Inicié estas crónicas del Covid reflejando cada día el número de diagnosticados, fallecidos y curados en España. Las primeras semanas fueron aterradoras, los números aumentaban de forma exponencial y apenas los podíamos asimilar, ni siquiera creer ¿De verdad estaba pasando? El 16 de marzo anoté 330 muertos y, apenas 10 días después la cifra pasaba de los 4.000. Hablábamos de más de 800 ó 900 muertos diarios y no veíamos el fin. Los datos eran noticia. El 15 de mayo la cifra (sin contar con las contradicciones y errores) era de 27.459. Hoy, 10 de junio la cifra ha “bajado” y en los datos oficiales aparecen 27.136 fallecidos. Hace días ya, menos mal, que el número de fallecidos no es noticia y lo escuchamos casi como si fueran los cotidianos boletines meteorológicos (un muerto en España, dos fallecidos el fin de semana, etc.).
No son noticia de primera plana pero si son, los muertos, la nueva arma arrojadiza contra el Gobierno; también entre éste y los gobiernos autonómicos. Todos contra todos. Ahora, los muertos, son pruebas en los juicios, esos que se celebrarán en los juzgados y también los que cada día tienen lugar en las tertulias mediáticas, en los cafés de media mañana y en las reuniones de zoom.
No se que pensar, vuelvo a sentir esa especie de sinsabor que me acompaña cuando los muertos se convierten en mártires y su “sacrificio” desencadena una reacción global que transforma, o al menos intenta, transformar el mundo. Y ellos, los muertos, las víctimas, nunca lo ven. Me explico, cuando un muchacho se quema a lo bonzo en Túnez y comienza la llamada Primavera Árabe y pensamos que, por fin, algo va a cambiar a mejor, me gustaría preguntarle qué opina ¿volvería a hacerlo?. O cuando una joven es asaltada y violada y su muerte sirve para desencadenar protestas feministas contra la violencia machista, y entonces me da tanta pena saber que ella no puede contemplar la fuerza que ha desencadenado su desgracia. Por no hablar de las víctimas que están dejando las protestas por el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de una policía descontrolada. Otro más para la lista de “héroes” sin recompensa.
¿Y las víctimas del Covid-17? ¿Servirán para algo? Confío en que veremos, a su costa, consecuencia positivas tales como mejores cuidados en las residencias de ancianos, apoyos a la sanidad pública, atención a la salud de los trabajadores, o menor huella de carbono al restringirse los viajes. También serán utilizados, los muertos, en connotaciones negativas como crisis de gobiernos, mentiras, enfrentamientos, familias destrozadas …
Y un día, dejarán de ser noticia, sólo sus allegados se acordarán de sus nombres y la vida seguirá su marcha implacable, como siempre.
En España 241.966 total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados.
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