Otro de los términos que ha llegado con el Covid es el llamado “Síndrome de la cabaña” o miedo a salir a la calle y recuperar la vida “de antes”. Indago un poco en las redes y leo, aliviada, que no se trata de un trastorno psicológico, sino más bien de una consecuencia “natural” tras un largo confinamiento. Yo lo tengo, el síndrome.
Está claro, igual que me cuesta volver a la rutina tras las vacaciones o vestirme de verano tras el invierno (y viceversa), me va a costar regresar a mis rutinas y, sobre todo, a las rutinas de los otros. Porque todavía no he aprendido a no mosquearme cuando contemplo, o sufro, comportamientos que me parecen incívicos o molestos.
Esta es una “lista” de lo que no me apetece, porque en mi cabaña se está bastante bien:
-Tener prisa
-Escuchar conversaciones ajenas (a grito pelao’ con el móvil)
-Llegar tarde
-Hacer cola
-Que me empujen
-Arreglarme y estar incómoda
-Comer de tupper
-Pasar calor
-Que me rocen los zapatos
-Sufrir el aire acondicionado
-Sonreír sin ganas
-No tener que decir
-Aburrirme en un autobús
-Perder del autobús
-Aparcar en la planta -3 de un “parking”
-Equivocarme de bar
-No tener tiempo para mi
-Sufrir atascos
-Llegar y que esté cerrado
-Contemplar y sufrir la suciedad de la calle
-Ver los contenedores de papel desbordados
-Decir que no a los que me quieren limpiar el parabrisas
-Hacer recados
-Hacer visitas
-Descubrir que poco o nada de lo que me gustaría cambiar ha cambiado
Se me ocurren más cosas pero lo dejo aquí; sé también que hay muchas otras apetecibles ahí fuera. Quisiera saborearlas poco a poco, sin empachos.
En España 241.966 total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376
curados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario