No podía dejar a Jacinta, la antagonista, sin disección. Últimamente
percibo de forma acusada que en muchas novelas, películas, operas, series, etc.
cuando
la heroína es una mujer, si me pregunto qué me transmite esa mujer, descubro
que muy poca cosa. Y concluyo que en muchos
casos las mujeres protagonistas en realidad no lo son, que el autor o el director nos ha hecho alguna que otra trampa.
Volvamos a Fortunata y a Jacinta. La primera,
una chica pobre e ignorante, al pairo de los que la rodean, la aman, la
envidian o la mancillan; sin criterio alguno, sin personalidad; eso sí muy
guapa, guapísima. La segunda, una sencilla señorita encorsetada por marido,
suegros y demás parientes; buena por definición y con un destino preestablecido: cumplir
como esposa y aspirar a ser madre, la
mejor madre. Con estas descripciones creeríamos que las conocemos de cerca,
pero no es cierto; son los otros personajes de la novela los encargados de modelar sus vidas. Ellas son una mera excusa del autor para exponer sus criterios, su realidad.
No critico a Don Benito, para eso es el jefe aquí, solo matizo que tras los estereotipos
femeninos de sus protagonistas le han quedado unas mujeres con cabezas poco interesantes.
Una sensación parecida me provoca la
aproximación a ciertas operas, grandes tragedias shakespearianas o novelas
rusas. Por ejemplo, Anna Karenina, gran novelón, pero cuando termino su lectura
me falta algo. Pienso, ¿cómo es que se enamoran tan locamente estos personajes
si no se conocen? ¿cómo es posible que sus vidas tornen en tragedias y que a lo lago de 1.000 páginas no tengan ni una sola conversación sincera?
Es cierto que también hay literatura donde el
héroe masculino suscita entregas absolutas con tan sólo enseñar la barba, pero
me atrevo a apostar que ganan por goleada las protagonistas idolatradas,
capaces de provocar desdichas, tragedias, guerras y hasta epidemias con solo
asomar la patita. ¿Conocemos siquiera un poquito a Elena de Troya, a la Beatriz de Dante o a la
pobre Dulcinea?. No decían nada, no
opinaban, igual ni pensaban. Sólo estaban allí; sus autores las manejaban y sus admiradores
las sublimaban.
No existen musas que curen y cuiden enfermos, son mujeres de carne y hueso quienes protagonizan esos papeles. Estos días, las mujeres del sector sanitario y muchas otras son heroínas a su pesar.
Hoy en
España: 94.417 contagiados, 8.189 muertos, 19.259 curados
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