Aquí van pensamientos, reflexiones, ideas sugeridas por el mundo que me rodea .... para compartir [LauraCA]



miércoles, 2 de octubre de 2024

Una de fútbol

 

Es verdad que disfruto con los grandes campeonatos de fútbol, tipo mundiales, Champions y copas de Europa, últimamente incluso más con las chicas futbolistas, pero hasta el pasado domingo, el mundo futbolístico estaba muy lejos de mis cavilaciones, reflexiones o como queramos llamarlas. Se jugaba el Derby, el primero de la temporada, el siempre “súper emocionante”, el “sin par”  enfrentamiento entre el  Atlético de Madrid y el Real Madrid. Toca en casa del Atlético. Bueno, pues a verlo. Me acomodo, está fresca la noche, a ver transcurrir minutos de futbol sin riesgos, sin la emoción de una final. Y el partido me resulta un aburridísimo rollete, solo soportable en relación directamente proporcional a la comodidad de mi sofá.

Me fui descolgando, para estas situaciones tener el móvil a mano es estupendo, y así, miraba algunas cosillas y de vez en cuando levantaba la cabeza para ver como seguía el tiki taka.  Sin novedad en los marcadores. En la segunda parte ataca el Real Madrid y, por fin, un gol. 

Locura en el estadio. Los ultras del Frente Atlético empiezan a agitarse, a desahogarse con insultos llenos de mala baba y todos los gestos que puedan ofender. Pero ¿Qué les pasa a los hinchas? (da igual su color) ¿Por qué esos odios? ¿Qué les va en ello? la vida no, eso seguro. 

El portero del Madrid se enseñorea, se enfrenta a los forofos con gestos de hombre fuerte (casi 2 metros) ¡Cuidado! eso no, no en campo contrario, faltaría más, normas no escritas se agitan en las gradas. Los atléticos pasan a mayores. Ahora lazan un mechero, ahora otro, ahora una bolsa con restos de la merienda…

El cancerbero se irrita, igual hasta se preocupa, porque seguro que  un mecherazo en plena cabeza te deja, cuanto menos, una herida.  Entrega al árbitro los objetos, gesticula de nuevo y … se para el partido.

Hay que poner orden. Allá van, intentando guardar y hacer guardar la calma,  el capitán y el entrenador atléticos. Se acercan a las gradas de los ultras. Algunos -encapuchados, por cierto- dialogan o, mejor dicho, intercambian gritos. La autoridad del entrenador, líder supremo e ídolo atlético, no se discute. Se calman los ánimos. Se reanuda el partido.

Yo ya lo dejo, mañana es lunes. Pero sigo el tema escuchando la radio. Y aquí viene lo bueno, los periodistas deportivos, (a los que admiro sinceramente por su entrega, profesionalidad y entusiasmo) se crecen con incidentes como este, se vienen arriba. Lo que casi nunca pueden evitar es que se les vea el plumero, es decir, si son madridistas, del Barça o del Atlético, se les nota. Así, algunos, dando vueltas a los hechos, empiezan a justificar los actos vandálicos. Que si ya se sabe  cómo son los hinchas, que en su campo no se puede provocar a los del Frente Atlético, que un profesional como el portero del Real Madrid, que conoce al enemigo, no puede arriesgarse con esos gestos. Vamos, que aún sin llegar a respaldar o aprobar el lanzamiento de los mecheros, se diagnostica que el “incidente” ha tenido lugar tras una provocación.

Los oídos me pitan, me paro a escuchar, he oído bien, algunos de estos comentaristas deportivos disculpan la violencia, entienden que es inevitable pues, repiten, ha habido provocación. Y me vienen a la cabeza, con asco,  los comentarios de ciertos jueces y no pocos ciudadanos cuando excusan una violación o un abuso, sencillamente porque la mujer iba en minifalda o estaba borracha, porque era una fresca o, era evidente, se lo iba buscando.

Y aún me espanto más cuando por la mañana encuentro fotos en la prensa informando de cómo al final del partido el equipo atlético fue hasta el fondo del estadio a aplaudir a sus hinchas. Les reconocía su apoyo ¿Aprobaba así su comportamiento, lo justificaba?

Que fácil es hoy en día ser malo, especialmente si te jalean y, aún más,  si vas encapuchado, escondido entre la masa, como en las redes sociales.

No hay más  comentarios, señoría.

martes, 18 de junio de 2024

Lo volvimos a hacer… Gotas de teatro

Lo confieso: yo no creía, pero ahora creo*. 

Tranquilos… No, no se trata de hablar ahora de posicionamientos de fe, ética o moral, sino de contar el trayecto de un esfuerzo colectivo, que partía, creo, de la incredulidad.  Porque ¿Cómo diablos íbamos a convertir en teatro unos poemas? ¿Cómo daríamos sentido e interpretaríamos unos versos tan profundos y personales como los que plasmó José Hierro en su Cuaderno de Nueva York?   Comprender, aunque fuera solo a medias,  los poemas,  ya era un reto, pero ¿desentrañarlos, domarlos, interiorizarlos, expresarlos, representarlos y, encima de todo,  transmitirlos? Ciertamente, parecía imposible o, siguiendo con el tono de esta crónica, increíble. 

Rebobino, somos seis mujeres que una vez a la semana se reúnen con Luisa Armenteros,  actriz y profesora,  para estudiar, analizar y jugar al teatro. Nos gusta opinar, darnos la razón, o quitárnosla;  pero no estamos nada seguras de necesitar un público que nos contemple y, menos aún, que nos juzgue ¡Ya estamos creciditas!

Luisa explica que sin público no hay teatro. Recopila bellas citas de grandes autores como refuerzo, y lo entendemos, pero… nos da miedo. El público es la sombra que nos persigue durante las últimas semanas, cuando los ensayos avanzan… pero las dudas y las equivocaciones persisten y delatan nuestra débil fe.

Luisa reparte las intervenciones, establece tiempos, ritmos, movimientos y ordena los espacios. Nosotras empezamos a pensar en luces, atrezzo, música, vestuario… ¡hasta diseñamos un folleto y un póster que anuncia el gran día!

Seguimos trabajando y dudando. Nos falta energía, entusiasmo. Nos falta fe. A nosotras seis. A Luisa no. Sabe, porque lo ha experimentado muchas veces, que el escenario, las luces, la música, la responsabilidad y el público (¡qué pase!) nos dará la fuerza y la seguridad que, por el momento, no encontramos. 

Casi al límite de la fecha establecida, espabilamos. 

El ejercicio teatral está listo -más nos vale, pues el día D está al llegar-. Vestiremos con diversas combinaciones de blanco y negro, unas tiras de luces imitadoras del neón enmarcarán la escena mientras desde un televisor surgirá la música acompasada con evocadoras imágenes. Seis sillas se convertirán, gracias a José Hierro, en la cubierta de un barco, las butacas del Metropolitan, los pasillos de un hotel,  los bancos en un claustro, el trono del Rey Lear, las sombras y las calles de Nueva York...

Se apaga la luz, el público guarda silencio (han venido nuestros allegados, posiblemente más por compromiso que por interés). Salimos, no hay vuelta atrás. Tenemos ganas. Suena la música. Delante, detrás, entre las sillas, van sucediéndose los poemas. ¡Y, oh milagro!, los sentimos, los disfrutamos, los transmitimos. Creo, ahora sí,  que algo logramos. El público se sorprende, no lo esperaba. Aplausos.

Otra confesión, la última: he soñado con esos aplausos, me han gustado tanto que hasta pienso que me atrevería a hacerlo otra vez.

Biblioteca Miguel Delibes, Madrid. 13/06/2024
 "La poesía es el arte temporal por excelencia. Pero además puede, y debe, tener cierta construcción como la arquitectura; bulto, como la escultura; color, como la pintura; ritmo, como la música; contar algo, como la narrativa… en la poesía se funden las artes del tiempo y del espacio. Y también hay una influencia, al contrario, claro; hay esculturas que son pura música, cuadros que son poemas hechos sin palabras…"

 José Hierro

  

*Mientras escribo resuena en mi cabeza la canción de C Tangana y Nathy Peluso “Yo era ateo, pero ahora creo”