Mi gran evasión estos días es la novela Fortunata
y Jacinta. Me animé a leerla al cumplirse este año el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós. Y está resultando infinitamente mejor de lo imaginado.
En realidad, lo que yo recordaba de esta novela era una historieta rancia y costumbrista, procedente
de la versión televisiva de 1980. Que miopía la mía, lógica por otra parte pues
mis ojos entonces no tenían ni 20 años.
La novela está llena de guiños y alusiones
inteligentes a la política, la religión y la sociedad de su tiempo. No intentaré
añadir nada a las valoraciones y
críticas de los expertos; solo mencionar algunas emociones o evocaciones que esta lectura
me provoca. Entre ellas, el regocijo de
reconocer expresiones populares y decimonónicas que mi abuela y mi madre
todavía usaban. Me paro a sonreír cuando las descubro en el texto. También es
fascinante el viaje por los barrios madrileños, sus tiendas, sus cafés o sus corralas.
Me entretiene consultar el mapa para acompañar a los protagonistas en sus itinerarios
cotidianos. ¡Qué pequeña parece la ciudad de Fortunata!
Más mujeres, menos "Fortunatas" |
Hoy en España: 85.195 contagiados, 7.340 muertos, 16.780 curados
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