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jueves, 17 de junio de 2021

...y bailamos

Hace un año escribía sobre la invitación a una boda. Llegaba en mayo de 2020, anunciando la feliz unión para la primavera de 2021. Estábamos entonces en pleno confinamiento y sin horizonte estimado para su fin;  pero ya nos hablaban de que esta situación no acabaría sin consecuencias, que lo mejor que vendría después se llamaría "nueva normalidad”. Aún aletargados y asustados, agazapados en casa, sin apenas salidas salvo para comprar o pasear en horarios determinados, la invitación de boda me animó. Me gustó imaginar una reunión con abrazos, besos, copas y un buen jaleo. Además, quedaba tanto, tanto tiempo. Pero la máquina va a toda pastilla y hace apenas  varias semanas desempolvé los tacones (¡qué dolor!) y allá que fuimos, a pecho descubierto, aún sin vacunar*, apenas armados con nuestras simples mascarillas, a participar en una feliz celebración de dos jóvenes ilusionados, enamorados.

La verdad es que así, en frío, en los momentos previos, esos del rímel, las medias, el bolsito… no apetecía absolutamente nada y no solo por los tacones y los refajos, también había cierto “respeto” a la situación de alarma y ascenso de contagios en toda España (finales de abril).

Para mi sorpresa, pocos parecían recelar de los besos, y pronto cayeron mascarillas y subieron los ánimos. Creo que nos la jugamos, conscientes,
pensando  ¡a la mierda!, yo abrazo, yo bailo, yo grito…. Y otros, los más jóvenes, creo que ni lo pensaron.

Semanas después, puedo decir que no hubo “victimas”. También que la vuelta a lo de antes se me antoja más sencilla de lo que parece sobre el papel. Si a casi nadie se le olvida montar en bicicleta, así pasen los años, parece que besar, jugar, reír, también se recuerda. Apenas un poco de ganas bastan para resucitar los hábitos del afecto. ¡Qué alivio!

*Esta crónica se quedó en el tintero en unas semanas en las que la pereza y la rutina me han secado la pluma. La recupero ahora como otro sencillo hito de mis días en estos tiempos extraños. Afortunadamente en estas semanas se han multiplicado las vacunas y descendido las transmisiones del virus. Empezamos a olvidarnos de las mascarillas en casa y aparcamos poco a poco las desconfianzas del roce.

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