El poeta Horacio (65 a.C.-8 a.C.), anunciando que “De vez en cuando hay que echar en la copa de la vida unas gotas de locura”; el saborcillo dulce y burlón que deja la lectura de la obra de teatro “La hora de la fantasía”, de Anna Bonacci (Roma, 1892-Falconara Marittima, 1981); unas fotos en blanco y negro esparcidas, boca abajo, sobre la mesa; seis mujeres curiosas, amantes del teatro, la vida y sus derivadas.
Todo eso y algo más se mezclaba en la propuesta que la actriz y profesora de teatro, Luisa Armenteros, nos lanzó, allá por el mes de noviembre del 2022: “Josefina, Laura, Nines, Rosa, Mercedes, Paz: vamos a fantasear y vamos a divertirnos; vamos a concebir y a ejecutar un juego escénico, un ejercicio teatral”.
¿Cómo?
Primer
paso. Escogimos, a ciegas, una foto cada una. El
azar dictó que cada foto y la mujer que desde ella nos miraba se aposentara en
nuestras cabezas durante un buena temporada, pues la primera tarea consistía, ni más ni menos,
que en darles vida, en escribir un relato representable. “Más adelante
veremos como damos sentido a esos seis textos, agrupándolos en una sola pieza”
explicó Luisa. Escudriñamos entonces cada foto, buscando la inspiración que nos
ayudara a descubrir un momento crucial para su protagonista, uno de esos que
suceden en apenas un instante o un rato, pero que, estupendamente, te cambian
la vida. Y así, no sin poco esfuerzo, nacieron Catherine, Francisca, Luz,
Olivia, Julia y Ludmila, convertidas en personajes, protagonistas de diferentes
historias y circunstancias. ¡A jugar!
Segundo
paso: lectura en
alto de los monólogos. Habíamos mantenido en secreto la historia que cada una
había imaginado, para disfrutar la sorpresa del nacimiento de esos seis personajes
y avanzar a una nueva dimensión: la
interpretación. Porque lo que Luisa nos propone es otra voltereta: intercambiar
los roles para que cada una interprete
el monólogo escrito por otra. Toca zambullirse en una historia ajena; leer y releer
el texto, mirar la foto, imaginar y desentrañar la vida o las vidas que ahí se
esconden. Todas sabemos leer y mirar, claro, pero ahora aprenderíamos a
colorear la foto en blanco y negro de las mujeres que acabábamos de conocer.
Y comprendemos
entonces que en el ejercicio de la interpretación no basta con memorizar -
inevitable e indiscutible tarea – pues será necesario penetrar en las palabras, entender
los guiños y las insinuaciones del
texto, despegarnos de las ideas propias y hasta de algunos prejuicios tontos
que aún sin querer todas acarreamos ¿Qué no te imaginabas a una señora
adinerada haciendo travesuras? Juega con ella, llévala lejos ¿Qué te cuesta
ponerte en la piel de una adolescente enamorada? Igual podías recodar tu primer
beso y poner cara a ese guapo chico que ahora te corteja ¿Qué tu chica parece
desconsolada y más triste que un ajo puerro? Pues a darle brío y más bravura ¿Qué
tu personaje viaja de Chamartín a Parla y no a París? Te aguantas y disfrutas
del paisaje ¿Qué no te ves hablando con un perro, que encima se llama Botán?
Saca tu rabia, disfruta de la energía de una mujer luchadora ¿Qué no acabas de
hilar el mensaje de una niña idealista? A ponerte las coletas y a salvar el
mundo.
Ya tenemos
los textos y vamos conociendo a nuestras
heroínas; seguimos construyendo el juego teatral.
Tercer
paso: cada autora selecciona
una música y escribe unas líneas a modo
de presentación de su personaje. Pero ¿cómo los ligamos? ¿cómo hacemos para fundir
seis textos en un conjunto equilibrado, inteligible y atractivo? Luisa nos
recuerda que el teatro requiere, para llegar a serlo, un público que lo
contemple, y al público hay que llegar. Con esa condición nos ponemos en
marcha.
El proceso
de escoger el título de una pieza que tiene seis cabezas (autoras) ocupará varios ratos y hasta acalorados
debates. Dimos varias vueltas en el hiperespacio sin buenos resultados, para al
final descubrir que lo teníamos delante. Sí, ahí estaban las “gotas”, las que con
algo de locura Horacio desea que echemos en la copa de la vida y ahí estaba también
la “fantasía” con la que nos hizo jugar Anna Bonacci.
¡Eureka! “Gotas
de fantasía”, tal cual, sencillo, directo, atractivo. Tenemos que contárselo al
público.
Cuarto
paso: ensayar una improvisación a modo de preámbulo del ejercicio teatral ya bautizado.
Probamos: todas en escena, comentando nuestro juego, nuestras fotos, nuestras
mujeres. No funciona. Nos falta chispa, no hay espontaneidad ni disfrutamos del
goce de la improvisación. Mejor un texto
que elimine este riesgo. Será el que finalmente Luisa nos proponga. Lo expondremos
entre todas, frase a frase, narrando como cada una de las seis mujeres de las
fotos, que ya son nuestras mujeres, se enfrenta a su particular viaje de
fantasía. “Son mujeres con poca …. O mucha vida…. Mujeres que deciden contar”.
Y hay más,
llega la hora de organizar, mejor dicho, inventar un espacio escénico en el
sótano de la Biblioteca pública Miguel Delibes. Así, montamos una acogedora iluminación ajustada con linternas, focos de discoteca y lámparas
de casa; acoplamos el sonido de nuestros sencillos altavoces; planteamos la
proyección de las fotos apoyada en una papelera; componemos el atrezo de cada
personajes sacando trapitos, fotos, estuches, bolsos y hasta hueveras de
nuestros trasteros… ¡Qué divertido descubrir errores, aciertos y soluciones
para conformar con autosuficiencia una digna propuesta!
Y la
traca final: ya
tenemos la pieza, ahora hay que levantarla: es obligado y esencial ensayar y fijar los movimientos en escena. No basta con
sabernos los textos, no es suficiente el
ensayo individual en casa. ¿Habéis pensado que es necesario dominar las entradas
y las salidas de autoras e intérpretes en coordinación con la música y las
imágenes? ¿Qué tenéis que colocar como si de una coreografía se tratara la mesa
y las sillas, poner y quitar atrezos, entrar y salir? Nos recordará Luisa.
La verdad es que no lo habíamos pensado mucho,
y claro, se notó, vaya que si se notó en los primeros ensayos, y en los
segundos, y en los... Allí cada una se olvidaba de una frase, de una silla, de un gesto… en fin, un pequeño
desbarajuste que asumimos como una nueva lección, una más, que certificada lo complejo y laborioso que es poner en pie, en
escena, hasta la más humilde práctica
teatral.
Y llegó la
hora, haríamos -en la intimidad, es decir, sin invitados y asumiendo nosotras,
también, el papel de público- un único pase
en la Biblioteca Miguel Delibes . “Arriba el telón” hubiéramos
dicho si de telón hubiéramos dispuesto.
Luisa nos
pidió energía, ganas de jugar y alegría. ¡Vamos a divertirnos!
Lo intentamos,
nos concentramos, interpretamos sin “blancos” y, sobre todo … disfrutamos ¿Qué
más se puede pedir? ¿Quizá unos aplausos?
Pues hubo
aplausos; los de un reducidísimo público que en el último instante apareció en
la Biblioteca y se apuntó a jugar con nosotras. Pura fantasía.
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