Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]



lunes, 25 de septiembre de 2023

Cayucos, vidas, e indiferencia

Puerto de La Restinga, 27 agosto 2023

El pasado agosto estuve unos días en La Restinga, isla de El Hierro, Canarias, allá en el extremo más al oeste de España.

Desde el apartamento alquilado podía divisar el pequeño puerto que da vida a esta localidad de pescadores y desde hace ya algunas décadas, punto de encuentro de buceadores entusiastas de sus fondos marinos.  Asomarme a la terraza era obligado antes de despedirme hasta el día siguiente, para disfrutar la salida de una luna casi llena. 

Lo que contemplé, sin embargo, resultó inesperado,  y no porque no hubiera leído sobre ello días atrás; sabía de sobra que, como venía sucediendo los últimos veranos, los cayucos estaban llegando a las islas Canarias casi a diario y que El Hierro no era una excepción. De hecho, recién aterrizada, al pasar por Valverde camino de La Restinga, ya observé en el polideportivo un animado partido de futbol protagonizado por jóvenes subsaharianos. Fuera de contexto, se  podrían haber tomado por notables atletas disfrutando del deporte rey. Pero no, eran migrantes*  probablemente recién llegados y en espera de la recolocación o repatriación. Pero yo iniciaba mis  vacaciones, hecha la consabida exclamación ¡qué lástima, tan jóvenes, esos chicos! Y tras la inevitable pregunta ¿Qué será de ellos y ellas ahora? No le dediqué muchos más pensamientos al “tema”.

Vuelvo a la noche de la llegada. Estoy, como decía, asomada a la terraza y es cuando veo el buque naranja de salvamento marítimo con los focos encendidos, hay trajín en la zona del puerto, luces y voces que delatan una noche agitada ¿Será la llegada de un cayuco? Es tarde, mañana madrugo, estoy cansada y me retiro sin darle muchas más vueltas, auto convenciéndome de que no va a ser un cayuco justo ahora, eso es algo más bien del noticiero...

Por la mañana, temprano, de camino hacia la zona  habilitada en el puerto para las lanchas de buceo  lo que veo confirma que las luces de ayer sí anunciaban la llegada de un cayuco. Más de 100 personas, hacinadas y gritando vivas, habían desembarcado en La Restinga esa noche con  el auxilio del  barco de Salvamento Marítimo. La fuerte e intimidante marejada justificaba el alivio expresado en las exclamaciones de júbilo de esas personas, por fin aliviadas, ¡salvadas! tras asumir el mayor riesgo que existe: jugarse literalmente la vida en su intento por alcanzar una vida digna.

Me sonrojo, de alguna forma me avergüenzo de seguir yo con la mía, mi vida, dedicada estos días a las vacaciones, al disfrute de la isla y al hechizo de mirar, en paz, hacia el océano. Me ha hecho falta contemplar los cayucos de cerca, casi tocarlos, para medio entender la dimensión de la tragedia. Los cayucos son apenas un cascarón de madera y, paradójicamente, son barquitas alegres, pintadas de colores, esos que caracterizan al continente africano. Dentro de éste, recién llegado, ya solo quedan los restos de la arriesgada travesía: tablones, plásticos, bidones, lonas, cuerdas, alguna sudadera mojada, una zapatilla, una bota, botellas... Los que pasamos cerca nos paramos en silencio a contemplar curiosos el cayuco en dique seco, también a los operarios que vestidos con trajes protectores vacían con meticulosidad el cayuco antes de enviarlo directo a la incineración. Hay entre los observantes una especie de pacto de respecto y silencio, quizá reflejo de cierta angustia, tristeza y embarazo. Se percibe un colectivo  “no saber que decir”,  para solo murmurar “¡qué pena!” y… seguir a lo nuestro.

Pasaré varias veces más delante del cayuco, ya testigo inerte de la tragedia que sucede cada día  en  aguas mediterráneas y atlánticas: la huida masiva e imparable de jóvenes en busca de futuro, el naufragio de tantos y la llegada de los supervivientes a las costas europeas donde el recibimiento será otro obstáculo, uno más, a sus ilusiones.  Y en todas me detengo otra vez para contemplar el cayuco,  intentando entender, atrapar sensaciones y reconocer la turbación de estar en el lado bueno sin mérito alguno, porque me tocó nacer en Europa, a salvo de mafias, de traficantes y de sinvergüenzas avariciosos.

Por la tarde, frente a un deliciosa cena de pescado en el paseo marítimo de La Restinga sigo teniendo los cayucos a la vista; como yo, otros habitantes y visitantes, conversamos y disfrutamos, hoy ya sí, de la luna llena y la placidez de la noche atlántica. No escucho hablar de los cayucos, sus pasajeros fueron trasladados la misma noche de su llegada, nunca los vimos. Quizá hayan jugado al futbol esta tarde, reforzando los equipos que vimos en Valverde, quizá hayan sido repatriados, quizá estén en el hospital… Estarán secos, hidratados y alimentados, pero llenos de inquietud y seguramente también de esperanza. Los imagino optimistas tras haber sobrevivido a la espeluznante travesía; con fuerza para afrontar el siguiente reto, llegar al continente europeo, contactar son sus referencias, encontrar cobijo, trabajo… alcanzar sus sueños. O no.

Miro a mi alrededor, me miro hacia dentro y solo encuentro indiferencia,  esa que te protege del abismo o de la vergüenza, que te consuela en falso, convenciéndote que tú no tienes la culpa, que son las mafias, los gobiernos fallidos de África los responsables… y solo a medias te lo crees. Y te sientes regular.

Ciertos datos:

En 2023 han llegado a Canarias más de 14.000 migrantes en 252 cayucos, pateras y neumáticas. https://www.rtve.es/noticias/20230914/canarias-supera-llegadas-migrantes/2455930.shtml 14 de septiembre de 2023.

Desembarco de 12.000 migrantes a Lampedusa en una semana de septiembre.

https://elpais.com/internacional/2023-09-19/puerta-de-europa-para-los-migrantes-y-paraiso-para-turistas-las-dos-lampedusas-que-casi-nunca-se-cruzan.html

 * «Migrante» es, en general, el 'que migra', y «migrar» es 'trasladarse desde el lugar en que se habita a otro diferente'. Es voz correcta y útil cuando no se habla desde la perspectiva del lugar de salida («emigrante») o del de llegada («inmigrante»).

 

lunes, 21 de agosto de 2023

Rayuela... y María

28 de junio de 2023, suena un titular en la radio: “Rayuela cumple 60 años” y, sin aviso previo, con total independencia de mi voluntad, se desanudan las neuronas del recuerdo, de la melancolía y del ensueño. Consulto entonces periódicos y publicaciones on line que se ocupan de la efeméride con titulares que parecen copiarse unos a otros:

Rayuela cumple 60 años: la novela que nos enseñó que con la literatura sí se juega”. El Comercio, PerúA 60 años de la publicación de "Rayuela", libro icónico de Julio Cortázar. Ministerio cultura ArgentinaPor qué “Rayuela” de Cortázar sigue vendiendo 10 mil ejemplares al año a seis décadas de su publicación”. Leamos"Rayuela cumple 60 años: el libro juguetón que sigue siendo un éxito”. La Razón60 años de Rayuela: todas querían ser La MagaLa Opinión de Málaga  

Lo intento, pero no los leo, me los dejo para “después”. Creo que no quiero contaminar recuerdos. Fue María, aún en el instituto, quien empezó a hablar de Rayuela. Eran tiempos de intercambios, de libros que pasaban de unas manos a otras sin necesidad de influencers ni tik toks; bastaba la fascinación de un lector próximo para entender que “había que leer” tal o cual novela. Sin orden, sin concierto, sin criterios preestablecidos, llegaron a nuestras manos El cuarteto de Alejandría, El extranjero, La ciudad y los perros, Cien años de soledad, Madame Bovary, Crimen y Castigo, 1984, Un mundo feliz, On the road, El siglo de las luces, … todos, de un modo u otro, entendidos a medias o casi nada, dejaron huella en nuestras tiernas cabecitas.

Lo que sí hacen los titulares del aniversario de Rayuela es empujarme al reto de releer Rayuela, y lo acepto ¿Qué versión escoger? ¿Todos los capítulos seguidos, aleatoriamente o según la pauta o guía que también propone Cortázar?  Me lanzo a la lectura ordenada, de cabo a rabo, sin saltos. Descubro o redescubro, que Rayuela no es, no lo ha sido nunca, un libro o una novela cualquiera; no es fácil, no es amable, no es ingenua. Y me pregunto cómo “carajo” pude quedar fascinada o entender algo de ese texto inmenso, plagado de referencias a la música de jazz, a la literatura, a la filosofía, a la ciencia… referencias que aún hoy (y han pasado algunos años y mucha vida) reconozco solo a medias. Me encuentro hasta con una cita a Oppenheimer, el científico que “parió” la bomba atómica y que ahora descubrimos por la gentileza de Hollywood en su oferta  de películas de verano.

Y me admiro, me rindo a los pies de Julio Cortázar; por su inmensa erudición, por sus cultas citas sin Google, por su espíritu crítico e indomable, por su clarividencia. ¿Cómo denominar, si no, un párrafo como este, escrito en los años cincuenta del siglo veinte?:

“El reino será de material plástico, es un hecho. Y no que el mundo haya de convertirse en una pesadilla orwelliana o huxleyana; será mucho peor, será un mundo delicioso, a la medida de sus habitantes, sin ningún mosquito, sin ningún analfabeto, con gallinas de enorme tamaño y probablemente dieciocho patas, exquisitas todas ellas, con cuartos de baño telecomandados, agua de distintos colores según el día de la semana, una delicada atención del servicio nacional de higiene, con televisión en cada cuarto, por ejemplo grandes paisajes tropicales para los habitantes de Reikiavik, vistas de igloos para los de La Habana, compensaciones sutiles que conformarán todas las rebeldías, etcétera.”

Y me reencuentro, aliviada y sorprendida, con mi Rayuela, la que quedó en mi cerebrín adolescente. La resumo en las siguientes reflexiones o más bien, cavilaciones.

La primera es la referida al amor, el de verdad, ese que Horacio Oliveira teme y pretende ignorar porque sabe que le lleva, inmisericordemente a entregarse, a compartir el ojo del Cíclope, a vivir, espantado, en la rutina, a perder la sorpresa de encontrarse, o no, con la Maga en las calles de París… y así, con amor,  dejar de ser él, el inconformista y atormentado Oracio Holiveira. Saber desde temprano que el amor puede, y debe, ser sublime, ayuda.

La segunda atañe a lo que yo en mi primera lectura llamé “ambiente Rayuela”: humo de cigarrillos Gauloises, música de jazz, cuartetos clásicos, habitaciones desordenadas, conversaciones y debates… bohemia, París. ¡Cómo soñé con vivirlo!

La tercera es la curiosidad por saber, por leer, por viajar, por vivir mirando de otra forma, buscando los matices fantásticos de la realidad que nos aplasta. No siempre se puede estar en este modo, pero saber que es posible y apasionante, también ayuda.

Y luego están las coincidencias, los azares y las rimas de la vida que tanto me sorprenden y me gustan. Con Rayuela y Cortázar he tenidos dos recientes, para relamerse. La primera ocurre justo tras escuchar la noticia del aniversario de la publicación de Rayuela mientras preparaba la mochila para un viaje. Decido entonces escoger un libro que no pese, de los que puedes leer o releer en cualquier ocasión, y me asomo sin más a mi estantería, sin gafas no puedo leer los lomos así que elijo entre varios uno de los más delgados ¡es Historias de Cronopios y de Famas! Me cosquillea el alma.

La segunda. Ya en plena lectura de Rayuela voy subrayando algunos párrafos que me hacen pensar o que al menos entiendo, pues es este en muchas ocasiones un texto oscuro y complejo. Uno que me gusta dice: “Después de los 40 años, la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás”. Resulta que leyendo la prensa me detengo en un artículo de Ana Iris Simón titulado “Un viejo y un crío son como un Jano bifronte”; habla de narraciones y me engancha, sin sospechar que un poco más abajo la autora refiere que leyó Rayuela a los quince años y que le viene a la cabeza, mira por dónde, la citada frasecita.

Son tontunas, pero entre ellas me queda una certeza, Rayuela fue, es y será importante en mi vida. Gracias, mi querida María. Te vas, pero te quedas.

Nota: no he podido evitar un fogonazo de estupor a leer las referencias al lector-hembra de los miembros masculinos del Club de la Serpiente (en realidad ni Babs ni La Maga, mujeres, pertenecen al Club, son convidadas a las reuniones, pero figuran, en todo, minusvaloradas, ellas y sus comentarios). El lector-hembra es despreciado por Oliveira y sus camaradas, espantados por su superficialidad y conformismo; el lector-hembra no se entera de nada más allá de lo evidente y no entiende de ejercicios literarios ni de referencias. 

Leo que  Cortázar  medio se disculpó años más tarde de la utilización de la palabra hembra para definir la debilidad intelectual. Eran, desde luego, otros tiempos, otros enfoques. Leerlo hoy, rechina, rasca... es un sapo a tragar en esta novela donde las hembras, la verdad, no salen bien paradas. Y otra alusión a mis "encajes" o coincidencias,  la alusión a la debilidad del lector-hembra  me ha recordado al hombre blandengue de El Fari, ese castizo taxista cantante con una visión algo rancia del mundo;  sin duda  muy, muy lejos de la de Cortázar/Oliveira ¿O no?  Los machismos se tocan.

 El hombre blandengue

viernes, 4 de agosto de 2023

Encuentros en la GR-11. Transpirenaica de Este a Oeste.

Dediqué otra entrada del blog al desafío de afrontar varios días de caminata por los Pirineos; hablaba entonces de la calma física y espiritual que llega tras el esfuerzo y la superación de los obstáculos que imponen las cuestas, la sed, el roce de las botas o la irritación de los hombros bajo la mochila. Por eso, esta vez, tras ocho jornadas siguiendo la ruta pirenaica GR 11 de Este a Oeste, desde el Mediterráneo (Cap de Creus) hasta Setcases en La Garrotxa,  se me antoja contar de nuestros encuentros y hospedajes, que han sido curiosos, divertidos y sugerentes.

No era fácil encontrar alojamientos a lo largo de esta ruta, más pensada para la acampada y los refugios que para ofrecer comodidades,  pero se podía hacer;  con flexibilidad, ganas y un poco de gracia. Así lo concibieron y diseñaron, para todo el grupo, Rosalía y Fermín. Podría haber sorpresas, nos dijeron. Las hubo. Y aquí quedan, como entrañables episodios cuyo recuerdo nos acompañará, seguro, en los próximos tramos de esta GR 11 que planeamos recorrer hasta llegar al Cantábrico. 

Porque recorriendo sendas por el monte tropezamos con otros caminantes con los que, a veces, se cruzan breves palabras o apenas unas miradas y, luego, no se sabe bien por qué, permanecen en nuestras retinas muchos años, llegando a convertirse en comunes recuerdos fetiche. Como aquella dulce Amanda de la Senda Camille, que pasará a la historia de estos trekking como la muchacha más aguerrida y despistada de los Pirineos, o aquella otra chica alemana que viajaba con su madre y una noche, en un refugio de Córcega, tuvo un ataque de pánico pensando que nos habían dejado encerrados; o aquel paisano que ascendía el pico Bisaurín con un coche teledirigido ocupado por muñecos, o el guarda del Refugio Garabito, con fama de ser el más antipático del universo que va y nos prepara una paella magistral. Y como no recordar a Jorge, ese mozo leonés que en Picos de Europa, tras una noche de farra, no atinaba ni a hablar mientras derramaba el café intentando apañar los desayunos en su acogedor hotelito de Soto de Valdeón.

Durante estos días de travesía  también se han sucedido anécdotas que apetece relatar, o al menos bosquejar, para que no caigan en el olvido, para relamerlas a la sombra, para evocar buenos ratos, todos en bellos escenarios. Alla vamos:

-Día 1. Cap de Creus-Port de la Selva.

No nos bañamos, como mandan los cánones, al iniciar el camino; una lástima, pero es que nos pasamos de cala en nuestra impaciencia por empezar a avanzar, por asumir la mochila, las botas y el calor. No es sencillo el primer día, hay que “hacerse” a la tarea y aprender a disfrutarla, porque aceptar que sólo cuentas con tus fuerzas, las que tengas, y tu mochila, para afrontar el reto es, cuando menos, inquietante.

Pero se aguantan los primeros kilómetros, se aspira el olor del Mediterráneo y de los matorrales, se admiran las flores de las chumberas y se gestiona el sudor y la sed. Llegar a Port de la Selva como fin de la primera etapa es un regalo ¡un puerto de mar en una etapa pirenaica! ¡vaya lujo! Esa noche la pasamos en el Hostal Germán, acompañados de unos moteros con aspecto de ángeles del infierno, que resultaron educados y apacibles.  Magnífico baño
en la playa y cena de pescaditos y fideuás… también luna y frescor marino. Nada mal como principio. 

Día 2. Port de la Selva- Vilamañiscle.

Dejamos la costa para subir, ¡menudo cuestorro!, hasta el Monasterio de San Pere de Rodes. No defraudan estos monasterios. Por la ubicación, por la sorpresa que siempre provocan su arquitectura y su recogimiento y, en este caso, por facilitar un buen refresco en mitad del camino. Esta etapa nos mata de calor cuando bajamos  de nuevo a la costa, hasta Llansá, donde la sombra encontrada es un minúsculo parque con una fuente donde refrescamos cabeza y pies ¡Clochards-mochileros-montañeros!

La jornada pasa de los 25 km (a Rosa ya le ha cobrado su precio con un desafortunado tropezón ¡qué mala pata!).  Recorriéndola abandonamos definitivamente la costa para adentrarnos en el bosque mediterráneo. Aparecen los pinos y los alcornoques, el frescor marino desaparece y el camino se hará largo hasta llegar a Vilamañiscle -menos mal que Rober nos anima sintonizando canciones evocadoras ¡ese Benvinguts de Sisa!  

Por fin, el hostal El Penell nos acoge con su peculiar patio colonial y una gran terraza desde la que divisar, a lo lejos, el Golfo de Roses y la Sierra de Rodes. Una lástima que todavía no se haya inventado la mochila-guitarra, pero nos apañamos escuchando grabadas canciones que Carlos ha compuesto e interpretado. Un lujo.

La historia del lugar -Paz conseguirá aclararla- tiene su miga: la ilusión de los iniciales dueños, truncada por trámites municipales y desgracias personales; la iniciativa de unos alemanes, que se desencantan con la pandemia y, finalmente, la llegada de una joven pareja que maneja con gracia unos cómodos apartamentos. Cenamos en la piscina municipal del pueblo, donde recibimos un trato muy amable. El grupo se completa ¡ahora somos once!

Día 3. Vilamañiscle-Finca de Requesens

Esta tercera etapa tiene más de 30km de sube y baja. Nos encontraremos con ermitas y monasterios, ya más humildes que el de San Pere de Rodes, pero quizá por eso más encantadores, como Sant Quirze de Cólera. Encontramos algún tramo de carretera que se hace pesado y, de paso,  se encarga de dejar ciertas ampollas en nuestros delicados pies. Qué maravilla encontrarse, de pronto, en una sombreado rincón del camino, con una mesa y dos garrafas de agua fresca que algún paisano/a rellena cada día para los caminantes y adorna con una simple nota “Free water”. ¡Muchas gracias, amigo/a!

El momentazo llegará al  avistar el castillo de Requesens, grandioso en pleno bosque de alcornoques y señal de que estamos ya muy cerca de la meta. La idea de que Requesens era un pueblo no sabemos bien de donde salió. En realidad, Requesens es el castillo y este castillo tiene una misteriosa dueña que habita cerca, en un reducido y destartalado conjunto de edificaciones rurales. Ocuparíamos, este grupo de once, una de ellas. También la habitaban mosquitos, gatos, algún perro que se colaba. Un lugar destartalado con vistas insuperables. Lo que viene a llamarse un “lugar con encanto”.

Nada más llegar nos recibe Norma, sin duda el primer personaje “de carácter” que llega a esta crónica. Norma ha inventado una profesión: es avitualladora de la ruta pirenaica GR 11. Conecta con los senderistas y les facilita alojamiento y manutención. Para nosotros preparará cena y desayuno; los hace muy ricos y con cariño, el que también transmite cuando explica que, a veces, los caminantes llegan exhaustos y mal preparados, que ella les asiste, les da cobijo y consejo. Habla sin parar. Sus reparos, velados y con cierto aire conspirativo, los reserva para otro tipo de visitantes, como los cazadores; también para algunos habitantes de esta bella comarca…

Día 4. Requesens-La Vajol.

Otra vez más de 25 km por delante. Etapa extraña. Porque raro es pasar por una ciudad o atravesar túneles bajo la autopista y la vía del tren cuando recorres una senda pirenaica. Hemos llegado rápido a La Junquera, conversando sin parar, porque los caminos inspiran y da gusto. Y hemos fotografiado un viejo avión antiincendios estrellado en el bosque en los años 80. La Junquera resulta agradable, al menos su núcleo original apartado de la autovía. Avituallamiento..

El segundo tramo es áspero, otro cuestarrón, que atraviesa un tupido alcornocal sin sotobosque, lleno de ramas caídas que provocan cierta desazón. No es un bosque acogedor. Le sigue otro largo tramo de carretera que recorremos ansiosos por llegar a La Vajol, un pequeño pueblo que homenajea a quienes desde allí marcharon hacia Francia huyendo de las consecuencias de la Guerra Civil del 36.

Y en La Vajol conocemos a Conxita. Esta mujer deja huella en el grupo. Por su simpatía, por su alegre y cantarina voz, por su cocina y sus bocadillos. ¡Y tanto! responde a cada una de nuestras peticiones, y al momento ahí tenemos la cerveza, las aceitunas, el pan, el rollito, el tomate,  lo que haga falta. Conxita regenta con su marido la pensión donde dormimos de maravilla y el bar restaurante Ca La Conxita. Trabajan duro los dos, pero ella es, ¡y tanto!, el alma de la fiesta.

Día 5. La Vajol-Albanya.

Otra vez más de 25 km (me repito, pero es el mantra, y la tarea, que sobrevuela nuestras cabezas al inicio de estas etapas). Salir de La Vajol, cuesta arriba, despidiendo a los tres amigos que, pena penita pena, nos dejan (y también a Conxita) … desanima un poco, pero como siempre, el paisaje gana y ¡a por ello!. 

Esta ruta pasa por la mina Canta, donde se escondió el famoso oro de la II República; también por Maçanet de Cabrenys, pueblo impecable para adentrarse en el Alt Empurdá, comarca que contemplamos desde el collado de La Trilla. Desde aquí, en sube y baja por bosques de rebollos, coscojas y hasta hayas, pero aún acompañados de alcornoques, alcanzamos Albanya. Antes tuvimos que rechazar, como Ulises a las sirenas, la tentación del Molí de Rober, un bello rincón con piscina y con perfume de chuletillas al sarmiento… pero es que la ruta es muy, muy larga, no caben las distracciones.

Albanya es otra joyita, que ofrece la antigua Rectoría, junto a la iglesia de St. Pere, como albergue. El alojamiento, donde compartimos habitaciones de cuatro, está muy bien rehabilitado y tomar una cerveza en su terraza, aunque amenace lluvia, es el premio soñado. 

Cuando las muchachas que regentan el lugar empiezan a poner algunas pegas y restricciones, a explicar que aquí esto es “así” o “así”, que el desayuno es un bocata que hacen por la noche, que no piensan levantarse para hacer café… nos quedamos algo aplanados. ¡Echamos de menos a Conxita! Y aún más cuando las muchachas emplean más de media hora en una tosca discusión en plena calle con una pareja; resultará incómodo. Cuando malamente se recuperan, las posaderas continúan con la cantinela: como lo vuestro es media pensión … solo os toca de postre un helado, pero no todos los de la carta, eh, solo los baratitos… El desayuno, tal como prometieron, fue bien pobretón. Pero, inasequibles al desaliento, salimos tan contentos como siempre, dispuestos a comernos otra etapa. ¡Hasta la próxima, Rectoría de L’Albanya!

-Día 6. Albanya-Easy Day

Había expectación respecto de esta jornada, y no precisamente por la ruta, que por supuesto sería, como todas, bella y esforzada: con sus espesos bosques, las vistas desde el refugio de Bassegoda, algunos baños en el río, también algunos dólmenes y ermitas (que en realidad solo intuimos o avistamos de lejos, por
que a ver quién es el valiente que se desvía unos metros para tocar unas piedrecitas…, es lo que tiene ir justito de fuerzas y sobrado de paisaje).

Al grano, nuestro gran objetivo en la sexta jornada era llegar a Easy Day, un lugar que se prometía especial, siendo una ligera desviación de la ruta GR, una libre interpretación que nos permitiría unas distancias razonables y un descanso merecido.

Easy Day, se ubica en Montagut i Oix, una  masía a orillas de la Riera de Sant Aniol, ya en la comarca de La Garrotxa. Se anuncia como un lugar “en medio del paraíso, dedicado a los retiros, la educación y las artes”. Uhmmm, Ohmmm.

El lugar nos recibe con una fresca limonada y unas sabrosas tartas de manzana y albaricoque;  para reconfortar, sin prisa, el cuerpo y la mente. "Vamos a estar bien aquí", comentamos, porque el entorno es especial y también lo parecen nuestros anfitriones, que nos cuentan satisfechos algunas de sus actividades, como un concierto musical, que acaban de celebrar con 200 asistentes "¿Cómo lo habrán organizado en un lugar tan remoto como este?" nos preguntamos.

Easy Day es una estancia “alternativa” que nos divierte:  duchas “a cubos”, wáteres secos, un gran domo o tienda donde dormir, todos juntos, sobre unos futones con estampados africanos, gallinas felices y en libertad,  banderines tibetanos, unas piedras que señalan a los hombres donde han de apuntar cuando mean,  (para las mujeres: ancha es Castilla…) No hay quejas, aunque pasemos algo de frío a la noche y los mosquitos amenacen nuestro flujo sanguíneo. 

Y es que la cena y el desayuno (vegetarianos) fueron sencillamente insuperables: parmegiana, ensaladas, tzatziki, zumos naturales, buen vino, frutas, tiramisú, falafel, tostadas, tartas, yogurt…  Estupendo Easy Day. Nos llevamos de recuerdo a los anfitriones con su rubio querubín, sus velas, su fuego nocturno, las flores, y, sobre todo, a su estupenda y creativa cocinera.

-Día 7. Easy Day- Can Planas

Con mucho calor desde muy temprano, recuperamos la senda GR-11. Será a la altura  del refugio de Talaixá, uno de esos lugares que corroboran que los sudores bajo las mochilas merecen la pena ¡Menuda vista sobre la frondosidad del bosque de La Garrotxa!. 

Es curioso, hasta hoy apenas nos hemos encontrado con gente en la ruta; solo algún caminante silencioso y solitario, una pareja y su perrito con alforjas, alguna muchacha cansada y sonriente, pero ni en los alojamientos ni el camino hemos intercambiado  una palabra entre “caminantes”.  Solo hoy nos toparemos y conversaremos con un excursionista, es un joven inglés que se detiene al vernos descansar bajo la sombra. El camina hacia el mar Mediterráneo, está haciendo la GR de un tirón y ya le queda muy poco. Nos cuenta que le ha llovido mucho y que ha visto más vacas que en toda su vida… Esto último nos extraña, viniendo del Reino Unido, pero no hay tiempo de indagar mucho más… una pena, parecía bien majete el inglés.

Esta jornada pasa por Beget, uno de esos pueblos que salen en las revistas de viajes entre los 10 pueblos más bonitos de la península. Y lo es, quizá demasiado, de tan arregladito que está. Imposible comprar el avituallamiento que nos ha ido apañando durante la ruta (frutas y embutidos locales). Acalorados y sudorosos terminamos celebrando el día de San Fermín en un restaurante del lugar… con su sabrosa oferta de producto local …o quizá no.

En Beget nuestro grupo llama la atención entre los turistas y conversamos agradablemente con algunos, contentos de informarnos sobre las maravillas del románico de la zona. Con otros no fue posible, a falta de catalán por nuestra parte, nos hablaron en francés… igual no se dieron cuenta que podíamos entendernos en castellano.

El camino desde Beget a Can Planas recorre la Riera de Beget; una delicia botánica para Tati y Jose, que nos van ilustrando con su sabiduría.

Can Planas, nuestra meta,  puede presumir de su aromático jardín y su fresca piscina. Es otro lugar original, una masía que ha acogido colonias de niños y que dispone de un enorme dormitorio con camitas para muchos enanitos. Goza de unas vistas 360º que celebramos con unas cervezas. Jorge, el anfitrión, nos trata muy bien, aunque echamos de menos a la cocinera de Easy Day y, por supuesto, a Conxita…

8-Can Planas-Setcases.

Un tramo más y lo tenemos. Las ampollas, o están casi curadas o ya da igual como estén,  así que dejaremos, por fin, que Elena descanse (sus cuidados han sido cruciales y un auténtico lujo).

Como es la última jornada hay cierta tentación de aflojar, por eso Jesús nos tienta con unas magdalenas, que compra en el pueblo de Molló y, francamente, sientan de maravilla. Breve inciso para comentar que algo hemos cambiado estos años de marchas montañeras:  cada vez menos chocolate, menos golosinas, menos bebidas alcohólicas… a cambio, más cabeza, más filosofía, más aguante y mejor planificación.

Hoy caminaremos a pleno sol y subiremos más de 1.200 metros hasta alcanzar el punto donde se inicia el descenso hasta Setcases. Habrá que contar historietas como las que evoca con detalle Rosalía, que parecen guiones de película pero que son auténticos “sucedidos”. Contar y escuchar entretiene y alivia la fatiga. Comprobado.

El paisaje de esta jordana anuncia lo que será el siguiente episodio de la GR-11: bosques de robles, pinos, ya sin alcornoques, que alternan con cumbres airadas y peladas, luciendo, magníficas, las huellas de la erosión; desniveles marcados, caminos más agrestes, mayores soledades… pero eso será ya en la próxima salida.

Ahora el anhelo es Setcases. Por fin llegamos y lo encontramos en plena alegría del verano. En el Hostal La Cabanya, donde nos alojamos, todo nos parece lujo y comodidad. El cansancio se evapora.

Menciones para: los sabrosos melocotones, las butifarras locales, las frambuesas silvestres, la zarzaparrilla, las chumberas, los robles, las jaras, las ermitas, los refugios, los riachuelos que se pasan descalzos, las gorras que se pierden, los tobillos que se doblan, las tiritas y los compeed, las canciones que acompañan, las bromas y las confidencias… Para que repitamos, para que cada vez que  amanezca … apetezca.

Datos:

188,49km recorridos - 9.180m subida - 7.958 m bajada - 67 horas caminando

Los alojamientos:

https://hotelscheck-in.com/hostal-german-catalonia/en/

https://www.elpenell.com/es/home/

https://www.fincaderequesens.cat/

https://www.airbnb.es/rooms/11908261?_set_bev_on_new_domain=1690958564_NjU0YTdhNTBiN2Q3&source_impression_id=p3_1690958565_U6VoIVYsuMuS6FzS

http://calaconxita.com/

https://www.rectoriadalbanya.com/

https://www.easy-day.com/es

https://www.gasoveres.com/

https://lacabanya.net/es/

Las etapas: 

https://fatmap.com/routeid/3232332/dia-1?fmid=cp

https://fatmap.com/routeid/3232364/dia-2?fmid=cp

https://fatmap.com/routeid/3232369/dia-3?fmid=cp

https://fatmap.com/routeid/3232371/dia-4?fmid=cp

https://fatmap.com/routeid/3245775/dia-5?fmid=cp

https://fatmap.com/routeid/3245776/dia-6?fmid=cp

https://fatmap.com/routeid/3245779/dia-7?fmid=cp

https://fatmap.com/routeid/3245780/dia-8?fmid=cp 

 

 

viernes, 16 de junio de 2023

Producciones “Gotas de Teatro” presenta…

                                                             

 

El poeta Horacio (65 a.C.-8 a.C.), anunciando que “De vez en cuando hay que echar en la copa de la vida unas gotas de locura”; el saborcillo dulce y burlón que deja la lectura de la obra de teatro “La hora de la fantasía”, de Anna Bonacci (Roma, 1892-Falconara Marittima, 1981); unas fotos en blanco y negro esparcidas, boca abajo, sobre la mesa; seis mujeres curiosas, amantes del teatro, la vida y sus derivadas. 

Todo eso y algo más se mezclaba en la propuesta que la actriz y profesora de teatro, Luisa Armenteros,  nos lanzó,  allá por el mes de noviembre del 2022:  “Josefina, Laura, Nines, Rosa, Mercedes, Paz: vamos a fantasear y vamos a divertirnos; vamos a concebir y a ejecutar un juego escénico, un ejercicio teatral”.

¿Cómo?

Primer paso.  Escogimos, a ciegas, una foto cada una. El azar dictó que cada foto y la mujer que desde ella nos miraba se aposentara en nuestras cabezas durante un buena temporada, pues  la primera tarea consistía, ni más ni menos, que en darles vida, en escribir un relato representable. “Más adelante veremos como damos sentido a esos seis textos, agrupándolos en una sola pieza” explicó Luisa. Escudriñamos entonces cada foto, buscando la inspiración que nos ayudara a descubrir un momento crucial para su protagonista, uno de esos que suceden en apenas un instante o un rato, pero que, estupendamente, te cambian la vida. Y así, no sin poco esfuerzo, nacieron Catherine, Francisca, Luz, Olivia, Julia y Ludmila, convertidas en personajes, protagonistas de diferentes historias y circunstancias. ¡A jugar!

Segundo paso: lectura en alto de los monólogos. Habíamos mantenido en secreto la historia que cada una había imaginado, para disfrutar la sorpresa del nacimiento de esos seis personajes y  avanzar a una nueva dimensión: la interpretación. Porque lo que Luisa nos propone es otra voltereta: intercambiar los roles  para que cada una interprete el monólogo escrito por otra. Toca zambullirse en una historia ajena; leer y releer el texto, mirar la foto, imaginar y desentrañar la vida o las vidas que ahí se esconden. Todas sabemos leer y mirar, claro, pero ahora aprenderíamos a colorear la foto en blanco y negro de las mujeres que acabábamos de  conocer.

Y comprendemos entonces que en el ejercicio de la interpretación no basta con memorizar - inevitable e indiscutible tarea – pues  será necesario penetrar en las palabras, entender los guiños y  las insinuaciones del texto, despegarnos de las ideas propias y hasta de algunos prejuicios tontos que aún sin querer todas acarreamos ¿Qué no te imaginabas a una señora adinerada haciendo travesuras? Juega con ella, llévala lejos ¿Qué te cuesta ponerte en la piel de una adolescente enamorada? Igual podías recodar tu primer beso y poner cara a ese guapo chico que ahora te corteja ¿Qué tu chica parece desconsolada y más triste que un ajo puerro? Pues a darle brío y más bravura ¿Qué tu personaje viaja de Chamartín a Parla y no a París? Te aguantas y disfrutas del paisaje ¿Qué no te ves hablando con un perro, que encima se llama Botán? Saca tu rabia, disfruta de la energía de una mujer luchadora ¿Qué no acabas de hilar el mensaje de una niña idealista? A ponerte las coletas y a salvar el mundo.

Ya tenemos los textos y vamos conociendo a  nuestras heroínas; seguimos construyendo el juego teatral.

Tercer paso: cada autora selecciona  una música y escribe unas líneas a modo de presentación de su personaje. Pero ¿cómo los ligamos? ¿cómo hacemos para fundir seis textos en un conjunto equilibrado, inteligible y atractivo? Luisa nos recuerda que el teatro requiere, para llegar a serlo, un público que lo contemple, y al público hay que llegar. Con esa condición nos ponemos en marcha.  

El proceso de escoger el título de una pieza que tiene seis cabezas (autoras) ocupará varios ratos y hasta acalorados debates. Dimos varias vueltas en el hiperespacio sin buenos resultados, para al final descubrir que lo teníamos delante. Sí, ahí estaban las “gotas”, las que con algo de locura Horacio desea que echemos en la copa de la vida y ahí estaba también la “fantasía” con la que nos hizo jugar Anna Bonacci.

¡Eureka! “Gotas de fantasía”, tal cual, sencillo, directo, atractivo. Tenemos que contárselo al público.

Cuarto paso: ensayar una  improvisación a modo de  preámbulo del ejercicio teatral ya bautizado. Probamos: todas en escena, comentando nuestro juego, nuestras fotos, nuestras mujeres. No funciona. Nos falta chispa, no hay espontaneidad ni disfrutamos del goce de la improvisación.  Mejor un texto que elimine este riesgo. Será el que finalmente Luisa nos proponga. Lo expondremos entre todas, frase a frase, narrando como cada una de las seis mujeres de las fotos, que ya son nuestras mujeres, se enfrenta a su particular viaje de fantasía. “Son mujeres con poca …. O mucha vida…. Mujeres que deciden contar”.

Y hay más, llega la hora de organizar, mejor dicho, inventar un espacio escénico en el sótano de la Biblioteca pública Miguel Delibes.  Así, montamos una acogedora  iluminación ajustada  con linternas, focos de discoteca y lámparas de casa; acoplamos el sonido de nuestros sencillos altavoces; planteamos la proyección de las fotos apoyada en una papelera; componemos el atrezo de cada personajes sacando trapitos, fotos, estuches, bolsos y hasta hueveras de nuestros trasteros… ¡Qué divertido descubrir errores, aciertos y soluciones para conformar con autosuficiencia una digna propuesta!

Y la traca final: ya tenemos la pieza, ahora hay que levantarla: es obligado y esencial  ensayar y fijar  los movimientos en escena. No basta con sabernos los textos,  no es suficiente el ensayo individual en casa. ¿Habéis pensado que es necesario dominar las entradas y las salidas de autoras e intérpretes en coordinación con la música y las imágenes? ¿Qué tenéis que colocar como si de una coreografía se tratara la mesa y las sillas, poner y quitar atrezos, entrar y salir? Nos recordará Luisa.

 La verdad es que no lo habíamos pensado mucho, y claro, se notó, vaya que si se notó en los primeros ensayos, y en los segundos, y en los... Allí cada una se olvidaba de una frase,  de una silla, de un gesto… en fin, un pequeño desbarajuste que asumimos como una nueva lección, una más, que certificada  lo complejo y laborioso que es poner en pie, en escena,  hasta la más humilde práctica teatral.

Y llegó la hora, haríamos -en la intimidad, es decir, sin invitados y asumiendo nosotras, también, el papel de público- un único pase  en la Biblioteca Miguel Delibes . “Arriba el telón” hubiéramos dicho si de telón hubiéramos dispuesto.

Luisa nos pidió energía, ganas de jugar y alegría.  ¡Vamos a divertirnos!

Lo intentamos, nos concentramos, interpretamos sin “blancos” y, sobre todo … disfrutamos ¿Qué más se puede pedir? ¿Quizá unos aplausos?

Pues hubo aplausos; los de un reducidísimo público que en el último instante apareció en la Biblioteca y se apuntó a jugar con nosotras. Pura fantasía.



jueves, 16 de febrero de 2023

Señoras ¿Salimos esta tarde?

En mi ciudad, a eso de las seis de la tarde, cada día,  acontece un peculiar fenómeno: las mujeres maduras  salen, en tromba, a la calle. Van al teatro, a ver una exposición, a la presentación de un libro, a visitar a un enfermo, o a los nietos, a merendar con las amigas, a pasear, de compras, a pilates o yoga, a clases de sevillanas, a verse con su amado/a, a aprender inglés, a cursos de política internacional, al taller de acuarela, a la universidad de mayores… a lo que les da la gana.

Salen de casa, algunas aún se abrigan con sus ya anticuados visones, otras lucen gafas de diseño y pelos azules, aquellas se ajustan los leggins y disfrutan del confort de sus zapatillas deportivas. Son muchas, son mujeres, son veteranas, pudieran parecer similares, cortadas por el mismo patrón con ligeras variaciones, pero si nos acercamos un poco, si nos deshacemos siquiera un rato de nuestras ideas y prejuicios, observaremos que son muchas personas, cada una de ellas única e inimitable. Yo diría que, en muchos casos, son interesantes. Atesoran pasado, disfrutan del presente y sueñan su futuro.

Pienso esto ya incluida en ese grupo de las mujeres de mi ciudad que salimos por la tarde,  a nuestras cosas; vamos contentas, ilusionadas, apasionadas con la libertad que nos brinda la edad y la ciudad. Y reflexiono sobre ello tras observar, en algunos sucesos cotidianos, el denominador común con el que algunos ciudadanos (tanto hombres como mujeres) nos prejuzgan, y nos tratan. Se trata de un prisma deformante que permite deducir que, como somos mayores, somos, en consecuencia,  cargantes, ignorantes, trasnochadas, soporíferas, cuentistas y aburridas; diríamos que nos hemos vuelto semitransparentes. Nos conciben pertenecientes a una especie denominada “abuelas”; que sí, algo piensan, algunas son majas, cocinan bien, nos cuidan, las queremos, pero se han quedado un pelín anticuadas: llevan monedero y dicen cosas como ”he ido al Pryca”, “no veo de cerca” o “de qué va eso del metaverso”. Hay caricatura en estos enfoques.  

Lo pienso como testigo de algunas anécdotas recientes donde los “contrarios” me llamaban, o llamaban a otras,  “señora” y no precisamente con el tono educado con el que un francés dice Madame, sino con una entonación especial ¿La escucháis? Algo así como ‘seññoora’, entendiéndose en el tono cierta condescendencia trufada de una contenida hostilidad. Algo así como: “pero  ‘seññoora’, si es que no se entera, me está irritando y no tengo tiempo de explicarle de qué va esto. Sí, me está usted tocando las narices diciéndome que lo que hago no está bien hecho; pero ¿Quién se cree usted que es para recordarme que lo que es el “respeto”?. 

No hablo aquí del respeto que se profesa a la edad, sino del que enaltece tanto a quien lo expresa como a quien lo recibe, a las personas, a los ciudadanos. También a las ‘seññooras’.

Tampoco nos engañemos; digamos que sí, hay ‘seññooras’ plastas, hay gente plasta, no nos vamos ahora a hacer los santones, porque ya aprendimos hace tiempo que no era cierto aquello del “to el mundo es güeno”. Mi afán aquí es muy sencillo: orientar el foco sobre dos aspectos. El primero: que no existe la especie, ni tampoco el género, ‘seññooras’: lo que veis son mujeres de muy diversas personalidades; el segundo: que las mujeres maduras, como cualquiera,  están llenas de vida, de experiencia, de ilusiones y de fantasía.

Y en este modo, una buena pista teatral que acabamos de disfrutar en Los teatros del Canal, Todas las canciones de amor, el monólogo interpretado magistralmente por Eduard Fernández, quien se  convierte, literalmente, en su madre, para hablarnos con ternura, con profundidad y sin un ápice de frivolidad; para mostrar desde las tablas, desde un sencillo escenario, que en cada alma, aunque sea vieja, aunque sea mujer, hay mucho contenido.

En esta pieza teatral,  Eduard, es decir, su madre, está sola. Su marido murió hace ya tiempo, su único hijo vive lejos su propia vida y a ella, que ahora se levanta trabajosamente cada mañana,  le quedan sus recuerdos, su amor. Entre estos surgen sus reflexiones, sus enfoques propios y su sinceridad.  Y esto es lo que emociona (la sala casi entera disimulaba sus lágrimas al aplaudir): la crudeza y la belleza de la verdad, la elegante ausencia de reproches, la vida de una mujer sencilla y sus maravillosos avatares.

El texto de Santiago Loza es el eje vertebral del espectáculo ¿Qué más se puede pedir si, además, lo interpreta un actor como Eduard Fernández, que ha recreado a su madre desde sus entrañas, y  lo dirige, con amor, un director con la sensibilidad de Andrés Lima?