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lunes, 8 de febrero de 2021

1984, cuando éramos analógicos.

No disfruto de la ciencia ficción. Me inquieta, y mucho, pensar en distopías habitadas por robots, monstruos o planetas arrasados. Sin embargo, disfruté, y mucho, de la novela 1984 de Orwell y también de la película que, precisamente en 1984, vi en el cine protagonizada por Richard Burton y John Hurt. La dureza de la realidad que nos contaba “1984” no se correspondía con la de quienes tuvimos la fortuna de atravesar indemnes aquel año. No había aún grandes hermanos (al menos no en formato reality show), ni teléfonos móviles, ni apenas ordenadores portátiles,  ni redes sociales... Íbamos al cine, viajábamos y nos movíamos sin dejar huellas indelebles en registros digitales. Vivíamos sin “cookies”. En 1984 escribíamos a mano y hacíamos fotos, muy pocas,  con cámaras analógicas. Nos sabíamos de memoria los teléfonos y la dirección de nuestros amigos y resolvíamos “de cuerpo presente” los trámites burocráticos (en el banco, en la universidad, en los ministerios, direcciones generales, comisarías…). ¡cómo era, y qué lejana queda, la era predigital!

No todo lo que Orwell imaginó se ha cumplido, pero lo cierto es no andaba despistado respecto a la alienación de nuestra sociedad (ni falta hace que hablemos de las Redes Sociales).  Y diría que también respecto al aburrimiento… Porque nos estamos aburriendo, asustando y desgastando desde hace ya casi un año. Metidos en casa, sin tocarnos, sin salir del carrilito marcado, perdiendo allegados y conocidos, contemplando impotentes el avance de un virus que no se amedrenta ni cede un ápice. Está resultando duro y difícil,  aunque me consuela pensar que al menos hasta ahora ningún Annus horribilis ha sido eterno. Ni los nazis, ni Stalin, ni el muro de Berlín, ni los Jemeres rojos, ni las hambrunas extremas, ni epidemias como el cólera o  el ébola han sido para siempre (tampoco, reconozcámoslo,  la juventud, el amor, la belleza, las fiestas, los amaneceres…).

En 2021, la radio y la TV te machacan desde la mañana a la noche con las noticias de la Pandemia de Covid 19, y cada mañana me vienen a la memoria  aquellas noticias de las guerras entre Eurasia y Oceanía, entre Asia Oriental y Eurasia… palabras y palabras huecas vomitadas desde las pantallas de 1894 con un único fin: atemorizar y domesticar a los habitantes de un planeta triste y agotado.

Pensaba en la distopía de Orwell la otra tarde cuando parada en una gasolinera a las afueras de Madrid me encontré mirando el horizonte y a la vez siendo consciente de un silencio y una soledad poco común en una carretera general. Me pareció estar más cerca que nunca de esa ciencia ficción que tan poco me gusta…

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