Registro vacunas en "el Zendal" |
Entre las peculiaridades de este insólito tiempo de pandemia Covid-19 están las palabras y términos que hemos ido incorporando con más o menos naturalidad a nuestra vida cotidiana. Cito de memoria: distancia social, hidroalcohol, toque de queda, estado de alarma, confinamiento, cierre perimetral, respiradores, contagio, inmunidad, anticuerpos, patógeno, test serológico, prueba PCR, antígenos, mascarillas FFP1, FFP2, y FFP3…
Y en los últimos meses, por si no tuviéramos
suficiente, ha llegado el vocabulario
vacunas. Primero los laboratorios: Pfizer-BioNTech, Janssen (J&J/Janssen), ModernaTX,
Inc., AstraZeneca, Sputnik, Sinovac... Todos, casi a la vez, proclamando al mundo, que por fin llegaba la
solución, mejor aún: la salvación.
Recuperados de la gran noticia, los ciudadanos corrientes
pasamos a un nuevo estado, el de dominar
los principios activos de esas vacunas, pues resulta que no todas son iguales, ni
funcionan de la misma manera, ni provocan las mismas reacciones en nuestro
organismo. Menudo lío. Pero nos aplicamos, menudos somos cuando nos interesa
algo. Hoy, los ciudadanos corrientes ya somos capaces de hablar de proteínas,
vectores, mensajeros y mucho más, como si fuéramos científicos e investigadores de primera línea, con criterio y
opinión propia.
Pfizer y Moderna son vacunas de ARN mensajero.
Pertenecen a un nuevo tipo de vacunas que enseñan a nuestras células a producir
una proteína que desencadena una respuesta inmunitaria dentro de nuestro
organismo.
Este modelo nos rompe los esquemas; desde siempre
hemos asumido que pasar el sarampión significaba que te inmunizabas porque tu
cuerpo desarrollaba defensas y que si te vacunabas de viruela era porque te
inoculaban una viruela “chiquitita”, suficiente para desarrollar defensas, pero no para enfermar. Ahora estamos “asimilando”
nuevos enfoques.
Y por otro
lado están las vacunas de vectores virales, la de Janssen o AstraZeneca, que contienen
una versión modificada de otro virus (el vector) para dar instrucciones
importantes a nuestras células que, bien instruidas, desarrollarán respuestas
defensivas de nuestro sistema inmunitario. Intuyo que son más parecidas a las
de antes.
Ninguna exenta de polémica. Que si no están
probadas, que si producen trombos, muertes y riesgos, que si mejor para los mayores, o no, que si ahora
para los de mediana edad, que si peor para las mujeres… y te entran unos miedos
y una desconfianza que no conocías ni nunca antes habías sospechado ¿No nos
hemos vacunado, y hemos vacunado a
nuestros hijos, de polio, tosferina,
difteria, tifus, cólera, fiebre amarilla, meningitis, hepatitis, papiloma, etc.
sin preguntas, sin temores, sin recelos? Ahora la sobreinformación nos abruma y
nos manipula. Y encima nos empuja a tomar postura ¿Negacionista? ¿Ingenuo? ¿Obediente?
¿Ciudadano? ¿Conformado? ¿Escéptico? ¿Incrédulo? ¿Y yo, qué soy?
Me hago estas preguntas porque en plena
efervescencia de la confusión en torno a la vacunación (a la que los vaivenes
de la administración no aportaban precisamente luz) me vi, casi, en la esquina
de los berrinches, entre los enfadados, esos que prefieren joder al capitán dejando
de cenar. Y pospuse mi cita para vacunarme.
Me he pasado quince días arrepintiéndome y preocupada, hasta que ayer,
feliz, convencida y muy agradecida, recibí mi pinchazo de AstraZeneca (no puede
una dejar de pensar que, a pesar de todo lo que hoy empaña el devenir de nuestro
país, cualquier ciudadano español tiene más suerte que la mayoría de habitantes
del planeta). Por fin tengo, ¿inoculado?, ese vector viral (de adenovirus de chimpancé
no replicativo ChAdOx1) con el que me defenderé del maldito, o maldita, Covid-19.
En España se han registrado 3.496134 casos y 77.855 fallecidos por Covid. Se han administrado 14.994.667
En el mundo se han registrado 147,4 millones de casos y 3,1 millones de fallecidos por Covid. Se han administrado 1.040 millones de vacunas.
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