. 

El Estado de Alarma ha impregnado al madrileño de inéditas esencias. La primera quizá fue el disfrute del silencio y la soledad de las calles. Desde aquellos ya lejanos tiempos en los que Madrid se vaciaba en agosto no nos habíamos visto en una situación parecida. Como los madrileños somos bulliciosos, el silencio lo empezamos a combatir con calurosos y merecidos aplausos a los sanitarios. Después, al silencio respetuoso se sumaron las impertinentes caceroladas…, empezaban las “madrileñadas” al más rancio estilo capitalino que culminarían con las rojigualdas manifestaciones del barrio de Salamanca en busca de ¿“libertad”?. 
Mientras, la ciudad más vilipendiada, Madrid, ha sufrido y sigue sufriendo, como pocas, la crisis del colapso sanitario, las muertes en residencias, el desplome económico y la incertidumbre de millones de habitantes encerrados en hogares diminutos y poco preparados para acoger a sus huéspedes tan a largo plazo. Porque Madrid puede sentirse orgullosa de sus bares, su vida nocturna o su amalgama de gentes, pero muy poco de sus viviendas. Es como si la siempre atractiva opción de “salir” diluyera el evidente fracaso urbanístico. Porque en Madrid muchos ciudadanos viven en casas pequeñas, oscuras, interiores, ruidosas, sin terraza… que la cruda y larga realidad del confinamiento ha convertido en jaulas, no precisamente doradas. 

A punto de finalizar el Estado de Alarma, el resto de España considera que los madrileños llegaremos como manada en estampida a sus pueblos y pequeñas ciudades. Y encima llenos de virus. No me extraña ese recelo, la recien bautizada madrileñofobia, porque somos muchos y en el saco cabe de todo. Un vistazo por un pueblo de la sierra el pasado fin de semana puede ser ilustrativo: lleno hasta los topes de vehículos aparcados en cunetas y parajes naturales. La mayoría de los excursionistas parecía  no saber muy bien que es lo que tenía o podía hacer una vez que había logrado salir de la ciudad: ¿Comer un chuletón? ¿Dar un paseíto con un bastón de caminante y una mochila? ¿Beber agua de una fuente? ¿Comprar souvenirs? Si me hubieran preguntado, les hubiera dicho algo muy sencillo: respiren y… por favor, respeten. 

En España 244.328  total diagnosticados, 27.136 muertos*, 150.376 curados.

*Continua el estancamiento de los datos de fallecidos por discrepancias de criterios entre Ministerio de Sanidad y CCAA


lunes, 15 de junio de 2020

Crónica pseudo-balance trimestral. 15 de junio

Hace tres meses que nos dijeron “Quédate en casa” y aquí nos quedamos, sin saber muy bien por qué ni hasta cuándo. Pero teníamos miedo, el virus se expandía rápido y sin discriminar; sin hacer ascos a nadie. Tres meses más tarde, y 74 crónicas después, sigue sorprendiéndome la alargada sombra de esta tragedia. Quizá aún es pronto para hacer balance y, un poco cansados de tema, empezamos a desviar las conversaciones hacia planes futuros, aunque sean a corto plazo ¡Hasta en las  vacaciones nos atrevemos ya a pensar! Es un recurso amable, seguro que nos puede ayudar, especialmente a los que aún tenemos trabajo, claro.

Lo que estimo más difícil de afrontar es la reflexión  individual respecto a la impronta que el confinamiento  dejará, o no, en cada persona. Me refiero a un autoexamen que pudiera ilustrar lo diferentes, o no, que somos tres meses después ¿Hemos cambiado, mejorado, empeorado?

Si tuviera que sacar una conclusión general a este respecto diría que no hemos evolucionado mucho. No es fácil aplacar o modificar, en unas semanas (aunque se hayan hecho largas) costumbres, opiniones o manías configuradas a lo largo de los años; algunas incluso heredadas, pues son inercias sociales que apenas  discutimos.

A nivel individual reconozco que no he sido capaz de dedicar ni el tiempo ni el sosiego que requeriría ese examen, aunque no quisiera dejarlo pendiente o inacabado. Lo haré, sabiendo que no voy a ser objetiva ¿Cómo serlo cuando las circunstancias excepcionales nos han provisto de  todo tipo de coartadas para justificar nuestra conducta? Hemos oído muchas “excusas” respecto a, por ejemplo,  no visitar a los ancianos (“y si contagio a mi madre, no me lo perdonaría nunca”); no llamar a los amigos enfermos (“no querría molestar”); no trabajar (“yo no tengo wifi, ni ordenador en casa”); colapsar las ayudas (“tengo un sueldo, pero como  mi marido no tiene nada que hacer,  se pone a la cola del banco de alimentos”) y más. Por otra parte, y aún peor, hemos contemplado estupefactos mil y un pretextos de numerosos políticos responsables,  los que han cometido tantos errores, que ya ni los explican y prefieren echar la culpa a “los otros”. ¡Qué difícil es recapacitar!

En España 243.928  total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados. 


jueves, 11 de junio de 2020

Crónica Nixon. 11 de junio.


Leo y escucho en El País el reportaje Las cintas de Nixon que recoge las transcripciones de unas grabaciones realizadas en el Despacho Oval de la Casablanca desde el que Nixon habló con diferentes miembros de su Administración sobre el final del régimen de Franco. 
Cuesta separar el contexto sentimental que esa época tiene para mí (años 70, Franco aún vivo) de la objetividad de unas cintas que, a pesar del pésimo sonido, dicen lo que dicen y muestran una realidad que entonces estaba oculta a los ciudadanos pero que, sin embargo, marcaría su futuro, mi futuro. Impresiona escuchar a Nixon hablar de España, de su preocupación geoestratégica respecto a Europa y nuestro país; oirle elogiar a Franco, a Carrero Blanco, al entonces príncipe Juan Carlos,  a López Bravo y a los tecnócratas. Dice que son tipos muy listos y pide a embajadores y colaboradores que los traten bien, que sean amigables. A Nixon le inquietaba el final del régimen; no quería líos en un país que tan “amigablemente” había facilitado sus bases militares.
Para Nixon, la guerra civil española y sus consecuencias debían quedar atrás; treinta años después, ya era hora de avanzar en un proyecto europeo en el que Estados Unidos quería participar y del que España debería formar parte. 
Entre lo mejor del reportaje destacaría el relato de la misión encomendada por Nixon al  general Walters. Nixon  intuyó que  sólo un general podría llevar a cabo una “atrevida” conversación con el Generalísimo en la que le preguntaría qué iba a pasar en España cuando él falleciera; cuáles eran sus planes de sucesión. Hablamos de 1971, Franco estaba enfermo y lo sabía. El general Walters contaría mucho más adelante, en el año 2.000, esta conversación. 
Interrogado sobre el futuro, Franco dijo:
Yo he creado ciertas instituciones, nadie piensa que funcionarán. Están equivocados. El Príncipe será Rey, porque no hay alternativa. España irá lejos en el camino que desean ustedes, los ingleses y los franceses: democracia, pornografía, droga, ¿qué se yo? Habrá grandes locuras pero ninguna de ellas será fatal para España”. 
“¿Cómo puede estar usted tan seguro, general?”, preguntó Walters. 
Porque yo voy a dejar algo que no encontré cuando asumí el Gobierno hace 40 años:”, respondió Franco, “la clase media”.
Esta última frase  la escuché hace ya unos años en boca de  Alberto San Juan representando su obra Autorretrato de un joven capitalista español, me dejó helada y me dió que pensar. Escuchar ahora en estas cintas como se pergeñaba nuestro futuro, en relajadas conversaciones,  acrecienta mis dudas.

miércoles, 10 de junio de 2020

Crónica Los muertos. 10 de junio


Inicié estas crónicas del Covid reflejando cada día el número de diagnosticados, fallecidos y curados en España. Las primeras semanas fueron aterradoras, los números aumentaban de forma exponencial y apenas los podíamos asimilar, ni siquiera creer ¿De verdad estaba pasando? El 16 de marzo anoté 330 muertos y, apenas 10 días después la cifra pasaba de los 4.000. Hablábamos de más de 800 ó 900 muertos diarios y no veíamos el fin. Los datos eran noticia. El 15 de mayo la cifra (sin contar con las contradicciones y errores) era de 27.459. Hoy, 10 de junio la cifra ha “bajado” y en los datos oficiales aparecen 27.136 fallecidos. Hace días ya, menos mal, que el número de fallecidos no es noticia y lo escuchamos casi como si fueran los cotidianos boletines meteorológicos (un muerto en España, dos fallecidos el fin de semana, etc.). 

No son noticia de primera plana pero si son, los muertos, la nueva arma arrojadiza contra el Gobierno; también entre éste y los gobiernos autonómicos. Todos contra todos. Ahora, los muertos, son pruebas en los juicios, esos que se celebrarán en los juzgados y también los que cada día tienen lugar en las tertulias mediáticas, en los cafés de media mañana y en las reuniones de zoom. 

No se que pensar, vuelvo a sentir esa especie de sinsabor que me acompaña cuando los muertos se convierten en mártires y su “sacrificio” desencadena una reacción global que transforma, o al menos intenta,  transformar el mundo. Y ellos, los muertos, las víctimas, nunca lo ven. Me explico, cuando un muchacho se quema a lo bonzo en Túnez y comienza la llamada Primavera Árabe y pensamos que, por fin, algo va a cambiar a mejor, me gustaría preguntarle qué opina ¿volvería a hacerlo?. O cuando una joven es asaltada y violada y su muerte sirve para desencadenar protestas feministas contra la violencia machista, y entonces me da tanta pena saber que ella no puede contemplar la fuerza que ha desencadenado su desgracia. Por no hablar de las víctimas que están dejando las protestas por el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de una policía descontrolada. Otro más para la lista de “héroes” sin recompensa. 

¿Y las víctimas del Covid-17? ¿Servirán para algo? Confío en que veremos, a su costa, consecuencia positivas tales como mejores cuidados en las residencias de ancianos, apoyos a la sanidad pública, atención a la salud de los trabajadores, o menor huella de carbono al restringirse los viajes. También serán utilizados, los muertos, en connotaciones negativas como crisis de gobiernos, mentiras, enfrentamientos, familias destrozadas … 

Y un día, dejarán de ser noticia, sólo sus allegados se acordarán de sus nombres y la vida seguirá su marcha implacable, como siempre. 

En España 241.966 total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados.

 

 

 

 


martes, 9 de junio de 2020

Crónica Síndrome de la cabaña. 9 de junio


Otro de los términos que ha llegado con el Covid es el llamado “Síndrome de la cabaña” o miedo a salir a la calle y recuperar la vida “de antes”. Indago un poco en las redes y leo, aliviada,  que no se trata de un trastorno psicológico, sino más bien de una consecuencia “natural” tras un largo confinamiento. Yo lo tengo, el síndrome. 

Está claro, igual que me cuesta volver a la rutina tras las vacaciones o vestirme de verano tras el invierno (y viceversa), me va a costar regresar a mis rutinas y, sobre todo, a las rutinas de los otros. Porque todavía no he aprendido a no mosquearme cuando contemplo, o sufro, comportamientos que me parecen incívicos o molestos. 

Esta es una “lista” de lo que no me apetece, porque en mi cabaña se está bastante bien: 

-Tener prisa 

-Escuchar conversaciones ajenas (a grito pelao’ con el móvil) 

-Llegar tarde 

-Hacer cola 

-Que me empujen 

-Arreglarme y estar incómoda 

-Comer de tupper 

-Pasar calor 

-Que me rocen los zapatos 

-Sufrir el aire acondicionado 

-Sonreír sin ganas 

-No tener que decir 

-Aburrirme en un autobús 

-Perder del autobús 

-Aparcar en la planta -3 de un “parking” 

-Equivocarme de bar 

-No tener tiempo para mi 

-Sufrir atascos 

-Llegar y que esté cerrado 

-Contemplar y sufrir la suciedad de la calle 

-Ver los contenedores de papel desbordados 

-Decir que no a los que me quieren limpiar el parabrisas 

-Hacer recados 

-Hacer visitas 

-Descubrir que poco o nada de lo que me gustaría cambiar ha cambiado 

Se me ocurren más cosas pero lo dejo aquí; sé  también que hay muchas otras apetecibles ahí fuera. Quisiera saborearlas poco a poco, sin empachos.

En España 241.966  total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados.


lunes, 8 de junio de 2020

Crónica Fase 2. 8 de junio


Como hemos empezado a salir, a reencontrarnos y a sentarnos en las añoradas e idolatradas terrazas, pareciera que casi estamos alcanzando la normalidad y que solo quedan las incómodas mascarillas como ”cerros testigo” de la anormalidad vivida. Pero no es así, en Madrid estamos apenas estrenando Fase 2. Al revisar lo que ahora podremos hacer, nos damos cuenta de la cantidad de cosas que no estábamos haciendo; de las numerosas actividades paralizadas. Muchas no nos afectan directamente pero no significa que no haya muchas personas perjudicadas. 

Recapitulando, en Fase 2 podremos; 

- Movernos por la provincia de Madrid, podremos salir, por fin, de la ciudad. Seguimos sin poder viajar a otras provincias. (La "Sierra", abarrotada de madrileños

-Pasear o hacer deporte fuera de las franjas horarias establecidas (excepto los tramos reservados para mayores (10.00 a 12.00 y de 19.00 a 20.00 horas). (Puede que se aplaquen las aglomeradas procesiones de paseantes y deportistas en horas tempranas y vespertinas

-Reunirnos hasta 15 personas (10 en Fase 1). Podremos reunirnos en casas, bares, lugares abiertos… (Para muchos era una medida urgente, dado el alto número de fiestas clandestinas que se han venido celebrando estos días

-Visitar a los ancianos en las residencias. (Esto sí que será un antes y un después, todavía hay ancianos encerrados en su habitación desde marzo

-Sentarnos en el interior de bares y restaurantes, aunque con aforo limitado (40%). Sigue prohibido atender en la barra y están prohibidas  las cartas de los menús así como servilleteros, aceites y vinagres ... Las terrazas mantienen el aforo del 50%. (El protagonismo del tema bares parece reflejar la idiosincrasia de este país donde una buena mayoría ha considerado su primera caña con tapa en una terraza el símbolo de la vuelta a la normalidad …). 

-Usar las playas. Se pueden visitar hasta en grupos de 15. Los chiringuitos (¡ay!) siguen las normas de los bares (vamos, que las mesas van a llegar hasta la orilla). Los temidos turnos, parcelaciones y aforos quedan en manos de los ayuntamientos. (Igual se trata de usar toallas muy grandes este año …). 

-Bañarnos en las piscinas con cita previa y aforo del 30%. Mucha limpieza y sin vestuario. (Un poco complicado, la piscina y el verano son más bien sinónimo de relajación; los turnos no sé si encajan…). 

-Comprar en tiendas y centros comerciales. Con aforos limitados del 40% y sin uso de zonas comunes (¿baños? ¿pasillos?). Deben garantizarse los 2 metros de distancia entre clientes. (No apetece ir de compras. Lo de los 2 metros, bueno,  hay establecimientos que no los tienen, por ejemplo, el super de mi barrio, abierto todos los días y visitado por jóvenes y ancianos desde el minuto cero del confinamiento.) 

-Dormir en hoteles. De momento en la provincia, con las restricciones vistas para zonas comunes, bares y restaurantes, piscinas… etc. Cada establecimiento establecerá condiciones de uso para piscinas y spas… 

-Practicar actividades de naturaleza. Pueden reunirse hasta 20 personas. Aforos de hasta el 20% en parques naturales. (Igual ahora en lugar de quedar con 2 o 3 amigos para ir de excursión, la gente se agrupa de 20 en 20… Espero que sigan sin subir muy alto y haya respeto

-Ir al cine, al teatro o a visitar museos y monumentos. Con un tercio del aforo y butacas preasignadas. (Que raro puede ser que el teatro no esté lleno, y el público con mascarillas… y ¿aplaudir? Igual movemos  demasiado el aire). 

-Casarse con invitados. Tendrán que ser 50 en espacios cerrados y 100 en espacios abiertos. (Curiosamente, empieza época de bodas… que sean para bien). 

-Ir a misa en aforos al 50%. (Amén

-Asistir a velatorios, entierros y cremaciones. Se amplía el límite a 25 personas espacios abiertos y 15 cerrados. (Una de las restricciones más necesarias y al mismo tiempo una de las más duras de cumplir estos días de tantas pérdidas). 

-Ir al colegio. Reanudan las clases presenciales los centros educativos no universitarios. (Va a ser duro para los niños mantener las nuevas formas; para los maestros, hacerlas cumplir. Para los padres, alivio

-Seguir con la formación extraescolar. Abren centros educativos y de formación extraescolar como academias o autoescuelas. Con condiciones de distanciamiento. 

-Ir al gimnasio con cita previa y aforo al 30%. (Pereza ...) 

-Asistir a congresos, encuentros, reuniones de negocio y conferencias con un máximo de 50 personas. Reapertura de pabellones de congresos, salas conferencias o multiusos. (Más pereza ...) 

Y, por fin, ¡La LIGA de futbol! . (Quizá, tras las terrazas, el segundo “baluarte” de la normalidad española).

Hoy en España 241.550 total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados. 

 


viernes, 5 de junio de 2020

Crónica Listas. 5 de junio

No sé cómo, pero llegué navegando a un artículo en el periódico La Nación titulado Ese vértigo de hacer listas en la vida, el arte y la literatura y lo leo con curiosidad pues el tema de las listas me interesa. 
En parte, porque hace tiempo me dejó pensativa una  entrevista en la que  un joven artista (no recuerdo quien) criticaba a las personas que hacen listas identificándolas con el grupo de aburridos burgueses con vida organizada: la compra, los cumpleaños, los deberes cotidianos… Me llegó al alma, pues una de las actividades con las que a menudo estreno el día es la de  revisar o crear  listas. El mencionado joven asimilaba tener una lista pendiente a estar encadenado a la misma y, en consecuencia, perder la capacidad de improvisar o mejor aún, de hacer lo que te da la gana cada día, conforme los estímulos o los hechos se suceden. No le faltaba razón y por eso lo recuerdo, las listas te sujetan a la realidad y hasta que no has tachado (check!) todos los ítems, parece que no puedes dormir bien.
Leo en el artículo de La Nación que éstas serían las listas que Umberto Eco (El Vértigo de las listas, Ed.Lumen) denominaba “domésticas” diferenciándolas de las listas literarias y artísticas.  Y aquí es donde viene lo interesante;  los numerosos casos de enumeraciones que aparecen en la literatura y, por extensión, también en ciertas pinturas (con fondos inacabables) sirven no sólo para evidenciar una enorme dimensión, también para recrear el  efecto de  infinito en algunas  descripciones o para subrayar, por reiteración, un mensaje o una idea. Las listas, explica, ponen orden en el universo. Las listas clasifican. 
Y lo mejor de todo, las fabulosas listas que menciona Eco en su escrito: la enumeración de las naves de los ejércitos que hace Homero en la Iliada; la serie de amantes de las que presume Don Giovanni en la ópera de Mozart; los catálogos de los Museos; las listas de adjetivos y objetos que aparecen en el Ulises de Joyce y muchas otras interesantísimas referencias (Borges, Neruda ...) que nos descubren la poética de las listas.  Y esto me encanta, y me pone sobre la pista de otras muchas listas que menciona Eco. 
Además, andaba yo dudando estos días del recurso de la repetición al darme cuenta que lo utilizo con frecuencia al escribir. Había reparado en que a menudo pongo tres interrogaciones, tres adjetivos, tres coletillas seguidas … y me preguntaba si no sería un recurso demasiado básico, evidencia de que estas crónicas son  pura afición. Descubro que me regocijan las listas. Voy a prestarles más  atención. 
Nota: he encontrado un artículo que recoge una conferencia de Eco sobre el tema: El vértigo de las listas

Hoy en España: 240.660  total diagnosticados, 27.133 muertos, 150.376 curados