Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]



sábado, 11 de abril de 2020

Crónica Casera. 11 de abril

Se me ocurre hoy clasificar a la humanidad en dos grupos: caseros y callejeros. Como aquellos  sedentarios - nómadas; recolectores - depredadores; libres - esclavos que, como antónimos, estudiábamos en el colegio.


Después de estas semanas “quedada en casa” me auto clasifico casera, a mi pesar. Simultáneamente observo como mi esencia callejera va desdibujándose minuto a minuto. Reconozco que estoy a gusto en este encierro, que me entretengo con pequeñas cosas y saboreo momentos de recogimiento. Luego, cuando cierro los ojos y hago el repaso cotidiano chequeando a los míos, me reconforta saber que si bien no todos están bajo mi techo, si están a salvo en sus “guaridas”. Ni coches, ni aviones, ni malos, ni torpes, ni casualidades nefastas les acechan… 


Estoy a gusto, pero también asustada, porque sé que vivo una situación anómala y disfruto de una posición confortable y privilegiada (sin virus y con trabajo) que podría desvanecerse. 

Nos dicen que somos héroes quedándonos en casa, manteniendo las distancias, comunicándonos telemáticamente, pero no me convencen; no me apetece resignarme a estar siempre a cubierto, disfrutando, por ejemplo de no tener que salir si llueve o si me duelen las muelas. Porque en mis días cotidianos, los de antes, mi yo casero perdía cada mañana la batalla cuando mi hoy desdibujado yo callejero se armaba de tacones, lápiz de ojos y bolso en bandolera para enfrentar la vida en directo. Eran pequeñas batallas disputadas cada rato en la oficina, la calle, el autobús o la gasolinera; siempre con riesgos, claro, pero éstos se percibían atenuados por la atmosfera compartida de la que ahora nos autoexcluimos. 

Se me ocurre porque ayer, cuando planificada una salida al supermercado, me sorprendió el miedo a los otros ¿Y si voy caminando por el barrio, ahora tan solitario, y me atracan? Lo pensé y lo sentí. Hoy no he salido y me reprendo por ello. 
Hoy en España: 161.852 contagiados, 16.353 muertos, 59.109 curados

viernes, 10 de abril de 2020

Crónica de Viernes Santo. 10 de abril


No son las vacaciones de Semana Santa mi periodo favorito para viajes. Demasiada gente, demasiado cortas. Suelo escoger no prolongar los cuatro días oficiales y hacer planes sencillos. Pero son ya muchos años e  intento recordar remotos viernes santos.
Algunos en Alicante, donde descubrí que en las solemnes procesiones, los nazarenos repartían caramelos como si de una cabalgata de reyes se tratara; donde mi hijo se apostaba al paso de los perplejos penitentes para soplar sus velas.
Otros en Portugal, donde recuerdo estar degustando unas ricas cervezas a la vez que escuchaba los tambores de una siniestra procesión. O aquel en Rascafría, bajo una fría y torrencial lluvia que tan cerca estuvo de acabar con el fervoroso paisano que -cubierto apenas con un sudario- representaba a Jesús en la cruz. 
Y en Madrid, donde por primera vez reparé en las llamadas “manolas”, las mujeres vestidas de negro, con mantilla y peineta, con tacones que aprietan, a veces de rodillas, siempre con  pendientes y collares de perlas.  ¿Qué pecados habrán cometido para sufrir tanto y merecer tanta penitencia? Es algo que siempre me pregunto al ver pasar las procesiones. También me sorprenden los personajes que las encabezan, esos tipos henchidos de orgullo, luciendo condecoraciones y agarrados a sus bastones de mando. Confieso, no obstante, que las procesiones alguna vez me han conmovido; no es fácil permanecer insensible al sudor de los porteadores ni a la bella imaginería de algunos pasos magníficos.
La  Semanas Santas son, además, ese momento para revisitar Ben-Hur, Espartaco y otros clásicos del cine. Son ratos después del potaje de vigilia, el bacalao o las torrijas en los que la televisión nos atrapa, queramos o no, y nos dejamos mecer entre cabezadas de ensueños…  como ese viaje del año que viene.
Hoy en España: 157.022 contagiados, 15.843 muertos, 55.668 curados

jueves, 9 de abril de 2020

Crónica Envidiosillos. 9 de abril


Hemos llegado a Semana Santa casi sin querer, porque sabemos que este año no toca. No hay operación salida, ni sacamos el bikini ni las chanclas.  Seguimos en casa, bueno no todos. Unos cuantos han decidido que con ellos no va el tema. Ellos se van a la playa, caiga quien caiga. Acabo de escuchar que han detenido a un ciudadano en Torrevieja tras la difusión de un video en el que decía  que llegaba, junto con otros miles de madrileños, dispuesto a contagiar el corona virus a todo aquel con quien se cruce. Sin comentarios.
Lo cierto es que mientras unos obedecen sin rechistar el “Quédate en casa” y llenan sus horas con cine, noticias, bizcochos o  clases de baile, otros han pensado que tampoco pasa nada si interpretan, a su favor, la normativa. Si mi casa del pueblo también  es mi casa, pues me voy; si tengo una finca, pues cazo o paseo a caballo; si tengo perro, pues me doy cada día un paseo de una hora. La verdad,  es entendible. Las circunstancias son tan variadas como las interpretaciones y dentro de lo prudente se entienden ciertas desviaciones a la consigna de quedarse.
Lo que pasa es que para mantenernos tranquilos y conformes en una situación como ésta los ciudadanos necesitamos sentirnos más  iguales. El castigo o,  mejor dicho,  el esfuerzo de quedarse en casa se percibe como  en aquella telenovela titulada “Los ricos también lloran” que consolaba a los pobres telespectadores  a base de dramas fustigadores de millonarios y bellezones.
También me hace gracia, no sin  cierta amargura,  lo envidiosillos que somos ante ciertas pequeñas diferencias en la manera de pasar la “hibernación”. Por ejemplo, que una vecina grite desde su terraza a un vecino que se ha atrevido a dar dos vueltas a un pequeño jardín o que se critique que una chica está tomando el sol en su terraza. 

El colmo lo observé el otro día cuando un amigo grabó un video para contar una vieja aventura de la que extrapolaba una conclusión respecto al confinamiento.  Lo hizo en su jardín, en una mañana primaveral. Se esforzó por narrar y entretener y sin duda resultó una bella historia. El video está YouTube en un canal de que él dedica a sus temas de náutica, pues es marino. Lo explico para que se entienda lo incompresible del siguiente comentario de un seguidor: “¡Vaya confinamiento! Rodeado de verde, los pájaros no paran de cantar, tienes un color que ni yo en Cádiz… En fin me alegro por ti chaval”. Igual lo decía con buena intención y es un amiguete. A mí, la verdad me sonó un poquito… a mala leche.
Hoy en España: 152.446 contagiados, 15.238 muertos, 52.165 curados

miércoles, 8 de abril de 2020

Crónica Sin título. 8 de abril


Escribo estas “Crónicas coronavirus”  partiendo de algún pensamiento el cual, a su vez, suele  inspirarme un título. Después, voy hilando mis ocurrencias  junto al texto. Me entretiene el itinerario y, a veces, hasta me asombra el destino al que llego. Mientras escribo, disfruto.
Hoy no tengo título del que partir pues, pusiera el que pusiera, sería para evitar lo que ocupa mi cabeza y que,  sin rodeos, no es otra cosa que el hecho de que una persona que se sienta a escasos metros de mi en la oficina acaba de engrosar el descabellado número de  nuevas víctimas del Coronavirus.  Y aún me entristece más certificar que esa persona, se llama A., es un desconocido para mí. Nos hemos deseado muchos ¡buenos días!, innumerables ¡hasta luego! a lo largo de un par de años en los que hemos coincidido en ubicación y, sin embargo, no soy capaz de hablar de él. No se qué le gustaba, ni siquiera podría hablar de su trabajo, de sus aficiones,  aún menos sobre su vida privada. Era discreto, muy educado, es lo único que podría responder si alguien me preguntara. Y me entristece mucho. Y aún más si imagino, cuando volvamos, su hueco frente a mí. 
Hace ya 4 semanas que, no demasiado preocupados, quizá si un poco apesadumbrados,  dejabamos la oficina y nos decíamos: “bueno, ¡pues hasta pronto!”. Todos llevábamos las mismas papeletas en este macabro azar. Le ha tocado a él, y a muchos otros. Mientras, los que quedamos, podíamos esforzarnos en preguntar un poco más cosas como ¿Y a ti, qué te gusta? o ¿Y tú, qué piensas?
Hoy no disfruté escribiendo.
Hoy en España: 146.690 contagiados, 14.555 muertos, 48.021 curados

martes, 7 de abril de 2020

Crónica Leer. 7 de abril


Cuenta Vargas Llosa en un artículo reciente que afronta el confinamiento leyendo hasta diez horas diarias, y lanza un deseo referido a la posibilidad de que unos pocos ciudadanos salgan del estado de alarma con más de un libro, leído,  en sus bolsillos. También relata cómo aprendió a leer y enumera algunos de sus libros favoritos.
Leer es una de las cosas que más amo en el mundo. Leo todos los días de mi vida. Aprendo y disfruto con esos libros tan largos como seductores que me entretienen durante semanas  y a cuyos personajes despido como si fueran amigos de toda la vida. Y así como Vargas Llosa recordaba al hermano Justiniano  que le enseño a leer, ahora yo recuerdo a mi padre, que se empeñaba en leernos el Quijote cuando aún no sabíamos ni descifrar las letras. A fuerza de insistir, logró que tanto mi hermana como yo llegáramos al colegio con un pequeño recorrido por el abecedario. Se me ocurre ahora  que quizá aquello no fue del todo positivo, pues tener que esperar al resto de la clase resultaba aburrido y me distanciaba de mis pequeños compañeros. Porque yo ya tenía mi propio acceso al mundo de los cuentos, de las fantasías y las aventuras.
Rebuscando en mi memoria, creo que el primer libro que me impactó fue Confieso que he vivido, la biografía de Pablo Neruda. No podía,  ni sabía entonces,  apreciar o despreciar su calidad literaria. Tampoco me hacía falta, porque lo que ese libro hizo por mí fue auparme para que pudiera asomarme a la intensa vida intelectual y sensorial de este poeta, testigo afortunado de una cultura que ya no existía, al menos en nuestro país. Neruda había muerto hacía apenas cuatro o cinco años cuando mi yo adolescente leía su biografía y casi lloraba, maldiciendo a Pinochet. Y soñaba, soñaba.
Pero antes que  Neruda estuvieron “Las aventuras maravillosas de Pipo y Pipa”, de Salvador Bartolozzi,  unos cuentos ilustrados que mi padre atesoraba desde su infancia. Nos los leía entonado las voces del gigante Gurriato, la perrita de trapo Pipa, el aventurero Pipo y algunos más.
Un poco después devoré una colección, de esas que de pronto aparecían en las casas tras la visita de un vendedor, llamada “El mundo de los niños”. Eran dieciocho tomos dedicados a cuentos clásicos, fábulas, animales, ciencia, naturaleza y otros temas que ya no recuerdo pero que siempre estaban ahí para llenar un hueco de aquel tiempo que entonces transcurría tan lentamente.  
Mi padre era un lector ecléctico; en realidad no sé de dónde sacaba las referencias para elegir sus lecturas. Gracias a él leí muy tempranamente “Matar a un ruiseñor” (Harper Lee) , “Las uvas de la ira” (John Steinbeck), “Éxodo” ( León Uris ) o  el “Romancero gitano” (Lorca). Y, sobre todo,  gracias a él disfruté “Cien años de soledad”, la novela que,  definitivamente, llevaría conmigo a una isla desierta. La descubrí en su primera edición, esa que llevaba una errata en la portada. La guardé con apego en mi memoria y esperé más de cuarenta años para releerla, temerosa de que me decepcionara. No lo hizo. Hoy,  con el país en “hibernación” continúa constituyendo un mundo fantástico donde refugiarse:  
 “Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía de la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga.
Primera edición en España de "Cien años de Soledad".
Fue así como les quitaron a los chivos las campanitas que los árabes cambiaban por guacamayas, y se pusieron a la entrada del pueblo a disposición de quienes desatendían los consejos y súplicas de los centinelas e insistían en visitar la población.
Todos los forasteros que por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos supieran que estaban sanos. No se les permitía comer ni beber nada durante su estancia, pues no había duda de que la enfermedad sólo se transmitía por la boca, y todas las cosas de comer y de beber estaban contaminadas por el insomnio.
En esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población. Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir”. Extraído de Cien años de soledad - Gabriel García Márquez.
Hoy en España: 140.510 contagiados, 13.798 muertos, 43.208 curados

lunes, 6 de abril de 2020

Crónica Aporta o Aparta. 6 de abril


Escucho la radio mientras hago otras cosas por casa y  llega a mis oídos el título de una canción del Músico de Jazz Abraham Román (Álbum Soñar), se llama APORTA o APARTA. En una décima de  segundo esas palabras despliegan en mi cabeza un largo catálogo de lo me gustaría gritar desde la ventana cuando cada día me asomo a aplaudir.
Porque me gustaría reclamar a la iglesia que aportara con ese IBI que ahora no paga; preguntar a los que se dedican a enturbiar las redes con odios y maledicencias por qué no tributan con paz en lugar de llamar a enfrentamientos; recordar a los partidos que su papel es el de sumar fuerzas en lugar de dividir a la sociedad ante un objetivo prioritario; convencer a los ciudadanos que esto no es ideológico y solo cabe cooperar, aportar. Qué triste es contemplar cómo se desperdician recursos y  energía mientras “los malos” avanzan.
Como tristemente sé que no voy a gritar me propongo,  al menos, no olvidar  el imperativo: Aporta o … ¡APARTA!
Mientras, terminé de leer Fortunata y Jacinta. Las últimas páginas reservaban una sorpresa en las palabras de Maximiliano, quien ya loco, camino de Leganés, exclama:
“No contamos con la Naturaleza, que es la gran madre y maestra que rectifica los errores de sus hijos extraviados. Nosotros hacemos mil disparates, y la Naturaleza nos los corrige. Protestamos contra sus lecciones admirables que no entendemos, y cuando queremos que nos obedezca, nos coge y nos estrella, como el mar estrella a los que pretenden gobernarlo. Eso me lo dice mi razón, amigo Ballester, mi razón.”
Y sueño con salir a la montaña a rendir mis respetos a esta Naturaleza que hoy tenemos tan enfadada, corrigiéndonos y arrojándonos contra nuestra incoherencia.
Hoy en España: 135.032 contagiados, 13.055 muertos, 40.437 curados

domingo, 5 de abril de 2020

Crónica ¡Buen viaje Luis Eduardo Aute!. 4 de abril

Portada del Volumen 1 Autorretratos.

Mi amigo J. envía hoy en un chat un par de videos de Aute  y una carita con una lágrima. Lo miro sin abrir los enlaces y le escribo tan contenta ¡Qué conexión J.! , ando yo estos día escuchando a Aute, disfrutando con su música, concretamente con  La Belleza.  Quince minutos más tarde escucho en la radio que Aute ha fallecido. Me quedo paralizada  y, al mismo tiempo saboreo  otro de esos acoplamientos de planetas y estrellas que tanto me hacen cavilar. Había estado disfrutando estos días de sus viejas canciones, sabiendo que estaba malito y preguntándome si tendríamos oportunidad de volver a verle en público; si viviría consciente de la surrealista situación que atravesamos.
La noticia de su fallecimiento y la manera como la he  conocido me ha llevado a recordar una experiencia algo similar  que experimenté en enero de 2016, cuando nos dejó David Bowie. El viernes 8 de enero de aquel año, viajando en el coche con R. escuchábamos el álbum Blackstar, su lanzamiento coincidía ese día  con su 69 cumpleaños. ¡Qué bueno!  Bowie siempre original, sigue en forma!, fueron nuestros comentarios.
El lunes siguiente, camino de la oficina, escucho en la radio las nuevas canciones y pienso, “ya está triunfando Blackstar”. La música cesa y el locutor anuncia que David Bowie ha fallecido.
Será una tontería pero el hecho de haber pensado en Bowie, en Aute, de haber gozado de su música apenas unos momentos antes de que se fueran …. me conmocionó entonces y me emociona ahora.
Y pensando en ambos veo con claridad su denominador común: eran dos tipos elegantes, muy elegantes.  

Bowie era glamour, vanguardia, travestismo, talento, elegancia pop y belleza andrógina. Se fue como un señor hacia la negra estrella que el mismo se había reservado en el firmamento. ¡Cómo disfruté una exposición dedicada a su obra y sus atrezos al año siguiente!. 

Aute no era glamour, pero sí un creador polifacético, sincero, explícito, sin altibajos. Veo en su honor un programa de tv con uno de sus conciertos en un bello y caluroso patio de Córdoba. Mientras en las  butacas se abanicaban  y secaban las frentes de sudor, Aute, desde su taburete, transmitía amor por lo que hacía. Le percibí más elegante que nunca, en su camisa blanca y desabrochada. Decía que cada vez entendía menos sus canciones pero que, quizá por eso, cada vez le gustaban más.
¡Buen viaje amigo!
Esta crónica está escrita mañana, pero es de hoy, 4 de abril, mientras escucho el álbum de Luis Eduardo Aute: Autorretratos.

Hoy (5 abril) en España: 130.759  contagiados, 12.418 muertos, 38.080 curados 

Hoy (4 abril) en España: 124.736  contagiados, 11.744 muertos, 34.213 curados

viernes, 3 de abril de 2020

Crónica Autosuficiencia 3 de abril


… Encerrado en mi casa
Todo me da igual
Ya no necesito a nadie
No saldré jamás
Ahora soy independiente
Ya no necesito gente
Ya soy autosuficiente
Al fin

Fragmento de la canción “Autosuficiencia” de Parálisis Permanente

Me comunico con mis hijos por WhatsApp, hablamos por videollamada;  sabemos más o menos cada día lo que hacemos unos y otros. Estamos lejos.
Pero  observo que confluimos en cavilaciones y ciertas reflexiones. Una de ellas es preguntarnos si seríamos capaces de vivir con menos dependencia; si sobreviviríamos a un mundo sin mercados, sin transporte, sin energía eléctrica.  Yo desde luego que no. No tengo oficio que, por ejemplo, en caso de volver a la Edad Media, me permitiese un trueque. Es algo en lo que pienso a menudo. Si tu eres, por ejemplo, comadrona, puedes ayudar en los partos y a cambio, recibes, por ejemplo, un cordero. Si eres peluquera, solo necesitas guardarte unas tijeras, un peine y tienes  en el bolsillo tu salvoconducto. Si estás fuerte como un toro puedes construir tu casa.  Yo quizá enseñaría a leer. Mi hijo sueña con  vivir en la naturaleza y producir su comida.   
Junto al reconocimiento de  mi total dependencia material reflexiono sobre la solidaridad. Qué pesadillas están resistiendo estos días los sanitarios, los policías, los bomberos, los militares, los transportistas… y,  al mismo tiempo,  les imagino cada noche, rendidos pero también satisfechos con su aportación para paliar los daños de esta crisis global. A los demás nos recuerdan  quédate en casa”. Somos los pasivos, los que llenamos las redes de comentarios, opiniones y muchas bobadas.
Cuando regresemos, cuando nos abracemos (como dice Iñaki Gabilondo) habrá que esforzase por ser un poquito mejores, cada uno en lo suyo.  Aunque nuestras labores no sean  estratégicas  para la supervivencia, que al menos no estorbemos. Suena bien, aunque lamento que la canción que me acompaña ahora mismo sea el grito punk de Eduardo Benavente.

Hoy en España: 117.710  contagiados, 10.935 muertos, 30.513 curados 


jueves, 2 de abril de 2020

Crónica Todavía hay clases. 2 de abril

Eh! qué todavía hay clases! Esta frase,  que usamos a la ligera para distanciarnos de los demás con cierto orgullo por ser diferentes,  se ilumina estos días con luces de neón si pensamos en las infinitas formas que está alcanzando el confinamiento de la población mundial.  
Lo estamos viendo en la prensa y en las redes sociales, que  nos van contando con la intención de entretenernos “lo bien,  o regular,  que se lo montan algunos”; también  lo que están sufriendo otros muchos. De hecho, se ha producido  una especie de ilusión colectiva: vamos a compartir nuestro salón, nuestras sesiones de yoga, nuestras reuniones virtuales, nuestras cocinas, a veces nuestros miedos. Es insólito el  nivel de comunicación alcanzado. El futuro ya está aquí … Yo también he sucumbido a la fiebre de compartir, la muestra es este Blog resucitado que me sirve de excusa para sentirme parte de este nuevo universo ciber conectado.
Mientras, algunos dan la nota!. Un ejemplo extraído de las noticias de ayer: muchos millonarios neoyorkinos se han lanzado a ocupar sus segundas residencias en los Hamptons; hasta ahí algo comprensible ¿A quién no le gustaría salir de la ciudad en esta situación de confinamiento?. Lo que es flipante es que varios se salten todos los niveles de pudor a la hora de acatar el aislamiento, su versión del asilamiento: “Tengo 200.000 dólares y necesito una mansión.  La quiero ahora”. Algo así espetó un tipo adinerado  a una agencia inmobiliaria de la costa este estadounidense. Y se quedó tan fresco, porque todavía hay clases.

Un inciso para otro  recuerdo fetiche. La primera vez que vi la película Blade Runner allá por 1982 quedé fascinada por una escena en la que el protagonista Rick Deckard, bueno, Harrison Ford, llegaba a casa con una fotografía,  la escaneaba y la aumentaba a golpe de clics hasta  distinguir un detalle imperceptible a simple vista. Yo entonces no conocía el verbo  escanear, igual ni existía. ¡Las fotos eran solo en papel! Aquello quedó en mi retina. Cómo deseaba yo entonces disponer de un “aparato” que me permitiera una comunicación inmediata y a través de imágenes. Y aquí está, llegó. Al  mismo tiempo,  el mundo es más parecido a la versión distópica que nos presentaba Blade Runner (siempre lloviendo). 
Hoy en España: 110.238  contagiados, 10.003 muertos, 26.743 curados

miércoles, 1 de abril de 2020

Crónica La belleza. 1 de abril


Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza…

Es una estrofa de La belleza, una canción de Aute. Me sacude y me contenta cada vez que la escucho. Ayer sonó en la radio mientras hacía mis cotidianos tramos de escaleras y con ella subí y  baje varias veces, repitiendo su escucha “a la carta”. Me sucede con pocas canciones pero cuando ocurre,  lo disfruto con deleite.
Otras muchas veces, por el contrario, escucho canciones y de pronto me digo “se acabó”, “se me gastó la canción” y de verdad, no puedo soportarlas más.
La canción de Aute me recuerda, además,  a un viejo locutor de Radio3, Ramón Trecet. Este era un tipo muy poco simpático, más bien cascarrabias, pero ponía muy buena música y terminada su programa con una coletilla que, más o menos, decía así: “Amigos, disfrutad la belleza, porque es lo único que merece la pena en este asqueroso mundo”.
Me encanta ese lema. Igual que me emociona la película “La grande belleza”, que nos transporta por una Roma inigualable, bella por todos sus costados. Es como si la palabra en si misma,  “belleza”,  tuviera más fuerza que otras y abriera mis ojos para mirar, para contemplar de otra manera, de esa que conmueve.
No puedo ni deseo intentar definir la belleza. Respetando el consejo de Trecet, me  voy a empeñar en buscarla. En mi barrio, que ahora solo veo desde la ventana, en algunos mensajes, en ciertas llamadas, entre mis seres queridos, en las páginas de mis libros… La  voy a buscar también entre las noticias que ilustran estos días de miedos desconocidos. ¡la belleza, la belleza, la belleza!
Hoy en España: 102.136 contagiados, 9.053 muertos, 22.647 curados



martes, 31 de marzo de 2020

Crónica ... y Jacinta. 31 de marzo


No podía dejar a Jacinta,  la antagonista, sin disección. Últimamente percibo de forma acusada que en muchas novelas, películas, operas, series, etc.   cuando la heroína es una mujer, si me pregunto qué me transmite esa mujer, descubro que  muy poca cosa. Y concluyo que en muchos casos las mujeres protagonistas en realidad no lo son, que el autor o el director nos ha hecho alguna que otra trampa.
Volvamos a Fortunata y a Jacinta. La primera, una chica pobre e ignorante, al pairo de los que la rodean, la aman, la envidian o la mancillan; sin criterio alguno, sin personalidad; eso sí muy guapa, guapísima. La segunda, una sencilla señorita encorsetada por marido, suegros y demás parientes; buena por definición y con un destino preestablecido: cumplir como esposa y aspirar a ser madre, la mejor madre. Con estas descripciones creeríamos que las conocemos de cerca, pero no es cierto; son los otros personajes de la novela los encargados de modelar sus vidas. Ellas son una mera excusa del autor para exponer sus criterios, su realidad. No critico a Don Benito, para eso es el jefe aquí, solo matizo que tras los estereotipos femeninos de sus protagonistas le han quedado unas mujeres con cabezas poco interesantes.
Una sensación parecida me provoca la aproximación a ciertas operas, grandes tragedias shakespearianas o novelas rusas. Por ejemplo, Anna Karenina, gran novelón, pero cuando termino su lectura me falta algo. Pienso, ¿cómo es que se enamoran tan locamente estos personajes si no se conocen? ¿cómo es posible que sus vidas tornen en tragedias y que a lo lago de 1.000 páginas no tengan ni una sola conversación sincera?
Es cierto que también hay literatura donde el héroe masculino suscita entregas absolutas con tan sólo enseñar la barba, pero me atrevo a apostar que ganan por goleada las protagonistas idolatradas, capaces de provocar desdichas, tragedias, guerras y hasta epidemias con solo asomar la patita. ¿Conocemos siquiera un poquito a  Elena de Troya, a la Beatriz de Dante o a la pobre Dulcinea?. No decían nada,  no opinaban, igual ni pensaban. Sólo estaban allí; sus autores las manejaban y sus admiradores las sublimaban.
No existen musas que curen y cuiden enfermos, son mujeres de carne y hueso quienes protagonizan esos papeles. Estos días, las mujeres del sector sanitario y muchas otras son heroínas a su pesar.
Hoy en España: 94.417 contagiados, 8.189 muertos, 19.259 curados

lunes, 30 de marzo de 2020

Crónica Fortunata. 30 de marzo

Es lunes, comienza la tercera semana de este Estado de Alarma… Empiezo mi crónica y borro un primer párrafo en el que se me ha ocurrido, osada de mí, comparar estas crónicas con el Diario de Anna Frank. Pero no me atrevo a seguir; sería  pretencioso y de tono demasiado catastrófico. Me paro, me levanto, doy una voltereta y lo intento de nuevo.
Mi gran evasión estos días es la novela Fortunata y Jacinta. Me animé a leerla al cumplirse este año el centenario del  fallecimiento de Benito Pérez Galdós.  Y está resultando infinitamente mejor de lo imaginado. En realidad, lo que yo recordaba de esta novela era  una historieta rancia y costumbrista, procedente de la versión televisiva de 1980. Que miopía la mía, lógica por otra parte pues mis ojos entonces no tenían ni 20 años.  
La novela está llena de guiños y alusiones inteligentes a la política, la religión y la sociedad de su tiempo. No intentaré  añadir nada a las valoraciones y críticas de los expertos; solo mencionar algunas emociones o evocaciones que esta lectura me provoca. Entre ellas,  el regocijo de reconocer expresiones populares y decimonónicas que mi abuela y mi madre todavía usaban. Me paro a sonreír cuando las descubro en el texto. También es fascinante el viaje por los barrios madrileños, sus tiendas, sus cafés o sus corralas. Me entretiene consultar el mapa para acompañar a los protagonistas en sus itinerarios cotidianos. ¡Qué pequeña parece la ciudad de Fortunata!
Más mujeres, menos "Fortunatas"
Lo que me incomoda cada vez que me sumerjo en la novela es constatar con que crueldad “el honor” y “el qué dirán” eran ejes cardinales de aquellos tiempos. Pobrecitas las chicas, siempre sujetas a normas que otros disponían, siempre alertas ante la tentación acechante. Al mismo tiempo me satisface levantar la vista y reconocer un presente con varias generaciones de mujeres alejadas e  independizadas de la coerción ejercida por tantos “delfines”, “doñas lupes”, “rubines”, “guillerminas” o “feijoos”.  Me atrevo a decir que Madrid es hoy más grande, más compleja, quizá más peligrosa que en el XIX, pero muchas de sus ciudadanas caminamos ligeras, sin cargar con las condiciones de un cura, un querido, un marido o una señora puritana y gobernanta. 

Hoy en España: 85.195 contagiados, 7.340 muertos, 16.780 curados


domingo, 29 de marzo de 2020

Crónica El Diablo Cojuelo. 29 de marzo


Mientras bajo y subo escaleras en esta tarea diaria que me autoimpongo para no gangrenarme, escucho el programa “Volver para ser otros”, una mirada sosegada de Iñaki Gabilondo y varios expertos de diferentes disciplinas sobre lo que estamos viviendo y lo que está por venir. Y otra vez “Todo encaja”. Ocurre que Gabilondo hace su introducción al programa y menciona la novela de Luis Vélez de Guevara “El diablo Cojuelo” (año 1641). Mi cerebro se alborota al escuchar la cita pues es uno de los libros de cuyos enredos me hablaba mi padre, creo que incluso antes de que yo aprendiera a leer. Las historietas de un diablillo tan listo como travieso, que mostraba a un estudiante los secretos de los hogares madrileños “destapando”  tejados, me fascinaba entonces y nunca ha dejado de hacerlo;  no son pocas las ocasiones en las que me sorprendo evocando aquellas aventuras, imaginado que observo desde el aire las vidas privadas de mi ciudad.
Tejados  y vidas
El Diablo y su estudiante andarán muy entretenidos estos días, no sabrán ya ni donde mirar con casi un tercio de la humanidad, o más,  confinada en sus hogares. Hibernando dicen algunos columnistas. Las situaciones, los entornos, las circunstancias han de ser infinitas. Algunas bellísimas, llenas de amor y ternura; otras, aterradoras, y muchas,  extrañas. Mi imaginación se queda corta para intuir siquiera una porción de tantísimas vidas privadas
Intuyo muchas familias extrañándose con dolor, sabiéndose lejos,  y no precisamente en kilómetros sino en hechos coyunturales. Contemplo creadores dando lo mejor de sí, descubriendo que el mundo virtual acoge y celebra su ingenio. Admiro a quienes mantienen la cabeza fría y analizan y extrapolan datos, distantes e impasibles ante las especulaciones. Me pregunto también por la situación de personas cercanas cuyos trabajos están paralizados  ¿Cómo estarán mi peluquera, mi fisioterapeuta, la chica de Rodilla que me pone el café cada día? Y pienso también en personas ajenas; hace un rato, tras una extraña asociación de ideas, se me ha ocurrido pensar en las prostitutas. Sin clientes, ¿las estarán abandonando sus chulos, las mafias traficantes de mujeres? ¿Qué estará pasando con los millones de personas que viven al día, que sobreviven al día  en economías sin subsidios ni piedad?
El Diablo Cojuelo y su estudiante miran pero no actúan. Nosotros también miramos porque muchos tejados ahora se han levantado y no solo para que miremos, también, seguramente, para que interactuemos.
Hoy en España: 78.796 contagiados, 6.528 muertos, 14.709 curados



sábado, 28 de marzo de 2020

Crónica ¿Y después? 28 de marzo


Se cumplen 15 días desde la declaración del Estado de Alarma. Por aquel entonces ¡qué lejos!, a estas horas aún disfrutaba de una magnífica caminata por el Guadarrama. A fecha de hoy,  el estado de Alarma está  prorrogado hasta el 11 de abril y empezamos a preguntarnos ¿cómo será después?¿cómo seremos? ¿cómo seré yo, cada individuo, cuando esto acabe?
Las respuestas estándar, las dudas,  se agolpan sin esfuerzo. Entre todas, veo destacar una que inquieta:  ya nada será igual”,  palabras que si bien  nada concreto significan al mismo tiempo lo dicen todo. Por ejemplo, qué nunca habíamos vislumbrado experimentar una situación parecida, que no entendemos como aguantamos ni sabemos si aguantaremos, que ignoramos  cómo serán nuestras vidas la semana que viene. Que mientras tanto somos los mismos, pero sin maquillaje, y que nos gustaría, o no,  seguir siéndolo. Que estamos descubriendo novedades en nuestras almas y en las de quienes nos acompañan, aunque sea telemáticamente.
Veo en televisión a Jordi Ébole  contando su reciente experiencia de entrevistar por video al ex presidente de Uruguay, José Múgica. Explica que esta forma de hacer  TV estando cada uno solo en su casa, delante de la pantalla y con unos auriculares, sin técnicos alrededor, genera una intimidad y una corriente de sinceridad entrevistador-entrevistado que no había experimentado nunca. Otros muchos comunicadores han tenido que recurrir a esta fórmula y están realizando sus programas desde la privacidad de sus hogares. Aparecen con ropa informal, sin maquillaje, con una librería o una cocina de fondo. Y funciona. O así lo vemos quieres, también desde casa, intentamos mantener nuestro trabajo, nuestros afectos y nuestras rutinas.
Un atardecer CON
Y después, ¿Se nos olvidarán estos extraños días “sin” para entregarnos como si nada al “con”? La cerveza ¿la quiere con o sin alcohol? la tortilla ¿con o sin cebolla? el café ¿con o sin azúcar?  nos volverán a preguntar en las tabernas. Yo lo voy a pedir  todo CON, con compañía.

Hoy en España: 72.248 contagiados, 5.694 muertos, 12.285 curados

viernes, 27 de marzo de 2020

Crónica Nieva en Madrid. 27 de marzo


Me siento delante de “mi hoja en blanco”, sin muchas ideas. Me cuesta mantener el tono neutro. Ayer fue un día raro, me encontraba mal, nerviosa y mareada. En silencio me reprochaba, a mi y a mi entorno, haber sido quizá un poco descuidados con la prevención. No tenemos mascarillas y hemos salido a comprar con unos antifaces de los aviones puestos en la boca, con guantes de fregar… Finalmente descansé un poco de noticias, de mi misma poniendo la mente en stand by, salí a aplaudir, me tome mi vino en descansillo y  remonté. Mis síntomas imaginarios (flojera total) desaparecieron. Ayudaron mucho unos tulipanes enviados por mis hijos como regalo de cumpleaños.
También se acordaron de su abuela M. y otros tulipanes llamaron a su puerta. M. se puso nerviosísima; no entendía de dónde podían llegar y hasta pensó que eran del Ayuntamiento. Por fin logramos aclararlo y  el resultado ha sido un gran subidón de su estado de ánimo. Me decía “qué suerte tengo”. Estos pequeños detalles son en realidad muy grandes. Ayudan a quienes estamos en casa sin tareas comprometidas con estas circunstancias, aportando tan solo nuestra “distancia social” o, como ahora dice la OMS, nuestra “distancia física”.


De pronto entra un WhatsApp. El cuñado de una amiga, médico jubilado que ha mantenido la  atención a sus pacientes en esta crisis, acaba de fallecer por Coronavirus. https://www.abc.es/espana/madrid/abci-coronavirus-ultimos-dias-doctor-mata-mas-medico-confesor-familias-202003270121_noticia.html
Leo el  mensaje hasta tres veces  y al final, convencida de que era cierto, que no era un malentendido, respondo con la frase más cariñosa posible, consciente también de lo poco que servirá, ni esta y ni  las del resto del grupo, para el consuelo de su familia y seres queridos.  
Y aún hay más, el médico fallecido en Córdoba, el primer facultativo cuyo deceso fue noticia,  era primo de P., miembro del mismo grupo. https://www.diariosur.es/andalucia/fallece-cordoba-primer-20200325123304-nt.html. Devastador. 
Las bromas, las noticias, los consejos, los retos y hasta los malos rollos de estos días se deshacen como los copos de nieve que ahora mismo están cayendo sobre el asfalto en Madrid. Nos quedamos congelados.
Hoy en España: 64.059 contagiados, 4.858 muertos 9.357 curados

jueves, 26 de marzo de 2020

Crónica Principe Charles. 26 de marzo


Desde hace unos meses estoy suscrita a una Newsletter de la periodista Charo Marcos. Se llama Kloshletter (kloshletter@kloshletter@.com; Kloshletter vía mail6.suw15.mcsv.net). Es precisa y objetiva, con enlaces a noticias en diferentes medios. Estos días reúne titulares que sobrecogen. Una pequeña muestra: 

·Últimos datos actualizados en el mundo:
   467.594 contagiados 
     21.181 muertos
   113.770 recuperados

· Un tercio de la población mundial vive confinada por el coronavirus 

· Estados Unidos supera ya el millar de muertos mientras Nueva York instala una morgue improvisada en el mismo sitio que el 11-S. 

· Macron moviliza al Ejército francés. 

· Israel, entre la crisis política y la sanitaria. 

· Tokio pone en cuarentena a sus 14 millones de habitantes. 

· La ONU reclama a los gobiernos 2.000 millones de dólares para hacer frente al virus en los países pobres. 

· Más de 15 millones de brasileños se enfrentan al coronavirus hacinados y sin agua en la miseria de las favelas del país. 

· La OMS ha cambiado la expresión distancia social por distancia física. 

No sigo porque me puede dejar de latir el corazón. 

Y ahora, me quedo atónita al contemplarme abriendo el link del último apunte que dice: 

Y El Príncipe Carlos de Inglaterra da positivo y se recluye en Balmoral

Explícame eso!, me digo. ¡Con la que está cayendo! 

Poca aclaración. Se trata, hablemos claro, de mera curiosidad ante el padecimiento de los poderosos. ¿Morbo? Igual sí. 

¿Justificación?. Tampoco. Las otras noticias me dan miedo. Lo del Príncipe Carlos me entretiene. 

¿Moraleja? No me atrevo a concretarla. Mientras, tomo nota para llamar al coraje, al mío, y leer con más serenidad y en toda su  crudeza lo que está pasando, lo que estamos viviendo. 

Hoy en España: 56.188 contagiados, 4.089 muertos 7.015 curados

miércoles, 25 de marzo de 2020

Crónica ¡Un momento feliz! 25 de marzo


¡Un atardecer feliz!!



Cada día me conecto un rato en videollamada a tres bandas con mis amigas P y R. No paramos de “darnos la razón”, como dice R,  y comprobamos que estamos  evolucionando de forma casi paralela en nuestros estados de ánimo. Nos contamos lo que hacemos, cómo nos encontramos, lo que nos sorprende de las noticias; compartimos nuestra estupefacción ante la situación, ante un encierro tan necesario como extraordinario.  




Ayer noté que no andábamos muy locuaces, ¿qué será  lo que se va agotando? ¿las ideas? ¿el “sigue, sigue, no pares ….”? ¿la energía? ¿las ganas? ¿la esperanza?  ¿la ilusión? ¿la paciencia?

De pronto, P hizo una pregunta, algo así como ¿Cuál ha sido hoy vuestro momento más feliz?

Aquí dejo un renglón en blanco .....

... para materializar el silencio que se apoderó de mi alma. Me atrevería a decir que de nuestros tres corazones.

Me quedé noqueada, no era capaz de responder cualquier cosa del tipo  pues hoy ha salido una flor en mi terraza” o “me ha quedado muy rico el bizcocho”; pero tampoco me veía en respuestas trascendentes del estilo “me he sentido muy feliz porque mis seres queridos están bien” o “que felicidad al ver la solidaridad de unas mujeres de mi barrio que están cosiendo mascarillas”. No sé, era como que no encontraba la dimensión.

Pensando en el tema,  se me ocurre que me encuentro alojada en un termino medio, en la zona templada. Así conservo la calma, disfruto de lo cotidiano y miro de reojo las noticias. Así contengo la emoción cuando voy al supermercado y por la calle evito a los viandantes o dejo de respirar. Así no pienso en un potencial futuro sin achuchones….

Pero luego las cosas encajan. Al final, mi momento más feliz ha llegado esta mañana, inesperadamente,  cuando leo un mensaje de mi hija que me dice que está enganchada a estas humildes crónicas. Yo también lo estoy. Ayudan.

Hoy en España: 47.610 contagiados, 3.404 muertos, 5.347 curados


martes, 24 de marzo de 2020

Crónica Porque todo encaja. 24 de marzo

Hace poco terminé de leer Sapiens, el libro sobre la evolución humana que se ha convertido en un best seller. Lo leí de forma discontinua,  de modo que entre las interrupciones y mi mala memoria ahora no me siento muy capaz de resumir las numerosas ideas y teorías provocadoras que el autor aporta.

Pero algunas  si se quedaron en mi cabecita, como por ejemplo que a diferencia de otros seres vivos, los seres humanos hemos fabricado una ilusión, muchas.  Sobrevivimos aferrados a ideas que no siendo más que eso, ideas, convertimos en baluartes inamovibles y poderosos. ¿Cómo explicar de otra manera que luchemos a muerte unos contra otros por defender dioses, reinos, nombres, marcas, sociedades, estamentos … ?

Y lo pienso porque estos días observo que los ciudadanos, aunque creyéndonos individuos únicos, estamos evolucionando de forma muy parecida en nuestra percepción de la delirante situación que padecemos estos días. Diría que es por la similitud de pensamiento, por el concepto IDEA,  por lo que -¡y ahora lo descubro!- a casi todos nos hacen gracia los mismos chistes, memes y chorradas varias.  En ellos, en una ráfaga, en un dibujo, en una frase, identificamos un común denominador de nuestras inquietudes.

Ejemplo, me llega un meme que dice, “Vosotras, cuantos días lleváis sin sujetador?” y me parto. Otro dice, “IMPORTANTE: probarse vaqueros cada 2 o 3 días… los pijamas son muy traicioneros” y me río… Y lo hago porque estos chistes recogen en un solo renglón mi preocupación, la de muchas mujeres, sobre si estar recluidas en casa acabará con las "formas", y no solo las sociales, también las de nuestro cuerpo. Yo espero que no. 

Hoy en España: 39.673 contagiados, 2.696 muertos, 3.794 curados


lunes, 23 de marzo de 2020

Crónica Primer balance semanal. 23 de marzo


Ha pasado una semana desde que me lancé a estas crónicas del Estado de Alarma. Repaso la del  pasado lunes y es como si hubiera transcurrido más de un mes.

Ya no paseo por las zonas comunes de la manzana de mi bloque, ya casi no salgo a comprar, ya no me hacen mucha gracia los memes (ya hay menos), ya no creo que esto es un mal sueño….

Pero continúo pintándome la raya del ojo cada mañana, levantándome con ganas de conectarme al mundo; continúo aplaudiendo a las ocho; sigo con la rutina de pilates y sentadillas; bajo y subo algunas escaleras de mi bloque (despacito, que no se oye una mosca y no quiero que salgan los vecinos pensando que ya nos invade el ejército). Y sigo pensando que soy afortunada por muchas cosas.

¡cumple!
Pero ahora me estremezco con las cifras, ahora ya sí conozco personas que se encuentran mal. Algunos personajes públicos han fallecido, muchos anónimos continuarán haciéndolo, ahora me acuesto y tardo en sosegarme, la noche deforma y agranda mis miedos. ¿de verdad esto es un antes y un después? ¿estamos viviendo “en directo” pero “on line” el paso a una nueva era? Y es curioso, vayamos hacia donde vayamos, apuesto por un destino en color.

Y mientras hoy, voy y cumplo años …. Sin duda han sido felicitaciones especiales y me han encantado. Me he auto regalado/confecionado una tarta/bizcocho!


Hoy en España: 33.089 contagiados, 2.182 muertos, 3.355 curados