El titular “Guerra en Ucrania” o como indican otros “Guerra en Europa” lleva ya 44 días en las portadas. Esta semana, la crudeza, el horror y casi hasta el olor de la guerra han removido aún más, si cabe, nuestros bien alimentados estómagos. Han llegado a nuestras retinas las imágenes de los asesinatos de civiles en la ciudad ucraniana de Bucha, tomada por los soldados rusos para arrasar, destruir y matar indiscriminadamente durante varios días. Tras su retirada, a causa de la resistencia ucraniana, la prensa ha accedido a esta desdichada ciudad.
Alguien ha contado
estos días que si las imágenes que nos llegan, fotos y videos, las miramos en blanco y negro, poca diferencia encontraremos
con aquellas tomadas en las segunda guerra mundial y que documentaban la
barbarie nazi. Y en efecto, el horror de la guerra de antaño es casi idéntico
al de la guerra actual. Yo aprecio un
factor añadido, una vuelta más de tuerca: el satélite.
Resulta que
ahora, como si de un videojuego se tratara, podemos recorrer desde nuestras pantallas,
las calles de Bucha, desiertas,
destrozadas y… salpicadas de cadáveres; podemos ver simulacros, montajes del
antes y el después. Resulta que estamos en una guerra euro visiva (solo falta
la musiquita). No es una sorpresa, desde luego, ya tuvimos el “privilegio” de
la primera fila durante la invasión en
Irak por las tropas estadounidenses. Lo, digamos, novedoso es
que ahora también se combate descaradamente con fake news. Se
miente, se desmiente, se acusa, se tergiversa, sin reparos. En el caso concreto
de la destrucción de Bucha, que Rusia ha
negado, los medios han recurrido a la
difusión masiva de las imágenes verificadas de los satélites, para intentar demostrar que no había mentira
en los muertos, solo muerte real, irreparable. El horror, again and again.
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