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lunes, 15 de marzo de 2021

Hace ahora un año

El 16 de marzo, hace ahora un año,  se registraban en España 9.300 contagiados de Covid-19 y  330 fallecidos. Se acababa de decretar el estado de Alarma y todos estábamos en casa, un poco asustados y, por qué no decirlo, algo excitados con la novedosa situación. 

Se apagaban todas las noticias para encender la alarma del Coronavirus, ese que luego pasaría a ser la Covid-19. Se aplazaban todos los deberes porque nos quedábamos en casa. Ni viajes, ni reuniones familiares, ni clases, ni invitaciones, ni quedadas, ni gimnasio, ni espectáculos, ni compras, ni médico, ni peluquería…solo espera y “distancia social”.

Hace ahora un año nos bajamos de los tacones para vestirnos en chándal y calzar zapatillas. Nos lanzamos a la busqueda de mascarillas, convertidas en  tesoro inalcanzable. Lo que aún no sabíamos, hace un año, es que la Covid había llegado para quedarse y arrasar, en diferentes escalas,  las vidas de nuestro planeta.

El año trascurrido  ha demostrado que casi todas las  predicciones de entonces acabarían chocando con una realidad diferente y nueva. Nos equivocamos en casi todo. Sobre todo en las cifras de contagiados y muertos. Pensamos entonces que apenas aguardaríamos en casa unas semanas, las justas para poner en orden nuestros armarios, y resulta que ya son doce meses atrapados por la pandemia. Ahora salimos, pero lo justo: sigilosos, precavidos, hartos… a veces hasta incumpliendo las normas y los toques de queda. Otros ya no salen, se han quedado atrás. 

Creímos, hace un año,  que el confinamiento daría tregua al frenesí de nuestras vidas y que cuando acabara seríamos mejores, capaces de conocernos mejor a nosotros mismos y también de comprender y tolerar lo que nos disgustaba de los demás…   y aquí estamos, asistiendo atónitos a los desacuerdos políticos,  a las medidas sin sentido y a las vacunaciones mal planificadas.

Desde nuestras madrigueras, durante unas semanas, hace un año,  incluso atisbamos una naturaleza agradecida, que nos obsequiaba con flores y aguas cristalinas tra la insólita retirada de los seres humanos. Hasta nos ilusionamos con recuperar el azul de nuestro planeta… pero volvimos. Lo hemos hecho con mascarillas, guantes, lejías, alcoholes desinfectantes, otra vez imponiendo nuestros miedos a la naturaleza, que ahora inundamos  de mascarillas y otros restos contaminantes.

Hace ahora un año volvimos la mirada hacia los sanitarios, los que luchaban en primera fila, apenas  sin protección, contra el virus e intentaban, como podían, salvar vidas. Les aplaudimos con ganas unas semanas. Después, algunos decidieron que mejor que aplaudir era protestar con cacerolas y bocinazos. El aire empezaba a enrarecerse y la palabra LIBERTAD empezaba un dramático proceso de desgaste. En nombre de la “libertad” se protesta, se incumplen las medidas establecidas y se celebran fiestas ilegales, se enmascaran los objetivos de los partidos políticos y se “engatusa” al personal, que se deja, harto como está de ver pasar el tiempo sin soluciones precisas, sin verdades.

Han pasado muchas cosas en un año, han fallecido muchas personas, (y no les tocaba); otras muchas se han empobrecido; unas pocas  han  sacado incluso algún rédito. El balance es intrínsecamente triste,  porque al mismo  tiempo no ha cambiado casi nada, seguimos siendo los mismos torpes seres humanos que éramos.  

A finales de febrero 2021 se habían contabilizado en España 92.000 fallecidos por la pandemia de Covid. Según datos extraídos de EL PAIS, España es el sexto país de la lista de países con el peor exceso de muertes (un 23% más de lo normal en el periodo 2015-2019).

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