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lunes, 15 de junio de 2020

Crónica pseudo-balance trimestral. 15 de junio

Hace tres meses que nos dijeron “Quédate en casa” y aquí nos quedamos, sin saber muy bien por qué ni hasta cuándo. Pero teníamos miedo, el virus se expandía rápido y sin discriminar; sin hacer ascos a nadie. Tres meses más tarde, y 74 crónicas después, sigue sorprendiéndome la alargada sombra de esta tragedia. Quizá aún es pronto para hacer balance y, un poco cansados de tema, empezamos a desviar las conversaciones hacia planes futuros, aunque sean a corto plazo ¡Hasta en las  vacaciones nos atrevemos ya a pensar! Es un recurso amable, seguro que nos puede ayudar, especialmente a los que aún tenemos trabajo, claro.

Lo que estimo más difícil de afrontar es la reflexión  individual respecto a la impronta que el confinamiento  dejará, o no, en cada persona. Me refiero a un autoexamen que pudiera ilustrar lo diferentes, o no, que somos tres meses después ¿Hemos cambiado, mejorado, empeorado?

Si tuviera que sacar una conclusión general a este respecto diría que no hemos evolucionado mucho. No es fácil aplacar o modificar, en unas semanas (aunque se hayan hecho largas) costumbres, opiniones o manías configuradas a lo largo de los años; algunas incluso heredadas, pues son inercias sociales que apenas  discutimos.

A nivel individual reconozco que no he sido capaz de dedicar ni el tiempo ni el sosiego que requeriría ese examen, aunque no quisiera dejarlo pendiente o inacabado. Lo haré, sabiendo que no voy a ser objetiva ¿Cómo serlo cuando las circunstancias excepcionales nos han provisto de  todo tipo de coartadas para justificar nuestra conducta? Hemos oído muchas “excusas” respecto a, por ejemplo,  no visitar a los ancianos (“y si contagio a mi madre, no me lo perdonaría nunca”); no llamar a los amigos enfermos (“no querría molestar”); no trabajar (“yo no tengo wifi, ni ordenador en casa”); colapsar las ayudas (“tengo un sueldo, pero como  mi marido no tiene nada que hacer,  se pone a la cola del banco de alimentos”) y más. Por otra parte, y aún peor, hemos contemplado estupefactos mil y un pretextos de numerosos políticos responsables,  los que han cometido tantos errores, que ya ni los explican y prefieren echar la culpa a “los otros”. ¡Qué difícil es recapacitar!

En España 243.928  total diagnosticados, 27.136 muertos, 150.376 curados. 


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