Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]



martes, 28 de abril de 2020

Crónica Desconfinamiento. 28 de abril


Intencionadamente, por superstición,  he intentado no mencionar  el día después en estas crónicas. Si me entretengo a pensar en cuándo y  cómo será el desconfinamiento (otro vocablo para la colección) seguro que me abandona la calma para perderse en la espiral de los supuestos. No me apetece sufrir por especulaciones, mías o de otros, pero estos días ha comenzado a subir el volumen del “ruido” y ya parece inevitable pensar hacia fuera.
Es curioso, junto con las hipótesis sobre el “después” empiezan a perfilarse ciertos comportamientos entre la población confinada. Mientras muchos, desolados, intentan reaccionar ante una posible, o ya confirmada, pérdida de empleo, y otros, destrozados,  tienen aún pendiente una despedida y un duelo,   algunos se centran ya en los nuevos negocios. 
Se me ocurre que las empresas de comunicación no dejarán de recibir encargos para remodelar los menajes post Covid, o que los fabricantes de mamparas, mascarillas, máquinas de ozono, líquidos desinfectantes o  guantes, estarán planificando sus respuestas a la inesperada demanda en crecimiento. Son las primeras secuelas directas de esta crisis, y junto a ellas, otras, secundarias pero interesantes. Por ejemplo, parece que en Francia se han incrementado de forma espectacular las búsquedas y compras de casas aisladas en las afueras de las ciudades. Las miradas se han vuelto hacia la naturaleza y con ella se vislumbran también actividades de ocio diferentes. Si no podemos ir al futbol, ni al museo, ni subir a la torre Eiffel, vayamos a reconquistar los prados, respiremos.
El creciente deseo de huir de las ciudades me preocupa. Si millones de individuos descubren de pronto la naturaleza que hasta ayer  ignoraban y despreciaban, pero sin cambiar sus hábitos ni su esencia destructiva,  solo puedo imaginar lo peor: invasión y devastación ¡Socorro! Puede que la humanidad aún esté noqueada por un virus, pero sabemos que no se dará  descanso hasta que vuelva a enseñorearse sobre el planeta, (pobrecillo).
En resumidas cuentas, ahora  no quiero ni imaginar el reencuentro con las masas enloquecidas por llegar, en coche,  a los paisajes tranquilos. Solo se me ocurre seguir entrenado para subir un poco más alto en las montañas,  donde no nos alcancen.  

Hoy en España: 210.773  total diagnosticados*, 23.822 muertos, 102.548 curados
*Han cambiado los recuentos de contagiados y ahora se basan en los confirmados por test PCR.


lunes, 27 de abril de 2020

Crónica Rencor social.27 de abril


Otro palabro que añado a la lista de esta temporada enlatada: rencor social. Creo que ya lo había intuido y comentado con otras palabras en alguna crónica anterior. Ahora lo leo en un artículo muy entretenido de Iñigo Domínguez  en El País [https://elpais.com/sociedad/2020-04-26/padres-disuelvanse.html] cuando hace referencia a los oscuros sentimientos que en algunos provoca la continua exhibición online de los hogares donde transcurren los confinamientos. Al parecer, el odio social lo avivan   quienes obedecen el #quedate en casa desde el jardín, las vistas al mar de su  apartamento  o   una pequeña y soleada terraza. El odio social también lo incitan desde ayer los padres que graban y difunden un video de sus niños en patinete, por no hablar de los ya cansinos dueños de perros. ¡Así cualquiera!, pensamos los mirones, al tiempo que  husmeamos en los salones de quienes “se lo montan”.  A veces, hasta juzgamos su gusto decorativo. El otro día me reía con mis amigas al ver las cortinas “de cuarto de estar inglés” que enmarcaban la actuación, soberbia por cierto, de Mick Jagger en una contribución solidaria de The Rolling Stones.
En fin, pequeñas e inevitables miserias humanas. El experimento del confinamiento pone de manifiesto, y subraya, lo que sabemos de sobra: no hay, ni habrá, denominador común. En nuestra vida “anterior” tampoco, pero al menos se nos permitía interactuar sin enseñar las cortinas. Porque la casa era nuestro refugio y salvo youtubers e influencers, no estábamos habituados a abrirlo como si tal cosa, en zapatillas y a gente extraña. 
Salir a la calle tenía sus riesgos, pero a la vez nos daba herramientas para ser nosotros mismos, sin necesidad de mostrar el escenario  de nuestro salón. La ciudad nació para acoger, proteger, unificar, distribuir, comunicar,  intercambiar e incluso homogeneizar. También para disfrutar del anonimato … y la echamos mucho de menos. Lo que empezamos a echar de más son las actitudes cotillas y envidiosas que tanto trastocan la convivencia. Que salga quién pueda y cómo quiera  pero,  por favor, que cada uno haga lo mejor con aquello que tiene. Y,  ante todo, respeto.
Hoy en España: 238.140 contagiados, 23.521 muertos, 100.085 curados

domingo, 26 de abril de 2020

Crónica Madrid sin nosotros. 26 de abril

“Estuvo fenomenal, además, ¡no había nadie!”. Hace 43 días, una frase así era habitual en mi ciudad. Madrid es una ciudad ajetreada y bulliciosa. Basta que pienses que has tenido una idea genial -por ejemplo, que como es 1 de agosto, no habrá nadie en tu restaurante favorito o que como todos se han ido de puente es un buen momento para pasear por el centro- para que compruebes que montones de personas han tenido,  curiosamente, idéntica ocurrencia. Resultado, vuelves a casa, cierras la puerta tras de ti y te juras que nunca más te pillarán en otra encerrona multitudinaria. Como te ha pasado cientos de veces (en Navidad, saliendo de fin de semana, en centros comerciales, en museos…) valoras extraordinariamente cuando, sin planificar, consigues cenar, sin reserva,  en un restaurante que casi nadie conoce todavía, o cuando logras esquivar la operación salida huyendo por casualidad en un momento diferente. Nada como saborear un teatro en un martes de Euroleague, cuando a la salida te tomas unas cañas junto a los actores… porque “no había casi nadie”.
Pensaba en todo esto contemplando un bellísimo video con imágenes del Parque de El Retiro en primavera y sin nadie, es decir, ahora. Veía los rincones de césped que tanto desgasté en mi juventud riendo con los amigos y corriendo cuando el malhumorado guarda -todavía con un uniforme de los tiempos de Carlos III- llegaba para  echarnos. En aquellos primeros años de la Transición, una sentada juvenil en el césped del Retiro era una conquista social, por cierto.
Después salí a hacer una compra. Elegí un super un poco alejado para estirar las piernas y disfrutar de una tarde primaveral espectacular. Me encontré admirando las calles sin nosotros, aplastando sentimientos contradictorios como las ganas de llorar frente al colegio y los bares cerrados o el regocijo de patear una acera en exclusividad. Vi unos contenedores de basura que brillaban de tan limpios y flores silvestres que ocupaban el lugar de las pisadas. Respiré el aire limpio y levanté la mirada al cielo azul. Me pregunté si la ciudad está mejor, o no, sin nosotros.
Hoy algo ha cambiado, se ha permitido salir a los niños - media hora y en un radio de un kilómetro de sus casas- y han llegado ruidos nuevos hasta mi ventana. Con los niños, padres y otros espontáneos han salido a la calle y se han parado en las aceras para, a metro y medio de distancia, gritarse algunos saludos o preguntarse sobre esta pesadilla: “¿Cómo estáis?” “Yo ya no puedo más”, “Yo lo he pasado, he estado fatal”, “Yo, como tengo perro,  salgo cada día”   “Hoy piso la calle por primera vez desde que empezó esto”: “A ver qué pasa”.

No  puedo evitar cierta pereza respecto a volver a la “normalidad”. Como es algo que me pasa cuatro veces al año con los cambios de estaciones,  pienso que quiera o no, al final lo llevaré bien. En cualquier caso, sé que seguiré  disfrutando los escasos momentos en que Madrid respira y se queda  “sin nosotros”. 
Hoy en España: 223.759 contagiados, 23.190 muertos, 98.132 curados














viernes, 24 de abril de 2020

Crónica ¡Mamá, mira!. 24 de abril


Lo dijo Manuel Vicent en una inolvidable columna hace ya algunos años: de niños hacemos la mayoría de las cosas sabiendo, consciente o inconscientemente, que nuestra madre está detrás. Para regañarnos,  si nos comemos varias chocolatinas a la vez; para rescatarnos,  si nos lanzamos a la piscina sin flotador y, sobre todo,  para aplaudirnos, cada vez que avanzamos  o tropezamos  en el  viaje de iniciación a la vida.
Nacemos inmaduros, incapaces de sobrevivir sin los cuidados de nuestros progenitores u otros adultos. Aprendemos practicando y  equivocándonos. Crecemos, cuando nos atrevemos a realizar cualquier pequeña nueva hazaña. Es entonces cuando volvemos la cabeza y decimos: “¡Mamá, mira!.  ¡Mira cómo me tiro del tobogán! ¡Mira cómo salto a la cuerda!  ¡Me he atado los cordones de los zapatos!, ¡Ya se nadar!
Desde aquella columna de Vicent, he observado, y me encanta hacerlo, lo importante que son los espectadores a lo largo de nuestras vidas. Porque ellos  contemplan y reaccionan ante nuestras acciones; las que consideramos merecedoras de un aplauso a nuestros  esfuerzos y, sobre todo, aquellas que creemos dignas de admiración. Podría ser que nuestra madre ya no nos esté mirando, pero seguimos necesitando volver la cabeza y encontrar un gesto de aprobación en una cara amiga.
Pienso en esto al observar el ahínco con el que nos hemos lanzado a compartir telemáticamente nuestras experiencias de cuarentena.  Hasta yo me grabé unos segundos bailando en mi cocina. Fue con la canción  “No hay miedo” de León Benavente; era uno de los primeros días en casa,  me salió de forma espontánea y me apeteció compartirlo con amigos. 
Las redes se han llenado de música, charlas, consejos saludables, recetas de cocina, demos de habilidades y bromas. Pienso,  sobre todo,  en los videos de la gente “normal”,  nada de influencers,  convertida en  guionistas, productores, directores y actores. Se lo curran con mejores o peores resultados y después  comparten. Algunos videos tienen repercusión viral y entonces es como cuando mamá aplaudía nuestros primeros pasos. Tan felices que éramos. Porque, en realidad, seguimos siendo un poco niños. No cambian tanto ciertas cosas. ¡Mamá, mira!
Hoy en España: 219.764 contagiados, 22.524 muertos, 92.355 curados

jueves, 23 de abril de 2020

Crónica Cuarentena. 23 de abril


Ayer, mi amiga P. hizo recuento: “hemos cumplido la cuarentena”. Sí señor, sus cuarenta días y sus cuarenta noches,  que diría Sabina. También sus horas, minutos y segundos.
Cuarentena: espacio de tiempo de cuarenta días, meses o años. // Espacio de tiempo que permanecen en el lazareto los viajeros procedentes de un lugar en el que hay alguna epidemia.” Diccionario María Moliner. 
 “Cuarentena: aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales.” DRAE
A mí me se me ocurren, hoy, cuarenta acepciones:
    Coronavirus/Covid-19
    China/Wuhan
    Pandemia
    Estado de Alarma
    Gobierno
    Distancia social
    Quédate en casa
    Teletrabajo
    Muertes
10º  Miedo
11º  Azar
12º  Residencias de ancianos
13º  Sanidad colapsada
14º  Aplausos
15º  Grupos de WhatsApp
16º  Bromas, memes
17º  Suspicacias
18º  Desempleo
19º  Desgobierno
20º  Quedadas on line
21º  Fitness, yoga, running, zumba, pilates, pesas …  en la habitación
22º  Series, cine, teatro, música, lecturas, a solas y compartiendo
23º  Ruedas de prensa
24º  Desconfianza
25º  Solidaridad
26º  Mapamundi
27º  Niños, adolescentes, adultos, ancianos
28º  Los perros
29º  La PSR, los tests
30º  Mascarillas y guantes
31º  Ifema
32º  Las morgues
33º  Estadísticas
34º  Soledades
35º  Reencuentros
36º  Desengaños
37º  Orden y desorden
38º  Insomnios, sueños
39º  Propósitos (buenos)
40º  … incertidumbre.

Hoy en España: 213.024 contagiados, 22.157 muertos, 89.250 curados

miércoles, 22 de abril de 2020

Crónica Obama. 22 de abril


Termino la autobiografía de Michelle Obama: Becoming. No suelo leer biografías, pero era un regalo y me animaron buenas críticas.  Al finalizar su lectura compruebo una vez más con qué celeridad lo contemporáneo se transforma en historia.
Michelle, nacida Robinson (nunca entenderé la renuncia a su identidad de las mujeres anglosajonas cuando se casan) se empeña en cada página  en explicarse y explicarnos  quién es, qué piensa, qué siente,  con o sin Barak Obama. 
Su fuerza y sus decisiones provienen, nos relata, de sus raíces, de su raza, de su barrio periférico del sur de Chicago, de unos padres cariñosos y honestos. Nos habla de la personalidad de una niña estudiosa, concienzuda, no muy sociable pero  comprometida, aunque no conforme,  con  una sociedad  injustamente desigual en la que encuentra  resquicios que  premian y recompensan su esfuerzo.
Michelle narra momentos sencillos, de esos que vamos modelando en la memoria para convertirlos en hitos de nuestra vida. El día en que su madre decide exigir en la escuela primaria una profesora capaz de motivar a los niños más adelantados; su empeño por llegar a la universidad o su decisión de abandonar un prestigioso despacho de abogados para iniciar un trabajo en el ayuntamiento, peor pagado pero con matices sociales que satisfacían su necesidad  de aportar y mejorar barrios de los suburbios como el suyo. También nos cuenta su escéptica aceptación de la carrera política de su marido, convencida, como casi todos,  que nunca un negro podría llegar a la presidencia de EEUU.
Michelle Obama se esfuerza en destacar sus sentimientos de ciudadana comprometida, de persona “normal” por encima de cualquier situación o decisión. A veces se pone empalagosa, en especial cuando habla de su experiencia como madre trabajadora y nos cuenta lo divinas que son sus niñas… 
Rememora también sus logros como  primera dama, por ejemplo sus  actividades para promover una alimentación más saludable en los colegios, o las jornadas de puertas abiertas en  la Casa Blanca en las que invitaba, organizando eventos motivadores,  a niños,  jóvenes, mujeres o militares. Destaca  también el fin de Osama bin Laden, un hecho que aplaude sin cuestionar forma ni fondo y que considera que significó una victoria de  la presidencia de Obama, dedicada al pueblo estadounidense, que se lo merecía.
Las memorias son historia reciente de EEUU y también de nuestro hemisferio  occidental. Parece mentira, pero cuando Obama llego a la presidencia, en 2008, iniciábamos la gran crisis (Lehman Brothers, ¿recuerdas?) y el primer presidente negro del país llegaba con las mejores intenciones y grandes proyectos sociales. ¡Sus propósitos le granjearon, in advance, el premio nobel de la Paz!. 
Repasando hoy el momento Obama, se me antoja como un espejismo, no sé qué pensaría si fuera uno de los estadounidenses que apoyaron con ilusión y sus votos el Yes, we can.  Con Mr. Trump en la Casa Blanca, los objetivos iniciales de aquella Administración Obama se han desdibujado.  Sencillamente,  el “aparato” los aplastó: desmantelamiento de Guantánamo (no conseguido), universalización de la asistencia sanitaria (apenas esbozado y menoscabado), reglamentación y restricciones de la posesión de armas, (imposible)…
Interpreto todo esto como un aviso de que los acontecimientos, buenos y malos, pasan y se suceden, dejando espacio a nuevas crisis, nuevos retos y renovadas ilusiones. Pronto habrá películas, novelas y tesis doctorales. Y observaremos, con perspectiva, lo que  quedó tras el Covid. También  lo que habrá cambiado para siempre.
Hoy en España: 208.389 contagiados, 21.717 muertos, 85.915 curados


 


martes, 21 de abril de 2020

Crónica de la trinchera. 21 de abril


Algunas ventajas y ciertos “peros” de la trinchera:
No usas zapatos,  pero … no paseas
Eres el dueño/a de tu espacio, pero … se te hace pequeño
La ropa no aprieta, pero … no te empodera
Decides tus horarios,  pero … pierdes precisión
Si llueve, no te mojas, pero … no hueles la tierra mojada
Tu nevera es una tentación, pero … no tiene sorpresas
No escuchas conversaciones ajenas, pero … nadie te escucha
No hay ruidos ciudadanos, pero … te inquieta el silencio
Ordenas los cajones, pero … tu mundo de fuera sigue destartalado
Cocinas rico, pero … no saboreas compartiendo
Tienes el cine, el teatro y el gimnasio en casa pero … sin taquilla, sin aplausos, sin sudor ni vapor en los cristales
Sin jefe, pero … a veces sin rumbo
Escoges en catálogos on line,   pero … no  tocas
No te maquillas, pero … te ves las ojeras
No te tropiezas pero … se te duermen las piernas
Contemplas bellos paisajes, pero … no viajas
Te quieres conocer un poco más, pero… te da pereza
Te mantienes en forma, pero .... te preguntas ¿para qué?
Haces quedadas on line, pero … nadie se emborracha
Miras a lo lejos por la ventana 
Hoy en España: 204.178 contagiados, 21.282 muertos, 82.214 curados


lunes, 20 de abril de 2020

Crónica Listados. 20 de abril


Oficios en los que pienso a cada rato:
·         Artistas: músicos, cantantes, bailarines, actores, titiriteros, trapecistas, domadores…
·         Terapeutas: fisios, osteópatas, masajistas ...
·         Peluqueros/as, esteticistas, maquilladores, las de las uñas…
·         Restauradores, hoteleros, camareros, cocineros, barmans ,,,
·         Joyeros, artesanos
·         Deportistas: futbolistas, nadadores, corredores, tenistas, jugadores de rugby…
·         Socorristas 
·         Cuidadores del zoo 
·         Entrenadores personales y de equipos deportivos
·         Marineros, marinos
·         Aviadores
·         Feriantes
·         Prostitutas
·         Manteros
·         Mensajeros
·         Traficantes
·         Mendigos, aparcacoches, vendedores en  semáforos
·         Gasolineros
·         Conductores
·         Guías turísticos
·         Reporteros, fotógrafos, periodistas
·         Tatuadores
·         Funcionarios de prisiones
·         Limpiadores
·         Floristas
·         Azafatos
·         Vigilantes
·         Maleteros
Y muchos más, detenidos en un semáforo en rojo y sin apenas señales en naranja ,,,

Hoy en España 200.210 diagnosticados, 20.852 muertos, 80.587 curados

domingo, 19 de abril de 2020

Crónica Servidumbre voluntaria. 19 de abril.


 Leo un artículo de opinión en torno a la crisis coronavirus ¿De que otra cosa opinamos estos días? Llama mi atención una referencia al Discurso de la Servidumbre Voluntaria, de Etienne de la Boetie (1530-1563). Descubro, pues no lo conocía, que se trata de un escrito emblemático, donde se cuestiona tanto al tirano como a quienes, sin rechistar,  le obedecen. Encuentro esta frase “La primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre; es la costumbre la que consigue hacernos tragar sin repugnancia su amargo veneno.” Y me viene cabeza algo que vengo rumiando desde que nos hemos recluido en casa. Es verdad que el virus es peligroso y que nos amenazan con multas y penas por desobediencia civil si salimos, pero ahora que lo pienso es extraño que casi nadie hayamos cuestionado el confinamiento. Apenas ha bastado un soplido, como el del lobo, para que los cerditos nos refugiemos en casa atemorizados. Me veo mucho más borreguita de lo que me creía. Es mucho más cómoda la costumbre que el inconformismo.
Y ahora que empezamos a tener cierta perspectiva de este parón planetario empiezan a chirriar  algunas cosas. Por ejemplo, yo ahora no acataría como normal que durante un mes se haya estado  permitiendo a los dueños de los perros salir a pasear mientras se prohibía salir a niños, adolescentes o ancianos. En mi opinión, el desconfinamiento debería afectar a todos si se toman, y puede hacerse,  ciertas precauciones.  Quizá ahora también pediría explicaciones por cierta información desajustada a la realidad y por la desinformación respecto al motivo principal por el que nos han confinado. Porque empiezo a entender que la enfermedad causada por el Covid es peligrosa y fatal en muchos casos, pero es aún más terrible el fracaso de este país que se ha quedado al descubierto, sin medios y  sin estrategia, dejando en primera línea a sanitarios, ejercito, policías, transportistas y tenderos. El resto nos hemos quedado voluntariamente al margen. Y  ahora, cinco semanas después, no me convence.
Nos hemos entretenido estos días ordenando un poco nuestras aceleradas existencias. Hemos arreglado los armarios, descubierto las quedadas on line, las habilidades musicales de nuestros vecinos y hasta las mejores recetas de pan casero. Mientras, el planeta rugía. ¿Y nosotros? lavándonos las manos, en casa. Demasiado cómodo para ser una heroicidad…
Hoy en España: 195.944 contagiados, 20.453 muertos, 77.357 curados

viernes, 17 de abril de 2020

Crónica Naturaleza. 17 de abril


Quiero vivir
Quiero gritar
Quiero sentir
El universo sobre mí
Quiero correr en libertad
Quiero llorar de felicidad 
(El universo sobre mí. Amaral) 
Me pongo hoy a escribir y me sale la letra y la música de la canción de Amaral. Y le añado un verso: “Quiero salir”. 
Es primavera, hace un mes que es primavera y ni la alergia nos llega, aquí, en nuestras guaridas. Leo una noticia: dice que durante este parón los ciudadanos estamos agudizando nuestros sentidos de tal modo que algunos llegan a detectar, sin sismógrafos, mínimos temblores de tierra. 
Y mi cabeza se pone a hilar versos y pasa de asimilar la noticia a pensar en la Naturaleza, hoy reposando de humanos y creciendo a solas, tan a gusto. Podría ocurrir que mientras impera el silencio, los humanos reaprendiéramos a escuchar lo que la Naturaleza nos cuenta, mientras nos explica las razones de casi todo, como esos crujidos de su corteza que acabarán derivando en movimientos sísmicos. 
Igual que Amaral, quiero salir, quiero volar, quiero correr al aire libre. ¡Cómo apetece ese aire! Más que una cerveza.

Hoy en España: 188.068 contagiados, 19.478 muertos, 72.963 curados

jueves, 16 de abril de 2020

Crónica Vestido rojo. 16 de abril.

A causa de Covid-19, mi hija regresó in extremis de NY, dejando en suspenso su aventura como estudiante en la NYU. Ayer, deshaciendo su maleta, apareció el vestido rojo que serviría para su graduación. Lo compramos hace tiempo en unas rebajas y aunque entonces no sabíamos qué ocasión lo merecería, pensamos que por sólo 9,99€ valía la pena. Aún tiene la etiqueta y al colgarlo en el armario, tan bonito, me ha parecido una especie de símbolo de tantas ilusiones hoy abruptamente postergadas.
Pero el color rojo tiene una fuerza imposible de aplacar, es mi color favorito y este vestido me ha dado subidón. Porque intuyo que hay muchos vestidos rojos guardados temporalmente en un cajón. Listos para salir y asombrar.
De un cuadro de Joaquín Pacheco
El rojo es el color de la pasión. Rojo es el cielo cuando un atardecer nos hipnotiza. Rojo es marte, el guerrero. Rojo es el telón de los teatros y también el color de nuestros labios y el de muchos corales. En rojo llega a veces el pudor y también la vergüenza.  El fuego es rojo y es calor. Rojos son los tomates y las mejillas encendidas por la emoción.  Rojos eran los zapatos de Judy Garland en “El mago de Hoz” y, seguramente por roja destaca entre muchas la señal de prohibido. Es rojo el vino con el que celebramos y roja la rosa que acompaña al libro que regalas.
Rojo es intensidad, optimismo, acción … vida. ¡Esto marcha!.
Hoy en España: 182.816 contagiados, 19.130 muertos, 74.797 curados