Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza…
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza…
Es una estrofa
de La belleza, una canción de Aute. Me sacude y me contenta cada vez que
la escucho. Ayer sonó en la radio mientras hacía mis cotidianos tramos de
escaleras y con ella subí y baje varias
veces, repitiendo su escucha “a la carta”. Me sucede con pocas canciones pero
cuando ocurre, lo disfruto con deleite.
Otras muchas
veces, por el contrario, escucho canciones y de pronto me digo “se acabó”, “se
me gastó la canción” y de verdad, no puedo soportarlas más.
La canción
de Aute me recuerda, además, a un viejo
locutor de Radio3, Ramón Trecet. Este era un tipo muy poco simpático, más bien cascarrabias,
pero ponía muy buena música y terminada su programa con una coletilla que, más
o menos, decía así: “Amigos, disfrutad la belleza, porque es lo único que
merece la pena en este asqueroso mundo”.
Me encanta
ese lema. Igual que me emociona la película “La grande belleza”, que nos
transporta por una Roma inigualable, bella por todos sus costados. Es como si
la palabra en si misma, “belleza”, tuviera más fuerza que otras y abriera mis
ojos para mirar, para contemplar de otra manera, de esa que conmueve.
No puedo ni deseo intentar definir la belleza. Respetando el consejo de Trecet, me voy a empeñar en buscarla. En mi barrio, que ahora
solo veo desde la ventana, en algunos mensajes, en ciertas llamadas, entre mis
seres queridos, en las páginas de mis libros… La voy a buscar también entre las noticias que
ilustran estos días de miedos desconocidos. ¡la belleza, la belleza, la belleza!
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