La verdad es que así, en frío, en los momentos previos,
esos del rímel, las medias, el bolsito… no apetecía absolutamente nada y no
solo por los tacones y los refajos, también había cierto “respeto” a la situación
de alarma y ascenso de contagios en toda España (finales de abril).
Para mi sorpresa, pocos parecían recelar de los
besos, y pronto cayeron mascarillas y subieron los ánimos. Creo que nos la
jugamos, conscientes,
pensando ¡a la mierda!, yo abrazo, yo bailo, yo grito….
Y otros, los más jóvenes, creo que ni lo pensaron.
Semanas después, puedo decir que no hubo
“victimas”. También que la vuelta a lo de antes se me antoja más sencilla de lo
que parece sobre el papel. Si a casi nadie se le olvida montar en bicicleta,
así pasen los años, parece que besar, jugar, reír, también se recuerda. Apenas
un poco de ganas bastan para resucitar los hábitos del afecto. ¡Qué alivio!
*Esta crónica se quedó en el tintero
en unas semanas en las que la pereza y la rutina me han secado la pluma. La recupero
ahora como otro sencillo hito de mis días en estos tiempos extraños. Afortunadamente
en estas semanas se han multiplicado las vacunas y descendido las transmisiones
del virus. Empezamos a olvidarnos de las mascarillas en casa y aparcamos poco a
poco las desconfianzas del roce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario