Me he dado vacaciones esta
semana. Pero resulta que esto de escribir crea cierta adicción. Lo intuía, pero nunca
pensé que fuera tan evidente, que se pudiera necesitar. Ahora, leo un artículo
de opinión y se me ocurre (¡qué creída!) que podría escribir algo parecido,
que no es tan complicado encontrar palabras para adornar y ordenar nuestras
ocurrencias. Parecería, más bien, cuestión de compromiso con el
papel en blanco. Yo lo he tenido conmigo misma y con este blog durante el Estado
de Alarma, buscando, casi cada día, un motivo o una excusa para sentarme,
concentrarme y esforzarme en escribir. Y esta tarea ha resultado ser mucho más gratificante que
muchas de las efímeras actividades que obligada y voluntariamente ejercemos cada día.
Cuando allá por el mes de marzo recuperé
este blog -inaugurado a
escondidas hacía diez años- me sorprendió el “extrañamiento” hacia las palabras
escritas. Me refiero a la sorpresa de leer un párrafo que expresa un
sentimiento o rememora un hecho que ya ni recuerdas, y que apenas es tuyo porque tu cabeza ya no lo tiene registrado. Releídas un tiempo después, solo son palabras que te gustan, o no, pero que las podría haber
escrito “otra”.
Otra sensación curiosa, derivada
de estos escritos está relacionada con el pudor. No es lo mismo escribir un diario íntimo que dejar abierto el cuaderno. Como este blog es
público, me siendo de alguna forma
comprometida con ciertas reglas autoimpuestas: discreción (no se trata de exhibir); moderación (no me gustaría ofender);
excelencia (aspiración y empeño en escribir bien, sin erratas al menos); interés (en busca de algo que aportar) y cierto humor (no soy de chistes, pero me gusta jugar). Apetece seguir.
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