No son pocas las teorías conspiratorias que han recorrido las redes sociales desde que iniciamos el confinamiento y nos entregamos, qué remedio, a la comunicación virtual. Es comprensible, nunca un elemento microscópico había causado más miedo que las bombas o los tanques, ni logrado confinar, casi al unísono, a gran parte de la población del planeta. De pronto, el "invencible" género humano arrinconado por un ente llamado Covid, que mata y, encima, viene de China.
Cuando a los rumores conspiratorios se apuntan algunos “influencers”, estamos perdidos. Porque pasamos del aquel inocente médico que nos proponía hacer vahos a mensajes algo más peligrosos entre los que están, por ejemplo, los que arremeten contra las vacunas. Reconozco que no me apetece ser una de las primeras vacunadas contra el Covid, por aquello de que hay ciertas cosas en las que ser "primer" no es una ventaja. Pero apoyo, sin dudar, las vacunas. En mi generación, en cada colegio, en cada barrio, conocíamos a un niño o niña que usaba una rígida bota de cuero y una aparatosa estructura metálica para sujetar sus delgadas piernecillas. Nuestras madres nos explicaron entonces que eran así a causa de “la polio”. No hacíamos más preguntas, pero entendíamos que “la polio” no era nada bueno, que esos pequeños habían tenido muy mala suerte y que por eso llevaban muletas y no podían correr.
Sin darnos cuenta, poco a poco, el paisaje se fue deshaciendo de
botas y estructuras metálicas: la vacuna funcionaba. También, por supuesto, la
de la viruela, la difteria y demás. No había polémicas al respecto hasta que hace unos años surgieron grupos de
padres, normalmente en países desarrollados, dispuestos a arriesgar la salud de
sus hijos aludiendo que las vacunas tenían efectos secundarios muy peligrosos.
Sabemos que las grandes corporaciones farmacéuticas
no son ONG`s ni hermanitas de la caridad, pero no hace falta ser un lince para valorar
lo que ciertos medicamentos, y por supuesto vacunas, han logrado en los últimos años en relación
con la salud y longevidad de los humanos.
Y ahora, cuando vivimos temerosos del
Covid pero también esperanzados respecto a una próxima vacuna que nos libre del
virus, aparecen personajes como Miguel Bosé quién, desde su paranoia personal, expone
que esta pandemia es un complot, que los malos son Bill Gates y Pedro Sánchez,
que él pasa de vacunas, que todo es culpa
del avance del 5G y no sé qué más. Bosé no es el único, al parecer ya se convocan manifestaciones
contra Bill Gates aludiendo que la vacuna que ayuda a desarrollar incluirá un
chip para controlarlos.
No tengo ni idea de las razones de
Miguel Bosé ni de sus fuentes, pero su mensaje parece más bien disparatado. A mi Bill
Gates no me parece un monstruo; sus
herramientas de office me acompañan cada día y las aprecio en su utilidad; también (sin entrar en las diversas capas de las fundaciones) me parece
admirable su labor filantrópica. Ignoro cuánto dinero habrá donado Miguel Bosé a la
investigación contra el Covid, pero la fundación de Bill y Melinda Gates ha aportado
ya más de 150 millones de dólares.
En España 244.683 total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376
curados.
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