Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]



miércoles, 20 de mayo de 2020

Crónica Bodas. 20 de mayo


Los hijos de los amigos se casan. La vida sigue.
La boda de A y P era para abril 2020. Cuando en marzo empezó la pesadilla creíamos ¡ay, inocentes! que habría margen para superar la pandemia y en la fecha señalada nos pondríamos los tacones. De momento, la ceremonia está aplazada hasta el próximo mes de agosto.  Y no está aún clara la cosa.
Hoy me ha llamado PY, también anunciando  su boda. PY es hija de mis amigos J y P, a quienes  gozo desde hace más de 40 años. A P la conocí en el instituto; nos odiamos al principio y nos quisimos después y para siempre. A su hija PY la conozco desde antes de nacer y me ha hecho ilusión su llamada. Me dice que si las circunstancias lo permiten, se casará en abril 2021.
De pronto se tiende un puente y en 11 meses me imagino con las uñas pintadas, dando besos y bailando en la pista. ¿Será posible? Resulta  alentador  observar que los jóvenes se atreven a proyectar, a imaginar celebraciones y a retar al virus. En este caso, el compromiso es un clásico, una boda, pero da igual, pongámonos metas, pongamos futuro en nuestros tristes calendarios sin fechas en rojo, quizá así conjuremos los malos augurios.  
Mientras llega el 2021 pienso que no apetece nada conformarse con la “nueva normalidad” (otro vocablo para añadir a nuestra lista) anunciada por el Gobierno; lo que la mayoría deseamos es más bien la “vieja normalidad”, con achuchones, besos y hasta empujones. Sin virus, por supuesto.
Con J y P disfrutamos, hace muchos años, unos locos carnavales en el barrio de Malasaña; había tanta gente en la calle que nuestros pies, y no exagero un ápice, apenas rozaban el suelo.  Era una fiesta.

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martes, 19 de mayo de 2020

Crónica El tiempo. 19 de mayo


A estas alturas son 58 las historietas narradas en este humilde Blog. Ya me cuesta acordarme de lo que hice o dejé de hacer durante la excitante (por qué no decirlo) primera semana de confinamiento. Por no hablar de los sentimientos, que han ido balanceándose al ritmo de cifras, ruedas de prensa, noticias, memes, reuniones con Zoom, fases de desconfinamiento, etc. El tiempo ha pasado volando, más deprisa de lo habitual, quizá porque no había hitos para retenerlo.
Se nos ha ido la primavera prácticamente sin pisar la calle,  al tiempo que se han ido sucediendo separaciones,  encuentros, cumpleaños, graduaciones, convalecencias, curaciones, fallecimientos, una semana santa, el uno de mayo, San Isidro, alarma, miedo, distancia social, aplausos, caceroladas … no sigo.
Me pregunto de qué forma estaremos cambiando cada uno de nosotros a lo largo de este extraño paréntesis (excluyo canas y kilos). Al principio había cierto consenso para mejorar, para limar egoísmos y, ya que no había prisa, intentar dar lo mejor de cada uno; después vimos  que quizá no había que hacerse demasiadas ilusiones porque, como bien dice el refrán: “donde no hay mata, no hay patata”.  El siguiente paso en esta singular evolución lo identifico con un violento giro hacia  el individualismo, una especie de “sálvese quien pueda” o “a quien no le guste, ya sabe…”. Como si al estar  en casa solos, o apenas acompañados, alimentáramos nuestras manías a la vez que desatendiéramos  nuestra frágil objetividad. Y todo, claro, pasado por el tamiz de cada circunstancia y personalidad.
Pienso esto hoy porque durante el confinamiento estoy manteniendo una comunicación fluida y enriquecedora con varios amigos,  pero al mismo tiempo otras personas me sorprenden  con una perspectiva muy doméstica de la situación, pues no van, ni quieren ir, más allá de sus ombligos. Y esto último me aburre; de la misma forma que,  a ratos, también me aburro yo a mí misma. Y es que el tiempo, y el verano, se nos está echando encima.

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lunes, 18 de mayo de 2020

Crónica Jóvenes artistas desconcertados. 18 de mayo


Preparando el show... on line.
Ayer fue una noche especial, tuvimos una cita para asistir, cómo no, on line, a la graduación de L en la escuela Juilliard de NY.
Tras cuatro años de duro trabajo, 23 jóvenes bailarines se han topado, como muchos otros, con un fin de fiesta enlatado. Se despidieron en marzo para las vacaciones del trimestre y, sin anestesia, han visto caer sus proyectos uno tras otro. Sus coreografías en grupo, sus exhibiciones en el teatro de la escuela, sus audiciones en busca de trabajo para un futuro profesional que ya había llegado. Todo anulado. CANCELLED!.
La única solución era una ceremonia de graduación por videoconferencia y cada  alumno preparó por su cuenta, y con sus propios medios, un breve video a modo de actuación “fin de curso”. Anoche los vimos uno tras otro.  Sin entrar a comentar lo que me pudo o no gustar de cada uno -los había de muy diferentes texturas-  quisiera subrayar la triste sensación que me invadió al terminar la sesión; cuando observé que había un denominador común en esas perfomancesfaltaban la alegría y el desenfado de la juventud. 
Habían llegado al final de trayecto y lo que transmitían esos 23 jóvenes talentosos, cada uno a su modo, no era júbilo, sino decepción, unida al desconcierto y amargura de esta rara situación. Juntos habían estado cuatro años creando, luchando, sudando, seguramente riendo hasta llorar. Y ahora, la energía del grupo,  la alegría que adivinamos en las clases compartidas, se había evaporado. En sus videos, algunos mencionan a sus compañeros bailando para ellos, otros se pierden en bosques nevados, algunos parecen buscar hacia dentro la inspiración que no llega, uno baila con unos pollos … Y es que, de pronto, están solos.
L. se vistió de rojo.  Tan guapa, creativa y energética como siempre, tuvo que grabar su performance en la escalera de su bloque. Y al verla, me emocionó, porque faltaban aire y luz para alimentar su ilusión. Al final de su video se escucha el chisporroteo de un viejo disco de vinilo al llegar al final y, no se por qué,  me acuerdo de la película Arrebato que mostraba cintas de cine en super 8 que se estropeaban y emitían ruidos parecidos. No sé qué querrá decir. 
A pesar de todo, intuyo que  L. saldrá de su escalera y lo hará hacia arriba. Saltará hasta la azotea para respirar y brillar.
Un poco más tarde, se me ocurrió mirar el periódico para ver, otra vez y aún más amplificada, la algarabía de las cacerolas, las banderas y los insultos… me costó dormir.
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domingo, 17 de mayo de 2020

Crónica Núñez de Balboa. 17 de mayo


Cada día pasan cosas que prefiero ignorar; me malhumoran, me avergüenzan o me desconciertan. Pero en estas crónicas me he propuesto hablar de casi todo, para que más de 60 días en casa no pasen en balde; para que dentro de algún tiempo pueda (si me atrevo) releerlas y recordar, más o menos, los estados de ánimo, las sensaciones y  los hechos que van evolucionando y sucediéndose de forma casi imperceptible -porque todos los días parecen lo mismo- pero al mismo tiempo de forma implacable  -porque estos días no van a volver.
Desde hace ya algunas semanas, mientras  los aplausos a los sanitarios se van apagando, escuchamos elevarse el ruido de las cacerolas. Muchos ciudadanos están enfadados y culpan al Gobierno de Pedro Sánchez de secuestro. Se consideran  arrestados en sus domicilios y claman ¡LIBERTAD!. Un incidente en la Calle Núñez de Balboa, barrio de Salamanca, Madrid (pura zona “nacional”) ha cristalizado las energías de la  extrema derecha para permitirse saltarse “a la torera” la distancia social. Al parecer, la noche del domingo 10 de mayo un grupo de jóvenes del barrio se concentraba en el número 56 de dicha calle con la música a tope. Llegó un furgón policial y procedió a disolverlos. La fiesta coincidía con la cacerolada, creo que impulsada por Vox, que llevaba ya días atronando algunas calles. 
Los vecinos del barrio, siempre tan rebeldes, decidieron que ya estaba bien, que ellos se manifestaban, protestaban y hacían lo que les daba la gana, hasta contagiarse  del Covid, si fuera necesario. Se trataba de ser LIBRES contra el Gobierno “podemita”. Aunque le cueste la vida, a ellos o a sus convecinos. Animan sus protestas con el himno nacional o El novio de la muerte;  las colorean con mascarillas rojigualdas y banderas con el torito y el águila. Y entretienen a la concurrencia destrozando con sus palos de golf las señales urbanas. Entre los mayores, algunos cansados de golpear la cacerola, bajan con el personal de servicio para que mientras ellos comparten momento con sus ilustres vecinos, las mucamas golpeen con buen  ritmo los cacharros.
Estos ciudadanos madrileños me avergüenzan, me obligan a decir bajito que soy de Madrid cuando viajo por España, porque para ellos solo hay una verdad, la suya, una patria y una religión únicas. Son casposos, odian a los “rojos”  y se consideran, curiosamente solo algunos lo son, herederos de los  ganadores. Es para hacérnoslo mirar, que cada vez haya más jóvenes  con gomina, perrito y banderita, que ni siquiera son del barrio pero quieren serlo.
Como muestra, dos frases, recogidas por EL PAIS en una noticia del 14 de mayo Vengo aquí porque estoy hasta las narices. Están haciendo un país de vagos. Y ahora me lo quieren quitar todo”; “Estamos en un sistema dictatorial y sé bien de lo que hablo. Se está aplicando un decreto de alarma que nos prohíbe la libertad”. https://elpais.com/espana/madrid/2020-05-14/la-revolucion-del-1-en-la-calle-nunez-de-balboa-el-gobierno-no-hace-nada-y-pago-mis-impuestos.html
En entornos más moderados también la gente empieza a estar enfadada y quiere salir ¡ya!. Es como si el virus se estuviera desvaneciendo con los aplausos y quisiéramos creer, porque nos interesa, que ya ha pasado el peligro. Hay millones de razones, una por persona, para clamar por el derecho a salir y a  movernos (ese padre, ese hijo que no vemos desde hace dos meses, el negocio parado, la opresión de cuatro paredes…) pero ¿qué tal si aguantamos un poco más?
Mientras, en nombre de la libertad, el respeto por este desgraciado  país, (esa patria que tanto dicen que aman ) ... NI ESTÁ, NI SE LE ESPERA.

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viernes, 15 de mayo de 2020

Crónica San Isidro y los Pichis. 15 de mayo


Mi madre cantaba mucho en casa. Chotis, tangos y cuplés. No lo hacía nada mal. Yo no canto nada, pero gracias a ella conozco la letra de muchas canciones de su época. Algunas con cosecha propia, pues las versiones de mi madre no siempre concordaban con el original.
Hoy, día de San Isidro, me levanto y me encuentro entonando Pichi, es el chulo que castiga, y me acuerdo de mi madre y del acento chulesco-madrileño que utilizaba para contarnos que el chotis se bailaba apretao, sobre  una baldosa. Y al tiempo que tarareo, bajito, la primera estrofa, recuerdo que en febrero fui con mi hermana a ver  Prostitución (dirigida por Andrés Lima, Teatro Español). En ella, Carmen Machi interpretaba esta canción con nuevos acentos que provocaron que, de pronto, nos miramos sin dar crédito. Habíamos escuchado el Pichi cientos de veces. Ninguna de las dos, nunca hasta ese momento,  habíamos reparado en la letrita, que pone los pelos de punta desde el principio hasta el final. 
Leo en Wikipedia que Pichi pertenecía al  repertorio  de Las Leandras, una revista musical estrenada en 1931, con Celia Gámez en el papel principal. Por aquel entonces no sólo no hubo reproches al sórdido mensaje de la canción, sino que fue un exitazo; al parecer ninguna  mujer se dió por ofendida. Algo después, ya en época franquista, repararon en su contendido ¡pero ojo!, no para defender a  las mujeres, sino para eliminar la alusión a Victoria Kent* y sustituirla por “pollito bien”. En la dictadura tenían muy claro que no iban a  dar publicidad una mujer que, entre otros logros feministas, fuera la primera abogada del Colegio de Abogados de Madrid, diputada en la II República y Directora de prisiones. Mejor hablar de pollitos y de pobres prostitutas protegidas por sus “pichis”. 
Mi madre cantaba Pichi en la versión original, con Victoria Kent, y yo no entendía que pintaba esa señora con apellido extranjero en un chotis...
Copio aquí la letra, para “que conste”.
Pichi, es el chulo que castiga
del Portillo a la Arganzuela,
y es que no hay una chicuela
que no quiera ser amiga
de un seguro servidor.
¡Pichi!
Pero yo que me administro,
cuando alguna se me cuela,
como no suelte la tela,
dos morrás la suministro;
que atizándoles candela
yo soy un flagelador.
¡Pichi!
es el chulo que castiga
del Portillo a la Arganzuela,
Es que no hay una chicuela
que no quiera ser amiga
porque es un flagelador.
¡Pichi!!
No reparo en sacrificios:
las educo y estructuro
y las saco luego un duro
pa gastármelo en mis vicios,
y quedar como un señor.

Anda, y que te ondulen
con la 'permanén',
y pa suavizarte, que te den 'col-crém'.
Se lo pués pedir a Victoria Ken (pollito bien)
que lo que es a mí, no ha nacido quién.

Anda, y que te ondulen, con la 'permanén',
y si te sofocas, ¡tómalo con seltz!

Autor(es) · Francisco Alonso (música) Emilio González del Castillo (letra) José Muñoz Román (letra)

*Entrevista a Victoria Kent en 1978.Programa A fondo. https://www.youtube.com/watch?v=Z7GCLShpKJk


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jueves, 14 de mayo de 2020

Crónica Felicidad y evolución. 14 de mayo


Hace unos meses terminé de leer Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad, el Best Seller de Yuval Noah Harari. No comparto todas sus conclusiones pero reconozco mi admiración respecto al modo en  que cuestiona cada uno de los conceptos básicos  de la evolución humana, esos que la mayoría damos por sentado porque así nos lo enseñaron de pequeños y, la verdad, no se nos ha ocurrido refutarlos. Por ejemplo, suele haber consenso general al considerar que el paso del nomadismo al sedentarismo, del hombre depredador al hombre recolector, fue una evolución positiva en todos los sentidos. Harari expone, con un ritmo trepidante, numerosos argumentos que te hacen reconsiderar suposiciones como esta, y, sobre todo, te hace DUDAR.
Estos días de confinamiento he pensado en las dudas de Harari y  recordado algunos de sus planteamientos,  como cuando aborda sin pudor el espinoso tema de la felicidad. Me atrevo a resumir (de memoria) algunos de sus interrogantes: ¿Y todo esto,  es decir la evolución o mejor dicho, el progreso de la humanidad, para qué? ¿Somos más felices los hombres del siglo XXI que los neandertales? ¿Nos ayudan la tecnología y la ciencia a conseguir una sociedad igualitaria o más bien acrecientan la segmentación entre ricos y pobres? ¿Somos mejores ahora que tenemos herramientas para dominar la naturaleza y en consecuencia más tiempo para cultivar nuestro intelecto? Gracias a Harari descubro que el progreso no siempre suma en  positivo.
Volvamos a la felicidad. Sapiens recuerda que aún cuando una buena  parte de la humanidad ha resuelto problemas de salud, dieta y riqueza, la felicidad no ha llegado como consecuencia ¿Por qué? No me atrevo a responder, pero sí a detenerme en alguna de sus conclusiones, como por ejemplo, la que destaca que a partir de un cierto nivel de riqueza el aumento de ésta no aporta nada al nivel de felicidad; o la que explica que muchas de las frustraciones del ser humano están determinadas por un mal cálculo en sus expectativas. Otro enfoque es el de la “Felicidad Química”, que explica como el  nivel de felicidad que cada individuo puede llegar a disfrutrar -independientemente de su entorno- estará condicionado por su código genético. Vamos, la clásica diferencia entre pesimistas y optimistas, “por naturaleza”.
En el contexto de incertidumbres que Sapiens plantea a sus lectores, se enmarca mi inquietud respecto al momento actual. Porque la humanidad afronta uno de esos instantes cruciales que nos desviarán del camino trazado para llevarnos aún no sabemos dónde. La crisis sanitaria, social, política y  económica en la que nos hemos visto inmersos, sin botella de oxígeno,  nos podría hacer mejores, ojala. Pero también podríamos ir a peor.  Lamentablemente, la historia así nos lo demuestra y Harari  lo ha  resumido en su magnifico libro. En recientes declaraciones, hablando concretamente sobre el Covid, apuntala su teoría. Dice “Creo que el mayor peligro no es el virus en sí. La humanidad tiene todo el conocimiento científico y las herramientas tecnológicas para superar el virus. El problema realmente grande son nuestros propios demonios internos, nuestro propio odio, codicia e ignorancia. Da temor ver que la gente no está reaccionando con solidaridad mundial ante esta crisis, sino con odio.(https://www.dw.com/es/coronavirus-el-mayor-peligro-no-es-el-virus-en-s%C3%AD-sino-los-odios-que-surgen/a-53225736).  

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miércoles, 13 de mayo de 2020

Crónica Disparates y Suerte. 13 de mayo.


El Covid 19 es un mal bicho. Ataca a escondidas, no atiende fronteras, escoge a sus víctimas, discrimina por edad y sexo. Lo hace él solito, sin necesidad de instrucciones. A su disposición estamos los humanos, que nos defendemos desde casa, maniatados y a expensas de las decisiones e intereses de los organismos internacionales, los gobiernos, sus líderes y, un poco, nuestros vecinos. Y en estas decisiones sí interviene el factor suerte,  porque desde luego que no es la misma la que tenemos los españoles,  los mejicanos  o los alemanes. Basta con observar algunos datos. México: 10,2% de letalidad; España: 11,9 %,  Alemania: 4,4%.
Entre los muchos disparates que han pasado de ser memes a catástrofes -de nuevo el factor suerte- quiero recordar algunos, para que no se me olviden:
-El desinfectante de Trump. A golpe de tuit se le ocurrió que si el desinfectante funcionaba en la suela de los zapatos, por qué no incluirlo en los tratamientos. Más de uno se bebió la lejía y hubo que hospitalizarlo. Las autoridades tuvieron que avisar a la población para que no tomaran al pie de la letra la gran idea de su presidente. En EEUU, más de 82.000 fallecidos  a fecha de hoy.
-El constipadito de Bolsonaro. Al inicio de la pandemia no pocos hombres de estado, también algunos "expertos", calificaron el coronavirus como gripe leve. Nos lo quisimos creer porque siempre gustan más las noticias cómodas que las catastróficas, pero en Brasil ya sabían cómo estaban evolucionando las cosas cuando su presidente insistía que se trataba tan solo de un constipadito. En Brasil, más de 12.000 fallecidos a fecha de hoy.
-Boris Johnson y el contagiémonos. El primer ministro británico también se lució. Mejor entremos en contacto con el virus e  inmunicémonos todos, que para eso somos el Imperio británico. Le salió tan bien que casi la palma contagiado por el Covid. En el Reino Unido, más de 32.000 fallecidos a fecha de hoy.
-La negligencia del director del Hospital Virgen Macarena de Sevilla.  El 10 de marzo, este “lumbrera” estableció una limitación en el uso de mascarillas de los trabajadores del hospital, porque consideraba que verlas alertaba demasiado a la población. A fecha de hoy, 267 de sus profesionales de baja por contagio en una plantilla de 5.337.
A estas graves irresponsabilidades se añaden fiestas privadas, jóvenes en el parque haciendo botellón o  feligreses acudiendo en grupo a sus lugares de culto en busca de milagros. 
Pero entre todos estos despropósitos me quedo con los protagonizados por la presidenta de la Comunidad de Madrid,  Isabel Diaz-Ayuso. A saber: menús de Telepizza y Coca cola para los escolares sin recursos (“¿A qué niño no le gusta la Coca-cola”?); sus ausencias en reuniones de estado para ir a una misa o a un acto que estima favorable a su imagen; sus posados de fotos en modo doliente;  su total pasotismo de la distancia social cuando se desmanteló IFEMA y lo celebró con una conga para después comentar:  IFEMA ha demostrado que en los hospitales que tienen techos altos los pacientes sanan muy bien". Pero Díaz Ayuso es capaz de rizar el rizo y nos brinda otra frase de auténtica traca: "Este virus se llama COVID-19 porque es coronavirus-diciembre-19. Porque circuló por todas partes desde el mes de diciembre y por eso el nombre de la enfermedad". Mientras, en Madrid van 70.227 positivos, 8.760 fallecidos a fecha de hoy.
Lo dicho, algunos tienen suerte y están en Alemania. Otros en Madrid.

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martes, 12 de mayo de 2020

Crónica Quedar. 12 de mayo


¡Qué pasada hubiera sido que en mi adolescencia/juventud los colegas nos hubiéramos  reunido en cualquier momento y sin movernos de casa!. Aquellos eran otros tiempos y entonces quedar se hacía en firme, es decir, se quedaba con la pandilla de sábado a sábado, normalmente en la misma esquina, a la misma hora. No solía haber cambio de planes porque no era fácil organizar las cadenas de avisos.  El que iba, bien, el que no, pues también. El teléfono se usaba con mesura pues los padres estaban atentos para que no gastáramos y las llamadas eran breves por esa razón y porque normalmente eran escuchadas por el resto de la familia, y no era plan.
Desde hace ya tiempo, con los móviles y sus aplicaciones estamos localizados en todo momento y  nuestros contactos saben incluso si hemos o no leído sus mensajes instantáneos. Es fabuloso,  aunque a veces también cansa.  
En el Estado de Alarma, las quedadas por WhatsApp o Zoom nos están permitiendo quedar con los amigos y mantener conversaciones en grupo desde casa. Otra maravilla que está aliviando del aislamiento y casi nos hace creer que seguimos nuestras  vidas como si tal cosa.
Yo me pregunto si cuando pueda moverme sin normas ni fases volveré a ser capaz de arreglarme, salir de casa con antelación, coger el metro o el autobús, tragarme un atasco y algún empujón, quizá un chaparrón,   para  dedicar un rato a charlar en un bar con los amigos, para ir a un concierto o ver una exposición.  Me pregunto si volveré a ir de compras callejeando sin rumbo y mirando escaparates para al final encapricharme de algo que no necesito. ¿Merecerá la pena salir de casa si todo eso puedo hacerlo hoy en zapatillas y casi sin peinarme?
Quiero pensar que no, que no es lo mismo una reunión múltiple en videoconferencia que una charla alrededor de una mesa (¡los coros del cumpleaños feliz suenan fatal en la pantalla múltiple!);  que tocar un tejido o probarse unos zapatos añade gusto a las compras;  qué el teatro me gusta tanto porque es aquí y ahora, con su público concreto (aunque tosa), con sus carreras para no llegar tarde y la tertulia de comentarios a la salida. 
Me gustan muchas cosas de la vida, la vida de antes; también me están gustando algunos matices de la vida sin prisas, esta de ahora. Pero me propongo esforzarme para seguir tolerando las incomodidades del viaje, disfrutarlo si puedo elegir cuándo, dónde y cómo.

Hoy en España: 228.030  total diagnosticados, 26.920 muertos, 138.980 curados

lunes, 11 de mayo de 2020

Crónica Peluquerías. 11 de mayo


Las peluquerías -quizá porque se consideran territorio de predominio femenino- han sido objeto de numerosísimos memes durante estas ¡8 semanas! de confinamiento. En el primer Estado de Alarma, allá por el 14 de marzo, fueron clasificadas servicio esencial y podían estar abiertas. No parecía sensato y el Gobierno rectificó enseguida, pero las bromas ya habían invadido las redes. Por aquel entonces, aún estábamos para bromas. Poco después nos dimos cuenta de que los tintes se apagaban, los flequillos se desigualaban y las videoconferencias eran crudos testigos de nuestra desarreglada imagen. Nada podíamos hacer, salvo algunos apaños caseros con resultados digamos que, variados.

Hace 10 días se autorizó -con limitaciones de aforo, obligatoriedad de uso mascarillas, etc.- la apertura de las pelus.  Tras reservar  hora,  me he plantado esta mañana en mi peluquería de siempre, en mi barrio. Lo cierto es que esperaba una situación tipo película de Almodóvar, con algún absurdo que después pudiera contar aquí. Pero no, todas, tanto peluqueras como clientas (3 por el aforo) no hemos  dejado de hablar de lo mismo, el confinamiento. Y como no, hemos visitado los mismos lugares comunes y manifestado la resignación ya habitual. Algunas estaban más asustadas, otras menos. Había quien se declaraba estricta cumplidora de las normas y también la se mostraba un poco más desafiante permitiéndose alguna acción “fuera de la ley” como salir a correr unos minutos antes de las ocho o invitar a sus hermanas a cenar a su casa (de tapadillo).   
La verdad es que salvo el tema, que ya cansa un poco, y que no había revistas de cotilleo, me he sentido igual que siempre y sin sensación de riesgo. También como siempre, estaba deseando acabar y pasar cuanto antes el mal trago de  mirarme al espejo con los pelos a medias. Al salir, de nuevo tenía ganas de refugio en casa, porque la mascarilla es verdaderamente antipática y de ninguna forma se integra en el paisaje cotidiano.
Y un bravo para mis peluqueras de siempre, animosas y dispuestas, reinventándose con sus batas, los guantes, la lejía y demás artilugios. Apenas han recibido instrucciones, pero ahí están, otra vez al pie del cañón, aguantándonos y poniéndonos guapas.
Hoy en España: 227.426  total diagnosticados, 26.744 muertos, 137.139 curados

domingo, 10 de mayo de 2020

Crónica Mayores. 10 de mayo


Cuando algunos de nosotros éramos pequeños, las residencias de ancianos se llamaban asilos y los mayores eran viejos. Los asilos eran lugares terribles donde acababan sus días quieres no tenían a nadie o simplemente nadie los quería. Cuidar a los padres ancianos, en España, era una obligación natural de la familia, concretamente de las hijas. Con el tiempo, las hijas empezaron a trabajar, las casas de las ciudades encogieron y los asilos devinieron en residencias razonablemente decentes para  acoger a la que pasó a llamarse tercera edad.
Estos días en los que he escrito de cosas tan diferentes, he evitado el tema de los mayores. Lo he hecho conscientemente y  por diversas razones. Una de ellas, porque me sonroja pensar que en un país que calificamos como desarrollado, se nos hayan muerto a chorros los abuelos a causa del Covid. Otra, porque no son pocos los casos dramáticos que conocemos de primera mano: los padres de una amiga cada día más ajenos a la realidad que no entienden por qué no pueden salir y nadie les visita; la abuela de un sobrino que muere sola y callada por el alzhéimer en la residencia; la señora que no puede salir de su habitación, en su propia casa, para evitar el contagio; los funerales sin duelo; la enfermedad a solas. Ha habido de todo y para todos.
Dudo que  entre los muchos propósitos de enmienda que ahora nos hacemos se incluya  una sincera y rigurosa revisión del tema mayores. A la generación actual del grupo de riesgo -la que resistió, esta sí, un convulsivo siglo XX- le debemos al menos dos cosas: explicaciones y soluciones.
¿Cómo es posible que los empleados de las residencias se hayan visto solos y sin medios ante una crisis sanitaria global?¿Estarán los mayores en los programas electorales y en los debates de nuestros parlamentos?
Los ancianos, los mayores, los viejos, han aprendido a la fuerza a hablar por videoconferencia con sus hijos y sus nietos. Y  ha sido precioso durante breves instantes; pero lo virtual no es suficiente. No tiene sentido una vida en casa, sin visitas, donde desde una televisión  te miran y te  gritan: ¡COVID, CORONAVIRUS, PELIGRO, CONTAGIO, UVI, MUERTE, GRUPO DE RIESGO, NO SALGAS!. Los mayores han acatado, pero han sufrido y se han asustado. Y se nota en sus andares, cada vez más torpes.
Empiezan a salir (con horario, en las ciudades) y,  poco a poco, nos volvemos a aproximar a ellos. “Mira abuela, yo estoy bien y  tú también, así que me importa un bledo la distancia social y te voy a dar un abrazo”.  Eso es lo que hemos hecho este fin de semana con nuestra anciana. Y ha sido como regar una planta, creo que ha florecido un poquito.
Hoy en España: 224.390  total diagnosticados, 26.621 muertos, 136.166 curados

viernes, 8 de mayo de 2020

Crónica Mujeres con huella. 8 de mayo.

Estoy acabando el libro Sharp. The Women Who Made an Art of Having an Opinion. No pretendo, no podría ni queriendo, resumir este análisis de la vida y obra de diez intelectuales del siglo XX. Todas mujeres y todas trascendentes por su originalidad y profundidad. Se trata de: Dorothy Parker, Rebecca West, Hannah Arendt, Mary McCarthy, Susan Sontag, Pauline Kael, Joan Didion, Nora Ephron, Renata Adler, and Janet Malcolm. Muchas hasta ahora desconocidas para mí.
Revivir con cada una de ellas la evolución del pensamiento en el siglo XX ha despertado mi  admiración. Por una parte, términos como feminismo (sufragistas), totalitarismos, camp, pluralismo, sexismo, racismo, existencialismo y muchos otros se popularizaron entonces. Los hemos asimilado como si hubieran estado aquí siempre, pero tuvieron un principio y cada una de estas mujeres tuvo algo que ver respecto a su  difusión.
Resulta que mientras en España andábamos con mantilla y peineta en las procesiones, algunas mujeres de otros países como Alemania, Francia o Estados Unidos, llegaban a la Universidad, disfrutaban de libertades masculinas y, sobre todo, pensaban de forma independiente. Las que protagonizan este libro, además, escribían con agudeza. Lo hacían para expresarse, para ganarse la vida y también para trascender.
Es curioso recordar el enorme alcance que tuvieron las revistas a lo largo del siglo XX. No soy “nativa digital” y he vivido mucho en tiempos analógicos, pero ya casi había olvidado la fuerza  que hasta no hace tanto tiempo tenía la letra impresa. Y he descubierto en Sharp publicaciones como  Harper’s, The New York Review of Books, The Partisan Review, Esquire y hasta Vogue, que reunían  la flor y la nata del arte, el pensamiento y la literatura. Su público las leía con lupa porque lo que en estas y otras revistas  se publicaba no eran tuits ni ocurrencias sino textos meditados y cuidados que, a veces, cambiaban el mundo. Los intelectuales publicaban y detrás llegaban las críticas  o las aprobaciones de sus colegas. A veces, el eco de sus palabras se escuchaba más lejos de lo que imaginaban.
Los textos que escribían estas mujeres  se escudriñaban a través de filtros bien diferentes a  los que se aplicaban a los hombres.  Para algunas, ser a la vez guapas e inteligentes  constituiría un problema añadido que les pasaría  altas facturas emocionales y profesionales. En algunos casos como el de  Susan Sontag, lograr ser escuchada y respetada  siendo atractiva, aún sin quererlo,  tuvo mucho mérito; al mismo tiempo también tuvo algo que ver con la popularidad que alcanzó en Estados Unidos y en todo el mundo.  
Otro de los aspectos destacables de estas mujeres, de sus vidas y obras es la tenacidad de cada una de ellas respecto a tener opinión y difundirla en medios escritos. Encontraron todo tipo de barreras, unas se las ponían los hombres, otras las mismas mujeres, pero de alguna forma lograronsortearlas. Y aquí estamos hoy NOSOTRAS, debiéndoles mucho,  sin saberlo.  

Hoy en España: 222.857  total diagnosticados, 26.299 muertos, 131.148 curados

jueves, 7 de mayo de 2020

Crónica Hogares. 7 de mayo


Entre las infinitas reflexiones sobre “el después”,  llamó mi atención el artículo “Se buscan parejas estables”, de Eva Illouz, EL PAÍS (3 de mayo). Me hizo pensar en el gastado concepto de hogar. Está claro que, tanto antes como después del confinamiento anti Covid, no existen hogares idénticos. Cada persona determina la dinámica del hogar que habita. Aún clasificados en hogares unipersonales, familiares, de acogida, de amigos, de socios, de estudiantes, de compañeros de trabajo, etc., cada individuo imprimirá al techo que le acoge unas cualidades únicas e irrepetibles. Pero en esta diversidad irrefutable encuentro un denominador común  anterior al #quedateencasa. Me refiero a que, antes, en cada hogar, coincidían dos conceptos que, en términos  Barrio Sésamo, resumiríamos como DENTRO y FUERA, es decir,  cómo somos, “dentro de casa” y “fuera de casa”.
Salvo alguna que otra rara avis que decide no salir nunca, lo universal es entender el hogar como ese lugar que te resguarda y donde descansas, sin maquillaje, para, después, salir. Lo harás para conseguir alimento, para encontrar amor, para conocer, para gustar, para reír, también para sufrir y maldecir, para lo que te dé la gana.
Me pregunto cómo habremos cambiado sujetos al cobijo del hogar, sin salir con libertad durante más de 50 días. En el artículo de Eva Illouz se habla de las probables diferencias entre los confinamientos en  pareja, en solitario o en familia. Habrá infinitas situaciones, pero se me ocurren algunas. 
Quizá algunas parejas hayan pasado, por primera vez, más de 72 horas sin separarse y descubran  que no se soportan; pero también podría ser que, pasada una semana, y otra y otra, encuentren un ritmo de convivencia fluido, inesperado e incluso envidiable. Seguro que algunos niños nunca habían disfrutado tanto de sus padres, a lo mejor hasta han abusado de la situación para tiranizarlos un poquito ¿Cuándo se les presentará otra ocasión de tener a mamá y a papá siempre a mano?. Podría ser que algunos misántropos recalcitrantes hubieran corregido un poco su aversión social echando de menos a sus semejantes, pero también sería factible que ahora tengan aún más claro que su opción es aislarse. Imagino pisos compartidos por estudiantes en una ciudad diferente a la de origen, convertidos por “causas ajenas a su voluntad” en familias, bien o mal avenidas. Conozco casos de personas literalmente atrapadas en hogares ajenos porque el estado de alarma les pilló de visita, que vivieron como un infierno los  primeros días para después confesar que no estuvo tan mal y que se acostumbraron.
Mi sensación es que no pocos hemos estado y seguimos bastante bien a la sombra de nuestros chiringuitos y que no va a ser fácil abandonarlos, sobre todo si tenemos que hacerlo con mascarilla y guantes (¡mis gafas se empaaaañan!). Pero lo natural es  salir y entrar. Y habrá de todo, unas veces se estará solo y otras compartiendo bullicio. En fin, sufriendo y disfrutando de todo lo que la incertidumbre de la vida nos depare. 

Hoy en España: 221.447  total diagnosticados, 26.070 muertos, 128.511 curados

miércoles, 6 de mayo de 2020

Crónica Trabajar, castigo divino. 6 de mayo


Se supone que trabajamos para cumplir la pena eterna que acataron nuestros primeros padres tras la expulsión del paraíso y que solo volveremos al tal paraíso cuando alcancemos el cielo o …  nos jubilemos.
Como todo el mundo, en mis ya muchos años de vida laboral he atravesado luces y sombras. Las luces quedan intactas en la memoria, las sombras se van aclarando de forma casi inexplicable hasta desaparecer conforme avanzamos. No se me ha olvidado cuando hace ya mucho, en uno de esos momentos en los que solo veía cuestas hacia arriba, le dije a mi amiga R: “lo dejo”. La cara con la que me respondió quedó para siempre grabada en mi retina y  acto seguido decidí: “no lo dejo”. ¡Qué regalo esa cara y qué satisfecha estoy de esa decisión! Porque las tormentas pasan y los problemas, en general, se van arreglando.
Hoy, con un horizonte de jubilación no inmediato pero mucho más cercano,  el trabajo adquiere para mí connotaciones cada vez más festejables. Me explico; si tu trabajo no te esclaviza -que entonces ya nos metemos en otra dimensión- trabajar está muy bien. Primero, ganas dinero e independencia. Segundo, te retas a ti mismo cada mañana para presentar tu lado profesional y salir airoso de las situaciones que se van presentando. Tercero, te encuentras y te relacionas “física y virtualmente” con muchas personas, no siempre iguales que tú, lo que alimentará tu tolerancia. Cuarto, cumples con horarios y normas, que aunque parezca un “contra” en lugar de un “pro”, no está nada mal como antídoto a la pereza (otro rasgo humano que nos viene de fábrica). Y mucho más.
Todas estas obviedades me vienen a la cabeza cuando pienso en dos colectivos que seguramente se incomodarán respecto a lo  que acabo de escribir. El primero, el de los desempleados quienes, con toda razón, pensarán ¡ya me gustaría a mí tener  ocasión de pensar si dejo o no  un trabajo,  o poder siquiera pararme a pensar en lo bueno o malo que es el empleo que tengo. Necesito el trabajo y punto!.
El segundo grupo se sitúa en la esquina opuesta, y es el de aquellos que aún conservando el hoy escaso y preciado empleo, lo desvirtúan quejándose (¡solo pienso en jubilarme!), echando la culpa a otros (¡ni idea, eso lo lleva fulanito!) o encogiéndose de hombros (¡no pienso hacer nada mientras no me lo manden!). Reciben un sueldo que creen merecer solo porque van a trabajar, pero por hacer, no les viene nada. ¿qué pasará cuando alguien se de cuenta de que estos días no han estado, tampoco han hecho, y no ha pasado nada? No estaría mal que en este grupo se hicieran algunas reflexiones.
Otra cosa es lo que pasa en Cádiz, donde dicen ¡Ay quillo, que  trabajar me parte el día! Yo me parto de risa con ellos
Hoy en España: 220.325  total diagnosticados, 25.857 muertos, 126.002 curados

martes, 5 de mayo de 2020

Crónica Una corazonada. 5 de mayo

El mundo se reactiva. Noto más movimiento en el trabajo, también en la calle. Los negocios que ayer abrían con timidez van reencontrándose, tanto a sí mismos como con los consumidores. Lo que quedó tapado y pendiente ¡hasta más ver! comienza poco a poco a aflorar. Otra vez, como movidos por los hilos invisibles del titiritero, la gente  actúa más o menos al unísono y tras el atracón callejero del fin de semana, toca no dilatar más la procrastinación de las obligaciones.

La llegada del  buen tiempo marca una especie de borrón y cuenta nueva. Se acabó  lamernos las heridas. Empezamos, nos reiniciamos y aunque sea con mascarilla, iremos a la peluquería, a la ferretería, a ver a los nuestros. Abriremos la agenda para revisar el mes de marzo… Ya es hora de retomar  todo aquello  que dejamos a medias (y no pocas veces encantados de la vida).
Y en este contexto, vislumbro que el fin de la pesadilla podría estar cerca.  Es pura especulación, no tengo ningún dato, pero se me ocurre que casi con la misma repentina violencia con la que detuvo el mundo,  el Covid desaparecerá de puntillas, antes de que nos demos cuenta. Me viene a la cabeza una imagen: caminas por la calle y llevas el paraguas abierto sin notar que hace unos segundos que dejó de llover y eres casi la única que no lo ha cerrado, ensimismada en tus pensamientos.
Como decía,  es sólo  intuición con lo que cuento para especular sobre la pronta desaparición del Covid y la casi vuelta a la vida de antes. Porque no veo en absoluto las mamparas en los bares, las salas de medición de temperatura en los hoteles, los cines y los teatros con sillas vacías separando espectadores… Pero si  creo que pronto los titiriteros moverán sus hilos motivados por otras actividades, aquellas que dan más dinero. 
Aquí va la apuesta. Esta vez, me encantaría tener razón y ganarla.
Hoy en España: 219.329  total diagnosticados, 25.613 muertos, 123.486 curados


lunes, 4 de mayo de 2020

Crónica The Rider. 4 de mayo



Si estos días tienen alguna ventaja es que hay tiempo para escoger películas diferentes. Esta semana hemos descubierto The Rider, dirigida por la china Chloé Zhao, de quien no sabía nada hasta ahora.  Que sea  una directora china, aunque formada en EEUU,  hace aún más sorprendente esta película del género Western contemporáneo, enfocada nada menos que en los Rodeos.
La película comienza con una escena un poco tétrica cuando el protagonista, un joven vaquero, se quita de la cabeza, a pelo,  unas grapas que evidencian una terrible herida. Imaginas que en segundos aparecerán los malos, los golpes, los tiros y demás aderezos de las pelis americanas. Y resulta que no, pues se trata de una historia diferente en un ambiente, el de la América profunda, que creías conocer pero que en esta película aparece sin adornos. Preciso: el joven Brady, que ha empezado a destacar en el mundo de los rodeos, en Dakota del Norte, acaba de sufrir un serio accidente al recibir la coz de un caballo bronco. Tendrá secuelas y aunque lo intenta, no podrá volver al mundo que adora y el único que conoce, el de los caballos en los rodeos.  Lo que le queda es un hogar destartalado, sin madre, con un padre fracasado y una hermana discapacitada.
Sus amigos son, como él, jóvenes sin recursos que aspiran a ser estrellas del rodeo. Su diversión es rememorar al calor de una hoguera sus pequeñas hazañas y las de sus héroes. Saben que cualquier día pueden sufrir el accidente fatal. Les acogen, al igual que a los caballos salvajes, el paisaje y los fantásticos cielos de Dakota. Pero a Brady nada le sonríe, solo su ingenua hermana pequeña.
Los personajes nos resultan extraños, porque así es el mundo que habitan, donde parece que el calendario se detuvo hace tiempo y sin embargo,  no pasó nada. De hecho,  no se sabe en qué década transcurre la acción; solo una pista, no hay móviles ¡qué gusto!. Pero se trata de personas normales porque  la directora  ha escogido no añadir las fórmulas inevitables del cine comercial, es decir, guapos/as, malvados/as, efectos especiales, violencia, sexo y final feliz. Por eso, cuando acaba la película sientes la agradable sensación de haber dedicado una hora y media a una historia que merecía la pena. Y te da que pensar. Por ejemplo, que el mundo que refleja esta película no podría ser detenido por un  Covid-19;  porque esta transcurre en  una realidad paralela donde no ha llegado, ni llegará nunca, la cultura de otros países, ni el bienestar, ni la protección social. El tío Sam solo les facilita comida basura y sueños caducados. 
Hoy en España: 218.011  total diagnosticados, 25.428 muertos, 121.343 curados

domingo, 3 de mayo de 2020

Crónica Cambio de armarios. 3 de mayo


Ayer, día 2 de mayo, se inició la primera fase del desconfinamiento. Aunque en el fondo de mi mente sabía que no me iba a gustar mucho la salida por franjas horarias, me armé de ingenuidad y a las 8 de la mañana estaba en la calle, junto a R, listos para un paseo tempranero. ¡Exactamente igual que otros cientos de personas quienes, cual caballos desbocados, salieron en zapatillas y mallas a pasear, correr y montar en bicicleta! Hacía calor,  bastante calor y la mascarilla me hacía moquear; las manos me sudaban dentro de los guantes de latex mientras mi humor se ensombrecía al no poder ahuyentar la desconfianza hacia mis semejantes. Uno pasaba jadeando a tu lado, otro se apartaba asustado al cruzarse contigo en la estrechez de una acera, otra se había cubierto cual guerrera del antifaz con capucha y anorak negros y también jadeaba. En resumen,  una hora de suspicacias y poca sensación de respirar aire libre. Terminé cortando unas flores silvestres y regresando al refugio para, aquí sí, respirar aliviada. Pensé, mañana habrá que madrugar más para evitar las apreturas,  pero hoy no he salido. Me he dado  el lujo de escoger quedarme en casa y no madrugar.
Y en casa he acometido la tediosa tarea del cambio de  armarios. Ha sido chocante recoger la ropa de invierno que dejara de usar allá por marzo. Y más aún preparar la ropa de verano. Me subí a unos tacones  con los que he llegado a bailar con entrega absoluta y estuve a punto de hacerme un esguince. ¡Tantas cosas se vuelven absurdas desde la perspectiva de la pandemia!. Otras, las que nos recuerdan momentos en compañía,  se tiñen de nostalgia.  Y a todo tendremos que sobreponernos, porque habrá que estar listos para lo que vengan. Hoy El País ha publicado nada menos que 75 textos de expertos y pensadores sobre   el futuro tras el coronavirus. He echado un vistazo a los enunciados buscando inspiración para estas líneas. Algunos me han parecido muy atractivos: Recuperar el vínculo intergeneracional (Harmut Rosa);   Organicemos una forma de vida más modesta (Slavov Zizek); Tiempos de explorarse a uno mismo (Laura Morán); Volver al sueño de la tribu (Gabriela Wiener); Hacia ciudades de quince minutos (Richard Sennett); Habrá más epidemias y serán más peligrosas (José María Martín Moreno) … No he leído ninguno. Me inquieta divisar lo que viene.

Hoy en España: 217.466  total diagnosticados*, 25.264 muertos, 118.902 curados

viernes, 1 de mayo de 2020

Crónica 1 de mayo. 1 de mayo


Como todos sabemos, el día 1 de mayo se celebra el Día Internacional del Trabajador en casi todo el mundo. Hasta hoy, el 1 de mayo era un día  festivo con planes de primavera durante el que, de refilón y algo de cargo de conciencia,  la mayoría mirábamos en la tele las banderas rojas de las grandes manifestaciones sindicales.
El 1 de mayo de 2020 las calles están vacías y las manifestaciones  de los trabajadores son, como tantas otras cosas, ¡virtuales!. Mientras,  la televisión, escasa de banderas, hace recuento de contagios, victimas y … parados. El desastre es de tal calibre que nuestra vida (la de hace apenas 3 meses) nos parece un cuento de hadas. Tener trabajo es  (después de la salud) la mayor riqueza que uno pueda poseer o desear. Es una simpleza, sí,  pero es irrefutable.
Los datos económicos son como anuncios de neón en la oscuridad. Aunque solo los mires una décima de segundo, se quedan un buen rato brillando en tu retina. Y asustan. Una muestra:
Se espera una destrucción de casi dos millones de empleos en 2020 y una tasa de paro cercana al 19%. El PIB se reducirá en -9,2%, el consumo nacional -8,8%, las exportaciones -27,1% ...
No pocos de los trabajadores y sindicalistas que en 1886 salieron a la calle en Chicago reivindicando una jornada laboral de ocho horas perderían su trabajo e incluso su vida (hubo 5 condenados a muerte y multitud de heridos, despedidos, encarcelados e incluso torturados). Muchos avances y también muchas crisis, incluso perores que la actual, han afectado a los trabajadores desde entonces. Me quedo con la satisfacción de que al menos en la mayoría de los empleos se respeta la jornada de 8 horas que los valientes de Chicago reivindicaron.  
La novedad ”laboral” de la situación con Coronavirus es el teletrabajo, una novedad en muchos sectores que ha llegado para quedarse. Muchos directivos suspicaces pensaban que en cuanto ellos dejaran de mirar (controlar) los trabajadores en casa pondrían los pies sobre la mesa agarrados al mando a distancia o una cervecita.  Ahora resulta que no, que la mayoría es responsable y se está funcionando de forma bastante eficaz. Imagino que estará siendo duro para quienes necesitan aduladores y ayudantes siempre “a mano”. Tampoco serán amantes del teletrabajo los que usan “la oficina” como  coartada perfecta para llegar tarde a casa y decir que están tan cansados que no pueden ni cerrar la puerta del armario.  Yo me quedo con un mix: teletrabajo a ratos (si tienes una ventana con vistas) y oficina otros, que también allí nos concentramos, aportamos, hacemos amigos y hasta nos reímos. ¡Cómo cambian los tiempos!
Hoy en España: 215.216  total diagnosticados, 24.824 muertos, 114.678 curados