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lunes, 30 de marzo de 2020

Crónica Fortunata. 30 de marzo

Es lunes, comienza la tercera semana de este Estado de Alarma… Empiezo mi crónica y borro un primer párrafo en el que se me ha ocurrido, osada de mí, comparar estas crónicas con el Diario de Anna Frank. Pero no me atrevo a seguir; sería  pretencioso y de tono demasiado catastrófico. Me paro, me levanto, doy una voltereta y lo intento de nuevo.
Mi gran evasión estos días es la novela Fortunata y Jacinta. Me animé a leerla al cumplirse este año el centenario del  fallecimiento de Benito Pérez Galdós.  Y está resultando infinitamente mejor de lo imaginado. En realidad, lo que yo recordaba de esta novela era  una historieta rancia y costumbrista, procedente de la versión televisiva de 1980. Que miopía la mía, lógica por otra parte pues mis ojos entonces no tenían ni 20 años.  
La novela está llena de guiños y alusiones inteligentes a la política, la religión y la sociedad de su tiempo. No intentaré  añadir nada a las valoraciones y críticas de los expertos; solo mencionar algunas emociones o evocaciones que esta lectura me provoca. Entre ellas,  el regocijo de reconocer expresiones populares y decimonónicas que mi abuela y mi madre todavía usaban. Me paro a sonreír cuando las descubro en el texto. También es fascinante el viaje por los barrios madrileños, sus tiendas, sus cafés o sus corralas. Me entretiene consultar el mapa para acompañar a los protagonistas en sus itinerarios cotidianos. ¡Qué pequeña parece la ciudad de Fortunata!
Más mujeres, menos "Fortunatas"
Lo que me incomoda cada vez que me sumerjo en la novela es constatar con que crueldad “el honor” y “el qué dirán” eran ejes cardinales de aquellos tiempos. Pobrecitas las chicas, siempre sujetas a normas que otros disponían, siempre alertas ante la tentación acechante. Al mismo tiempo me satisface levantar la vista y reconocer un presente con varias generaciones de mujeres alejadas e  independizadas de la coerción ejercida por tantos “delfines”, “doñas lupes”, “rubines”, “guillerminas” o “feijoos”.  Me atrevo a decir que Madrid es hoy más grande, más compleja, quizá más peligrosa que en el XIX, pero muchas de sus ciudadanas caminamos ligeras, sin cargar con las condiciones de un cura, un querido, un marido o una señora puritana y gobernanta. 

Hoy en España: 85.195 contagiados, 7.340 muertos, 16.780 curados


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