Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]



miércoles, 22 de abril de 2020

Crónica Obama. 22 de abril


Termino la autobiografía de Michelle Obama: Becoming. No suelo leer biografías, pero era un regalo y me animaron buenas críticas.  Al finalizar su lectura compruebo una vez más con qué celeridad lo contemporáneo se transforma en historia.
Michelle, nacida Robinson (nunca entenderé la renuncia a su identidad de las mujeres anglosajonas cuando se casan) se empeña en cada página  en explicarse y explicarnos  quién es, qué piensa, qué siente,  con o sin Barak Obama. 
Su fuerza y sus decisiones provienen, nos relata, de sus raíces, de su raza, de su barrio periférico del sur de Chicago, de unos padres cariñosos y honestos. Nos habla de la personalidad de una niña estudiosa, concienzuda, no muy sociable pero  comprometida, aunque no conforme,  con  una sociedad  injustamente desigual en la que encuentra  resquicios que  premian y recompensan su esfuerzo.
Michelle narra momentos sencillos, de esos que vamos modelando en la memoria para convertirlos en hitos de nuestra vida. El día en que su madre decide exigir en la escuela primaria una profesora capaz de motivar a los niños más adelantados; su empeño por llegar a la universidad o su decisión de abandonar un prestigioso despacho de abogados para iniciar un trabajo en el ayuntamiento, peor pagado pero con matices sociales que satisfacían su necesidad  de aportar y mejorar barrios de los suburbios como el suyo. También nos cuenta su escéptica aceptación de la carrera política de su marido, convencida, como casi todos,  que nunca un negro podría llegar a la presidencia de EEUU.
Michelle Obama se esfuerza en destacar sus sentimientos de ciudadana comprometida, de persona “normal” por encima de cualquier situación o decisión. A veces se pone empalagosa, en especial cuando habla de su experiencia como madre trabajadora y nos cuenta lo divinas que son sus niñas… 
Rememora también sus logros como  primera dama, por ejemplo sus  actividades para promover una alimentación más saludable en los colegios, o las jornadas de puertas abiertas en  la Casa Blanca en las que invitaba, organizando eventos motivadores,  a niños,  jóvenes, mujeres o militares. Destaca  también el fin de Osama bin Laden, un hecho que aplaude sin cuestionar forma ni fondo y que considera que significó una victoria de  la presidencia de Obama, dedicada al pueblo estadounidense, que se lo merecía.
Las memorias son historia reciente de EEUU y también de nuestro hemisferio  occidental. Parece mentira, pero cuando Obama llego a la presidencia, en 2008, iniciábamos la gran crisis (Lehman Brothers, ¿recuerdas?) y el primer presidente negro del país llegaba con las mejores intenciones y grandes proyectos sociales. ¡Sus propósitos le granjearon, in advance, el premio nobel de la Paz!. 
Repasando hoy el momento Obama, se me antoja como un espejismo, no sé qué pensaría si fuera uno de los estadounidenses que apoyaron con ilusión y sus votos el Yes, we can.  Con Mr. Trump en la Casa Blanca, los objetivos iniciales de aquella Administración Obama se han desdibujado.  Sencillamente,  el “aparato” los aplastó: desmantelamiento de Guantánamo (no conseguido), universalización de la asistencia sanitaria (apenas esbozado y menoscabado), reglamentación y restricciones de la posesión de armas, (imposible)…
Interpreto todo esto como un aviso de que los acontecimientos, buenos y malos, pasan y se suceden, dejando espacio a nuevas crisis, nuevos retos y renovadas ilusiones. Pronto habrá películas, novelas y tesis doctorales. Y observaremos, con perspectiva, lo que  quedó tras el Covid. También  lo que habrá cambiado para siempre.
Hoy en España: 208.389 contagiados, 21.717 muertos, 85.915 curados


 


martes, 21 de abril de 2020

Crónica de la trinchera. 21 de abril


Algunas ventajas y ciertos “peros” de la trinchera:
No usas zapatos,  pero … no paseas
Eres el dueño/a de tu espacio, pero … se te hace pequeño
La ropa no aprieta, pero … no te empodera
Decides tus horarios,  pero … pierdes precisión
Si llueve, no te mojas, pero … no hueles la tierra mojada
Tu nevera es una tentación, pero … no tiene sorpresas
No escuchas conversaciones ajenas, pero … nadie te escucha
No hay ruidos ciudadanos, pero … te inquieta el silencio
Ordenas los cajones, pero … tu mundo de fuera sigue destartalado
Cocinas rico, pero … no saboreas compartiendo
Tienes el cine, el teatro y el gimnasio en casa pero … sin taquilla, sin aplausos, sin sudor ni vapor en los cristales
Sin jefe, pero … a veces sin rumbo
Escoges en catálogos on line,   pero … no  tocas
No te maquillas, pero … te ves las ojeras
No te tropiezas pero … se te duermen las piernas
Contemplas bellos paisajes, pero … no viajas
Te quieres conocer un poco más, pero… te da pereza
Te mantienes en forma, pero .... te preguntas ¿para qué?
Haces quedadas on line, pero … nadie se emborracha
Miras a lo lejos por la ventana 
Hoy en España: 204.178 contagiados, 21.282 muertos, 82.214 curados


lunes, 20 de abril de 2020

Crónica Listados. 20 de abril


Oficios en los que pienso a cada rato:
·         Artistas: músicos, cantantes, bailarines, actores, titiriteros, trapecistas, domadores…
·         Terapeutas: fisios, osteópatas, masajistas ...
·         Peluqueros/as, esteticistas, maquilladores, las de las uñas…
·         Restauradores, hoteleros, camareros, cocineros, barmans ,,,
·         Joyeros, artesanos
·         Deportistas: futbolistas, nadadores, corredores, tenistas, jugadores de rugby…
·         Socorristas 
·         Cuidadores del zoo 
·         Entrenadores personales y de equipos deportivos
·         Marineros, marinos
·         Aviadores
·         Feriantes
·         Prostitutas
·         Manteros
·         Mensajeros
·         Traficantes
·         Mendigos, aparcacoches, vendedores en  semáforos
·         Gasolineros
·         Conductores
·         Guías turísticos
·         Reporteros, fotógrafos, periodistas
·         Tatuadores
·         Funcionarios de prisiones
·         Limpiadores
·         Floristas
·         Azafatos
·         Vigilantes
·         Maleteros
Y muchos más, detenidos en un semáforo en rojo y sin apenas señales en naranja ,,,

Hoy en España 200.210 diagnosticados, 20.852 muertos, 80.587 curados

domingo, 19 de abril de 2020

Crónica Servidumbre voluntaria. 19 de abril.


 Leo un artículo de opinión en torno a la crisis coronavirus ¿De que otra cosa opinamos estos días? Llama mi atención una referencia al Discurso de la Servidumbre Voluntaria, de Etienne de la Boetie (1530-1563). Descubro, pues no lo conocía, que se trata de un escrito emblemático, donde se cuestiona tanto al tirano como a quienes, sin rechistar,  le obedecen. Encuentro esta frase “La primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre; es la costumbre la que consigue hacernos tragar sin repugnancia su amargo veneno.” Y me viene cabeza algo que vengo rumiando desde que nos hemos recluido en casa. Es verdad que el virus es peligroso y que nos amenazan con multas y penas por desobediencia civil si salimos, pero ahora que lo pienso es extraño que casi nadie hayamos cuestionado el confinamiento. Apenas ha bastado un soplido, como el del lobo, para que los cerditos nos refugiemos en casa atemorizados. Me veo mucho más borreguita de lo que me creía. Es mucho más cómoda la costumbre que el inconformismo.
Y ahora que empezamos a tener cierta perspectiva de este parón planetario empiezan a chirriar  algunas cosas. Por ejemplo, yo ahora no acataría como normal que durante un mes se haya estado  permitiendo a los dueños de los perros salir a pasear mientras se prohibía salir a niños, adolescentes o ancianos. En mi opinión, el desconfinamiento debería afectar a todos si se toman, y puede hacerse,  ciertas precauciones.  Quizá ahora también pediría explicaciones por cierta información desajustada a la realidad y por la desinformación respecto al motivo principal por el que nos han confinado. Porque empiezo a entender que la enfermedad causada por el Covid es peligrosa y fatal en muchos casos, pero es aún más terrible el fracaso de este país que se ha quedado al descubierto, sin medios y  sin estrategia, dejando en primera línea a sanitarios, ejercito, policías, transportistas y tenderos. El resto nos hemos quedado voluntariamente al margen. Y  ahora, cinco semanas después, no me convence.
Nos hemos entretenido estos días ordenando un poco nuestras aceleradas existencias. Hemos arreglado los armarios, descubierto las quedadas on line, las habilidades musicales de nuestros vecinos y hasta las mejores recetas de pan casero. Mientras, el planeta rugía. ¿Y nosotros? lavándonos las manos, en casa. Demasiado cómodo para ser una heroicidad…
Hoy en España: 195.944 contagiados, 20.453 muertos, 77.357 curados

viernes, 17 de abril de 2020

Crónica Naturaleza. 17 de abril


Quiero vivir
Quiero gritar
Quiero sentir
El universo sobre mí
Quiero correr en libertad
Quiero llorar de felicidad 
(El universo sobre mí. Amaral) 
Me pongo hoy a escribir y me sale la letra y la música de la canción de Amaral. Y le añado un verso: “Quiero salir”. 
Es primavera, hace un mes que es primavera y ni la alergia nos llega, aquí, en nuestras guaridas. Leo una noticia: dice que durante este parón los ciudadanos estamos agudizando nuestros sentidos de tal modo que algunos llegan a detectar, sin sismógrafos, mínimos temblores de tierra. 
Y mi cabeza se pone a hilar versos y pasa de asimilar la noticia a pensar en la Naturaleza, hoy reposando de humanos y creciendo a solas, tan a gusto. Podría ocurrir que mientras impera el silencio, los humanos reaprendiéramos a escuchar lo que la Naturaleza nos cuenta, mientras nos explica las razones de casi todo, como esos crujidos de su corteza que acabarán derivando en movimientos sísmicos. 
Igual que Amaral, quiero salir, quiero volar, quiero correr al aire libre. ¡Cómo apetece ese aire! Más que una cerveza.

Hoy en España: 188.068 contagiados, 19.478 muertos, 72.963 curados

jueves, 16 de abril de 2020

Crónica Vestido rojo. 16 de abril.

A causa de Covid-19, mi hija regresó in extremis de NY, dejando en suspenso su aventura como estudiante en la NYU. Ayer, deshaciendo su maleta, apareció el vestido rojo que serviría para su graduación. Lo compramos hace tiempo en unas rebajas y aunque entonces no sabíamos qué ocasión lo merecería, pensamos que por sólo 9,99€ valía la pena. Aún tiene la etiqueta y al colgarlo en el armario, tan bonito, me ha parecido una especie de símbolo de tantas ilusiones hoy abruptamente postergadas.
Pero el color rojo tiene una fuerza imposible de aplacar, es mi color favorito y este vestido me ha dado subidón. Porque intuyo que hay muchos vestidos rojos guardados temporalmente en un cajón. Listos para salir y asombrar.
De un cuadro de Joaquín Pacheco
El rojo es el color de la pasión. Rojo es el cielo cuando un atardecer nos hipnotiza. Rojo es marte, el guerrero. Rojo es el telón de los teatros y también el color de nuestros labios y el de muchos corales. En rojo llega a veces el pudor y también la vergüenza.  El fuego es rojo y es calor. Rojos son los tomates y las mejillas encendidas por la emoción.  Rojos eran los zapatos de Judy Garland en “El mago de Hoz” y, seguramente por roja destaca entre muchas la señal de prohibido. Es rojo el vino con el que celebramos y roja la rosa que acompaña al libro que regalas.
Rojo es intensidad, optimismo, acción … vida. ¡Esto marcha!.
Hoy en España: 182.816 contagiados, 19.130 muertos, 74.797 curados


miércoles, 15 de abril de 2020

Crónica Incompatibles. 15 de abril


Aplaudir es fácil, un sencillo gesto de coordinación de los miembros superiores; no lo es tanto  decidir hacia qué o quiénes  dirigir las ovaciones. Aunque parece que esta vez sí, que estos días de miedos y horrores colectivos hay un enemigo común que nos mantiene  decididos a vitorear a los héroes anónimos que se la juegan en primera línea anti virus.  En unos barrios suenan aplausos con el Resistiré, en otros con el himno nacional o algún lolailo de los Manolos. Con  fuerza y  constancia, el aplauso de las ocho está alcanzando más allá del reconocimiento y agradecimiento a sanitarios, bomberos y fuerzas de seguridad; para llegar a convertirse en un instante de puesta en común, donde mirarnos y reconocernos, desde las ventanas, con nuestros vecinos.
Y hasta aquí el plato dulce. Porque, tristemente, ya han aflorado aquellos que se me ocurre denominar “incompatibles”. Son  esos tipos que van a su bola, esos  a los que, por ejemplo, no les importa si conduces detrás porque pasan de poner el intermitente; pasan de ceder el paso mientras se manifiestan profundamente ofendidos ante cualquier gesto que no redunde en su propio y, a ser posible, único beneficio. Porque son “incompatibles” con el buen rollo. La envidia, o quizá el miedo, les impiden ver más allá de sus  narices y en estos tiempos, como no,  están dando el "do de pecho".
Son estos "incompatibles" los que en lugar de aplaudir a sus vecinos enfermeros, cajeros de supermercado, limpiadores o mensajeros, han pensado que mucho mejor si están lejos. Les envían notas sugiriendo, imperativamente, que abandonen sus hogares y  a sus familias. Mientras,  que sigan arriesgando sus vidas pero, ojo, que no amenacen su seguridad, la que ellos han conquistado por derecho propio, con  el simple gesto de mirar la vida real desde sus ventanas. Suelen ser los “incompatibles” aquellos que no desaprovechan ocasión para lanzar dardos contra los inmigrantes, pero que utilizan los servicios de Glovo para pedir a domicilio cualquier chorrada; hacen ingeniería financiera para evadir impuestos o consumen descargas ilegales para no pagar por la música o la lectura… Se me ocurren muchas cosas que no me gustan de estos tipos, pero nunca hubiera imaginado que llegaran a desarrollar  conductas tan miserables. Aviso a navegantes:  a los malos sentimientos  no se los carga el Covid-19.
Hoy en España: 177.633 contagiados, 18.579 muertos, 70.858 curados

martes, 14 de abril de 2020

Crónica Anuncios.14 de abril


Imaginemos un viajero recién llegado a casa desde  tierras remotas. No ha hablado con nadie en un par de meses, no ha leído ninguna noticia; cierra la puerta tras de sí, arroja su mochila en un rincón y enciende la televisión; coincide con un espacio publicitario. Agotado, desvanecido en el sofá y con su cerveza favorita en la mano, se  dejaría llevar para contemplar, perplejo,  bellas imágenes acompañando mensajes llenos de esperanza, sensibilidad, compasión, retos colectivos, solidaridad, respeto, hasta de felicidad. Su pupilas se dilatan. Escucha que todo es a causa de un tal Covid-19. ¡Qué de puta madre!, grita. Al fin alguien se ha hecho cargo de este planeta y nos hemos vuelto ¿buenos?
Y hasta aquí la historieta. El viajero espabila pronto y descubre  lo que ha sucedido en su ausencia. Observa cómo en apenas unas semanas, la publicidad, esa “ciencia” que se adelanta a nuestros deseos para formatearlos a la medida de la oferta y la demanda,  ha dado un giro digno del más hábil funambulista. Aquí van algunas muestras:
*¡Qué no nos falte la energía! .Endesa   
*Educación para una vida mejor. Aprendemos juntos. BBVA
*Quitarte preocupaciones es elaborar un plan para ponértelo más fácil. Naturgy
*All together now. Digilosofía desde casa. Banco Santander
*Todos juntos podemos con esto. Cola Cao
*Ahora es momento de parar … Para seguir viajando.Grupo Barceló
*Siéntete como en casa. Marcilla     
*Ya queda menos. Somos la televisión de un gran país. Atresmedia
Este último me encanta,  con  imágenes bellísimas amenizadas con la canción “El sitio de mi recreo”, de Antonio Vega.
A los deseos y sueños de un “después” que todos, juntos, imaginamos mejor, se añaden  anuncios y seudo artículos de ayuda, como ese dedicado a “4 alimentos inteligentes para evitar enfermedades” o los que contienen consejos  para desarrollar nuestras habilidades cocineras, artísticas, educativas, etc.
De otro tipo, más barato,  son los anuncios que, sin disfrazarse,  nos venden fantásticos artículos diseñados para nuestra protección. Aquí dejo un ejemplo, son  unos sombreros con visera protectora, superútiles, a la par que elegantes...
Hoy en España: 172.541 contagiados, 18.056 muertos, 67.504 curados

lunes, 13 de abril de 2020

Crónica Callejera. 13 de abril


Pensar en la calle me agita la sangre… apetece y acobarda. No sé qué me asusta más si el virus o los sujetos pesantes. Esos que lanzan su mala baba sin sopesar audiencias ni medir consecuencias; sin recapacitar sobre la veracidad de aquello que tanto les enoja. Hoy El País daba unos datos escalofriantes del nivel alcanzado en los comentarios de los lectores, hablaba de “ciénaga de ataques e insultos”. Yo hace tiempo que salí de las redes sociales al percibir la sangre goteando en el colmillo de aquellos que encuentran odio hasta para hablar de los pajaritos que cantan o que  las nubes se levantan. Me salí, mejor dicho hui, deserté, cuando tras la muerte de un montañero catalán en el Himalaya varios comentarios celebraban el accidente increpando al fallecido cosas como “¿Ahora qué?; ¡te va a repatriar tu p.m!” y otras lindezas.
Me quedo con la belleza. La que volverá mientras me protejo del sol con gafas y visera; la de sudar caminando en el monte y después recuperarme con una cerveza fría; la de escuchar música brasileña y contemplar mi alegría emerger sin barreras; la de reírme a lo tonto cuando veo a alguien tropezar. También la de mis amigas, creciendo en buenas vibraciones, y la de mis hijos, cuando comparten recetas con su abuela. La de una copa de vino acompañando un aperitivo aderezado con charlas entrecruzadas e interrumpidas. La de mis compañeras de pilates y yoga, cuando suspiramos satisfechas y relajadas al final de una clase. La de un texto que releo porque no puedo creer cómo estoy tan de acuerdo o porque no lo  entiendo, pero parece que debiera. La del silencio y la luz en aventuras bajo el mar. La de mi sobrina bailarina, que se viste de rojo y llena su escalera de arte y belleza en estos días de confinamiento. La de los aplausos en un pequeño teatro. Esa delicia de compartir un bocadillo sentados en unas piedras mirando a lo lejos. La de los cosquilleos en el estómago cuando salimos de viaje… la de jugar a vivir.
Hoy en España: 169.496 contagiados, 17.489 muertos, 54.727 curados

sábado, 11 de abril de 2020

Crónica Casera. 11 de abril

Se me ocurre hoy clasificar a la humanidad en dos grupos: caseros y callejeros. Como aquellos  sedentarios - nómadas; recolectores - depredadores; libres - esclavos que, como antónimos, estudiábamos en el colegio.


Después de estas semanas “quedada en casa” me auto clasifico casera, a mi pesar. Simultáneamente observo como mi esencia callejera va desdibujándose minuto a minuto. Reconozco que estoy a gusto en este encierro, que me entretengo con pequeñas cosas y saboreo momentos de recogimiento. Luego, cuando cierro los ojos y hago el repaso cotidiano chequeando a los míos, me reconforta saber que si bien no todos están bajo mi techo, si están a salvo en sus “guaridas”. Ni coches, ni aviones, ni malos, ni torpes, ni casualidades nefastas les acechan… 


Estoy a gusto, pero también asustada, porque sé que vivo una situación anómala y disfruto de una posición confortable y privilegiada (sin virus y con trabajo) que podría desvanecerse. 

Nos dicen que somos héroes quedándonos en casa, manteniendo las distancias, comunicándonos telemáticamente, pero no me convencen; no me apetece resignarme a estar siempre a cubierto, disfrutando, por ejemplo de no tener que salir si llueve o si me duelen las muelas. Porque en mis días cotidianos, los de antes, mi yo casero perdía cada mañana la batalla cuando mi hoy desdibujado yo callejero se armaba de tacones, lápiz de ojos y bolso en bandolera para enfrentar la vida en directo. Eran pequeñas batallas disputadas cada rato en la oficina, la calle, el autobús o la gasolinera; siempre con riesgos, claro, pero éstos se percibían atenuados por la atmosfera compartida de la que ahora nos autoexcluimos. 

Se me ocurre porque ayer, cuando planificada una salida al supermercado, me sorprendió el miedo a los otros ¿Y si voy caminando por el barrio, ahora tan solitario, y me atracan? Lo pensé y lo sentí. Hoy no he salido y me reprendo por ello. 
Hoy en España: 161.852 contagiados, 16.353 muertos, 59.109 curados

viernes, 10 de abril de 2020

Crónica de Viernes Santo. 10 de abril


No son las vacaciones de Semana Santa mi periodo favorito para viajes. Demasiada gente, demasiado cortas. Suelo escoger no prolongar los cuatro días oficiales y hacer planes sencillos. Pero son ya muchos años e  intento recordar remotos viernes santos.
Algunos en Alicante, donde descubrí que en las solemnes procesiones, los nazarenos repartían caramelos como si de una cabalgata de reyes se tratara; donde mi hijo se apostaba al paso de los perplejos penitentes para soplar sus velas.
Otros en Portugal, donde recuerdo estar degustando unas ricas cervezas a la vez que escuchaba los tambores de una siniestra procesión. O aquel en Rascafría, bajo una fría y torrencial lluvia que tan cerca estuvo de acabar con el fervoroso paisano que -cubierto apenas con un sudario- representaba a Jesús en la cruz. 
Y en Madrid, donde por primera vez reparé en las llamadas “manolas”, las mujeres vestidas de negro, con mantilla y peineta, con tacones que aprietan, a veces de rodillas, siempre con  pendientes y collares de perlas.  ¿Qué pecados habrán cometido para sufrir tanto y merecer tanta penitencia? Es algo que siempre me pregunto al ver pasar las procesiones. También me sorprenden los personajes que las encabezan, esos tipos henchidos de orgullo, luciendo condecoraciones y agarrados a sus bastones de mando. Confieso, no obstante, que las procesiones alguna vez me han conmovido; no es fácil permanecer insensible al sudor de los porteadores ni a la bella imaginería de algunos pasos magníficos.
La  Semanas Santas son, además, ese momento para revisitar Ben-Hur, Espartaco y otros clásicos del cine. Son ratos después del potaje de vigilia, el bacalao o las torrijas en los que la televisión nos atrapa, queramos o no, y nos dejamos mecer entre cabezadas de ensueños…  como ese viaje del año que viene.
Hoy en España: 157.022 contagiados, 15.843 muertos, 55.668 curados

jueves, 9 de abril de 2020

Crónica Envidiosillos. 9 de abril


Hemos llegado a Semana Santa casi sin querer, porque sabemos que este año no toca. No hay operación salida, ni sacamos el bikini ni las chanclas.  Seguimos en casa, bueno no todos. Unos cuantos han decidido que con ellos no va el tema. Ellos se van a la playa, caiga quien caiga. Acabo de escuchar que han detenido a un ciudadano en Torrevieja tras la difusión de un video en el que decía  que llegaba, junto con otros miles de madrileños, dispuesto a contagiar el corona virus a todo aquel con quien se cruce. Sin comentarios.
Lo cierto es que mientras unos obedecen sin rechistar el “Quédate en casa” y llenan sus horas con cine, noticias, bizcochos o  clases de baile, otros han pensado que tampoco pasa nada si interpretan, a su favor, la normativa. Si mi casa del pueblo también  es mi casa, pues me voy; si tengo una finca, pues cazo o paseo a caballo; si tengo perro, pues me doy cada día un paseo de una hora. La verdad,  es entendible. Las circunstancias son tan variadas como las interpretaciones y dentro de lo prudente se entienden ciertas desviaciones a la consigna de quedarse.
Lo que pasa es que para mantenernos tranquilos y conformes en una situación como ésta los ciudadanos necesitamos sentirnos más  iguales. El castigo o,  mejor dicho,  el esfuerzo de quedarse en casa se percibe como  en aquella telenovela titulada “Los ricos también lloran” que consolaba a los pobres telespectadores  a base de dramas fustigadores de millonarios y bellezones.
También me hace gracia, no sin  cierta amargura,  lo envidiosillos que somos ante ciertas pequeñas diferencias en la manera de pasar la “hibernación”. Por ejemplo, que una vecina grite desde su terraza a un vecino que se ha atrevido a dar dos vueltas a un pequeño jardín o que se critique que una chica está tomando el sol en su terraza. 

El colmo lo observé el otro día cuando un amigo grabó un video para contar una vieja aventura de la que extrapolaba una conclusión respecto al confinamiento.  Lo hizo en su jardín, en una mañana primaveral. Se esforzó por narrar y entretener y sin duda resultó una bella historia. El video está YouTube en un canal de que él dedica a sus temas de náutica, pues es marino. Lo explico para que se entienda lo incompresible del siguiente comentario de un seguidor: “¡Vaya confinamiento! Rodeado de verde, los pájaros no paran de cantar, tienes un color que ni yo en Cádiz… En fin me alegro por ti chaval”. Igual lo decía con buena intención y es un amiguete. A mí, la verdad me sonó un poquito… a mala leche.
Hoy en España: 152.446 contagiados, 15.238 muertos, 52.165 curados

miércoles, 8 de abril de 2020

Crónica Sin título. 8 de abril


Escribo estas “Crónicas coronavirus”  partiendo de algún pensamiento el cual, a su vez, suele  inspirarme un título. Después, voy hilando mis ocurrencias  junto al texto. Me entretiene el itinerario y, a veces, hasta me asombra el destino al que llego. Mientras escribo, disfruto.
Hoy no tengo título del que partir pues, pusiera el que pusiera, sería para evitar lo que ocupa mi cabeza y que,  sin rodeos, no es otra cosa que el hecho de que una persona que se sienta a escasos metros de mi en la oficina acaba de engrosar el descabellado número de  nuevas víctimas del Coronavirus.  Y aún me entristece más certificar que esa persona, se llama A., es un desconocido para mí. Nos hemos deseado muchos ¡buenos días!, innumerables ¡hasta luego! a lo largo de un par de años en los que hemos coincidido en ubicación y, sin embargo, no soy capaz de hablar de él. No se qué le gustaba, ni siquiera podría hablar de su trabajo, de sus aficiones,  aún menos sobre su vida privada. Era discreto, muy educado, es lo único que podría responder si alguien me preguntara. Y me entristece mucho. Y aún más si imagino, cuando volvamos, su hueco frente a mí. 
Hace ya 4 semanas que, no demasiado preocupados, quizá si un poco apesadumbrados,  dejabamos la oficina y nos decíamos: “bueno, ¡pues hasta pronto!”. Todos llevábamos las mismas papeletas en este macabro azar. Le ha tocado a él, y a muchos otros. Mientras, los que quedamos, podíamos esforzarnos en preguntar un poco más cosas como ¿Y a ti, qué te gusta? o ¿Y tú, qué piensas?
Hoy no disfruté escribiendo.
Hoy en España: 146.690 contagiados, 14.555 muertos, 48.021 curados

martes, 7 de abril de 2020

Crónica Leer. 7 de abril


Cuenta Vargas Llosa en un artículo reciente que afronta el confinamiento leyendo hasta diez horas diarias, y lanza un deseo referido a la posibilidad de que unos pocos ciudadanos salgan del estado de alarma con más de un libro, leído,  en sus bolsillos. También relata cómo aprendió a leer y enumera algunos de sus libros favoritos.
Leer es una de las cosas que más amo en el mundo. Leo todos los días de mi vida. Aprendo y disfruto con esos libros tan largos como seductores que me entretienen durante semanas  y a cuyos personajes despido como si fueran amigos de toda la vida. Y así como Vargas Llosa recordaba al hermano Justiniano  que le enseño a leer, ahora yo recuerdo a mi padre, que se empeñaba en leernos el Quijote cuando aún no sabíamos ni descifrar las letras. A fuerza de insistir, logró que tanto mi hermana como yo llegáramos al colegio con un pequeño recorrido por el abecedario. Se me ocurre ahora  que quizá aquello no fue del todo positivo, pues tener que esperar al resto de la clase resultaba aburrido y me distanciaba de mis pequeños compañeros. Porque yo ya tenía mi propio acceso al mundo de los cuentos, de las fantasías y las aventuras.
Rebuscando en mi memoria, creo que el primer libro que me impactó fue Confieso que he vivido, la biografía de Pablo Neruda. No podía,  ni sabía entonces,  apreciar o despreciar su calidad literaria. Tampoco me hacía falta, porque lo que ese libro hizo por mí fue auparme para que pudiera asomarme a la intensa vida intelectual y sensorial de este poeta, testigo afortunado de una cultura que ya no existía, al menos en nuestro país. Neruda había muerto hacía apenas cuatro o cinco años cuando mi yo adolescente leía su biografía y casi lloraba, maldiciendo a Pinochet. Y soñaba, soñaba.
Pero antes que  Neruda estuvieron “Las aventuras maravillosas de Pipo y Pipa”, de Salvador Bartolozzi,  unos cuentos ilustrados que mi padre atesoraba desde su infancia. Nos los leía entonado las voces del gigante Gurriato, la perrita de trapo Pipa, el aventurero Pipo y algunos más.
Un poco después devoré una colección, de esas que de pronto aparecían en las casas tras la visita de un vendedor, llamada “El mundo de los niños”. Eran dieciocho tomos dedicados a cuentos clásicos, fábulas, animales, ciencia, naturaleza y otros temas que ya no recuerdo pero que siempre estaban ahí para llenar un hueco de aquel tiempo que entonces transcurría tan lentamente.  
Mi padre era un lector ecléctico; en realidad no sé de dónde sacaba las referencias para elegir sus lecturas. Gracias a él leí muy tempranamente “Matar a un ruiseñor” (Harper Lee) , “Las uvas de la ira” (John Steinbeck), “Éxodo” ( León Uris ) o  el “Romancero gitano” (Lorca). Y, sobre todo,  gracias a él disfruté “Cien años de soledad”, la novela que,  definitivamente, llevaría conmigo a una isla desierta. La descubrí en su primera edición, esa que llevaba una errata en la portada. La guardé con apego en mi memoria y esperé más de cuarenta años para releerla, temerosa de que me decepcionara. No lo hizo. Hoy,  con el país en “hibernación” continúa constituyendo un mundo fantástico donde refugiarse:  
 “Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía de la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga.
Primera edición en España de "Cien años de Soledad".
Fue así como les quitaron a los chivos las campanitas que los árabes cambiaban por guacamayas, y se pusieron a la entrada del pueblo a disposición de quienes desatendían los consejos y súplicas de los centinelas e insistían en visitar la población.
Todos los forasteros que por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos supieran que estaban sanos. No se les permitía comer ni beber nada durante su estancia, pues no había duda de que la enfermedad sólo se transmitía por la boca, y todas las cosas de comer y de beber estaban contaminadas por el insomnio.
En esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población. Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir”. Extraído de Cien años de soledad - Gabriel García Márquez.
Hoy en España: 140.510 contagiados, 13.798 muertos, 43.208 curados

lunes, 6 de abril de 2020

Crónica Aporta o Aparta. 6 de abril


Escucho la radio mientras hago otras cosas por casa y  llega a mis oídos el título de una canción del Músico de Jazz Abraham Román (Álbum Soñar), se llama APORTA o APARTA. En una décima de  segundo esas palabras despliegan en mi cabeza un largo catálogo de lo me gustaría gritar desde la ventana cuando cada día me asomo a aplaudir.
Porque me gustaría reclamar a la iglesia que aportara con ese IBI que ahora no paga; preguntar a los que se dedican a enturbiar las redes con odios y maledicencias por qué no tributan con paz en lugar de llamar a enfrentamientos; recordar a los partidos que su papel es el de sumar fuerzas en lugar de dividir a la sociedad ante un objetivo prioritario; convencer a los ciudadanos que esto no es ideológico y solo cabe cooperar, aportar. Qué triste es contemplar cómo se desperdician recursos y  energía mientras “los malos” avanzan.
Como tristemente sé que no voy a gritar me propongo,  al menos, no olvidar  el imperativo: Aporta o … ¡APARTA!
Mientras, terminé de leer Fortunata y Jacinta. Las últimas páginas reservaban una sorpresa en las palabras de Maximiliano, quien ya loco, camino de Leganés, exclama:
“No contamos con la Naturaleza, que es la gran madre y maestra que rectifica los errores de sus hijos extraviados. Nosotros hacemos mil disparates, y la Naturaleza nos los corrige. Protestamos contra sus lecciones admirables que no entendemos, y cuando queremos que nos obedezca, nos coge y nos estrella, como el mar estrella a los que pretenden gobernarlo. Eso me lo dice mi razón, amigo Ballester, mi razón.”
Y sueño con salir a la montaña a rendir mis respetos a esta Naturaleza que hoy tenemos tan enfadada, corrigiéndonos y arrojándonos contra nuestra incoherencia.
Hoy en España: 135.032 contagiados, 13.055 muertos, 40.437 curados

domingo, 5 de abril de 2020

Crónica ¡Buen viaje Luis Eduardo Aute!. 4 de abril

Portada del Volumen 1 Autorretratos.

Mi amigo J. envía hoy en un chat un par de videos de Aute  y una carita con una lágrima. Lo miro sin abrir los enlaces y le escribo tan contenta ¡Qué conexión J.! , ando yo estos día escuchando a Aute, disfrutando con su música, concretamente con  La Belleza.  Quince minutos más tarde escucho en la radio que Aute ha fallecido. Me quedo paralizada  y, al mismo tiempo saboreo  otro de esos acoplamientos de planetas y estrellas que tanto me hacen cavilar. Había estado disfrutando estos días de sus viejas canciones, sabiendo que estaba malito y preguntándome si tendríamos oportunidad de volver a verle en público; si viviría consciente de la surrealista situación que atravesamos.
La noticia de su fallecimiento y la manera como la he  conocido me ha llevado a recordar una experiencia algo similar  que experimenté en enero de 2016, cuando nos dejó David Bowie. El viernes 8 de enero de aquel año, viajando en el coche con R. escuchábamos el álbum Blackstar, su lanzamiento coincidía ese día  con su 69 cumpleaños. ¡Qué bueno!  Bowie siempre original, sigue en forma!, fueron nuestros comentarios.
El lunes siguiente, camino de la oficina, escucho en la radio las nuevas canciones y pienso, “ya está triunfando Blackstar”. La música cesa y el locutor anuncia que David Bowie ha fallecido.
Será una tontería pero el hecho de haber pensado en Bowie, en Aute, de haber gozado de su música apenas unos momentos antes de que se fueran …. me conmocionó entonces y me emociona ahora.
Y pensando en ambos veo con claridad su denominador común: eran dos tipos elegantes, muy elegantes.  

Bowie era glamour, vanguardia, travestismo, talento, elegancia pop y belleza andrógina. Se fue como un señor hacia la negra estrella que el mismo se había reservado en el firmamento. ¡Cómo disfruté una exposición dedicada a su obra y sus atrezos al año siguiente!. 

Aute no era glamour, pero sí un creador polifacético, sincero, explícito, sin altibajos. Veo en su honor un programa de tv con uno de sus conciertos en un bello y caluroso patio de Córdoba. Mientras en las  butacas se abanicaban  y secaban las frentes de sudor, Aute, desde su taburete, transmitía amor por lo que hacía. Le percibí más elegante que nunca, en su camisa blanca y desabrochada. Decía que cada vez entendía menos sus canciones pero que, quizá por eso, cada vez le gustaban más.
¡Buen viaje amigo!
Esta crónica está escrita mañana, pero es de hoy, 4 de abril, mientras escucho el álbum de Luis Eduardo Aute: Autorretratos.

Hoy (5 abril) en España: 130.759  contagiados, 12.418 muertos, 38.080 curados 

Hoy (4 abril) en España: 124.736  contagiados, 11.744 muertos, 34.213 curados

viernes, 3 de abril de 2020

Crónica Autosuficiencia 3 de abril


… Encerrado en mi casa
Todo me da igual
Ya no necesito a nadie
No saldré jamás
Ahora soy independiente
Ya no necesito gente
Ya soy autosuficiente
Al fin

Fragmento de la canción “Autosuficiencia” de Parálisis Permanente

Me comunico con mis hijos por WhatsApp, hablamos por videollamada;  sabemos más o menos cada día lo que hacemos unos y otros. Estamos lejos.
Pero  observo que confluimos en cavilaciones y ciertas reflexiones. Una de ellas es preguntarnos si seríamos capaces de vivir con menos dependencia; si sobreviviríamos a un mundo sin mercados, sin transporte, sin energía eléctrica.  Yo desde luego que no. No tengo oficio que, por ejemplo, en caso de volver a la Edad Media, me permitiese un trueque. Es algo en lo que pienso a menudo. Si tu eres, por ejemplo, comadrona, puedes ayudar en los partos y a cambio, recibes, por ejemplo, un cordero. Si eres peluquera, solo necesitas guardarte unas tijeras, un peine y tienes  en el bolsillo tu salvoconducto. Si estás fuerte como un toro puedes construir tu casa.  Yo quizá enseñaría a leer. Mi hijo sueña con  vivir en la naturaleza y producir su comida.   
Junto al reconocimiento de  mi total dependencia material reflexiono sobre la solidaridad. Qué pesadillas están resistiendo estos días los sanitarios, los policías, los bomberos, los militares, los transportistas… y,  al mismo tiempo,  les imagino cada noche, rendidos pero también satisfechos con su aportación para paliar los daños de esta crisis global. A los demás nos recuerdan  quédate en casa”. Somos los pasivos, los que llenamos las redes de comentarios, opiniones y muchas bobadas.
Cuando regresemos, cuando nos abracemos (como dice Iñaki Gabilondo) habrá que esforzase por ser un poquito mejores, cada uno en lo suyo.  Aunque nuestras labores no sean  estratégicas  para la supervivencia, que al menos no estorbemos. Suena bien, aunque lamento que la canción que me acompaña ahora mismo sea el grito punk de Eduardo Benavente.

Hoy en España: 117.710  contagiados, 10.935 muertos, 30.513 curados 


jueves, 2 de abril de 2020

Crónica Todavía hay clases. 2 de abril

Eh! qué todavía hay clases! Esta frase,  que usamos a la ligera para distanciarnos de los demás con cierto orgullo por ser diferentes,  se ilumina estos días con luces de neón si pensamos en las infinitas formas que está alcanzando el confinamiento de la población mundial.  
Lo estamos viendo en la prensa y en las redes sociales, que  nos van contando con la intención de entretenernos “lo bien,  o regular,  que se lo montan algunos”; también  lo que están sufriendo otros muchos. De hecho, se ha producido  una especie de ilusión colectiva: vamos a compartir nuestro salón, nuestras sesiones de yoga, nuestras reuniones virtuales, nuestras cocinas, a veces nuestros miedos. Es insólito el  nivel de comunicación alcanzado. El futuro ya está aquí … Yo también he sucumbido a la fiebre de compartir, la muestra es este Blog resucitado que me sirve de excusa para sentirme parte de este nuevo universo ciber conectado.
Mientras, algunos dan la nota!. Un ejemplo extraído de las noticias de ayer: muchos millonarios neoyorkinos se han lanzado a ocupar sus segundas residencias en los Hamptons; hasta ahí algo comprensible ¿A quién no le gustaría salir de la ciudad en esta situación de confinamiento?. Lo que es flipante es que varios se salten todos los niveles de pudor a la hora de acatar el aislamiento, su versión del asilamiento: “Tengo 200.000 dólares y necesito una mansión.  La quiero ahora”. Algo así espetó un tipo adinerado  a una agencia inmobiliaria de la costa este estadounidense. Y se quedó tan fresco, porque todavía hay clases.

Un inciso para otro  recuerdo fetiche. La primera vez que vi la película Blade Runner allá por 1982 quedé fascinada por una escena en la que el protagonista Rick Deckard, bueno, Harrison Ford, llegaba a casa con una fotografía,  la escaneaba y la aumentaba a golpe de clics hasta  distinguir un detalle imperceptible a simple vista. Yo entonces no conocía el verbo  escanear, igual ni existía. ¡Las fotos eran solo en papel! Aquello quedó en mi retina. Cómo deseaba yo entonces disponer de un “aparato” que me permitiera una comunicación inmediata y a través de imágenes. Y aquí está, llegó. Al  mismo tiempo,  el mundo es más parecido a la versión distópica que nos presentaba Blade Runner (siempre lloviendo). 
Hoy en España: 110.238  contagiados, 10.003 muertos, 26.743 curados