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miércoles, 20 de enero de 2021

USA. Sentimientos contradictorios.

Admiración. Rechazo. Envidia. Estupefacción. Incomodidad. Estupor. Desprecio. Desdeño. Ejemplo. Violencia. Armas. Solidaridad. Bienestar. Vanguardia. Desigualdad. Racismo. Ley. Orden. Mafias. Diplomacia. Impeachment. Imperialismo. Occidente….

Hoy, 20 de enero de 2021, a punto de comenzar la ceremonia de investidura del presidente Joe Biden son numerosos  los sustantivos (por no contar verbos, adjetivos y adverbios) que brotan en mi cabeza al pensar en Estados Unidos.  Entre ellos,  varios conllevan  apreciaciones positivas. No en vano los estadounidenses redactaron con su independencia  una constitución que incluía la Carta de Derechos, piedra angular de los derechos humanos. Establecieron las formas (al menos las formas)  de su democracia, articulando salvaguardas para mantenerla a flote a pesar de los numerosos peligros (ahora también ”trumpistas”) que la acechan desde sus inicios. En ello pensaba al contemplar perpleja el reciente asalto Congreso, perpetrado por una masa de “extraños” ciudadanos;  mientras, cruzaba los dedos y confiaba en que  los americanos no permitieran el ultraje de los más  preciados símbolos de su país, ese que sin pensar en sus vecinos llaman América. Porque hay que reconocerlo, no muchos países pueden contabilizar 46 ininterrumpidas ceremonias de investidura  de sus presidentes, presidentes elegidos en las urnas.  

Aunque no tiene nada que ver, pienso en los protocolos americanos en contraste con la reciente polémica provocada por el gobierno de la Generalitat catalana al intentar postponer la celebración de elecciones programadas para febrero. En Estados Unidos, las campañas electorales, las primarias, las elecciones, los nombramientos, los juramentos… están marcados por un calendario apenas inalterable. Se asume y se respeta, para dejar claro que son las instituciones y las leyes fundamentales las que mandan y no los intereses personales, partidistas  o circunstanciales los que marcan el ritmo político. Ya sabemos que las formas son mera fachada, pero a veces hacen falta estas fachadas para que el edificio entero no se derrumbe. Hablo de respeto. 

Se me ocurren estas cosas en espera de una ceremonia de investidura inédita, sin apenas invitados a causa de la pandemia y en aras de la seguridad.  Porque las armas y la violencia son la otra cara de la moneda, la  fea, de este gran país. Más de 25.000 agentes  han sido apostados en torno al Congreso y establecido numerosas restricciones en los accesos, incluido un muro de 2 metros de altura en torno a la Casablanca y el Congreso. Casi nada. Los ciudadanos cada vez más lejos de sus representantes...

Quien se lo va a perder, y esto sí que se sale de la norma,  es el ya expresidente Donald Trump,  que acaba de abandonar la Casablanca en helicóptero. Escucho en la radio sus palabras de despedida,  en las que evita nombrar a su sucesor.  Dice que se va contento, que en estos “increíbles” cuatro años ha hecho todo lo que vino a hacer, incluso  más…

¡Qué raro! Trump amasó su fortuna con la construcción, sin embargo, durante su  presidencia se le ha dado mucho mejor destruir, a golpe de tweet.


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