Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]



jueves, 27 de agosto de 2020

Sin mascarilla y sin condón ¡con UN PAR!

Ante la inquietud y la incertidumbre de los recientes días, la mayoría de los ciudadanos nos hemos aferrado a las mascarillas. Son de uso obligatorio si bien para la mayoría también es una opción voluntaria. Al fin y al cabo, usarlas y frotarnos las manos con el gel hidroalcohólico son casi las únicas opciones, indoloras, que tenemos para protegernos de “los otros”. Lo de las reuniones masivas, el negacionismo, los botellones y el ocio nocturno, ni comentarlo.

El caso es que pasear por lugares despejados se ha convertido en un cansino quita y pon de mascarilla; con el calor y las cuestas acabas hiperventilando y con las gafas empañadas. Ayer observé más cuidado que otras veces entre los paseantes, más  esfuerzo por evitar pasar cerca  y, sobre todo, por llevar la mascarilla bien puesta cuando había cruces entre varios. Sorprendentemente ya no nos inquietan los rostros tapados. Recuerdo ¡apenas hace unos meses! la sensación de rechazo experimentada ante los orientales con mascarilla en los aeropuertos. Lo que da un poco de pena es ver a los mayores con el “disfraz” de enmascarados, perplejos,  sintiéndose vulnerables y extraños. Y casi aún más triste resultan las familias con bebes y pequeños que estrenan su vacilante caminar; ahora sus  adultos de referencia son unos gigantes sin rostro ¿les quedarán secuelas?

En este contexto, me siento con cierta aprensión en una mesa apartada de un quiosco veraniego a las afueras del pueblo. Un grupo de paisanos alborota en una esquina. Mediana edad, rurales, van por el tercer “cubata” y sus comentarios suben de tono. Mi cerebro se cortocircuita al escuchar cosas como “Y esa sobrina tuya ¿está libre? porque yo me la echaba…”; “¿para qué te la vas a echar, si tienes mujer?” Se ve que “echarse a una”  es algo que se elige por derecho, sin consultar, porque,  ¡mira tú!,  una mujer es una cosa que ni siente ni padece. Al rato llega una chica preguntando por un coche mal aparcado que molestaba la salida del suyo, y resulta que el coche era de uno de estos prendas quien, encima, era su primo. Mas bromas repugnantes del tipo “lo meto”, “te la meto” “estos meten, yo no meto” agggghhhh.

El final fue de traca, digo el final pues me largue escandalizada, allí se quedaron los mozos dándose la razón y riendo sus asquerosas gracias: el que llevaba la voz cantante, pues pagaba las rondas, exclama bien alto: “se lo he dicho a la María muy clarito, yo ni me pongo mascarilla, ni me pongo condón”. Se le olvidó decir que él cerebro tampoco se pone. A este tipo sí le quedaron secuelas, no sabemos de qué, pero ¡qué asco!

miércoles, 26 de agosto de 2020

Alarma ¿Otra vez?

A seis  meses de distancia (¡medio año de vidas!) las primeras semanas del estado de Alarma hoy se antojan hasta románticas. Todos en casa, calentitos, mirándonos estupefactos desde las pantallas de nuestros dispositivos; dispuestos a aguantar a toda costa, a salvarnos, a eludir a la parca; motivados para seguir con nuestro trabajo a distancia, disfrutar de nuestros hogares y nuestros compañeros de viaje, cocinar, ordenar, compartir, ejercitar nuestros cuerpos y nuestras mentes; con tiempo para la lectura, la música o el cine… no estuvo mal,  vale, pero un rato, no toda la vida. Conocimos entonces una ciudad silenciosa, la  que solo usaban los mensajeros, los sanitarios y los policías guardianes del “sitio”, esa ciudad que se alegraba con los aplausos -aquellos que empezaron fuertes y languidecieron por el cansancio de muchos  y el odio de unos pocos. Cuantos días, cuantas cosas. Muchos globos sonda, muchas ilusiones, demasiados adioses, pocos resultados.

Al final, en junio, como si saliéramos del toril, nos desparramamos sin apenas orden ni concierto, cuidando cada uno de sí mismo, con los corazones algo tristes. Pero qué importaban los detalles, las decepciones, las pérdidas o los desengaños, volvíamos a la “normalidad”, ahora llamada “nueva” éramos libres y teníamos muchas deudas que saldar, numerosos reencuentros a los que acudir.

Lo extraordinario fue que al salir, todo parecía estar igual que antes -para quienes no habíamos perdido a nadie, por supuesto. Quedabas con la familia o los amigos y tras los primeros instantes de desconcierto al tener que evitar el abrazo o el beso, las cosas eran “casi” como antes. La comunicación on line nos había mantenido más o menos al día, solo había que “seguir” y celebrar que estábamos vivos.  Quizá me hubiera gustado constatar o compartir algún cambio, nuevas perspectivas en las personas o en las relaciones; pero reconocí escasas ganas de rememorar o reflexionar sobre la pesadilla. En definitiva,  poco interés por el interior. En su lugar, el triunfo de una especie de consigna, del  tipo “corramos un tupido velo”, sobre nuestras vidas de encierro, para así  abalanzarnos con estruendo hacia la vida de antes, la de siempre. Reconozco por mi parte cierta resistencia respecto a esa vuelta, deseando, en su lugar, mantener  un poco más el estado “de reflexión” que  no de “alarma”, que nos brindó el confinamiento. Pero no es fácil oponerse a lo cotidiano: verano, amigos, terrazas, aire, espacio, charlas… han difuminado el horror, o sea, el Covid,  que seguía triunfando durante estas semanas veraniegas. Y hoy, a punto de estrenar septiembre (la vuelta al cole) los rumores y la certeza de que la pandemia continúa sobrevuelan nuestras siestas. ¿Lo vamos  a soportar? ¿Cómo?

Y otra  pregunta: ¿No hubiera sido más eficaz esforzarnos conjuntamente, todos,  para enfrentarnos con nuevas armas a la epidemia  en lugar de empeñarnos en volver a lo de siempre: fiestas, futbol, discos, playas, cervecitas…? Y he aquí más contradicciones,  caigo en la trampa. Otra vez la responsabilidad, la  culpa,  “sobre los ciudadanos” Aún no hemos olvidado que la crisis económica que todavía nos maltrata fue  porque los ciudadanos  habían querido comprar sus viviendas  y solicitado muchos créditos a los bancos, que por cierto,  los daban como churros.  Y ahora hemos querido vacacionar como si nada y la vemos vuelto a cagar. Se me ocurre que a lo mejor los que gobiernan podían haber gestionado un poco más, no digo siguiera mejor, digo más. Ayer retomé  una de mis rutinas confinamiento, clase de fitness en Youtube. Lo hice sin pensar que a lo mejor me estaba preparando ¿Otra vez?