Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]



miércoles, 17 de febrero de 2021

Carlos Menem y un álbum de fotos

Me acerco al obituario de Carlos Menem, fallecido a los 90 años. Es (fue) uno de esos personajes contemporáneos que durante muchos años aderezaron la actualidad internacional (más bien por sus escándalos que por sus proezas). Viajé a Argentina hace muchos años, él era entonces un peronista recién llegado a quien muchos miraban como un excéntrico e inofensivo aspirante. Se equivocaron, Menem fue pronto elegido presidente, ejerció su poder con todas las ganas y llegó a cometer tremendas irregularidades. No sé lo que opinarán hoy de él sus compatriotas…

Muy lejos de mi intención está juzgarle ahora en estas páginas, pero la selección de fotos publicada hoy en ELPAIS no me ha dejado indiferente. En casi todas ellas Menem aparece sonriente y orgulloso de haberse conocido. En muchas está acompañado de mandatarios y figuras relevantes de finales del siglo XX e inicios del XXI. Se exhibe en ellas con los presidentes Felipe González y José María Aznar (España);  Alberto Lacalle (Uruguay); Itamar Franco (Brasil), Carlos Wasmosy (Paraguay); Jacques Chirac (Francia);  Bill Clinton (EEUU); Fidel Castro (Cuba). También con  Pelé y Maradona. Todos tan contentos, estrechándose las manos, abrazándose, riéndose los chistes. Unos ya han desaparecido, otros, aunque menos, aún están en la brecha. Varios serán condenados por la historia (algunos ya lo han sido por los tribunales). 

Qué triste sensación de desencanto comprobar, en apenas un puñado de fotos,  la corrupción y engaños que se fueron sucediendo esos años mientras los ciudadanos, inocentes, mirábamos a otro lado sin siquiera imaginar lo que esos tipos tramaban, consentían o impusaban. ¡cuántas desilusiones! ¡Y qué chivatas las fotos!

 

viernes, 12 de febrero de 2021

Triunvirato: Flotats, Hipólito y Pou

 

Saliendo la otra noche del teatro La Latina me doy cuenta de que en apenas cuatro meses he sido privilegiada espectadora de tres magníficas obras de teatro, protagonizadas por tres de los mejores actores de nuestra escena. 


Hablo de Josep Mª Flotats, que nos deleitó con El enfermo imaginario, de Calos Hipólito, en su estremecedor Macbeth y   de Josep Mª Pou, magnífico ahora en Viejo amigo Cicerón.

Qué curioso, como todo encaja, allá por los años 90, estos tres actores compartieron cartel en  la inteligente y rompedora comedia Arte.  No soy capaz de situar a ninguno por encima de los otros. Son tan diferentes como extraordinarios en su dominio de la escena, en su manera de hipnotizar al espectador. Si acaso con un denominador común, que no se ve pero se adivina: su oficio.  Apuesto que los tres trabajan muy duro hasta lograr que sus personajes crezcan y nos conquisten.

En Viejo amigo Cicerón Josep Mª Pou se ha encontrado con un magnífico texto de Ernesto Caballero, quien nos presenta al romano  a través de un profesor, que podría ser de Oxford, y sus alumnos. El juego funciona y los personajes de hoy encarnan a los de entonces con una naturalidad absolutamente eficaz. No se echan de menos las togas ni los laureles, no hace falta. El texto es intenso, rico, profundo, trascendente, comprometido, como también así debió ser la vida del escritor, orador y político romano Marco Tulio Cicerón (106 AC-43 AC).

En el patio de butacas no se oía una mosca; todos atentos, intentando no perdernos en la cascada de frases que Cicerón/Pou nos ofrecía. Todas ellas para enmarcar. Intentar memorizar siquiera alguna  fue mi intención en los intensos 70 minutos de función. No lo logré (salvo la famosa ¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?). Pero ¿para que otra cosa sirve internet sino para respaldar nuestra maltrecha memoria?. He buscado y seleccionado éstas:

Las enemistades ocultas y silenciosas son peores que las abiertas y declaradas.

La primera ley de la amistad es pedir a los amigos cosas honradas; y sólo cosas honradas hacer por ellos.

Humano es errar; pero sólo los estúpidos perseveran en el error.

El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes.

Para ser libres hay que ser esclavos de la ley.

Nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro.

Son siempre más sinceras las cosas que decimos cuando el ánimo se siente airado que cuando está tranquilo.

Pensar es como vivir dos veces.

Hay que atender no sólo a lo que cada cual dice, sino a lo que siente y al motivo porque lo siente.

No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños.

Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos.

Las leyes callan cuando las armas hablan.

Difícil es decir cuánto concilia los ánimos humanos la cortesía y la afabilidad al hablar.

¿Qué cosa más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo?

Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros.

El amor es el deseo de obtener la amistad de una persona que nos atrae por su belleza.

No hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volverlo aceptable.

No basta con alcanzar la sabiduría, es necesario saber utilizarla.

Si cerca de la biblioteca tenéis un jardín ya no os faltará de nada.

Recuerdo incluso lo que no quiero. Olvidar no puedo lo que quiero.

Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos.

Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma.

Nada resulta más atractivo en un hombre que su cortesía, su paciencia y su tolerancia.

Algunas se declamaron en el teatro, otras no. La función nos presentó un personaje complejo, rico, contradictorio, formidable,  todavía actual. “Cada uno puede construir su propio Cicerón” concluía el profesor. Y así creo que lo asumimos los espectadores, empujados tras la función -por el mal tiempo y el toque de queda- a recogernos en casa, para allí saborear,  tranquilos,  lo contemplado en las tablas. Delicioso.

Y lo dicho, como todo encaja, los extraordinarios  triunviratos romanos que protagonizaron los Cicerón, Catilina, Marco Antonio, Cesar, Bruto, Pompeyo, Craso y otros .. se me antojan ahora heredados con gloria  por un buen trío. El constituido por  Flotats, Hipólito y Pou. Ellos sin sangre y  sin conspiraciones, triunfando con palabras, sobre las tablas.

miércoles, 10 de febrero de 2021

Aquélla década prodigiosa de Alberto Corazón

Cuando era adolescente cuidaba ocasionalmente por las noches  a las niñas de un matrimonio vecino.  Eran profesores, jóvenes y progres, él era americano. Tenían el salón desordenado,  lleno de libros y discos (y una pareja de hámsters en libertad). Y a mí me encantaba husmear por sus estanterías cuando las pequeñas se dormían.  Una noche llamó mi la atención un librito titulado “La década prodigiosa” (Pedro Sempere y Alberto Corazón, 1976). Estábamos en 1979 y en España en plena transición. Para entonces los años 60 ya casi parecían prehistoria. En mi caso,  una  prehistoria añorada pero “no vivida”. 

Plagado de fotos e ilustraciones, el índice de aquel libro no podía ser más estimulante. Lo copio  hoy de internet:
1-Beat: la sensación de estar golpeado
2-Hip: contravalores, droga, amor, psicodelia, paraphernalia
3-Pop: Rick, Elvis, Bob Dylan, Beatles
4-Mayo: la imaginación y el poder  
5-Masculino-Femenino: una revolución controlada
6-Moda: la moda como mensaje. Consumo y autodestrucción
7-Fads: modas urgentes, metáforas ambientales (streaking)
8-Pelo, vida, fuerza y sexo
9-Macluhanología: la expansión del campo de lo posible»
10-Niños, verdugos de las tecnologías obsoletas.
11-Pornografía. Eros en el centro del universo. Consumo, represión, terapéutica, feminismo, fascismo Deep throat, blue pilgrims, y live shows
12-Viceversa. La contracultura gay
13-Instant replay. Los efectos de la información.

Visto este prometedor "material" no dudé en pedir prestado el libro y utilizarlo para un trabajo grupal para la clase de lengua y literatura; un trabajo de aquellos que hacíamos sin orden ni concierto, sin ninguna herramienta, ni física (lo escribíamos a mano y con colorines) ni ética, pues nadie nos daba ni una sola pista de cómo elaborar un escrito. Ya ni recuerdo lo que hicimos, seguramente copiamos sin sentido lo poco que entendimos de aquella moderna crónica.

Lo que sí quedó grabado en mi retina fue el precioso título y también el nombre de sus autores. Más tarde,  Alberto Corazón se haría muy famoso. Se convertiría, según sus palabras,  casi en el inventor de la palabra “diseño”. Fue cuando en nuestro país se hizo popular aquello de “¿diseñas o trabajas?”,  utilizado para mofarse de una ola de creadores que, con diferentes grados de calidad, inundarían de color, alegría e imaginación  nuestra vida en blanco y negro. 

Hoy, a los 79 años, ha fallecido Alberto Corazón y, cómo no, se habla de sus creaciones, de sus logos, de su pintura y  de sus icónicos diseños. Y  yo  me apeno y pienso en su librito, en aquella contraportada que afirmaba  “Esta es la crónica de las revoluciones cotidianas y los cambios permanentes. Que no cambiaron los gobiernos sino la sensibilidad. Que no derribaron las estatuas a caballo sino la inercia de una moral exhausta”, y me admiro de cómo éramos entonces y me sorprendo de lo que somos ahora.

lunes, 8 de febrero de 2021

1984, cuando éramos analógicos.

No disfruto de la ciencia ficción. Me inquieta, y mucho, pensar en distopías habitadas por robots, monstruos o planetas arrasados. Sin embargo, disfruté, y mucho, de la novela 1984 de Orwell y también de la película que, precisamente en 1984, vi en el cine protagonizada por Richard Burton y John Hurt. La dureza de la realidad que nos contaba “1984” no se correspondía con la de quienes tuvimos la fortuna de atravesar indemnes aquel año. No había aún grandes hermanos (al menos no en formato reality show), ni teléfonos móviles, ni apenas ordenadores portátiles,  ni redes sociales... Íbamos al cine, viajábamos y nos movíamos sin dejar huellas indelebles en registros digitales. Vivíamos sin “cookies”. En 1984 escribíamos a mano y hacíamos fotos, muy pocas,  con cámaras analógicas. Nos sabíamos de memoria los teléfonos y la dirección de nuestros amigos y resolvíamos “de cuerpo presente” los trámites burocráticos (en el banco, en la universidad, en los ministerios, direcciones generales, comisarías…). ¡cómo era, y qué lejana queda, la era predigital!

No todo lo que Orwell imaginó se ha cumplido, pero lo cierto es no andaba despistado respecto a la alienación de nuestra sociedad (ni falta hace que hablemos de las Redes Sociales).  Y diría que también respecto al aburrimiento… Porque nos estamos aburriendo, asustando y desgastando desde hace ya casi un año. Metidos en casa, sin tocarnos, sin salir del carrilito marcado, perdiendo allegados y conocidos, contemplando impotentes el avance de un virus que no se amedrenta ni cede un ápice. Está resultando duro y difícil,  aunque me consuela pensar que al menos hasta ahora ningún Annus horribilis ha sido eterno. Ni los nazis, ni Stalin, ni el muro de Berlín, ni los Jemeres rojos, ni las hambrunas extremas, ni epidemias como el cólera o  el ébola han sido para siempre (tampoco, reconozcámoslo,  la juventud, el amor, la belleza, las fiestas, los amaneceres…).

En 2021, la radio y la TV te machacan desde la mañana a la noche con las noticias de la Pandemia de Covid 19, y cada mañana me vienen a la memoria  aquellas noticias de las guerras entre Eurasia y Oceanía, entre Asia Oriental y Eurasia… palabras y palabras huecas vomitadas desde las pantallas de 1894 con un único fin: atemorizar y domesticar a los habitantes de un planeta triste y agotado.

Pensaba en la distopía de Orwell la otra tarde cuando parada en una gasolinera a las afueras de Madrid me encontré mirando el horizonte y a la vez siendo consciente de un silencio y una soledad poco común en una carretera general. Me pareció estar más cerca que nunca de esa ciencia ficción que tan poco me gusta…