La semana pasada cumplí uno de los deseos más deseados durante las semanas
de confinamiento: trekking por los Pirineos. Días de esfuerzo, cansancio,
retos, risas, sustos, regocijo, satisfacción, alivio, amigos, superación,
conformidad, admiración… y sobre todo belleza y naturaleza.
Vignemale Refugio Oulettes de Gaube |
Se trata de caminar, acompañada por el grupo, pero a solas con tu cuerpo y
tu mente. El primero a veces responde, otras veces se queja, disfruta a ratitos
y de tanto doler, se auto cura. Sana él
solito. La men
No hay duda de que es nuestra cabeza la que marca nuestra capacidad de seguir, de disfrutar, de, finalmente, sentirnos satisfechos por el camino amaestrado, el logro alcanzado.
Caminando estos días pensaba, qué curioso, no somos creyentes o al menos la
mayoría del grupo no lo es, pero todos nos sometemos gustosos a esta especie de
ejercicios espirituales, que ponen en blanco nuestras cabezas como si de un
mantra se tratara. En definitiva: un reseteado,
una puesta a punto, una depuración del cuerpo y el alma, que nos ayudará después, en los momentos
ajetreados que sin duda llegarán más adelante.
La montaña inspira y nos reta. Pero sobre todo, nos regala paisajes,
flores, lagos, montes inexpugnables, pedreras, praderas, vistas de 360 grados que
nos dejan extasiados. Este año la montaña nos lo ha dado todo y mucho más, pero
la he encontrado frágil, con muchos de nosotros dejando huellas de plásticos,
pisadas, restos… Solo puedo pensar en lo importante que sigue siendo el respeto
y la humildad. Para conservarla, para disfrutarla.