Los hijos de los amigos se
casan. La vida sigue.
La boda de A y P era para
abril 2020. Cuando en marzo empezó la pesadilla creíamos ¡ay, inocentes! que habría
margen para superar la pandemia y en la fecha señalada nos pondríamos los tacones. De momento, la ceremonia
está aplazada hasta el próximo mes de
agosto. Y no está aún clara la cosa.
Hoy me ha llamado PY, también anunciando su boda. PY es hija de mis amigos J y P, a quienes gozo desde hace más de 40 años. A P la conocí en
el instituto; nos odiamos al principio y nos quisimos después y para siempre. A
su hija PY la conozco desde antes de nacer y me ha hecho ilusión su llamada. Me
dice que si las circunstancias lo permiten, se casará en abril 2021.
De pronto se tiende un puente
y en 11 meses me imagino con las uñas pintadas, dando besos y bailando en la pista.
¿Será posible? Resulta alentador observar que los jóvenes se atreven a proyectar, a imaginar
celebraciones y a retar al virus. En este caso, el compromiso es un clásico, una
boda, pero da igual, pongámonos metas, pongamos futuro en nuestros tristes
calendarios sin fechas en rojo, quizá así conjuremos los malos augurios.
Mientras llega el 2021 pienso
que no apetece nada conformarse con la “nueva normalidad” (otro vocablo para
añadir a nuestra lista) anunciada por el Gobierno; lo que la mayoría deseamos
es más bien la “vieja normalidad”, con achuchones, besos y hasta empujones. Sin virus, por supuesto.
Con J y P disfrutamos, hace
muchos años, unos locos carnavales en el barrio de Malasaña; había tanta gente en
la calle que nuestros pies, y no exagero un ápice, apenas rozaban el suelo. Era una fiesta.
miércoles, 20 de mayo de 2020
Crónica Bodas. 20 de mayo
martes, 19 de mayo de 2020
Crónica El tiempo. 19 de mayo
A estas alturas
son 58 las historietas narradas en este humilde Blog. Ya me cuesta acordarme de lo
que hice o dejé de hacer durante la excitante (por qué no decirlo) primera semana de
confinamiento. Por no hablar de los sentimientos, que han ido balanceándose al
ritmo de cifras, ruedas de prensa, noticias, memes, reuniones con Zoom, fases de desconfinamiento, etc. El tiempo ha
pasado volando, más deprisa de lo habitual, quizá porque no había hitos
para retenerlo.
Me
pregunto de qué forma estaremos cambiando cada uno de nosotros a lo largo de este
extraño paréntesis (excluyo canas y kilos). Al principio había cierto consenso para mejorar, para
limar egoísmos y, ya que no había prisa, intentar dar lo mejor de cada uno; después
vimos que quizá no había que hacerse demasiadas ilusiones porque, como bien dice el refrán: “donde no hay mata, no hay patata”.
El siguiente paso en esta singular
evolución lo identifico con un violento
giro hacia el individualismo, una
especie de “sálvese quien pueda” o “a quien no le guste, ya sabe…”.
Como si al estar en casa solos, o
apenas acompañados, alimentáramos nuestras manías a la vez que desatendiéramos nuestra frágil
objetividad. Y todo, claro, pasado por el tamiz de cada circunstancia y
personalidad.
Pienso esto
hoy porque durante el confinamiento estoy manteniendo una comunicación fluida
y enriquecedora con varios amigos, pero al mismo tiempo otras personas me sorprenden con una perspectiva muy doméstica de la situación, pues no van, ni quieren
ir, más allá de sus ombligos. Y esto último me aburre; de la misma forma que, a ratos, también me aburro yo a mí misma. Y es
que el tiempo, y el verano, se nos está echando encima.
lunes, 18 de mayo de 2020
Crónica Jóvenes artistas desconcertados. 18 de mayo
Preparando el show... on line. |
domingo, 17 de mayo de 2020
Crónica Núñez de Balboa. 17 de mayo
Cada día pasan cosas que prefiero ignorar; me
malhumoran, me avergüenzan o me desconciertan. Pero en estas crónicas me he
propuesto hablar de casi todo, para que más de 60 días en casa no pasen en
balde; para que dentro de algún tiempo pueda (si me atrevo) releerlas y
recordar, más o menos, los estados de ánimo, las sensaciones y los hechos que van evolucionando y sucediéndose
de forma casi imperceptible -porque todos los días parecen lo mismo- pero al
mismo tiempo de forma implacable -porque estos días no van a volver.
Desde hace ya algunas semanas, mientras los aplausos a los sanitarios se van apagando,
escuchamos elevarse el ruido de las cacerolas. Muchos ciudadanos están enfadados
y culpan al Gobierno de Pedro Sánchez de secuestro. Se consideran arrestados en sus domicilios y claman ¡LIBERTAD!.
Un incidente en la Calle Núñez de Balboa, barrio de Salamanca, Madrid (pura
zona “nacional”) ha cristalizado las energías de la extrema derecha para permitirse saltarse “a la
torera” la distancia social. Al parecer, la noche del domingo 10 de mayo un
grupo de jóvenes del barrio se concentraba en el número 56 de dicha calle con
la música a tope. Llegó un furgón policial y procedió a disolverlos. La fiesta
coincidía con la cacerolada, creo que impulsada por Vox, que llevaba ya días
atronando algunas calles.
Los vecinos del barrio, siempre tan rebeldes, decidieron
que ya estaba bien, que ellos se manifestaban, protestaban y hacían lo que les daba la gana, hasta contagiarse del Covid, si fuera necesario. Se trataba de ser LIBRES contra el Gobierno “podemita”.
Aunque le cueste la vida, a ellos o a sus convecinos. Animan sus protestas con
el himno nacional o El novio de la muerte; las colorean con mascarillas rojigualdas y
banderas con el torito y el águila. Y entretienen a la concurrencia destrozando
con sus palos de golf las señales urbanas. Entre los mayores, algunos cansados
de golpear la cacerola, bajan con el personal de servicio para que mientras
ellos comparten momento con sus ilustres vecinos, las mucamas golpeen con buen ritmo los cacharros.
Estos ciudadanos madrileños me avergüenzan, me
obligan a decir bajito que soy de Madrid cuando viajo por España, porque para
ellos solo hay una verdad, la suya, una patria y una religión únicas. Son casposos,
odian a los “rojos” y se consideran, curiosamente
solo algunos lo son, herederos de los ganadores.
Es para hacérnoslo mirar, que cada vez haya más jóvenes con gomina, perrito y banderita, que ni siquiera
son del barrio pero quieren serlo.
Como muestra, dos frases,
recogidas por EL PAIS en una noticia del 14 de mayo “Vengo aquí porque estoy
hasta las narices. Están haciendo un país de vagos. Y ahora me lo quieren
quitar todo”; “Estamos en un sistema dictatorial y sé bien de lo que
hablo. Se está aplicando un decreto de alarma que nos prohíbe la libertad”.
https://elpais.com/espana/madrid/2020-05-14/la-revolucion-del-1-en-la-calle-nunez-de-balboa-el-gobierno-no-hace-nada-y-pago-mis-impuestos.html
Mientras,
en nombre de la libertad, el respeto por este desgraciado país, (esa patria que tanto dicen que aman ) ...
NI ESTÁ, NI SE LE ESPERA.
viernes, 15 de mayo de 2020
Crónica San Isidro y los Pichis. 15 de mayo
jueves, 14 de mayo de 2020
Crónica Felicidad y evolución. 14 de mayo
Hace unos meses terminé de leer Sapiens. De animales a
dioses: Una breve historia de la humanidad, el Best
Seller de Yuval Noah Harari.
No comparto todas sus conclusiones pero reconozco mi admiración respecto al
modo en que cuestiona cada uno de los
conceptos básicos de la evolución humana,
esos que la mayoría damos por sentado porque así nos lo enseñaron de pequeños y,
la verdad, no se nos ha ocurrido refutarlos. Por ejemplo, suele haber consenso general
al considerar que el paso del nomadismo al sedentarismo, del hombre depredador
al hombre recolector, fue una evolución positiva en todos los sentidos. Harari
expone, con un ritmo trepidante, numerosos argumentos que te hacen reconsiderar
suposiciones como esta, y, sobre todo, te hace DUDAR.
Estos días de confinamiento he pensado en las
dudas de Harari y recordado algunos de
sus planteamientos, como cuando aborda sin
pudor el espinoso tema de la felicidad. Me atrevo a resumir (de memoria) algunos
de sus interrogantes: ¿Y todo esto, es
decir la evolución o mejor dicho, el progreso de la humanidad, para qué? ¿Somos
más felices los hombres del siglo XXI que los neandertales? ¿Nos ayudan la
tecnología y la ciencia a conseguir una sociedad igualitaria o más bien acrecientan
la segmentación entre ricos y pobres? ¿Somos mejores ahora que tenemos
herramientas para dominar la naturaleza y en consecuencia más tiempo para cultivar
nuestro intelecto? Gracias a Harari descubro que el progreso no siempre suma en
positivo.
Volvamos a la felicidad. Sapiens recuerda
que aún cuando una buena parte de la
humanidad ha resuelto problemas de salud, dieta y riqueza, la felicidad no ha
llegado como consecuencia ¿Por qué? No me atrevo a responder, pero sí a
detenerme en alguna de sus conclusiones, como por ejemplo, la que destaca que a
partir de un cierto nivel de riqueza el aumento de ésta no aporta nada al nivel
de felicidad; o la que explica que muchas de las frustraciones del ser humano
están determinadas por un mal cálculo en sus expectativas. Otro enfoque
es el de la “Felicidad Química”, que explica
como el nivel de felicidad que cada
individuo puede llegar a disfrutrar -independientemente de su entorno- estará condicionado
por su código genético. Vamos, la clásica diferencia entre pesimistas y
optimistas, “por naturaleza”.
En el contexto de incertidumbres que Sapiens plantea
a sus lectores, se enmarca mi inquietud respecto al momento actual. Porque la humanidad
afronta uno de esos instantes cruciales que nos desviarán del camino trazado
para llevarnos aún no sabemos dónde. La crisis sanitaria, social, política y económica en la que nos hemos visto inmersos, sin
botella de oxígeno, nos podría hacer
mejores, ojala. Pero también podríamos
ir a peor. Lamentablemente, la historia
así nos lo demuestra y Harari lo ha resumido en su magnifico libro. En recientes declaraciones, hablando concretamente
sobre el Covid, apuntala su teoría. Dice “Creo que
el mayor peligro no es el virus en sí. La humanidad tiene todo el conocimiento
científico y las herramientas tecnológicas para superar el virus. El problema
realmente grande son nuestros propios demonios internos, nuestro propio odio,
codicia e ignorancia. Da temor ver que la gente no está reaccionando con
solidaridad mundial ante esta crisis, sino con odio.” (https://www.dw.com/es/coronavirus-el-mayor-peligro-no-es-el-virus-en-s%C3%AD-sino-los-odios-que-surgen/a-53225736).
miércoles, 13 de mayo de 2020
Crónica Disparates y Suerte. 13 de mayo.
martes, 12 de mayo de 2020
Crónica Quedar. 12 de mayo
¡Qué
pasada hubiera sido que en mi adolescencia/juventud los colegas nos hubiéramos reunido en cualquier momento y sin movernos de
casa!. Aquellos eran otros tiempos y entonces quedar se hacía en firme, es
decir, se quedaba con la pandilla de sábado a sábado, normalmente en la misma
esquina, a la misma hora. No solía haber cambio de planes porque no era fácil
organizar las cadenas de avisos. El que
iba, bien, el que no, pues también. El teléfono se usaba con mesura pues los
padres estaban atentos para que no gastáramos y las llamadas eran breves por
esa razón y porque normalmente eran escuchadas por el resto de la familia, y no
era plan.
En
el Estado de Alarma, las quedadas por WhatsApp o Zoom nos están permitiendo quedar con los amigos y mantener
conversaciones en grupo desde casa. Otra maravilla que está aliviando del aislamiento
y casi nos hace creer que seguimos nuestras vidas como si tal cosa.
Yo
me pregunto si cuando pueda moverme sin normas ni fases volveré a ser capaz de
arreglarme, salir de casa con antelación, coger el metro o el autobús, tragarme
un atasco y algún empujón, quizá un chaparrón, para dedicar un rato a charlar en un bar con los
amigos, para ir a un concierto o ver una exposición. Me pregunto si volveré a ir de compras
callejeando sin rumbo y mirando escaparates para al final encapricharme de algo
que no necesito. ¿Merecerá la pena salir de casa si todo eso puedo hacerlo hoy en zapatillas
y casi sin peinarme?
Quiero
pensar que no, que no es lo mismo una reunión múltiple en videoconferencia que
una charla alrededor de una mesa (¡los coros del cumpleaños feliz suenan fatal
en la pantalla múltiple!); que tocar un
tejido o probarse unos zapatos añade gusto a las compras; qué el teatro me gusta tanto porque es aquí y
ahora, con su público concreto (aunque tosa), con sus carreras para no llegar
tarde y la tertulia de comentarios a la salida.
Me
gustan muchas cosas de la vida, la vida de antes; también me están gustando
algunos matices de la vida sin prisas, esta de ahora. Pero me propongo esforzarme para seguir tolerando las incomodidades del viaje, disfrutarlo
si puedo elegir cuándo, dónde y cómo.
lunes, 11 de mayo de 2020
Crónica Peluquerías. 11 de mayo
domingo, 10 de mayo de 2020
Crónica Mayores. 10 de mayo
viernes, 8 de mayo de 2020
Crónica Mujeres con huella. 8 de mayo.
Estoy
acabando el libro Sharp. The Women Who Made an Art of Having an Opinion. No pretendo, no podría ni queriendo, resumir este
análisis de la vida y obra de diez intelectuales del siglo XX. Todas mujeres y
todas trascendentes por su originalidad y profundidad. Se trata de: Dorothy
Parker, Rebecca West, Hannah Arendt, Mary McCarthy, Susan Sontag, Pauline Kael,
Joan Didion, Nora Ephron, Renata Adler, and Janet Malcolm. Muchas hasta ahora
desconocidas para mí.
Resulta
que mientras en España andábamos con mantilla y peineta en las procesiones,
algunas mujeres de otros países como Alemania, Francia o Estados Unidos,
llegaban a la Universidad, disfrutaban de libertades masculinas y, sobre todo,
pensaban de forma independiente. Las que protagonizan este libro, además,
escribían con agudeza. Lo hacían para expresarse, para ganarse la vida y
también para trascender.
Es
curioso recordar el enorme alcance que tuvieron las revistas a lo largo del
siglo XX. No soy “nativa digital” y he vivido mucho en tiempos analógicos, pero
ya casi había olvidado la fuerza que
hasta no hace tanto tiempo tenía la letra impresa. Y he descubierto en Sharp
publicaciones como Harper’s, The New
York Review of Books, The Partisan Review, Esquire y hasta Vogue,
que reunían la flor y la nata del arte,
el pensamiento y la literatura. Su público las leía con lupa porque lo que en
estas y otras revistas se publicaba no
eran tuits ni ocurrencias sino textos meditados y cuidados que, a veces,
cambiaban el mundo. Los intelectuales publicaban y detrás llegaban las
críticas o las aprobaciones de sus
colegas. A veces, el eco de sus palabras se escuchaba más lejos de lo que
imaginaban.
Los
textos que escribían estas mujeres se
escudriñaban a través de filtros bien diferentes a los que se aplicaban a los hombres. Para algunas, ser a la vez guapas e
inteligentes constituiría un problema
añadido que les pasaría altas facturas
emocionales y profesionales. En algunos casos como el de Susan Sontag, lograr ser escuchada y
respetada siendo atractiva, aún sin
quererlo, tuvo mucho mérito; al mismo tiempo
también tuvo algo que ver con la popularidad que alcanzó en Estados Unidos y en
todo el mundo.
Otro
de los aspectos destacables de estas mujeres, de sus vidas y obras es la
tenacidad de cada una de ellas respecto a tener opinión y difundirla en medios
escritos. Encontraron todo tipo de barreras, unas se las ponían los hombres,
otras las mismas mujeres, pero de alguna forma lograronsortearlas. Y aquí
estamos hoy NOSOTRAS, debiéndoles mucho,
sin saberlo.
jueves, 7 de mayo de 2020
Crónica Hogares. 7 de mayo
miércoles, 6 de mayo de 2020
Crónica Trabajar, castigo divino. 6 de mayo
martes, 5 de mayo de 2020
Crónica Una corazonada. 5 de mayo
El mundo se reactiva. Noto más movimiento en el trabajo, también en la calle. Los negocios que ayer abrían con timidez van reencontrándose, tanto a sí mismos como con los consumidores. Lo que quedó tapado y pendiente ¡hasta más ver! comienza poco a poco a aflorar. Otra vez, como movidos por los hilos invisibles del titiritero, la gente actúa más o menos al unísono y tras el atracón callejero del fin de semana, toca no dilatar más la procrastinación de las obligaciones.
lunes, 4 de mayo de 2020
Crónica The Rider. 4 de mayo
domingo, 3 de mayo de 2020
Crónica Cambio de armarios. 3 de mayo
Ayer, día 2 de mayo, se inició la primera fase del
desconfinamiento. Aunque en el fondo de mi mente sabía que no me iba a gustar
mucho la salida por franjas horarias, me armé de ingenuidad y a las 8 de la mañana
estaba en la calle, junto a R, listos para un paseo tempranero. ¡Exactamente
igual que otros cientos de personas quienes, cual caballos desbocados, salieron
en zapatillas y mallas a pasear, correr y montar en bicicleta! Hacía calor, bastante calor y la mascarilla me hacía
moquear; las manos me sudaban dentro de los guantes de latex mientras mi humor
se ensombrecía al no poder ahuyentar la desconfianza hacia mis semejantes. Uno pasaba
jadeando a tu lado, otro se apartaba asustado al cruzarse contigo en la estrechez
de una acera, otra se había cubierto cual guerrera del antifaz con capucha y
anorak negros y también jadeaba. En resumen, una hora de suspicacias y poca sensación de
respirar aire libre. Terminé cortando unas flores silvestres y regresando al
refugio para, aquí sí, respirar aliviada. Pensé, mañana habrá que madrugar más para
evitar las apreturas, pero hoy no he
salido. Me he dado el lujo de escoger
quedarme en casa y no madrugar.
Y en casa he acometido la tediosa tarea del cambio de armarios. Ha sido chocante recoger la ropa de invierno
que dejara de usar allá por marzo. Y más aún preparar la ropa de verano. Me
subí a unos tacones con los que he llegado
a bailar con entrega absoluta y estuve a punto de hacerme un esguince. ¡Tantas
cosas se vuelven absurdas desde la perspectiva de la pandemia!. Otras, las que
nos recuerdan momentos en compañía, se
tiñen de nostalgia. Y a todo tendremos
que sobreponernos, porque habrá que estar listos para lo que vengan. Hoy El País
ha publicado nada menos que 75 textos de expertos y pensadores sobre el futuro tras el coronavirus. He echado un
vistazo a los enunciados buscando inspiración para estas líneas. Algunos me han
parecido muy atractivos: Recuperar
el vínculo intergeneracional (Harmut Rosa); Organicemos
una forma de vida más modesta (Slavov Zizek); Tiempos de explorarse a uno mismo
(Laura Morán); Volver al sueño de la tribu (Gabriela Wiener); Hacia ciudades de
quince minutos (Richard Sennett); Habrá más epidemias y serán más peligrosas
(José María Martín Moreno) … No he leído ninguno. Me inquieta divisar lo
que viene.